—… ¿Sabés cuál es el mejor dulce de leche argentino, primo?
—¿No, cuál es?
—El de la concha.
A ver, sabía que los argentinos le llamaban concha al coño. Yo estaba en mi cama. Mi prima estaba en la puerta de mi dormitorio, descalza, con unas medias negras y un picardías que enseñaba la mitad sus grandes tetas y parecía que estaba sin bragas. Mi esposa se fuera a las ocho de la mañana a cuidar los nietos de una de mis hijas. Me hablaba de desayuno y de repente me tira la indirecta. ¿Qué carallo iba pensar más que quería follar? Le dije:
—Métete en cama que vas a saber cuál es la mejor leche española.
Se echó a reír y después me dijo:
—Sos un boludo.
A veces, hablaba así, pero hablaba bien el castellano. Le dije:
—Si tú lo dices…
Se dio la vuelta y se fue moviendo su bello trasero. "Pin, pan, pin, pan…". Seguía empalmado cuando viene de vuelta de su habitación, se sienta en el borde de la cama y me enseña un bote que ponía: —Dulce de leche LA CONCHA, como el de tu madre.
—Este es el dulce de leche, boludo —me dijo.
Yo seguía empalmado viendo aquellas tremendas tetas, y seguro de que se me estaba ofreciendo, le dije:
—Untado en tu concha debe estar riquísimo.
Ya me dijo a las claras lo que quería.
—En las tetas también está rico.
—Y en la boca.
—Y en tu pija.
Puso el bote encima de la mesita de noche y quitó el baby doll y las medias, puso la ropa de la cama a los pies y se metió en ella. Mi prima Sonia, cómo ya sabéis, ya no es ninguna jovencita y está soltera. Es un alma libre. Folla con quien quiere y sus relaciones nunca duran mucho. No es rubia, es morena y tiene el pelo negro azabache, así lo tenía en el coño, y tenía una melena en él con la que se podían hacer rastras.
Me interrumpió Toño (Tucho).
—¿Cuánto tiempo se va a quedar en tu casa?
—Una semana.
—Te vas a hartar. ¡Quién la pillara!
—Sería cuestión de hablarlo. Me dijo que follara con tres hombres. Dice que le encanta sentir dos pollas dentro de ella, una polla en el culo y otra en el coño. Que le encanta chupar pollas, masturbarse…
—Pero con cuatro viejos no creo que le interese hacerlo, gratis. Ofrécele 400 euros. —dijo Fon.
Moncho también quería mojar el churro.
—Eso, eso, si paga Alfonso…
—Pago, pago. Sigue contando lo que pasó
Seguí hablando.
—Al estar en cama, abrió el tarro con el dulce de leche, untó un dedo y lo pasó por los labios cómo si fuese un lápiz labial. Pasé mi lengua por ellos y lamí el dulce de leche. Estaba rico, pero más rica estaba ella cuando abrió la boca y me chupó la lengua. Nos besamos largamente. Luego, metió dos dedos en el tarro y untó los pezones y las areolas de sus grandes tetas, unas tetas que iban a su bola, una caía hacia un lado y la otro hacia el otro. Las cogí con mis manoplas y se las amasé mientras se las chupaba, lamía, mamaba y dejaba limpias de dulce de leche. Luego se abrió de piernas. Iba a echarlo en el coño, y le dije:
—El coño me gusta comerlo al natural.
Se chupó los dedos y posó el tarro sobre la mesita.
Al pasar la lengua de abajo a arriba por su coño lo encontré empapado. Mi prima se mojaba mucho, cosa rara, pues no era una jovencita. Acariciándome la cabeza, me preguntó:
—¿Te gusta mi concha?
—Sí, está jugosita.
—Y más que lo va a estar.
Le abrí el coño con dos dedos. Lamí un labio, después el otro. Levantó el culo y le lamí el ojete y el periné, luego le follé la vagina con la lengua repetidas veces, acto seguido lamí su clítoris de abajo a arriba. Mi prima movió las caderas alrededor. Volví a los labios y volvió a levantar el culo, esta vez le follé el ojete con la punta de la lengua. Comenzó a gemir. Ahí me di cuenta de que era una viciosa, y no por que le gustara que le comiera el culo, sino porque me apartó, subió encima de mí, me cogió la polla, la acercó al ojete, empujó con el culo y la metió hasta el fondo, después acariciando el clítoris, me folló a su aire.
Sus enormes tetas volaban de abajo a arriba y de arriba a abajo. No se las magreé. Me gustaba verlas volar. Al rato, me besó con pasión mientras metía y sacaba a toda pastilla… Se volvió a incorporar y sin tocar su clítoris, y me dijo:
—¡¡Me vengo!!
Se derrumbó sobre mí. Sentí cómo sus tetas temblaban sobre mi pecho, cómo su coño apretaba mi polla, cómo sus flujos vaginales encharcaban mis huevos y cómo mordía mi cuello.
Al acabar me volvió a besar, sacó la polla del culo, y me la mamó, no le importó que estuviera machada de lo que estaba, mamó. ¡Y cómo mamaba la jodida! Iba con su lengua desde los huevos al glande y lo chupaba cómo si tuviera un succionador en los labios, lo dicho, hacía virguerías con su boca, debieran ser ciento de pollas las que pasaran por ella. Cuando me tuvo a punto la metió en el coño, y me folló sin piedad… Clavando hasta el fondo con toda la fuerza que tenía en el culo. Me corrí cómo un lobo… Le llené el coño de leche al tiempo que le estrujaba las tetas.
Sonreía cómo una puta que acaba de hacer su trabajo cuando me dijo:
—¿Te folla así tu mujer?
Le di la vuelta, metí mi cabeza entre sus piernas y le comí el coño.
La había sorprendido, me preguntó:
—¡¿Qué haces?!
—Comértela mientras sale mi leche. ¿Te lo hicieron tus otros amantes?
—¡¿Qué?!
—Que te la voy a comer hasta que te corras en mi boca.
—No me gusta el sexo tan guarro, pero bueno, si te empeñas.
Ni cinco minutos tardó en llenarme la boca con sus jugos calentitos, y podría seguir contando, pero no quiero aburrir.
—No aburres, sigue —dijo Moncho.
Ya se acabó la comida. Otro día hacemos otra sesión.
—¿No ibas a hablar con tu sobrina? —preguntó Fon.
—Sí, a ver si no se molesta.
El comedor de la casa de Fon tenía una mesa con 24 sillas. Allí se habían reunido capos gallegos que acabaran en la cárcel o que ya estaban muertos. En las paredes había trofeos de caza: Cabezas disecadas de ciervo, de jabalís, de zorros… En el piso una gran alfombra roja sobre parqué, dos muebles estanterías donde había vajillas, muebles con bebidas encima… Y una gran lámpara en el techo.
Sobre la mesa estaban los vinos, el pan, dos bandejas de cigalas… Y sentados a ella estaban Fon (en la cabecera), a su lado izquierdo estaba Sonia y yo, y a su derecha Tucho y Moncho. Los tres hombres del catering estaban de pie detrás de los hombres y la chica detrás de Sonia, para servirnos lo que necesitáramos.
Ya habíamos dado cuenta de los entremeses, de la lubina, luego vendrían las codornices, la tarta de Santiago, el champán, el café y los licores. Se irían los del catering y comenzaría la fiesta donde la estrella invitada, el centro de atención, la reina… iba a ser Sonia. Había aceptado follar con los cuatro, con una condición, que la bañera del pazo de Fon estuviese mediado de leche. Quería saber cómo se sentía Cleopatra al bañarse. Tontería más grande en mi vida la había oído, pero allí tenía su bañera mediado de leche, una bañera en un baño con grifería y accesorios de oro, o sea, la barra de colgar la toalla y el asa que había en la pared de la bañera… Con la puerta abierta se quitó su cazadora roja, su blusa blanca, su sujetador, su falda roja de tubo, sus bragas rojas, sus botas blancas de mosquetero y se metió en el baño. Se lavó las tetas con leche, miró para la puerta, nos vio a los cuatro babeando, y dijo:
—¿Quieres lavarme la concha, Alfonso?
Fon, vestido con un traje gris con rayas negras, entró en el cuarto de baño, se sentó en el borde de la bañera y comenzó a lavarle el coño, o lo que es lo mismo, a hacerle una paja. Al rato ya Sonia besaba a Fon mientras se lavaba y amasaba las tetas. Poco después el chapoteo que hacía la mano al masturbarla fue en aumento y con él los gemidos de mi prima, hasta que los gemidos desaparecieron y se corrió comiéndole la boca a Fon.
Al acabar de correrse, dijo:
—Siguiente.
Al salir Fon del cuarto vimos que sangraba por un labio. La corrida debió ser buena. Le dije a Moncho:
—Pasa.
Moncho le dijo a Tucho:
—Pasa tú, Antonio.
Estaban acojonados. Entré yo y me dijo:
—Desnúdate y métete en el baño, primo.
Me desnudé, me metí en el baño y Sonia se sentó sobre mí, metió la polla en el coño, y dándome las tetas a mamar y comiéndome la boca, me folló, siempre a su aire, ahora lento, hora rápido, ahora paraba y movía el culo alrededor. Fon, Tucho y Moncho ya había agarrado unas sillas y se habían sentado.
Cuando sintió que se iba a correr, se levantó, salió de la bañera y le dijo a Moncho:
—Me dijo un pajarito que tenías una buena verga, Ramón.
Moncho, que estaba empalmado, sacó la verga, y le dijo:
—¿Te parece buena?
—Cógeme.
Yo estaba en el baño cómo un papanatas, solo y empalmado. Vi cómo Moncho la cogía en alto en peso y se la clavaba y cómo ella le rodeaba el cuello con los brazos y el cuerpo con sus piernas. Le entró como si nada. Al ratito, me dijo:
—Ven, primo, ven y métemela en el culo.
Salí de la bañera y fui, pero pensaba que no le iba a entrar. La verga de Moncho lo llenaba todo. Estaba equivocado. Al poner la polla en su ojete, le dijo a Moncho:
—Quítala —la quitó—. Mete tú, primo —se la clavé hasta el fondo—. Ahora mete tú, Ramón.
La muy puta sabía latín. Las pollas entraron y salieron acompasadamente, hasta que colgada de Moncho, dijo:
—¡Me viene!
Temblando buscó la boca de Moncho, pero cómo le hizo la cobra, echó la cabeza hacia atrás y chilló cómo chilla un cerdo el día de la matanza.
Nos corrimos dentro de su coño y de su culo.
Cuando la puso en el suelo, de su coño y de su culo comenzó a salir leche que bajó por sus piernas. Sonia se volvió a meter en la bañera y lavó las tetas y el coño con la leche. Luego se recostó en la bañera, y dijo:
—Siguiente.
Tucho miró para mí y me preguntó:
—¿Dijo siguiente?
—Dijo.
Tucho y Fon comenzaron a desnudarse a toda hostia…
Y cómo no quiero aburriros y esta ya es la cuarta parte… Colorín colorado, el relato se ha acabado.
Quique.