La familia Polanco Llanera se comenzaba a preparar para recibir el nuevo año. Susana como matriarca de la familia, había hecho todos los preparativos, comprado los víveres y cocinando durante toda la tarde. Jaime, el cabeza de familia, pasó la tarde adquiriendo los últimos regalos y soportando alguna que otra cola, no importaba, un día es un día.
Por la dichosa pandemia, las fiestas las pasarían ellos solos junto a sus hijos. Nada de familiares extra, solo ellos cuatro, una pena la verdad, pero disfrutarían igual.
—¡Mamá! Ya he llegado —soltó Lucas, el primogénito, al entrar por la puerta.
—Venga hijo, que eres el último, tu hermana y tu padre ya están aquí.
—Lo siento —el joven entró en la cocina donde su madre se movía de un lado para otro— ¿te ayudo a preparar algo?
—Ya está casi todo, pero ven aquí.
Lucas se acercó a los fogones, donde algo olía de maravilla. Acercó la cabeza, comprobando que eran unos chuletones de ternera que se hacían en la sartén y desprendían un aroma inigualable.
—Que buena pinta… —echó después un vistazo rápido a su madre y añadió— aunque no solo la carne pinta bien…
La mano rápida del joven se dirigió al gran trasero de su madre agarrándolo con fuerza. La mujer notó cada uno de los dedos hundiéndose en la piel y produciéndola un placer que la hizo apretar los dientes.
—Luego te doy un regalo —susurró esta mientras el aceite saltaba.
—¿No me das uno ahora?
—Bueno…
Susana tomó al muchacho de la barbilla y con unos labios rojos le plantó un beso de varios segundos. La lengua de ambos se chocó en el interior de sus bocas y por un momento pensaron que allí mismo podrían desatar su pasión.
—Venga… —pudo decir Susana al apartarse ligeramente— vete a avisar a los demás, en nada cenamos.
—Estoy un poco cachondo… —Lucas señaló su entrepierna haciendo que su madre divisara un bulto terrible. Como le gustaba ver así a su pequeño.
—¿Un poco? Venga, tira que no respondo.
Lucas fue por el pasillo y subió las escaleras al piso superior. Primero fue a su cuarto y se puso un pantalón de pijama para mayor comodidad. También se deshizo de las zapatillas, prefiriendo la comodidad de las pantuflas, que a gusto se sintió al sentir el calor de estas.
Salió a buscar a su hermana. Pero Sofía no estaba en su habitación, el ordenador estaba encendido, pero ella no se encontraba allí. Decidió buscar a su padre, había oído voces en la habitación contigua, seguro estarían juntos.
Tocó dos veces al ver la puerta arrimada. Escuchó la voz de su padre dándole permiso para entrar.
—Papá, dice mamá que ya está la cena.
Jaime se encontraba en la mesa del ordenador, prácticamente de frente a su hijo que le hablaba desde el umbral de la puerta. Se había protegido con la manta, ya que el frío esos días era considerable y prefería estar caliente.
—Gracias, hijo, ahora bajo, termino una cosa y estoy.
—Perfecto, voy a la mesa. ¿Has visto a Sofía?
—Sí, ha ido al baño. Cuando salga, le digo que baje.
—Bien, papá, hasta ahora.
—Hasta ahora, campeón.
La puerta se cerró y cuando los pasos de Lucas se comenzaron a escuchar por las escaleras, Jaime se echó hacia atrás en la silla y resopló. De pronto, la manta se movió y desde su interior, justo entre las piernas del hombre, la cabeza de Sofía emergía algo acalorada.
—¿Se ha ido? —Su padre asintió con una sonrisa— me iba a asfixiar…
—¿Te quieres asfixiar con otra cosa? —preguntó Jaime queriendo seguir donde lo habían dejado.
—Pensaba en seguir lamiéndotela un poco mientras Lucas te hablaba, pero se hubiera dado cuenta, te mueves demasiado.
Jaime pasó la mano por el cabello castaño de su hija y con la otra, cogió su miembro erecto y la comenzó a llevar a la boca de la joven. El pene duro como una roca traspasó la barrera de los labios y después, debido al empeño de la muchacha, topó con la garganta.
—Que rico por dios… este año no sé qué te ha pasado que lo haces de lujo —Jaime apenas podía susurrar de placer.
—Es que… —retiró el miembro del fondo de su garganta para poder hablar— ahora práctico con mi novio.
—Eso está muy bien… así… —resopló con ganas, cogiendo el cabello de su hija y llevándola al ritmo que deseaba— me gusta que practiques. Pero que te hagan a ti también cosas ¡eh!, como las que te hago yo.
El placer se arremolinaba en los genitales del hombre que comenzaba a mover las piernas con frenesí. Sofía succionaba el miembro duro de su padre mientras con una mano masajeaba las calientes pelotas de Jaime. El hombre no lo podía soportar más y apretó la cabeza de su pequeña contra su pene incrustándosela en el fondo de su garganta.
Sofía abrió la boca todo lo que pudo dejando que aquello la ahogara y llenara a partes iguales. Apretó algo más fuerte los huevos del hombre como bien sabía que le gustaba y entonces escuchó como este se guardaba un grito de placer que no pudo expresar.
—Me corro…
Sofía sacó tremendo pene de su interior y lo sacudió con ganas mientras Jaime se aferraba a la silla como si lo estuvieran electrocutando. Al fin el cremoso néctar salió y la joven lo admiró, le encantaba ver salir tremendos chorros blancos que se asemejaban al géiser de un volcán.
—Mi vida… ¿No querías hoy en la boquita?
—Papá, en la boca te dejé porque era mi 18 cumpleaños, era algo especial, pero no me va mucho. Además, si no me va a saber rara la cena y mamá se lo ha trabajado.
—Cierto, cariño, tienes toda la razón… pero bueno, lámemela un poquito más y ya bajamos.
—Eso no hace falta ni que me lo pidas.
La chica hizo con gusto lo que le solicitaron y allí se quedaron unos minutos más entre limpieza y relajación, mientras que en la cocina, Lucas llegaba donde su madre.
—Ahora bajan.
—Perfecto —Susana se quitó el delantal y sacó una caja de uno de los armarios superiores— ven, cielo. Te quería enseñar una cosa, me apetece hacer más picante la cena.
Lucas se acercó con mucha curiosidad y ambos se sentaron en la mesa a observar lo que Susana tenía. Según lo vio el muchacho supo que era, un pequeño vibrador en forma de huevo y con un color rosa llamativo, a su madre le encantaban los juguetes.
—Me he comprado este huevito vibrador, ¿te gusta?
—Por supuesto que me gusta, y si… —se acercó a su madre y en la oreja le susurró— lo usamos juntos mejor.
—Esa idea me parece fabulosa —Susana giró el rostro y besó muy lentamente los labios de su hijo— aunque esta noche lo dudo, estaré con tu padre dale que te pego.
—Una pena, mamá. —Lucas cabizbajo lo asumió con resignación, era lo que había era el segundo plato.
—Pero mi niño, como has aprobado todo en la universidad, te voy a ceder un honor. —Sorprendido, abrió los ojos— En la cena, ¿Qué tal si te doy esto a ti?
Le tendió un pequeño mando con varios botones. En el primer instante no supo que era, pero uniendo cabos con rapidez su ágil cerebro le dio la solución, era un control a distancia.
—Que honor, mamá, muchas gracias. Entonces… ¿Lo puedo usar durante la cena? —Susana asintió— ¿Da igual la potencia?
—Da igual, Lucas. Un día es un día. —Giró todo su cuerpo, poniendo las piernas a cada lado del joven y después se recostó en el respaldo de la silla— Oye, ya lo he cargado y dicen de poner con un poco de lubricante. Pero paso, prefiero que me ayudes.
—¿Te paso esta lengua que tanto te gusta?
—Has dado en el clavo.
Sin perder un segundo, Lucas se agachó y apartó los muslos de su madre con rudeza, comprobando que bajo el vestido, no había ninguna ropa interior que la cubriera. Miró a su madre de una forma lujuriosa y pícara, Susana siempre tenía este tipo de sorpresas y nunca dejaba de alucinar con ellas.
La lengua del joven no perdió el tiempo por si su padre y su hermana bajaban. Pasó varias veces por el sexo húmedo de Susana dejando un rastro de saliva que la mujer recibía entre gemidos contenidos.
—Unos pocos, cariño. No quiero correrme.
—Mañana, a ver si tenemos un hueco y me como tu corrida —respondió Lucas ansioso.
—Méteme el juguete… que raro se me hace no pedirte que me metas la polla.
Ambos sonrieron y el joven introdujo en la vagina mojada el nuevo artilugio de su madre. Después de varias indicaciones, pareció estar colocado a la perfección y una punta rosa emergía al exterior, era lo único que se veía.
—Toma. Pruébalo.
Lucas cogió el mando y lo puso al nivel más bajo. Susana no notaba más que un cosquilleo en sus partes, en silencio y con un único movimiento de mano, le hizo subir la potencia para probar el juguete. Cuando llegaron al nivel cinco, ya notó que esa intensidad en unos minutos la llevaría al orgasmo, por lo que mejor parar. Ya conocía el punto de inflexión del nuevo vibrador.
—Vale, Lucas, ya está. Es todo tuyo, pero no te vuelvas loco, que no quiero acabar tirada en la mesa gritando como una posesa.
—No prometo nada…
Ambos rieron con complicidad en el momento que Jaime y Sofía aparecían por la puerta, listos para cenar.
Sentados comenzaron a disfrutar de la agradable compañía familiar. Hablaron del trabajo, de los estudios, de lo bien que lo pasaban juntos y de lo raro que había sido este año. Aun así, por suerte no habían perdido a ningún familiar y ellos no habían enfermado, eso sí, a Sofía le tocó hacerse una de las pruebas. Le introdujeron el palillo por la nariz hasta casi tocarle el cerebro, una sensación de lo más desagradable. Menos más que luego su padre le quitó el mal sabor de boca metiéndole otra cosa y no precisamente por el orificio nasal.
El móvil de Jaime vibró en sus pantalones, sacándolo comprobó que el mensaje era de su propia hija que estaba a su izquierda. Tanto su hijo como su querida esposa estaban enfrente, por lo que podía consultar sin problemas el contenido del mensaje. Sabía que aquello no traía nada bueno… o sí, claro… todo es según el punto de vista.
—Estoy peladita. Un regalo para cuando podamos. —Era el comentario que acompañaba a una foto.
La instantánea era Sofía, sin ropa y mostrando un sexo totalmente inmaculado. No se divisaba ni un pelo, ni rastro de que allí alguna vez hubiera habido algo de bello. Con dedos ágiles y un pene que volvía al estado erecto, la contestó.
—Esta noche imposible, tengo unas ganas de probar a tu madre que no te imaginas…
—Jajaja, eres un salido papá, a ver si mañana podemos. Podríamos no sé… “Ir a buscar algo”.
—Eres una bruja, cielo. Me encanta.
Ambos guardaron los móviles y volvieron a la conversación con los demás miembros de la familia. Susana que degustaba unos cuantos langostinos a la par que comentaba a su marido la última que había hecho su hermana, notó algo.
Una leve vibración entre sus piernas le hizo mirar a su primogénito. Lucas seguía comiendo uno de los aperitivos y con la mirada centrada en Sofía que le hablaba. No daba pistas de que estuviera tramando algo, pero sí que lo hacía. La mano estaba en el bolsillo izquierdo del pijama, de donde sacó el mando y lo movió levemente para que Susana se diera cuenta de que la fiesta comenzaba.
Otro nuevo golpe dentro de su vagina la hizo acomodarse mejor en la silla, el truhan de su hijo había accionado el nivel cinco de golpe. Le sonrió, pero no la miraba, “menudo pícaro” pensó con lujuria. Su marido le volvió a hablar y la distrajo levemente hasta que de nuevo, en medio de la cena y con los demás a escasos metros, Lucas accionó el nivel seis.
—¡Ay! —dijo Susana rebotando en la silla— creo que me clavé algo.
—Que va, mi vida —contestó Jaime con su copa de vino en la mano— eso a la noche.
—No os pongáis románticos ahora… —añadió Sofía a modo de broma.
—No, cariño, tu padre y yo, solo en la intimidad.
—Eso… no es verdad… —Lucas con una sonrisa maliciosa miró a ambos— ¿y la vez que os pillé en el coche?
—Y hace par de meses os pillé en el jardín —dijo con rapidez Sofía conteniéndose la risa.
—Sin olvidarnos de la vez que os echaron del cine. ¿Te acuerdas hermanita, que ellos fueron a una película y a nosotros nos mandaron a otra?
—Claro que me acuerdo.
Acabaron por explotar en carcajadas a costa de sus padres. Lucas aprovechó el momento y subió otro nivel a su madre que sintió el placer llegarle hasta el cuello y erizarle la piel, ya estaba en el nivel siete.
—No, hijo, no. Eso es intimidad. El coche es nuestro o sea que estábamos en nuestra propiedad y el jardín más de lo mismo… otra cosa es que nos espíen. —Sofía apenas podía aguantarse la risa y Lucas negaba con la cabeza ante los argumentos de su padre.
—Tienes razón, cariño, no les hagas caso. La culpa es de los vecinos viciosos que miran.
Susana levantó la copa hacia su marido y ambos brindaron. Sus miradas rezumaban fuego, siempre habían tenido el ardor sexual de un adolescente y ahora, a pocos años de llegar a la cincuentena, no la iban a perder.
—Lo del cine… —añadió Susana a sus hijos, mientras uno de ellos le volvía a dar una vibración de nivel siete— no hay pruebas de ello. Por lo que no cuenta.
—¡Que cara tienes, mamá! —Rebatió con rapidez Sofía— si te pusiste las bragas en el coche.
Todos rieron con fuerza de nuevo mientras la cena se iba terminando. Lucas no perdió la ocasión y cuando las risas se iban apagando, subió otro nivel y accionó el botón mandando un nuevo cúmulo de placer a su madre.
Susana se estremeció de tal forma que las piernas le temblaron y tuvo que levantarse como un resorte colocándose de pie delante de la mesa. Aprovechó que todos la miraban y disimulando debido a las “descargas” del pícaro de su hijo, alzó la copa.
—Vamos, todos de pie. Brindemos por este año. —todos la siguieron. Incluso Lucas dejó a un lado el mando, de momento…— Que el próximo año sea mejor, aunque no es muy difícil. Y sobre todo, que no nos falte el amor de la familia, que es el más importante de todos.
—¡Amén! —terminó por decir Jaime a modo de broma.
Todos bebieron, sobre todo Susana que con las vibraciones se había calentado demasiado, aunque el vino tampoco la hacía enfriar. Miró a su hijo, como jugueteaba con el mando dentro del pantalón y más allá, en la parte central, como un pene que conocía de maravilla rugía llamando su atención. Estaba grande, enorme, como a ella le gustaba. Tanto la del hijo como la del padre eran idénticas, “¿el tamaño del pene se hereda?” se había preguntado más de una vez.
Lástima que su hija no hubiera heredado sus pechos. A Susana le parecían preciosos, eran del tamaño perfecto. Duros y a la vez suaves. Pero su hija siempre había querido tener los voluminosos pechos de su madre. Tan grandes, tan esponjosos, tan perfectos… o eso decían Lucas y Jaime.
Estaba cada segundo más acalorada, el vibrador de su interior ahora le mantenía un leve ritmo al nivel dos, que no era intenso, pero si constante. No aguantaba seguir así por mucho tiempo, algún que otro sudor frío le recorrió la espalda y su rostro se comenzó a acalorar.
—¿Qué os parece…? —se cayó en ese momento, Lucas había apagado el vibrador y para ella fue un alivio. Humedeció los labios para hablar con más fluidez— este año fue algo atípico, que si pandemia, que si mascarilla… ya sabéis. He pensado, ¿si hacemos un cambio este año? Os propongo lo siguiente, ¿nos damos los regalos ahora?
Los cuatro comenzaron a mirarse y ambos jóvenes alzaron los hombros en señal de acuerdo. No les importaba cuando recibirlos, solo eran unas horas de diferencias, el júbilo que tenían cuando eran más pequeños ya se había desvanecido. Jaime asintió mientras se limpiaba la boca por el jugo de la chuleta.
—Pues si estáis de acuerdo, hecho. Lucas, ven conmigo a la buhardilla y los bajamos todos.
El joven se levantó disimulando la tremenda erección que nacía entre sus pantalones. Menos mal que al llevar el pijama podía disimular lo que reptaba por su muslo. Siguió por las escaleras a su madre, las subía deprisa como si al final de estas se escondiera algo suculento ¿quizá fuera así?
Llegaron a su destino. Allí arriba, habían montado una pequeña sala que solían usar para ver películas. Solo contaba con un mueble acoplado al tejado que descendía de manera triangular y aparte de otras mesillas, un sofá grande para disfrutar de la televisión.
Susana, ni se lo pensó. Simplemente corrió hasta el sofá, se quitó las zapatillas de casa y alzó su vestido. Lucas casi sin llegar a pasar al desván, veía a su madre en el sofá con el trasero elevado y una graciosa punta rosa saliendo del interior de su vagina.
—Corre hijo, sácame esto por Dios…
Su voz sonaba agitada, tremendamente excitada. Tenía un calentón digno de sus mejores noches y todo por culpa del dichoso aparato que zumbaba en su interior al accionarse. Lucas con rapidez y sin mucha delicadeza, tiró de la punta rosa y el juguete salió mojado, muy mojado. Lo admiró, como si se tratara de algo bello… y lo era, porque estaba recubierto de fluidos de la madre que tan fuertemente amaba.
—¿A qué esperas? —dijo Susana apoyando las manos en el sofá y metiendo prisa a su hijo— méteme esa polla que has heredado ¡YA!
Lucas no esperó, dispuso su pene y sin miramientos, entró dentro de su madre introduciendo cada uno de sus múltiples centímetros. Notó el final del sexo cuando su madre se encorvó y apretó los dientes sintiendo todo lo que había en su interior.
Elevó algo más el vestido, para poder posar sus manos en la cintura de Susana y empujar con la fuerza que ella deseaba. Como una prensa hidráulica sus dedos se cerraron en torno a la pequeña cintura de su madre y esta sintió el calor de cada uno de ellos.
—Lucas, dame que no lo aguanto —este obedeció a su madre y con fuerza y rapidez comenzó el coito— así, así. O me acompañabas tú o tu padre, pero creo que te lo has ganado. Me has puesto caliente durante toda la cena.
—Más bajo, mamá, que te van a oír.
El pene hacía su trabajo entrando en una dilatada vagina que le recibía con los brazos abiertos. Sus paredes estaban más que acostumbradas a semejante tamaño, si no era su marido, era su hijo quien la penetraba y aquel volumen ya le era conocido. Lucas observó como el gran trasero de su madre se estremecía a cada entrada y como el rosado ano se abría cada vez que su pene horadaba el interior.
—Susana, como favor personal, me vas a tener que dejar que un día te dé por el culo.
—¡Ja! Igualito a tu padre. Como me metáis eso, me partís a la mitad, aunque un día tiene que ser el primero y oye…
Una suculenta idea le surcó la mente mientras el pene de su hijo la hacía temblar con cada sacudida. Recordó el pequeño vibrador que reposaba al lado de la pierna de Lucas y… un pene de tales dimensiones, era una cosa… pero un juguetito, no la importaba.
—Lucas, rápido, coge el vibrador —este se lo pasó y ella en un momento detuvo el coito— mójalo. —antes de que pudiera decir nada, se lo metió en la boca al joven y lo untó bien de saliva.
Con el juguete más que lubricado, alcanzó su trasero y comenzó a insertarlo en su interior, haciendo que en menos de 5 segundos sus nalgas lo devoraran.
—Dame el mando que no me fio de ti —era una broma, aunque sabía que dejando a su hijo, iría a por el máximo nivel de primeras.
El coito prosiguió con duras entradas mientras el vibrador comenzaba su sonido zumbador en el interior del trasero. El placer era inimaginable, algo que Susana pocas veces alcanzaba, muchas veces no tenía tiempo para disfrutar de preliminares, sin embargo, esta vez con el calentón de la cena, estaba a punto.
El pene comenzó a entrar con extrema rapidez, golpeando lo más profundo de su cavidad y después saliendo casi en su totalidad para repetir el proceso. Era como le gustaba a Susana y Lucas lo sabía muy bien.
—Ya acabo, mi vida, ya acabo —susurró ella subiendo al nivel ocho.
—Joder, me estaba aguantando, también me corro —le respondió su hijo entre dientes.
—Fabuloso —colocó el vibrador a nivel nueve, por miedo a que el diez llegara a doler.
—¿Mi leche dentro, mamá?
—Hoy si mi vida, hoy si… ¡Por dios! Qué suerte con semejantes pollas… otro día dejo que te corres en mis tetas, lo prometo. Pero hoy lléname. ¿Hace cuánto que no te corres?
—Ya no me dejas masturbarme… —bufó como un animal— estoy ya. Llevo desde… ¡Oh, sí! Desde que me la chupaste o sea que tres días.
—Bendita sea lo que viene… ya… ¡YA VOY!
Susana resopló lo más bajo que pudo y sintió como en su interior un cúmulo de sensaciones se agolpaban. Por una parte la vibración del trasero la hacía que las piernas le temblaran y en el interior de su vagina una concentración de placer estaba a punto de estallar. Además no era ella la única que gozaba. Sintió como la tremenda polla se inflaba como loca queriendo descargar su ardiente néctar.
Ella fue la primera en terminar. Puso en blanco los ojos, apagó el vibrador y con sus uñas se aferró al sofá para no salir volando del placer. Las venas del cuello se le inflamaron hasta casi ahogarla y reprimió un grito que hubiera alterado a todo el barrio. Pensaba que había tocado el cielo, pero solo era la primera parada, fue entonces que recibió el primer manguerazo.
Lucas entró con todo lo que tenía en el interior de Susana y con sus últimas fuerzas gimió para depositar allí sus fluidos de tres días de acumulación. La agarró con fuerza de la cintura para que no se moviera, aunque la mujer no pensaba ir a ninguna parte. El primer disparo salió potente, tanto que su madre abrió la boca y los ojos sintiendo un nuevo placer. Se enderezó y agarró a su hijo como pudo, haciendo que este le cogiera los grandes pechos y se los amasara con dulzura al tiempo que dejaba más de sus líquidos dentro de ella.
Volvió a caer al sofá cuando los besos en el cuello del muchacho se comenzaron a pausar y la respiración se ralentizaba convirtiéndose en una más profunda. Sacó de su interior primero el juguete y después el martillo de Lucas, dejando que saliera una cantidad de semen que manchó tanto sus piernas como el sofá.
—Gracias, mi vida, lo necesitaba —dijo Susana limpiándose sus partes nobles y abanicándose con la mano debido al calentón.
—Gracias a ti, no sabes cómo me pesaban las pelotas.
Ambos rieron y limpiaron rápidamente el sofá. Desde el comienzo, solo habían pasado tres minutos, “¡Qué placer más fugaz!” pensaron ambos. Susana le dijo que fuera bajando y que llevase algún regalo, para después subir a por más, ella descansaría un poco, las piernas aún se le estremecían solas.
—No te preocupes, cargo con todos —dijo con los regalos entre los brazos— ya digo que estás mirando si quedan más.
—Es que necesito sentarme un minuto, con esto y el que luego me va a dar tu padre, voy a dormir como un bebe.
Los dos volvieron a reírse y el joven bajó dejando a su madre tranquilizarse en el desván mientras agradecía, a quien sabe, por los buenos amantes que tenía en casa.
Cuando Lucas llegó a la cocina y vio a su padre y a su hermana tan tranquilos sentados, le pareció que habían estado así todo el rato, esperando a que los otros familiares volvieran a la mesa. Pero para nada había sido como él se imaginaba.
Según ambos empezaron a subir las escaleras en busca de los regalos, Sofía se había girado hacia su padre para decirle.
—Papá, me pica mucho… —señalándose la entrepierna— necesito… algo que me rasque.
—Niña, que bajan ahora, no me da tiempo.
—Te digo yo que sí —Sofía se separó su pantaloncito corto y mostró esa vulva pelada que Jaime contempló en la foto.
—¿No llevas braguita? —Jaime se mordió el labio tratando de contener una terrible excitación— Sofía, eres incorregible.
—¿Y tú qué? Si la tienes dura desde que te pasé la foto.
Los dos se miraron en una mueca de felicidad y la joven pasó la mano para comprobar sus palabras, su padre la tenía muy dura. La sujetó con fuerza y oteando a la puerta para comprobar que realmente no había nadie, abrió la bragueta del hombre y liberó lo que estaba preso.
Un pene en su máxima erección salió a la luz y bamboleó en el aire como un mástil en una tormenta. Estaba duro y su prepucio brillaba debido al líquido pre seminal, Sofía negó con la cabeza al ver a su padre con semejante erección, pensando en cómo la podía dejar así.
Abrió sus piernas poniendo una a cada lado de su progenitor y se apartó el pequeño pantaloncito. Cogió con su pequeña mano de adolescente un pene que no abarcaba y se lo dirigió a su vagina que se humedecía de solo pensar lo que le iban a meter.
—Uno muy rápido, me corro y ya —dijo Sofía con su padre agarrándola el trasero.
No hizo falta contestación, el pene entró como un cuchillo caliente en mantequilla. Sofía acostumbrada a tal tamaño comenzó a expulsar fluidos para que patinara de la mejor forma posible. Al de cuatro entradas, cada vez que bajaba esos líquidos pegajosos comenzaron a resonar en la cocina.
—Como me pones, mi vida. —Jaime sentía un placer inigualable, aunque la cosa mejoraría, porque gracias a la energía de la juventud, de rápido pasó a ser frenético.
—Antes te has corrido, ahora necesito correrme, siempre me has enseñado que hay que dar y recibir, ¿no?
—No te lo decía aplicado al sexo… Buf, que rico es esto… pero está bien que me escuches de vez en cuando.
—Papá, cuando tu polla está de por medio, siempre tienes toda mi atención.
Jaime sonrió y se excitó a la vez al ver como la cara de su hija se contraía. Estaba muy caliente, demasiado, conocía ese rostro y sabía que iba a estallar.
—¡Qué rápido! —Se sorprendió Sofía al notar en un minuto que el orgasmo se avecinaba— me gustaría quitarme la camiseta. Que me comieras los pezones sería lo máximo.
—Mejor que no, cielo. ¿Tan cachonda estas? —La joven asintió con ganas apretando sus labios— me encantaría terminar masturbándote para que me hagas un buen squirting, pero íbamos a manchar toda la cocina.
—¡Jesús! Estoy a punto, pero que me pasa. Como te gusta que me corra a chorros, eres un guarro.
—Bueno, yo no soy quien me pide que ponga la cara cuando me corro.
—Pero… pero… agárrame más fuerte del culo que me corro. Pero solo te doy mi corrida en la ducha, que si no…
El calentón había sido tan elevado y el sexo tan rápido que la joven estaba a punto, tanto que solo le faltaba el último empujón. Su sexo patinaba con el de su padre que seguía introduciéndose donde nadie más podía llegar. Le encantaba lo grande era y sobre todo cuando se hinchaba a punto de eyacular. Sin embargo esta vez no sería así, iba a terminar y sería el final de la función “pero el bien que se corrió antes” se dijo la chica.
Por un momento la mano derecha se separó de la nalga de su hija y al momento, volvió a bajar con fuerza propinándole un cachete. Los de arriba podrían haberlo escuchado, de no haber estado centrados en follar en ese mismo momento.
Fue la gota que colmó el vaso, Sofía abrió la boca sin poder gritar como quería y con rapidez mordió el hombro a su padre.
—Vamos mi pequeña amazona, córrete como te gusta —soltó en un susurro Jaime al tiempo que notaba esa corrida caer por el tronco de su herramienta.
Sofía se repuso con rapidez. La juventud era una ventaja, no como su madre que ahora debía sentarse un poco en el sofá mientras su hijo bajaba. La joven se puso de pie, dio un tierno beso a su padre en la mejilla y se limpió como pudo todos los restos.
Abrió el balcón para que el frío entrase y airease un poco la cocina, estaba segura de que el olor a sexo se impregnaría en su cuerpo, más que el de los langostinos.
—Oye —los pasos de Lucas por las esclareas ya se escuchaban— no me acordaba de que mamá y tú os lo pasasteis tan bien en un cine.
—No hay pruebas de eso —respondió Jaime con el pantalón atado y listo para aparentar normalidad.
—Pues… me ha dado envidia —se acercó a su padre y soplándole en la oreja le susurró— este fin de semana, quiero ir a ver una película, la que sea… ¿Me acompañas?
—¿Cómo no iba a acompañar a mi princesa?
Lucas entró por la puerta segundos después y los dos simularon que ninguno de los dos había gozado como dos posesos.
Al de unos minutos, Susana bajó las escaleras con el rostro de su color habitual y el vestido colocado correctamente, diciendo que no quedaban más regalos.
Se los repartieron y todo fueron risas y felicidad, sobre todo cuando Jaime regaló un conjunto picarón a su mujer que esta no dudó en decir delante de todos que se probaría esa noche. Los hijos recibieron regalos normales, aunque sin que los hombres se dieran cuenta Susana le dio a su hija uno más. Un pequeño vibrador como el suyo, el cual le venía en una oferta del dos por uno.
Después de las campanadas, pasaron un rato más de charla hasta que la cama les llamó. Todos se fueron a su cuarto, algunos a descansar y otros… no. Jaime se metió desnudo en la cama mientras Susana iba al baño y se preparaba para la primera noche del año.
Cogió su nuevo regalo, un conjunto de lo más atrevido, lencería muy fina de color negro, con unas medias a juego y un liguero que hacia perder el norte. Su trasero se colocaba de forma perfecta y que decir de sus senos, tan voluminosos que la perfección se le quedaba corta.
Abrió la puerta del baño y su marido con una erección monstruosa, le esperaba sediento de sexo.
—Mi marido precioso —le dio un beso de lo más sensual en el pecho mientras gateaba por la cama— ¿estás listo para esta noche?
—Siempre estoy listo para lo que me propongas, mi amor.
—Esta noche estoy especialmente feliz —miró el miembro erecto de su marido y lo rodeó con fuerza entre sus dedos— y siento que hoy me voy a correr como nunca. Me encanta tu polla —pasó sus labios por esta y besó el prepucio— no sé qué podemos hacer hoy. ¿Paja con mis tetas? ¿Un sesenta y nueve? ¿Me como tu corrida? Estoy muy cachonda…
—Me encanta verte a si, cielo, esta noche pídeme lo que quieras que soy tuyo.
Susana sumergió la boca en la entrepierna de su marido y trató de comer entero lo que allí le daban, misión imposible. Volvió a meterla hasta su garganta con suma delicadeza cuando dos golpes en la puerta la sacaron de su tarea.
Jaime dijo adelante sin saber que podía pasar, se habían tapado ligeramente, y tras la puerta la cabeza de Sofía asomó.
La joven había estado inquieta desde que se había ido a la cama, increíblemente se había quedado con ganas de más y pensar que sus padres tendrían el sexo que ella deseaba, la volvía loca. Con rapidez, se había puesto su mejor lencería, un buen sujetador que las colocaba más grandes de lo que eran y un tanga que apenas era un hilo entre sus durísimas nalgas. No sabía lo que quería hacer, pero si a quien necesitaba. Se vistió con una bata y se encaminó al cuarto de su hermano.
—Lucas —le dijo al abrir la puerta—, entro un momento.
—¿Qué quieres? —le preguntó desde la cama.
—Voy a hacer una pillada a papá y a mamá, ¿te apuntas?
—¿Quieres pillarles follando? —Asintió en la oscuridad, la idea de pronto no le pareció tan mala, ver a su madre con aquella lencería sería similar a ir al museo— ¿Qué has pensado?
—Nada original, les podríamos decir de querer dormir con ellos, como cuando teníamos miedo de pequeños y joderles un poco el polvo. También se me ha ocurrido que ellos van a estar desnudos o casi, por lo que no podremos entrar en su cuarto con mucha ropa, es lo justo.
Lucas entendió por donde podían ir los tiros de su hermanita y salió de la cama solo con su calzoncillo. Se lo bajó, quedando con una pequeña erección que aumentaba pensando en su madre y se colocó la bata. Muchos años viviendo juntos y se conocían a la perfección. Las palabras de la joven hablaban un lenguaje que su hermano creía entender, por lo que recorrieron el pasillo y la chica, tan desvergonzada y valiente como siempre, tocó la puerta.
—Dime, cielo —le dijo Susana con su perfecta figura.
—Es que… —hizo señas para que su hermano también entrase en la habitación— Lucas y yo tenemos algo de miedo… la noche está muy oscura y… ¿Podríamos dormir esta noche con vosotros?
Jaime y Susana se dedicaron una mirada de lo más cómplice y perpleja, sus hijos habían heredado una lujuria que conocían a la perfección. La mujer se apoyó en la cama con su poca ropa y Jaime se sentó contra el cabecero dejando su tremendo pene al descubierto.
—¿Habéis traído pijama? —la sonrisa y la mirada felina de la mujer contestaba a su propia pregunta.
Los dos hijos tiraron la bata al suelo en el mismo momento y mostraron como iban. La desnudez de Lucas hacia su cúspide en una erección brutal que señalaba la cama de sus progenitores. Sofía en cambio, aunque con ropa interior, mostraba una belleza digna de una diosa, con unas curvas perfectas y un rostro angelical que nada se le podía comparar.
Susana bajó de la cama y anduvo hasta sus hijos. Les acarició el rostro y después se giró donde su marido con una sonrisa de fiera salvaje.
—Creo que les podemos dejar que “duerman” con nosotros.
—Vamos chicos, donde caben dos caben cuatro.
Sofía fue la primera en dar el paso y se sentó en la cama mientras su padre la rodeaba con un brazo. Lucas todavía sin saber muy bien dónde meterse, notó la mano de su madre sujetando su pene y tirando de él hacia la cama.
—Esta noche va a ser muy larga, querido.
—Voy a necesitar ayuda. ¿Lucas me podrás ayudar a tapar unos cuantos agujeros? —Mirando la erección de su vástago añadió— está claro que eres mi hijo.
—Espero estar a la altura, papá.
—Tú me guías ¡eh, mami!, me tienes que enseñar lo que sabes.
Susana se acercó a su hija y con la misma dulzura con la que le había besado el pene a su marido, besó los labios de Sofía, para después añadirla.
—Tranquila, mi vida, yo te cuido de estos garrulos. Aunque hoy, me da que les vamos a dar un regalo. Chicos, por ser tan buenos durante este año y… si mi niña quiere, os vamos a regalar por fin nuestros culitos para que se os caiga la baba.
—¡Sí! —gritó emocionaba Sofía, para después devolverle el beso a su madre.
—Chico tenemos trabajo —Jaime le golpeó la espalda a su hijo y después se acercó a las mujeres, Lucas le siguió.
—Esta va a ser una noche memorable —dijo Susana recibiendo los primeros besos—. No hay nada mejor que el sexo y el amor de la familia. ¿Sabéis lo que os digo? —preguntó la mujer con el dedo de su hijo masajeándole el ano, mientras Jaime hacia lo mismo con su hija— FELIZ NAVIDAD Y FELIZ AÑO NUEVO.