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El día que me desvirgaron analmente
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Mi nombre es Erika, mido 1,57 m, 18 años, pelo oscuro, no tengo tetas muy grandes, pero a pesar de no estar muy conforme con mi cuerpo, varios me han dicho que es muy sensual.

Después de haberme recibido en la secundaria con muy buenas notas, mis padres como premio me llevaron como un mes a Europa, recorrimos varios países, pero en el que más estuvimos fue en España, siendo Barcelona una de las ultimas ciudades recorridas.

Cuando estuve en esa ciudad, unas chicas que conocí en la playa me invitaron a una fiesta con sus amigos.

Como hacía mucho calor, me puse con bastante trabajo un vestido corto de tela muy delgada que al salir al sol, me di cuenta que transparentaba bastante, que me veía casi desnuda.

Después de casi media hora de viaje, llegamos a un salón que ellos llaman "pub", que es una especie de cantina, con música estridente semejante a la una discoteca de mi país, con una pequeña pista para bailar y muchas mesas pequeñitas distribuidas por todo el salón. También había unas mesas más grandes pegadas a las paredes que tienen una especie de redondel en donde caben sentadas unas ocho personas, nosotras nos sentamos en unas de esas en la que ya estaban algunos amigos de ellas.

Me presentaron con ellos y empezamos a tomar unas bebidas. Yo pedí una Coca Cola y todos empezaron a reír como si hubiera dicho algo gracioso, me dijeron que estaba loca, que solo había bebidas alcohólicas. Yo no tomo alcohol, así es que pedí una cerveza y la entretuve fingiendo que la tomaba.

A partir de cierta hora se cerró el lugar bajando la iluminación, me llamó la atención y pregunté inocentemente que sucedía.

“Ya veras, querida, empieza la diversión.” Al cabo del tiempo, comencé a ver que las parejas que estaban bailando se cachondeaban sin importar que los demás los vieran, las niñas bailaban completamente pegadas a los muchachos y ellos les toqueteaban las nalgas levantándoles el vestido o por metiéndoles la mano por la cintura y por debajo de los pantalones. Hasta vi sumamente sorprendida, a un par de niñas quitarse descaradamente sus bragas.

A los de mi mesa no les importaba, ni siquiera los miraban, estaban enfrascados en una plática que yo entendía poco, pero con muchas groserías que yo no entendía el porqué las decían frente a mis amigas. Sin embargo, ellas también les respondían de la misma manera.

Me sentía un poco incómoda porque yo no acostumbro a estar en situaciones como esa, pero decidí adaptarme a las circunstancias para no quedar mal. Así es que empecé a tomar mi cerveza, que tenía un rico sabor a miel, y de una siguió otra, y otra más. Después me dieron unas copas de no sé qué que me pusieron muy mareada, pero muy alegre. Sentí la mano de una de las amigas que se metía por debajo de mi falda acariciándome las piernas. Me le quedé mirando con cara de estúpida y ella me dio un beso en los labios. Después, el muchacho que estaba a mi lado me empezó a besar el cuello y a acariciarme los pechos, tratando de meter su mano por debajo del escote.

Los demás nos veían y continuaban con su plática sin importar lo que me estaban haciendo. La niña que me acariciaba las piernas, ahora me toqueteaba la vagina por encima de las bragas, pero cuando intentó meterme un dedo, se lo impedí cerrando las piernas.

Como respuesta, ella me tomó por las mejillas y me estampó un beso enorme en la boca, forzándome a abrir los labios metiendo su lengua dentro de mi boca. No sé porqué, pero me gustó su sabor, me gustó su beso. Traté de corresponderle metiendo mi lengua en su boca lamiendo sus labios. No sentí cuando el muchacho que estaba a mi lado, me había bajado un tirante del vestido y había dejado al aire uno de mis pechos, lo acariciaba dulcemente frotando con sus dedos mi pezón que en ese momento se encontraba duro y completamente parado. No supe qué hacer, viendo que los demás no nos hacían caso, opté por quedarme inmóvil dejando que me hicieran libremente lo que me estaban haciendo.

No sé qué me pasaba, pero el efecto del alcohol, sumado a ese toqueteo, si bien mi mente no lo aceptaba, mi cuerpo parecía admitirlo, dejándome llevar por esa “influencia”.

Después de un rato, el muchacho que me acariciaba me sacó a la pequeña pista y empezamos a bailar. Él me apretaba fuertemente metiendo sus piernas entre las mías tratando de hacerme sentir su erección, ¡y vaya que la sentía!, estaba completamente dura y se sentía enorme. Me apretó aún más contra él y me levantó la falda por detrás para manosear mis nalgas; como había mucha gente en la pista, ni siquiera se veía lo que me estaba haciendo. Nos apretujábamos tanto unos contra otros de manera que no había forma de que se dieran cuenta de lo que me estaba haciendo.

No sé porqué, pero no le quité la mano, dejé que me acariciara lo que quisiera y tampoco le impedí que la metiera bajo mis calzones hasta meterme el dedo en el ano. En ese momento ya no me importaba. Era tal mi grado de excitación que no me importaba que su dedo entrara y saliera de mi culo frente a otras personas, me sentía en las nubes, comenzando a alterarse mi adrenalina.

Después, nos fuimos nuevamente a la mesa quedando sentados en medio del grupo. Yo estaba muy excitada y medio alcoholizada, pero los demás lo estaban más que yo. No me importó que la chica que estaba a mi lado me volviera a meter la mano y tampoco le impedí que me metiera el dedo en la vagina. Me dejé llevar sintiendo cada vez con mayor intensidad el placer del morbo que me invadía. El muchacho que me había sacado a bailar continuaba acariciando mis pechos y besándome el cuello, dándome unos besitos deliciosos que hacían que el cuerpo se estremeciese.

En eso estaba, disfrutando esas delicadas caricias, cuando el muchacho tomó mi mano y la dirigió hacia su sexo. Me quedé atónita cuando colocó mi mano sobre su miembro y vi que se la había sacado del pantalón!!!

Estaba enorme y húmedo, hizo que mis dedos la rodearan y me obligó a que la empezara a masajear de arriba hacia abajo. Con mi dedo gordo, toqué la punta de su verga y esparcí el líquido que tenía impregnado por su enorme cabeza; luego lo empecé a masajear, poco a poco y lentamente. Él se retorcía apretándome los pechos y cerrando los ojos por lo que yo le estaba haciendo. Me di cuenta que los demás muchachos que nos rodeaban, se agachaban por debajo de la mesa para observar lo que me estaban haciendo y lo que yo le estaba efectuando, festejando por el espectáculo que le ofrecíamos.

Ya no me importaba, seguí masturbando a aquél muchacho cada vez con mayor intensidad, hasta que por fin se vino. Un chorro de leche salió de su verga llenando mi mano completamente con su semen, mientras él se retorcía y se quejaba como si estuviera agonizante. En ese momento, todos sus amigos, muchachos y muchachas empezaron a aplaudir celebrando la eyaculación de su compañero. No me esperaba eso, con la cara roja de vergüenza pedí que me dejaran salir para dirigirme al baño a lavarme. Una de mis amigas, la que me estaba pasando el dedo, se levantó también y me acompañó.

Cuando entramos al baño, empecé a lavarme y ella (no supe nunca cómo se llamaba) me abrazó por detrás y levantándome el vestido, empezó a sobarme la vagina. Me levanté y dándome la vuelta quedé frente a ella. Quise decirle que ya no lo hiciera, pero antes de lograrlo, se aferró de mi cara y empezó a besarme desesperadamente. Me dio miedo, sus ímpetus me alarmaron, no tenía dudas que además estaba drogada.

Traté de disuadirla, pero a pesar de eso insistía, así que opté por salir del sanitario para retornar a la mesa, ahí decidí cambiar de lugar sentándome, al lado de otra chica creo que se llamaba Carla, muy atractiva con grandes pechos, que rápidamente entablamos una conversación, no prestando atención al resto.

Después de un rato su mano quedó apoyada en mi muslo, si bien no presté atención en un principio, poco a poco fue tomando terreno, hasta acercase a mi ingle, oprimiendo ese lugar e intentando separar mis piernas. No tardé demasiado en abrirme, hasta que sus dedos, buscaron mi sexo, me atraía la sutileza con que me tocaba, comenzando a mojarme levemente. También hice lo mismo con ella, aunque era algo difícil por la posición.

“Tengo ganas de ir al baño, me acompañas?” me lo dijo susurrando al oído, nos levantamos para dirigirnos a los sanitarios.

Apenas entramos, nos besamos con desesperación, mientras levantaba mi corta falda para meter sus dedos en mi cavidad. Uno de mis breteles se cayó quedando una teta al aire, era tal mi excitación que no presté demasiada atención, hasta que su boca se apodero de ella, succionando mi pezón hasta morderlo, haciéndome desprender un gritito de dolor.

Abrí su camisa retribuyendo con mi boca en sus atractivas tetas, mientras su mano se introducía en mi calzón, buscando mi grieta más que húmeda por la estimulación. Mientras manteníamos ese loco acercamiento, me fue llevando hasta uno de los retretes, algo sucio y estrecho, cerrando la puerta para mayor intimidad. Me hizo inclinar apoyando mis manos sobre la pared, frente al inodoro, mientras levantaba mi falda, toqueteando mi culo.

Mi adrenalina se elevaba, mientras sus manos iban desplazando mi calzón, que con mi estado de alteración permitía cualquier cosa. Apenas quitó mi prenda, como pudo se arrodillo en el piso, llevando mi corto vestido hasta mi cintura, quedando mi trasero al descubierto para su entera disposición.

Me lo tocaba asiduamente, oprimiendo con su dedo mi ano, hasta que su lengua lamia los bordes de mi esfínter, alterándome de tal forma, que me abría todo lo que podía para sentir ese contacto tan excitante.

Nunca había tenido una experiencia de ese tipo, al que me entregue inmediatamente, hasta que sentí uno de sus dedos, introducirlo hábilmente en mi orificio. Mis gemidos se fueron acentuando mientras un segundo dedo acompañaba al primero, para iniciar un acompasado movimiento. Sin quitar sus dedos de mi conducto, intentó quitar mi vestido, colaborando en su intento, hasta quedar sin él.

Dada la corta dimensión del retrete estaba en una posición bastante contenida, cuando se abrió la puerta del mismo, entrando en el cubículo otro de los muchachos que nos acompañaban, diferente al que yo había masturbado.

Intenté detenerla en lo que estaba haciendo. Cuando Carla me dice, “Tranquila es mi hermano.” La miré sorprendida, como si su parentesco lo eximia de estar ahí.

Intenté salir aunque esta chica me lo impidió, mientras seguía manoseando mi cuerpo, sin más, sacó su verga, uniéndose a nosotras, hurgando mi cuerpo desnudo, hasta que en determinado momento me inclinaron más sobre el retrete, con las piernas bien abiertas. Él se colocó atrás de mí mientras ella me abría las nalgas para que él friccionase su verga entre la unión de mis posaderas. Estaba temblando de miedo y sentía mi cuerpo adolorido y repleto de adrenalina, no sé si sentía excitación, o si lo deseaba, aunque intentaba impedir lo que se avecinaba.

Nunca pensé que me sucedería algo así, pero no hice demasiado por impedirlo, aunque mi posición y lo chico del recinto impedía moverme, no sé si para no parecer una mojigata, o porque quería que realmente pasase, pero a pesar de eso traté de levantarme pero me empujó nuevamente por la espalda y me obligó a apoyar mi cuerpo sobre el excusado.

Al hacer esto, mis orificios quedaron bien expuestos para lo que él quisiera hacerme. Entonces empecé a llorisquear, pero él no me hizo caso. Yo le rogaba que no lo hiciera pero me mantenía pegada contra el artefacto, obligándome a permanecer inmóvil. La chica acariciaba mis tetas, apretando mis tetillas, ese estado de victima parecía estimularme más, solo decía:

“No, por favor” pero dejaba mi cuerpo, a sus intenciones. Sentía que su verga se paseaba entre mis nalgas, toqueteando mis orificios. Oh Dios mío, eso me excitaba, me volvía loca. Con cierto alivio sentí que la punta de su miembro se colocaba en mi ano y empezaba a empujar una y otra vez, pero mi esfínter no cedía y yo sin fuerzas para dilatarlo. Entonces colocó su verga a la entrada de mi vagina, yo di un salto para que no se metiera pero él me dio una fuerte nalgada y me obligó recostarme nuevamente. La chica tomo su verga para colocarla de nuevo a la entrada de mi ano, quedándome a la expectativa de lo que vendría.

Grité al tratar de transgredir mi acceso, mientras la chica escupía sobre mí culo, intentando lubricarlo. Cada vez que se introducía algo, me dolía bastante, pero poco a poco mi propia lubricación hizo que me penetrara hasta el fondo. Sentía que me salía por la garganta, estaba enorme. Cada vez que salía me succionaba las entrañas y cuando entraba me empujaba todos mis órganos internos.

Pero lo empecé a disfrutar… dejó de apretarme contra el artefacto y tomó mis pechos en sus manos, acariciando mis pezones, sopesando mis pechos como queriendo juguetear con ellos, mientras su verga dominaba mi interior. Cuando sus embestidas pronto se volvieron más fuertes, más violentas, percibiendo la fricción de su verga en mi membrana intestinal, que después de una serie de empellones rápidos y penetrantes supuse que estaba cerca de eyacular, y así fue… su verga tocó fondo en mí y sentí claramente cómo sus tibios jugos, iban regando mis intestinos. Él temblaba, se retorcía apretando mis pechos y pellizcando mis pezones, se convulsionaba y temblaba como un poseído, gruñendo con cada disparo que salía de su verga, y de pronto se desplomó sobre mi espalda, abrazándome exhausto y sudoroso, pero sin sacar su verga de mi adolorida funda.

En ese momento me sentí bastante ridícula, desnuda habiendo sido desvirgada analmente, con dos personas desconocidas, que no volvería a ver en mi vida, en ese espacio tan poco higiénico.

Apenas finalizamos, ambos acomodaron sus prendas, mientras me cuadraba para buscar las mías, aun desparramadas, me vestí mientras me contuve para no largarme a llorar, creo que, por la frialdad en que termino todo. Me sentí usada, deseaba estar en casa con mis padres.

Retorné a la mesa, al sentarme sentí un dolor en mi ano, le pregunté a mi amiga cuando regresábamos.

“Estas cansada?” me preguntó

“Si algo” contesté

“Tomate esto” dándome una copa de no sé qué bebida, algo fuerte, pero rica, a partir de ese momento no recuerdo nada más, solo que cuando desperté llegábamos al hotel, alegrándome de estar con mis padres.

Llegué a la habitación, ellos dormían, sentí la necesidad de darme una ducha. Cuando me saqué el vestido, descargué un llanto al ver alarmada que carecía de mi prenda íntima, me llené de ira hacia todos ellos, pensando en lo que me habrían hecho.

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