Aún me quedaban cuatro días antes de que Fred, el dueño de la casa, regrese de su viaje; mi aviso en un sitio de avisos clasificados ofreciéndome para sexo fugaz había sido un éxito. Empezaba a gozar los placeres de ser una putita, complaciendo a varios hombres, incluso el mismo día. En mis primeros tres días completamente sola había ya satisfecho los deseos de ocho machos, y eso me hacía sentir como una verdadera puta.
Hasta el momento había probado varias cosas nueva, desde nuevas posiciones, sexo anal en la alfombra de la sala, en la cocina, varias gargantas profundas, tragadas de esperma y claro, baños faciales de semen. Me había visto en el espejo luego de esas cogidas: el pelo desordenado, el semen chorreando por mis mejillas, o mejor aún, por mis piernas. Mis “clientes” habían sido de todo un poco: la mayoría casados, bicuriosos, esos tipos desesperados por probar cosas más radicales pero que tienen una esposa cucufata y aburrida a quien no le gusta mamar verga. Otros eran bisexuales de closet, más interesados en chupármela y descubrir el sabor del esperma de otro; incluso uno me pidió que también le meta mi verga y deposite mi semen en su interior. Aunque no es lo mío, igual lo complací.
Para cuando “mis vacaciones” como Claudia hubiesen terminado me habían cogido un total de 17 hombres ¡No lo podía creer! – Toda una semana, sin salir de casa, pasando el 100% del tiempo como Claudia, recibiendo verga tras verga, agarrándolas, masturbándolas, mamándolas, dejándolas entrar en mi boca y en mi culito, mañana, tarde y noche. Había recibido a todo tipo de personajes – desde hombres casados, solteros, tímidos, agresivos, pasivos, blancos, latinos, de color, entre 35 y aproximadamente 55 años, musculosos, delgados, y alguno subido de peso. Descubrí que algunas vergas son más deliciosas que otras: las que tienen una cabeza en forma de hongo, llenas de venas al hincharse, bien afeitaditas, y claro, gruesas y grandes.
Pero de todos los encuentros, ninguno se comparó con el de un tipo llamado Austin. ¡oh qué verga! Él era un moreno de unos 40 años, de casi un metro ochenta (ya se imaginaran la verga que se manejaba); quedamos en que vendría a la casa al final del día, lo cual era perfecto ya que no tendría apuro en terminar rápido. Cuando se apareció en la puerta me quedé en una pieza: era un verdadero adonis negro. Esa noche me había vestido como puta: tacones altos, liguero y medias de malla, y un short súper apretado y chiquito. Lo hice pasar, compartimos un trago para relajarnos y directo al dormitorio. Entonces comenzó a desnudarse, primero la camisa y luego con sus pantalones. Pero antes de que él pudiera sacarse la ropa interior, me puse de rodillas delante de él y lentamente se la quité yo misma. Lo que encontré debajo de ella era una preciosa verga. ¡Sabía que iba a ser MUY feliz esa noche! Cuando lo toqué suavemente, pude ver cómo se transformó justo delante de mis ojos (y boca) en una enorme pieza de carne con una cabeza enorme y brillante; medía por lo menos 25 centímetros. Era una puta afortunada. Me puse de rodillas y como si fuera la última verga en la tierra. Lo agarré con ambas manos y lo tragué entero hasta tocar mi garganta en un solo golpe! Los 25 cm desaparecieron dentro de mi boca. ¡Incluso yo misma estaba en estado de shock! "OMFG! – ¡Eso es tan putamente caliente!" Y luego, como tratando de protegerla, mantuve su verga entera en mi garganta durante 1, 2, 3… 10 largos segundos, hasta que la dejé totalmente cubierta con una capa de densa saliva. Y luego otra vez, y otra vez, y otra vez; él cogió mi boca una y otra vez, empujando mi cabeza contra su mazo. De vez en cuando, me golpeaba por la cara con su verga, frotándose todo. Luego de una mamada intensa él no tuvo otra que venirse con todo sobre mi cara y lengua: su esperma salpicaba todo por chorros, qué delicia, casi para lavarse la cara con semen.
Después de limpiar todo ese esperma con mi lengua me preparé para el plato fuerte de la noche: tenía que probar esa pija de burro en mi culito estrecho. Así que luego de una segunda ronda de tragos, me quité los pantaloncitos y la tanga, subí a la cama, me puse en cuatro, con las piernas abiertas y el culo en el aire y solo atiné a decir:
“Ahora mételo todo en el culo amor”
Austin tenía su verga completamente al palo de nuevo…sí que se veía tan rica y jugosa. Me puso un poco de lubricante en mi pussy, y se alistó para cogerme. De pronto pude sentir la punta de su pene tocando la entrada de mi culito… ”ay sí, aquí vamos”. Con mi propia mano izquierda agarré su mazo y empecé a apretarlo contra mi cuerpo. “Mételo ya amor, no me hagas esperar” supliqué. Él tomó mis caderas y empezó a hacer fuerza, cada vez un poco más… hasta que esa cabeza gigante entró… ”ohhh h, sí amor” Se sintió como la entrada de un puño. Podía sentirme completamente abierta ahora. Una vez dentro solo me quedó empujar hacia atrás, para meterlo más y más… y así fue: poco a poco esa verga gigante desaparecía dentro de mi cuerpo… ”Oh dios, me está cogiendo un caballo” pensé… era una cosa espectacular. Podía sentir todas las venas hinchadas rozando las paredes de mi recto. Quería sentir toda esa piel suave dentro de mí y además quería que me inunde con su leche caliente.
Ya casi había entrado toda su verga y ahora solo me quedaba gozarlos. Apoyé mi rostro sobre la sábana, con ambas manos agarrándome de ella, el culo bien arriba, piernas abiertas. Él me tomó por las caderas y de un solo golpe lo metió por completo, hasta el fondo, tanto así que sentía sus bolas rozando mi trasero. “Ahora sí dale duro”… y como un martillo eléctrico empezó a meterlo y sacarlo una y otra vez, sin parar, cada vez más rápido, más fuerte, más brutal… sentía que estaban violando mi culo de puta. Sincronizamos los movimientos –cuando él empujaba hacia adelante, yo empujaba hacia atrás; sus muslos cacheteaban mi trasero con cada metida. Sentía la cabeza gorda realmente en el fondo de mi recto, rozando las paredes interiores. Era para volverse loca de verdad. No quería parar, solo deseaba más y más de esa pinga.
Podía verme en el espejo que había en la pared – me veía en cuatro, como una perra, y mi cachero detrás, metiéndomela una y otra vez. Me sentía tan pero tan puta en ese momento.
Después de un buen rato de cogerme me di cuenta que él estaba listo para expulsar su esperma. Lo quería todo. Aceleré el ritmo y apreté mi esfínter. “Dame tu leche amor. Dámela toda”…S us manos apretaban más mis caderas, yo empujaba mi culo contra su cuerpo… Era el momento. De pronto, tras un gemido empecé a sentir un chorro tibio en mi interior. Era su semen. Su esperma. Me llenaba, me inundaba, lubricando mi interior. “¡Más amor, más!”. Él no dejaba de perforarme, mete y saca, sin parar; la leche empezó a salir de mi coño, desparramándose por mis muslos. No sé cuánta esperma tenía este tipo pero debió ser un montón por la cantidad de leche que corría ahora por mis piernas. ¡Era todo un semental!
Ambos quedamos exhaustos sobre la cama, pero sobre todo yo. Luego de asearse y vestirse, simplemente se despidió con un beso en mi mejilla aún cubierta de esperma. Me había hecho una puta muy feliz.
Al final, mi compañero (o mejor dicho, el dueño) de casa regresó de su viaje y con ello mi corto periodo de cogidas en serie. Pero la experiencia no hizo más que desear volver a hacerlo: ofrecerme en línea, y ser cogida, como una puta, una y otra vez. Meses después me mudaría a mi propio departamento y la fantasía se volvió realidad. Pero esa es otra historia.