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Mi amiga vino para que le diera un masaje
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Había pasado un largo tiempo desde que había terminado con mi novia Ori. Había disfrutado mi tiempo de soltero, salir con mis amigos, dándome tiempo para mí. Durante este tiempo estuve cursando mi carrera universitaria en donde conocí a una amiga llamada Daniela.

Cursamos un par de años juntos en la carrera, nos llevábamos bien y nos volvimos muy amigos, salimos un par de veces, pasábamos nuestro tiempo libre entre clases juntos y de vez en cuando nos regañaban por andar hablando mientras el profesor daba su clase.

Un día, Daniela estaba cerca de mi casa y decidió pasar a visitarme. No era la primera vez que una amiga venía a visitarme de forma espontánea en mi casa, pero si era la primera vez que Daniela lo hacía.

Había estado consiguiendo un par de cosas para un trabajo que estaba haciendo para una clase en la que no estábamos juntos, entonces quería tomarse un descanso y le pareció buena idea venir a visitarme.

Yo con gusto, saque un par de chelas y comenzamos a platicar como siempre lo hacíamos. Nos reíamos y nos contábamos anécdotas que nos parecieron graciosas, pero mientras hablábamos me di cuenta que Daniela de vez en cuando se tocaba el hombro con una expresión de dolor.

—¿Estás bien? —le pregunté después de la cuarta vez que veía que lo hacía.

—Sí, es que me duele un poco la espalda, estuve cargando mi mochila todo el día y traigo muchas cosas.

—¡Oh! Si quieres te puedo dar un masaje, eso quizá te ayude.

—Bueno.

No era la primera vez que le daba masaje. De vez en cuando, durante las clases y aprovechando que luego me sentaba detrás de ella, solía masajearle los hombros. Éramos estudiantes de universidad y sabía que la tensión, el estrés y traer una mochila llena de libros causaba desastres en la espalda y siempre es bienvenido un masaje para aliviarnos. Mi madre solía hacerme varios cuando regresaba en la preparatoria y aprendí su método para hacerlo.

Desde que ella lo hacía, decidí darles a mis amigos un masaje en los hombros de vez en cuando para aliviarlos, por lo que darle un masaje a Daniela en aquel momento no me pareció nada fuera de lo ordinario.

Ambos estábamos sentados en el sillón de mi sala, así que le pedí que se sentara dándome la espalda para que pudiera trabajar en sus hombros.

Daniela suele tener un cabello un poco largo, así que le pedí que se lo pasara hacia el frente para que no me estorbara. Ese día llevaba una playera de tirantes de color negro, por lo que al quitar su cabello, me permitió ver la piel de sus hombros y gran parte de su espalda.

Sin pensarlo mucho, comencé a masajear sus hombros, su piel se sentía suave. Un ligero gemido de alivio salió de su garganta, lo cual me agarró desprevenido. En mi sala había un espejo, mis papás estaban haciendo remodelación en su cuarto y lo habían sacado para evitar que se rompiera, en él observé la expresión de Daniela. Estaba relajada, con los ojos cerrados y se notaba que le estaba gustando.

—Dame un segundo —le dije—. Voy por un poco de crema para que quede mejor.

Ella asintió sin decir nada y fui al cuarto de mis papás donde sabía que mi madre siempre guardaba una botella de crema para ella. Cuando abrí su buró, tomé la crema y regresé con Daniela.

Ahora con la crema, mis manos se deslizaban con más soltura. Tocaba a Daniela apenas con la punta de mis dedos y notaba como su piel comenzaba a erizarse. En ese momento detecte un olor dulce, como de perfume. Sin poder resistirme, acerque mi rostro a su cuello mientras mis manos acariciaron levemente sus brazos. Sentí de nuevo como se estremeció y pude sentir como comenzaba a excitarme.

Me retire y luego le dije:

—Deberías acostarte, para que te pueda masajear toda la espalda.

—Está bien —me dijo ella con una sonrisa.

Me levanté para darle espacio en el sillón y me coloque en un pequeño espacio al lado de sus piernas para continuar con lo mío.

Continúe masajeando sus hombros y fui bajando poco a poco por su espalda. Mientras lo hacía me deleitaba con su cuerpo. Con las manos abiertas le recorría toda su espalda, mis dedos agarrando el contorno de su cuerpo, mi excitación aumentó al sentir sus curvas, asimilándolas, al tenerlas entre mis manos.

Continúe bajando hasta llegar hasta su falda, me detengo un momento al notar que mis manos habían pasado por su trasero, tocándolo, pero ella no había dicho nada, Tenía la cabeza apoyada en el reposabrazos y continuaba soltando ligeros gemidos de placer.

Seguí hasta sus piernas, unte un poco de crema en ellas y las levante para poder rodearlas con mis manos por completo.

—¿Servicio completo? —dijo ella riendo ligeramente.

—Bueno, si lo voy a hacer, lo voy a hacer bien —le respondí.

Masaje su muslo por completo y bajé hasta que finalmente llegue hasta sus pies.

—¿Puedo quitarte los zapatos?

En respuesta, ella alzó ligeramente el pie y con determinación le desabroche su calzado para quitárselo.

Mientras volvía a subir hacia su espalda, me deleitaba con el contacto de su piel. Ella se estremecía ligeramente mientras más y más subían mis manos. Volví a pasar por su trasero, de nuevo ella no dijo nada. Cuando volví a subir por su espalda, apretaba la tela de su playera contra su piel para hacer que mis manos se sintieran mejor, pero de repente choqué contra su sostén y detuve mi avance.

—¿Oye, te molestaría quitarte el sostén? Así podría masajear mejor toda la espalda. Tan sólo desabróchatelo si quieres, no tienes que quitarle la playera.

—Claro —me dijo ella.

Metió sus manos debajo de su playera y se desabrochó el sostén. Continuando mi trabajo, volví a masajearla por toda la espalda, pero de repente se me ocurrió una idea.

—¿Oye… quieres quitarte la playera? Es que me estorba un poco. Es más, así te puedo poner un poco más de crema y puede que te guste más así y así no se ensucia tu playera.

—Claro, no hay problema,

Daniela se enderezó, aun dándome la espalda y se quitó la playera. Sin poder evitarlo, miré su reflejo en el espejo frente a nosotros. Sus pechos tenían un buen tamaño y sus pezones estaban algo alzados. Comencé a sentir mi erección dentro de mis pantalones crecer.

Volvió a acostarse en el sillón y recobre la compostura.

—Quizá esto se sienta frío —le dije mientras vertía un poco de crema por toda su espalda.

Al tocar su piel, Daniela se arqueó un poco, lo cual la colocó en una posición algo sugerente. Con la crema en su espalda, volví a tocar todo su cuerpo, a tomar sus curvas con mis dedos, dejándome llevar por la excitación que sentía.

—¿Qué tal se siente? —le pregunté.

—Se siente muy bien —me respondió con un ligero gemido—. Creo que mi piel está algo sensible.

Volví a bajar mis manos en dirección a su trasero.

—Voy a ir de nuevo a tus piernas, ¿de acuerdo?

—¿No quieres que me quite la falda?

Su pregunta me dejó tan sorprendido que me detuve. Me había agarrado con la guardia baja.

—Ammm, de acuerdo, creo que estaría mejor.

—¿Y si tú me la quitas?

Sin decir nada más, tome su falda y comencé a bajarle el cierre, luego tomé a Daniela por la cadera para hacer que se levantara ligeramente y pueda quitársela mientras podía sentir sus piernas en ese momento. Ella tan sólo se dejó hacer con una sonrisa en el rostro.

Al quitarle por completo la falda, observé su trasero y la unión entre sus piernas, donde se alcanzaba a ver su coño enfundado en su ropa interior. Mi erección estaba al máximo al ver esta imagen.

Mis manos ahora sujetaban su trasero, ella acercó un poco más su cadera hacia a mí y estaba seguro que notaba lo tenso que estaba.

—Quiero que me toques sentada de espaldas —dijo volteándome a ver.

Llevado por la excitación, la tome de los hombros para erguirla y colocarla sobre mi pecho. Coloque mi barbilla sobre su hombro, mis manos tomando su abdomen, subiendo lentamente a hasta sus pechos.

—¿Qué hay del masaje?

—Quiero que masajees el frente —me dijo tomando mi rostro para que besara su cuello.

Note que ella veía nuestro reflejo en el espejo, aproveche el momento para acercarme a su oído.

—Tienes unos hermosos pechos —le susurré mientras los masajeaba ligeramente y para después darles un suave apretón, aun mis manos tenían crema, por lo que ella se mordió el labio cuando lo hice. Todo esto mientras ella contemplaba nuestros reflejos.

Continúe masajeando sus pechos unos cuantos momentos, mi erección estaba al máximo, apretándose dolorosamente contra mi pantalón. Daniela tomó mi mano derecha y comenzó a guiarla hacia más abajo. Mientras lo hacía, mordía su cuello y su hombro ligeramente.

—Creo que ya se te quito el dolor de espalda —le susurre al oido.

—Hay otras maneras de quitar el dolor

Bajé más mi mano y llegue hasta su ropa interior mientras le besaba la mejilla. Mis dedos comenzaron a jugar con su coño por encima de sus bragas, ella gimió en mi oído y sus caderas siguieron el ritmo de mi mano.

—No quiero que me trates lindo —me susurró entre gemidos.

—¿Segura? —le pregunté moviendo sus bragas a un lado y acariciando ligeramente sus labios vaginales.

Ella como respuesta, tomó la mano que seguía en su pecho e hizo que lo apretara con más fuerza. Al hacer eso, metí dos de mis dedos en ella y brincó ligeramente sobre mí, pero saqué mis dedos de ella y volvía a acariciar sus labios para hacerla desear más.

—Bésame —me suplicó girando la cabeza hacia mí.

Obedecí, directo mi lengua entra en su boca, mis dedos volvieron también y comencé a moverlos de ella. Mordí su labio y lo jalé ligeramente.

Daniela intentó subirse encima de mí, quería sentir mi erección, así que le iba a dar lo que pedía. La tomé de las piernas para poder cargarla, la sostuve del trasero para mantenerla en el aire y comencé a moverla hacia adelante y atrás para que sintiera como si la estuviera penetrando, haciendo que mi erección se restregara contra su mojada vagina. Ella comenzó a gemir más fuerte, el roce de mi ropa hacía que fuera algo complicada para ella sentirme bien, así que su mano buscó desabrochar mi pantalón. Con un brazo la sostuve en el aire y con mi otra mano ayudé a su cometido.

Entre ambos desabrochamos mi pantalón, luego deje a Daniela en el sillón para que yo pudiera quitarme la playera debido al calor que sentía, ella por su parte me bajó el pantalón para ver mi erección encima de mis boxers.

Tomé su rostro en mi mano derecha y la besé para poder quitarme el bóxer con la otra mano. Daniela sin esperar más, se hinco frente a mí y tomó mi verga entre las manos, pasó su lengua muy lento, desde la base hasta la cabeza, lo cual me hizo gemir de placer y posé mis ojos sobre ella mientras continuaba lamiendo.

Sin aviso previo, lo metió por completo en su boca, lo cual hizo que una descarga atravesara mi cuerpo. Tomé a Daniela por el cabello y empuje lo más que pude mi falo en su garganta. Ella lo recibió gustosa, después comenzó a chuparla con rapidez y con hambre, mientras sentía como el orgasmo comenzaba a llegarme.

No quería correrme en ese momento, pero estaba tan excitado y Daniela la mamaba tan bien que no pude evitarlo, sobre todo por la forma en cómo me veía mientras lo hacía.

Al llegar el orgasmo y correrme, Daniela no sacó mi pene de su boca, tragándoselo todo. Saqué mi falo de ella, aún estaba muy excitado y mi erección no había bajado. Perfecto, porque aún no había terminado con ella.

Tomé a Daniela de la barbilla para hacer que se parara, había un rastro de semen en su labio, así que se lo quite con mi dedo y ella sonrió.

—Gracias

—Es tu turno —le dije mientras la tomaba de la cadera y la lanzaba hacia el sillón.

Ella simplemente se dejó caer, su espalda sobre los cojines y sus piernas al aire. Quise quitarle el resto de su ropa interior, pero estaba tan excitado que no lo hice, tan sólo moví sus bragas a un lado y pasé mis dedos de nuevo por encima de su vagina.

Ella gimió, toqué su clítoris y su cuerpo se estremeció. Metí un dedo dentro de ella mientras besaba y mordía su muslo, sus caderas se movieron al ritmo de mi dedo mientras su garganta no dejaba de soltar gemido tras gemido.

—Te quiero dentro de mí —me dijo entre gemidos y acariciando mi cabello.

—¿Eso quieres? —le dije moviendo mi dentro de ella.

—Por favor —me dijo con cara de puchero y mordiéndose el labio.

Saqué mi dedo de ella y apunté la punta de mi pene directamente hacia su entrada, pero aún sin penetrarla. Con la punta de mi falo acaricié ligeramente su clítoris y ella volvió a retorcerse.

—No seas tan malo conmigo —volvió a pedirme con su expresión de súplica.

Ante esto ya no pude resistirme. Metí mi pene lento, pero no por completo, quería que disfrutara por completo de mi herramienta. Sin embargo, ella ya no podía soportar más, rodeó mi cintura con su pierna e hizo que entrara por completo, haciendo que ella gritara de placer.

Comencé a penetrarla, deleitándome al ver como sus pechos se movían cada vez que lo hacía. La tomé por la cintura y comencé a darle más rápido y fuerte para ver sus pechos subir y bajar más rápido. Ella no paraba de gemir, mientras sentía cada vez como llegaba más profundo.

—Te quiero en el sillón —me dijo.

Me detuve y asentí.

Salí de ella y me senté en el sillón mientras ella se subía a mí y se empalaba de nuevo con mi falo. Comenzó a moverse con habilidad, yo sólo pude tomarla de la cintura para intentar guiar sus movimientos, pero ella tenía el control en ese momento.

Tomé a Daniela por el cabello para hacer que se arqueara y pudiera tener libre camino hasta sus pechos. Mientras ella continuaba cabalgándome, yo apretaba su trasero con mi otra mano y mi boca lamía y mordía sus pezones frente a mi rostro.

Daniela colocó sus manos en mi pecho y movió su cuerpo rápidamente, aprovechando esta posición, le di varias nalgadas con ambas manos, a las cuales ella respondía con un ligero grito mientras se movía lo más rápido que podía.

Arañaba su espalda, desde su espalda hasta la espalda baja y su respiración se aceleraba.

—Ya casi llego —me dijo acercándose para besarme—. Quiero vernos reflejados.

—Lo que tú quieras.

La tomé de la cintura y continúe penetrándola un momento en el aire antes de bajarla para que pudiera tener vista al espejo. En esa posición, hago que se inclinara ligeramente hacia adelante para volver a penetrarla mientras tomaba sus brazos y hacerlo un poco hacia atrás. Daniela abrió más las piernas para recibirme mejor y en esta posición comencé a cogerla duro para ver su trasero rebotar en mi pelvis.

Ella nos veía a través del espejo, se mordía el labio y disfrutaba del espectáculo que le estábamos dando.

Yo también me sentía muy excitado al vernos frente al espejo, así que la tomé de las piernas para cargo. Hacía que subiera y bajara sobre mi verga y así ambos podíamos vernos mejor.

—Siento que ya no puedo mucho más —me dijo mordiéndose el labio y tocándose el clítoris mientras continuaba subiendo y bajando sobre mi verga.

—Quiero que te corras para mí.

—Muerde mi cuello y lo haré.

La bajé ligeramente para que pudiera poner una pierna en el sillón y así yo alcanzar su cuello. En esta posición más cómoda para mí y seguí cogiéndola lo más fuerte que podía hasta que sentí como se corrió entre mis brazos. Abrace a Daniela mientras su cuerpo continuaba retorciéndose por el orgasmo, apretaba sus pechos y callaba sus gemidos con varios besos. Cuando terminó su orgasmo, continué penetrándola con rapidez hasta que sentí de nuevo el orgasmo llegar.

La corrida la llenó por completo y luego escurrió entre sus piernas. Metí mi pene en ella un par de veces más hasta que sentí que mi erección bajaba.

Ambos nos sentamos en el sillón, ella tocándose un poco la vagina, esparciendo mi corrida. Su cuerpo aún tiene algunos espasmos de sus orgasmos, pero poco a poco su cuerpo se relaja. Yo estaba muy cansado, había hecho que me viniera dos veces y las dos muy riquísimas. ¡Qué mujer!

—¿Cómo está tu espalda? —le pregunté tratando de recuperar el aliento.

—Está mejor —respondió ella con una sonrisa.

—Deberías venir más seguido y te puedo dar más masajes

—Estaría bien para relajarse un rato

Daniela me guiñó el ojo y sonreí.

Después de vestirnos, la llevé hasta el metro más cercano y nos despedimos.

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