La enfermedad del jefe de familia fue la convocante, en su prolífica existencia había generado una prole variopinto, desde la mayor, a quien escribe había una ventana de poco más de treinta años. En ese espacio temporal hubo un accidente de juventud de la cual resulto Susana de 52, siguieron dos matrimonios y una convivencia accidentada con una mujer mucho más joven de la cual yo fui el resultado, 18 años en pleno estreno.
En torno del patriarca conciliamos en fraternal encuentro, mostrando que no había grietas en el afecto, pudimos congeniar y mostrar que éramos dignos de su afecto.
Ambos extremos de la prolífica vida sexual de nuestro progenitor, sentimos recíproca empatía, resonancia afectiva que se da sin saber el porqué, ambos habíamos asistido solos, ella por estar viuda y sin hijos, yo porque mi progenitora estaba en conflicto con el enfermo.
El acercamiento y el afecto fue generación espontánea, en razón de que había venido desde el interior de la provincia y la enfermedad me requería la permanencia en la capital, Susana se ofreció hospedarme en su casa durante la estadía en Buenos Aires.
Los dos hijos de mi media hermana están viviendo en el exterior y la viudez acrecienta la soledad, su aspecto físico no denota la edad biológica, adicta al gym y la zumba la mantienen en buena forma, que según explicó, le servía para calmar esos momentos cuando el deseo de compartir la cama con un hombre se impone. Viuda desde hacía varios años, había intentado un par de veces completar esa ausencia pero todas terminaron dejándola más vacía que antes de la experiencia.
Mientras compartía unos sándwichs y cerveza había abierto su corazón, la plática era la catarsis de su deshabitado espacio afectivo, dijo sentirse acompañada, su mirada dura se hizo tierna, me pareció entender que sus gestos y la forma de hablar era la forma más sensata de poder seducirme
La idea de dejarme seducir entusiasma tanto como asusta, mi falta de experiencia me obligaba a ser cauteloso, medido para no quedar expuesto por haber interpretado algo que no era, otro poco la timidez de mis pocos años ante una mujer segura de sí misma.
Su experiencia y seguridad me incitaban a comentar de mi vida afectiva, en particular lo referente a mi sexualidad. Ponía toda su atención en escucharme decir que aunque no era virgen en el pueblo donde vengo no hay tantas oportunidades para ejercitar mi masculinidad. Le parecía muy interesante y hasta gracioso la forma de expresar en cuanto a la escasa actividad sexual, me incitaba a que hable suelto, sin eufemismos, estamos atravesando circunstancias parecidas, que debía ser más osado y sobre todo atrevido, mostrar soltura y decisión, “es lo que las mujeres buscamos en el hombre”
Por un momento había pensado que intentaba despertar mi atrevimiento para ir más a fondo en contarle de mi intimidad “mal atendida”. Si parecía que me había leído el pensamiento, o la timidez al expresarme decía lo que la boca callaba, hubo una pausa, un silencio, como para madurar la intencionalidad.
—Luis eres mi hermano, soy la mayor de los hijos, tú el menor, los dos extremos de la hermandad, no deberías cortarte al contar esas intimidades que seguro no has podido consultar antes. De ese modo también me facilitas poder contarte y tener una opinión confiable de un hombre.
El calor propiciaba otra cerveza, fue por dos, vuele menos cubierta, la falta de soutién permite que los erizados pezones muestren el poder de fuego tensionando la tela de la musculosa, “relojea” mi erección espontánea en el mismo instante se sienta frente de mí, separando en demasía las piernas, elevando como al descuido la falda, sacando el pecho como para lucir sus condiciones físicas ante un pendejo caliente y mal entretenido.
El silencio es más elocuente, la noto dominadora de la situación y al mismo tiempo vulnerable por la exposición.
—Cómo haces para sobrellevar esa explosión de hormonas que llevas dentro
—Bueno… no sé cómo decirlo… maso… como te imaginas…
—Ah, sí, te entiendo, también yo, no tiene nada de malo, todos en algún momento echamos mano a ajusticiarnos por mano propia, tu por no conseguir donde ponerla, yo por no tener quien me la ponga.
Había sido explícita, abierto el juego de las posibilidades, también de piernas pes cuando confesaba sus carencias las separó y cruzó al mejor estilo de la protagonista de Bajos Instintos, sin duda debí tener la misma reacción que Michael Douglas, atrapado en la provocación de creerme que la sombra oscura eran los vellos púbicos.
—¡Epa!! Qué pasó? no te molesté verdad?
—No, no, todo lo opuesto, si hasta me pareció adivinar… -me sorprendí por lo que estaba por decir.
—Adivinar… qué? dime no seas tímido.
—De si lo que vi era tan real como mi… como pensé…
—Somos dos personas libres y no tenemos que dar explicaciones, solo sea un secreto entre nosotros. Tengo 52 pero bien llevados, te parece que estoy bien para vos?
No supe cómo responder, claro que me gustaba, estaba bien buena y yo con todas las ganas, solo atiné a decir que sí con la cabeza, aunque ella no se perdió el abultamiento de la bragueta, su sonrisa decía todo. Sentada en un puf, lo corrió hacia el sofá donde estaba, subió la falda, despacio, muy despacio, poner la mata de vellos en primerísimo plano, tomó mi mano…
—Compruébalo, tócame. -lo hice —Puedo sentir la caricia de tu mano, despertar sentires olvidados. Tócala, es toda tuya.
Había llegado el fin a la sequía sexual, Susana se siente como el ave fénix, renacer entre las cenizas de la abstinencia forzada, nada más importa que hacerla renacer en el sexo de su medio hermano estrenando madurez sexual.
De la mano me condujo a su cama, senté en el borde, mirándola como se quitaba la musculosa, dejando en libertad lo más preciado de su anatomía, el voluminoso “tetero” se tomó un respiro y cumplieron la ley de gravedad, la gracia de su caída realza la dureza vibrante de los pezones, los ofrece en la bandeja de sus manos, frotando en mi boca las rosadas aréolas. La prisa me llevó a devorar esos inquietos pezones, metidos en la boca, sorbiendo, lamiendo, mordiendo, saltando de uno al otro, exagerada glotonería de alguien que lo más cerca que estuvo de algo así fue en las revistas del porno, Susy había convertido el motivo de tantas pajas en carne viva, latiendo en mi boca.
Encierra mi cara entre sus pechos, me permite hacer realidad la imagen calenturienta de un pendejo que se ganó el premio mayor. Mientras juego con mis tetotas, se quita la falda para que pueda lamerla y meterle mano a la vagina. Mamar y jugar con los dedos en la humedad de su vagina, alteran sus sentidos, el silencio se llena de gemidos, sostiene mi cabeza para que pueda mamar y morder, las manos producen el doble efecto, la derecha con dos dedos hurgando dentro de la vagina, la izquierda recorriendo la raja de los cachetes, frotando el aro anal.
El combo de manos y boca la sumergen en la vorágine del camino hacia la gloria, agitada, vibrando, se agita, presiona su concha contra mi mano, arquea la cintura, respira entrecortado, vuelve a gemir, más intenso.
—Basta! basta! para! no puedo más me ahogo, para!!!
No hace falta mucha experiencia para entender que dentro de sí se gesta un orgasmo de esos que conmociona y aturden, ella siente la indefensión de no poder soportar ese orgasmo que sube por su vientre y estalla en sus tetas, altera los sentidos y se pierde en la nebulosa de perder el sentido de la realidad, es la primera vez que siento a una mujer de verdad alucinar de tal modo.
Prolongué el acoso hasta vencerla, dejarla sin defensa, herida de muerte en la batalla del deseo, derrotada y vencida por su propio deseo. Volcada sobre mí la retengo hasta que el temporal le permite mantener la vertical.
Sonríe con el rostro transfigurado, el rímel corrido por incipientes lágrimas para expresar la incontenible calentura.
—Guauuu, qué me pasó? Nunca me había sucedido, qué bien lo haces, eres un macho sensacional, me mamaste con tantas ganas… Tuve un orgasmo tan explosivo como inesperado. Me mataste! Ahora me toca a mí devolver atenciones.
Se arrodilló, quitó pantalón y bóxer en un solo acto, el miembro liberado saltó como un resorte, erección a pleno. – Guauuu, que pija! es más de lo que parecía, hermanito qué pedazo de poronga!
La retuvo todo el tiempo en sus manos, acariciando, besando, lamiendo esa lágrima de calentura, masturba despacio y acerca su boca, primero sentir el aroma del deseo, luego saborear a boca llena de todo lo que puede meterse dentro. Es grandota, pero tiene la boca pequeña, dijo que todos sus orificios son estrechos, sabe de qué modo hacerme disfrutar, en ningún momento deja de mirarme, disfruta que siga con las manos ocupadas amasando sus tetotas, tan blancas areolas pequeñas, rosadas igual que los gruesos pezones.
Controla todas mis reacciones, atenta a no pasarse de revoluciones y llevarme al punto de calentura sin regreso, regula la mamada y la masturbación, cuando siente que comienzo a balancearme con intención de venirme, habiendo cortado varios intentos de acabar, me saca de su boca para decir: —Esta vez quiero mi leche sobre las tetas, cuando sientas la urgencia de venirte, riega mis tetas, necesitan nutrirse del calor de mi hombre.
Cumplo el pedido, sentimos que el momento supremo ha llegado, tengo el permiso de eyacular sobre sus pechos, los junta, sacudo la poronga para regar la fertilidad de sus tetas. Disfruta verme gozar de la eyaculada, más de dos meses sin pajearme, ahora es un torbellino de leche regando sus pechos.
Una lamida para limpiar los restos de semen del glande, sin dejar de mirarse en mis ojos, entiendo todo, ayudo a elevar las tetas para recoger con lengua algo de mi leche. Se relame para hacerme sentir súper macho. El resto lo frota aprovechar la energía del semen joven.
Una ducha relajante y saborear otra cerveza helada sirve para poner las emociones en orden, entendimos que hacíamos lo impropio, pero nos gustó hacerlo, más aún repetirlo con renovado entusiasmo. Sentados en la sala, yo con el toallón cubriendo mi masculinidad, ella con una bata para ocultar sus pudores.
El conflicto entre lo impropio y el deseo se esfumó cuando Susana dejó caer el cinto de la bata de baño, y esos meloncitos volvieron a dominar la escena, arrobado por la visión de su tanguita tan escueta como sugerente.
—La tenía esperando con quién estrenarla, tienes el poder de quitármela, aunque sea con los dientes…
Arrodillado cumplí con lo ordenado, metiendo mi nariz en su pecera, aspirar el embriagante aroma de la mujer excitada a mil. De la mano la llevé al dormitorio, la desnudez acentúa el deseo, tendida, separé las piernas para disfrutar la visión de la vagina brillante de jugos, separó los labios, invitó a besarla, solo un par de lamidas bastaron para llevar su calentura. Arrodillado entre sus piernas atiné a preguntar: —No tengo forro, entonces cómo lo hacemos?
—No es necesario, estas sanito, tengo alguna regla, pero el diu sigue en su lugar. Ven…
La indicación con el índice fue lo último que vi antes de lazarme con algo de brusquedad y mucho de calentura, frotarla en el vestíbulo de la cueva, y lanzarme en la penetración. Sentía la débil pero apreciable resistencia de la vagina, más estrecha que alguna de las pocas pendejas.
—La sientes estrecha? Tanto tiempo sin carne y ahora meterme esta cosa me hizo estremecer. Vamos, métela, abre todo, necesito sentir a mi macho.
Deliciosa estrechez, abrirse al paso de mi poronga, me excitan sus palabras y sus gemidos, patitas al hombro y bombearla a fondo, nada le importa más que gozarme, las sacudidas imponen un ritmo de garche, aprieta sus labios, cierra los ojos, estruja las tetas, son el salvavidas para no ahogarse en la excitación que surge desde lo profundo de su ser, los gemidos se atragantan cuando la lujuria del orgasmo la invade, agita y convulsiona varias veces, repitiendo a intervalos. Me cuesta abstraerme de su delicioso estado de lujuria, me concentro en mis propias motivaciones, me incrusto bien a fondo, un ronco bramido anuncia la venida, los golpes intensos marcan el ritmo de la eyaculación, los chorros calientes de semen descargan la energía acumulada.
Las manos de Susana se aferran a mi espalda, hasta sentir el agudo apretar de las uñas, no quiere que me separe, que siga dentro de ella, me dice que no le niegue continuar la sensación del orgasmo, entiende que mi juventud puede permitirse seguir dentro y retomar el ritmo de garche, quiere otro polvo sin sacar.
—Vamos, amor, vamos, dame otro polvo, acaba dentro otra vez, te necesito…
No es difícil complacer las necesidades de la madura, vuelvo a retomar el bombeo de la pija, chapoteando en la leche eyaculada, nada importa, todo sirve para complacer a mi mujer. La nueva eyaculación fue casi en simultáneo, me vine en medio de los estertores de otro convulsivo orgasmo,
Una buena cantidad de semen emerge arrastrado cuando sale la cabezona, la sabana registra el charco de leche del arrastre y la que sigue fluyendo de la cavidad vaginal.
No tenía paz, los orgasmos habían potenciado su apetito sexual, ahora era un puma depredador, despertado la voracidad por el sexo, ambos portamos la genética paterna, llevamos el fuego salvaje del deseo, nada es suficiente para ella aún menos. Sin solución de continuidad, se acomodó a horcajadas de mí, acomodó la vagina de modo de poder empalarse en un solo movimiento. La danza ritual del garche comenzó de inmediato, elevándose, bajando, moviéndose al ritmo de su necesidad, su cuerpo adquiere la elasticidad de alguien entrenado para el sexo, agitando las caderas se está dando una cogida sin precedentes. Nada es suficiente, necesita moverse más y mejor, inclina el torso hasta ponerme las deliciosas tetas en la cara, se “agarra” de los barrotes de la cama para impulsar el meneo de su cuerpo, apretando los labios vaginales evoluciona para satisfacer su voraz apetito sexual, es artífice de su orgasmo, el gemido atronó el ámbito del dormitorio, los jadeos la dejan agotada, exhausta en la entrega. Necesitaba tanta acción para calmar el fuego salvaje que la consume.
Un momento de pausa, se levanta para ir al baño, escurriendo semen, trato de entender el cómo y el porqué, el estado de situación, hasta la mañana de ese día, éramos perfectos desconocidos, solo sabíamos de la existencia por lo que nos habían dicho, ahora estamos encamados, como amantes, como conocidos de toda la vida. No hace falta decirnos nada, es una relación sin culpas, sin pecados, sin compromiso, solo dos seres que necesitan y complementan, dos necesidades satisfechas, no hay amor, solo puro sexo y placer. Solo nos besamos en la boca, durante el acto, besos con la intensidad del deseo que nos sale por la boca, una relación impropia pero sin rollos.
Tomamos un resuello para comer algo y beber, tuvimos una noche agitada, poco sueño y mucho garche, este pendejo necesitaba descargar las ganas acumuladas, ella recuperarse de la forzada abstinencia. Me quedé en Buenos Aires, toda una semana, durante la cual tuvimos sexo al menos cinco veces al día, dos mañaneros uno a la hora de la siesta y dos en la noche, con algunos permitidos cuando alguno despertaba en la madrugada y tenía ganas de fiesta.
Todo el tiempo estaba jugando con el hoyo, acariciando y frotando, cada vez que amagaba meter más que un dedo, no decía nada pero se le fruncía. Más tarde confesaría que hacía tanto que no le visitaban por la “puerta de atrás”, el marido se lo usó poco, una pareja algo y la otra nada, no me lo niega, solo que no puede controlar el acto reflejo de fruncir el músculo anal, el grosor y la cabezona le asusta, lo sabe estrecho, más aún con tanto tiempo sin uso.
Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe. Tanto juego e insistencia del juego digital terminaron por bajarle la guardia, permitir que fuera por la conquista, solo pedía que fuera suave, que la entendiera, que quería pero sentía miedo, la falta de uso suele estrechar todo, pero está dispuesta a entregar “el marrón” por una buena causa, el placer del macho que la rescató del ostracismo de la falta de sexo.
El combo perfecto, ambos extremos de familia, madura de 52 excitada, joven de 18 súper caliente, todo para una relación tan impropia como excitante. El juego previo tenía el condimento del deseo y la improvisación, el cuidado y la lujuria, con la verga en su máxima expresión, Susana caliente como nunca.
Sus tetotas están siempre en el juego previo, mamar, succionar y morder son parte del ritual que me gusta y la pone loquita, la excitación agita y distrae, los dedos roban el sabor de la jugosa almeja para untar y preparar el hoyo del deseo, el dedo mayor se adentra en él, más jugo y otro dedo ayuda a penetrar y girar buscando abrir el camino de la sodomía.
Tendida de espaldas mira y adivina las intenciones de su macho, los dedos gruesos juegan y giran, entran y salen, me da la espalda, prefiere adivinar que ver, en “cucharita” será más fácil entrarle, echa las nalgas hacia atrás, entrar entre sus piernas, ponerla despacio en la conchita es el paso obligado, entrando a fondo, cargar lubricante para apoyársela en el centro del hoy, su mano derecha separa la nalga, me hace lugar…
Tomado con fuerza de la ingle, cruzado entre sus piernas, fuerzo la intrusión, despacio la cabezona busca refugio dentro del ano, apretando su cuerpo para evitar cualquier intento de fuga. Intenta escapar hacia adelante, la fuerza del macho se lo impide, el movimiento preciso del juego, tomarla con fuerza distrae para entrarle toda la cabeza. El gemido acusa el dolorcito inicial, el golpe de efecto distrae, el gemido ahoga la entrada total de la pija, las piernas casi en una tijera permiten poco movimiento pero profundidad, hasta el fondo esperando la tardía reacción de la hembra al sentir que le abren ese lugar tan prohibido como deseado.
Se tumbó sobre la almohada, sin salirnos del encastre de la pija en su ano, giramos, boca abajo separa sus nalgas, un poco de saliva sirve para poder moverme dentro del estuche rectal. Montado, el padrillo dominante sobre la yegua esquiva, vence el poder del más fuerte, sometida se entrega al poder del macho, sus manos comienzan el juego en la vagina, tomada de los hombros me impulso a tope en el ano.
El vaivén de la cogida comienza, sus gemidos y mis jadeos son la música de fondo, el movimiento constante por las sacudidas de las entradas profundas hacen temer por la resistencia de la cama. Agitados en la lucha por vencer la resistencia del esfínter, alcanzamos el momento de máxima, tomada de los cabellos y nalgueada con fuerza se entrega, deja de luchar contra lo inevitable, cumple el viejo concepto machista de que “ante lo inevitable relájate y goza” sé bien que lo intenta pero la vehemencia del macho joven no permite relajarse a la temerosa madura.
La cogida adquiere el tono épico de las hazañas, deja de resistirse, el placer del macho joven compensa el dolor del ano dilatado, las nalgadas son caricias en la tormenta anal, la vorágine de emociones gira en este mundo de sexo, nalgadas y gemidos, bufidos y jadeos, todo es una “melange” de furia y calentura, ya no se debate en mis brazos, subida al insólito placer, disfruta y sufre pidiendo que me venga, que le acabe dentro.
—Vamos, vamos, acábame, te necesito, dame mi leche!!!
—Ya… está cerca, aguanta amor, falta poco
La penetración se hace vibrante y tumultuosa, aprieto más fuerte, empujo más adentro, tendido sobre su espalda elevando al máximo mis nalgas para bombear profundo. No demoré tanto entre su lamento y mi fuego. Entiende el clásico movimiento de los golpes bruscos con que suelo terminar la faena, el primer chorro de semen se impone grueso y caliente, los siguientes brotan con el mínimo movimiento, la descarga seminal se lleva esa energía viva derramada dentro de su ano.
—No te salgas, por favor no te salgas, quédate, necesito sentirte latir dentro. Si me la sacas así, tan dura me vuelve a doler esa cabezona que me abrió cuando entró.
Las caricias del macho intentan suavizar las contingencias de haberla sodomizado, el silencio de la hembra asimila la molestia con el placer de sentirme latir dentro de sí. Me retiro del estrecho conducto, dejándome caer de costado, el reposo del guerrero disfruta el relax, el abrazo a la hembra es el pago por haberme dado tanto placer. Acabo de disfrutar mi primera cojida anal, gracias por el fuego!!!
Fueron dos semanas y media, disfrutándonos, sexo a diario y varias veces, algunos días hasta cinco polvos descargue en Susy. Había llegado un joven inexperto, vuelve un hombre con la experiencia de su vida, había prometido volver para ver la evolución de mi progenitor, fue otra semana de placer.
Sabíamos que esto tenía fecha de vencimiento, pero lo prolongamos durante varios años, durante el tiempo de vacaciones tenía la excusa para meterme en su cama y volver a disfrutarnos.
He leído historias de tenor parecido, algunas se me hacían algo con demasiado ficción, pero nunca se sabe que puede ser parte de una realidad que siempre excede la ficción, esta historia no sé si tanto, pero fue algo digno de recordar, relatarlo de forma con la cobertura de un seudónimo es a modo de homenaje a esa mujer, íntegra y sincera que cumplió el rol de hermana, maestra de sexo y amante incondicional.
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Nazareno Cruz