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Tiempo de lectura: 7 minutos

Mi nombre es Andrea y actualmente tengo 36 años.

Lo que les voy a contar no es un relato sino algo que me ocurrió verdaderamente y quisiera compartir con ustedes.

Soy la menor de cinco hermanos, cuatro mujeres y un varón. El varón es el mayor y mellizo de una de las mujeres y el resto nos llevamos pocos años unos con los otros.

Nuestros padres fallecieron cuando yo tenía apenas 6 años, mi hermana Eleonora 8, Cecilia 11 y Mónica y Alejandro 13. Al ser todos menores de edad, vino a casa un tío que se interesaba muy poco en nosotros y eso nos enseñó a unirnos y a protegernos mucho entre nosotros. Mi hermano con una madurez increíble para su edad se hizo cargo de todas nosotras. Se encargó de llevarnos y traernos del colegio, defendernos, lavar nuestras ropas, cocinar, y estar desde el mínimo detalle hasta los más importantes. Consiguió un trabajo en un restaurante y con ese dinero que ganaba nos compraba las cosas que necesitábamos. Las cuatro lo veíamos como nuestro protector y le teníamos una profunda admiración.

Así fueron transcurriendo los días y los años hasta que llegó el cumpleaños número 18 de mis hermanos mellizos. Ya para ese entonces yo tenía 11 años y entre las cuatro mujeres le hicimos una torta para agasajar a nuestro hermano que para nosotras era un héroe más aún ahora que era mayor de edad.

Ese día fue fantástico, cantamos, jugamos, nos reímos y abrió los regalitos que le habíamos hecho. En un momento que mi hermano había ido a guardar sus regalos al cuarto, Mónica que obviamente también cumplía la mayoría de edad ese día, nos pidió que esperáramos afuera que le quería dar un regalo especial a Alejandro. Eleonora y Cecilia se quedaron acomodando las cosas en la cocina y yo que era la más curiosa fui hasta el dormitorio a ver cuál era el regalo especial que le quería dar. Al intentar entrar la puerta estaba cerrada con llave y escuchaba sonidos guturales, gritos ahogados y ruidos. En mi corta edad pensé que se estaban peleando y corrí a avisarle a Cecilia que en ese momento tenía 16. Ella me tranquilizó y me dijo que seguro estaban “jugando” de manera más bruta porque ya eran mayores de edad y que me quedara con ella y que no me vuelva a acercar a la puerta. Pasado un rato escuché que se abría la puerta y por más que haya querido pasar a escondidas vi como Mónica se metía rápidamente en el baño solo con una remera y en bombacha. Mi curiosidad aumentó porque no entendía porque mi hermana había entrado al cuarto vestida y después de un rato salía semidesnuda y no había ningún regalo a la vista, pero preferí quedarme con las palabras de mi hermana y me olvidé del tema.

El tiempo siguió pasando hasta que Cecilia cumplió la mayoría de edad. Ese día cenamos, celebramos, le dimos los regalos y cuando nos fuimos a dormir desde mi habitación escucho que se abre una puerta, unos pasos y otra puerta que se abre y se cierra. Me asomé y la habitación de Cecilia estaba abierta y vacía y nuevamente escuché gemidos y ruidos en la habitación de Alejandro. Para ese entonces tenía 13 años y aunque en casa no se hablada de sexo conmigo ya sabía que no estaban “jugando a lo bruto”.

Lo mismo ocurrió cuando llegó el cumpleaños número 18 de Eleonora cuando su novio se fue después de cenar, pero ya con 16 años tenía en claro que era lo que pasaba.

Al poco tiempo empecé a salir con un chico; nos besábamos, nos acariciábamos y nuestra calentura era extrema. Las cuatro hermanas nacimos rubias como nuestra madre, delgadas, y vamos al gimnasio para cuidarnos físicamente; las dos mayores con lolas pequeñas, pero bien redondas y firmes, Eleonora y yo del mismo formato pero más grandes y las cuatro tenemos una muy linda cola trabajadas con mucho ejercicio.

Antes de tener mi primer relación sexual le pedí a Mónica si podía hablar con ella sobre el tema y ahí todas mis sospechas / certezas salieron a la luz

Mi hermana me contó que todo comenzó ese día que ellos cumplieron 18 años y que a manera de agradecimiento por todo lo que Alejandro había hecho por nosotras le regaló su virginidad y que eso mismo habían hecho Cecilia y Eleonora al cumplir los 18. Por eso me invitaba a esperar un poco más para debutar sexualmente y seguir con la tradición de agradecerle a mi hermano de esa manera. A pesar de ya saber lo que pasaba, al escucharlo de boca de mi hermana mi corazón empezó a latir fuertemente y me invadió una intensa excitación. A mi hermana le dije que iba a respetar la tradición y que iba a debutar con él.

Ese día cuando Alejandro llegó del trabajo me costaba mirarlo a los ojos, un poco por vergüenza, pero en realidad era por la excitación que me provocaba. Esa noche no pude dormir de los nervios y me masturbé imaginando ese momento.

El tiempo que siguió a esa conversación fue difícil. Yo tenía muchas necesidades sexuales y me pelee con mi novio porque no teníamos relaciones y no le podía explicar el motivo y el morbo y el deseo de ser poseída por mi hermano me tenía mojada y me masturbaba con frecuencia.

El mismo día de mi cumpleaños 18 me compré la mejor y más sexy ropa interior, me puse un vestido corto negro bien ajustado al cuerpo que me marcaba bien las tetas, la cola y la cintura, me dejé mi rubio, ondulado y largo cabello suelto y me reuní con mis hermanos para cenar.

Al ser la última de las cuatro, mis hermanas ya sabían que iba a pasar y estaban distendidas y hacían gestos y se sonreían y mi hermano actuaba como si nada; la única nerviosa parecía ser yo.

Pasaron la cena, la torta, las velitas y los regalos, se acomodaron los últimos detalles y llego el momento de irnos a la cama. Había llegado mi momento…

Cada una de mis hermanas se fue a su respectivo cuarto y yo me metí en el baño para darme los últimos retoques. Me acomodé el cabello, me arreglé la ropa y fui al cuarto de Alejandro. Apenas entré lo vi sentado en su escritorio, me miró y solo atiné a decirle que venía a agradecerle todo lo que hizo por nosotras antes de acercarme y besarlo.

Me senté en sus piernas y mientras lo besaba y pasaba la lengua por su cuello le iba desabrochando la camisa hasta que se la quité por completo; Puso su mano en mis piernas y comenzó a acariciarme a medida que iba subiendo por debajo de mi vestido hasta llegar a mi tanga empapada en mis jugos. Desabroché su cinturón y el botón de su pantalón, bajé el cierre y metí la mano por sobre su calzoncillo. Nunca había visto a mi hermano desnudo, ni siquiera en calzoncillos, pero lo que tocaba me parecía enorme, me miró y me dijo… ‘te vas a animar?’.

Sin esperar mí respuesta me saco el vestido y con gran habilidad desprendió mi corpiño y me lo quitó. Me bajó de sus rodillas y me hizo arrodillar, se puso de pie, se quitó los pantalones y quedé frente a su enorme bulto. Comencé a agarrarlo y a besárselo por encima de su calzoncillo mientras le acariciaba las piernas y la cola; le baje el calzón dejé al descubierto su monumental pija. Mis manos no llegaban a agarrar todo su grosor y al tomarlo con ambas manos su gorda cabeza quedaba afuera. Lamí por completo todo su largo y todo su grosor, se la escupí y lo masturbé y cuando se le puso dura como una piedra, hice mi mayor esfuerzo para abrir lo más posible mi boca y se la empecé a chupar. Solo una parte entraba en mi boca, el resto se lo agarraba y lo masturbaba hasta que me quitó la mano, me tomo de la cabeza y me empujó con él.

Me llegó hasta la garganta, me asfixié y me empezaron a dar arcadas, cuando aflojó la presión sobre mi cabeza la saqué e hilos de espesa saliva unían su pija con mi boca. Se la volví a escupir lo pajee y me la volví a comer, lo lamía, se la chupaba, me la comía y lo pajeaba con mi boca y mis manos. Me tomó de mis brazos, me acostó en su amplia cama, me quitó la bombacha y se inclinó a chuparme la concha. La habilidad de su lengua hacía maravillas, tenía las piernas bien abiertas y me la lamía, me la chupaba y cuando pasaba por mi clítoris me hacía delirar, no podría decir cuántos orgasmos tuve, pero fueron muchos los que invadieron mi cuerpo. Con su lengua fue subiendo por mi chato abdomen hasta llegar a mis tetas donde se detuvo a chuparlas, lamerlas y a darme suaves y firmes mordisquitos en los duros pezones.

Siguió subiendo hasta mi cuello y mientras me lo besaba su pija frotaba mi concha, estaba empapada y deseosa de ser penetrada por primera vez. Acomodó la pija a la entrada de mi concha, lo miré a los ojos y le dije ‘ponemela’. Empezó a empujar y por más suave que haya sido y por más mojada que estuviese, reconozco que me dolía por su gran tamaño y por la estrechez de mi concha, siguió empujando suavemente t de a poco me iba entrando cada vez más hasta que siento que se me rompe el himen. Ahí me entro hasta el fondo, sentí como sus huevos chocaban contra mi ano, lo agarré de la cola y lo empujaba contra mí, quería sentirlo bien adentro, cada vez se movía con mayor intensidad y más fuerte me daba, abracé su cintura con las piernas y estallé en un intenso orgasmo. Todo mi cuerpo se convulsionó sin poder controlarlo.

Continuó cogiéndome con fuerza y me preguntó si me cuidaba; le dije que no; entonces me hizo poner en cuatro, fue a buscar una crema y me dijo… ‘entonces también te voy a tener que desvirgar la cola como a tus hermanas’. Me paralicé… solo de imaginar a su enorme pija entrando en mi virgen y apretado culo me daba escalofríos. Lo empezó a lamer, a meter la lengua, a ponerme crema y a meterme un dedo. Yo me solía masturbar a menudo, pero nunca me había metido nada en la cola excepto para bañarme y lavarme y ahora tenía el dedo completo de mi hermano adentro e intentando meter otro. Me dolía, me incomodaba, pero poco a poco me fui acostumbrando y ya cuando se deslizaban con facilidad entrando, saliendo y girando dentro de mí, los sacó, me puso más crema y apoyó la cabeza de su pija en la puerta de mi agujero trasero.

Le pedí que por la cola no, que la tenía muy grande, que me lo iba a romper y me respondió ‘que esa era la idea’. La tenía muy dura y empezó a empujar, no entraba, me dolía, se resbalaba, hasta que me separó aún más las piernas, me acomodo y en un nuevo intento siento como mi culo cede abriéndose descomunalmente para darle paso a esa enorme pija que me sodomizaba. Siento como entra la cabeza y como mi culo se cierra apretando el tronco. Me pide que me relaje y que goce. La saca y la pone en tres oportunidades y mi culo aprende a dilatarse y contraerse, en cada embestida me entra un poco más hasta que finalmente me toma firmemente de la cadera y me la meta entera. Sentí como entraba cada centímetro de ese enorme pedazo de carne duro y grueso que tiene entre las piernas y perforaba mi interior.

Le pedí que parara, que ya no me entraba más, que había hecho tope en mi interior, pero en una nueva embestida me la pone hasta que mi cuerpo choca contra sus huevos. Un grito ahogado salió de adentro mío, arañé y me agarré de las sábanas y ambos por un instante nos quedamos inmóviles. Cuando mi culo se acostumbró a esa tremenda invasión comenzó a moverse lentamente. Mi interior estaba totalmente lleno de pija y mi agujero extremadamente dilatado, entraba y salía cada vez un poco más fuerte y rápido mientras me daba chirlos en la cola. Cada vez me daba más duro y el dolor se transformó en placer hasta hacerme acabar una vez más. Me tomó por los hombros y me empezó a coger con fuerza. ‘Me estas rompiendo el culo, me estas rompiendo el culo’ le repetía una y otra vez hasta que me la entierra hasta lo más profundo y en mi sensibilizado culo siento como se le hincha la pija y como larga no menos de tres chorros de leche que inundan mis entrañas.

Cuando me la sacó me ardía el culo, lo notaba muy abierto y como rebalsaba su leche espesa recorriendo mi concha para luego gotear a las sábanas. Me levanté, tome mi vestido y me fui al baño. Escuché que las puertas de las habitaciones de mis hermanas se cerraban.

Las aventuras no iban a terminar ahí, sino que recién empezaban…

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