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Mario (11 de 22): Vacaciones de verdad
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Tiempo de lectura: 11 minutos

Me sentía mareado, cansado, pero también deseaba continuar así. Con Robert dentro de mi, sintiendo su pecho amplio pegado a mi espalda, la respiración que se le iba calmando, las caricias que su mano izquierda me hacía en el pecho bajando hasta el abdomen, y su verga abriéndome el culo por poco que se moviera.

-Quiero estar siempre así. -giré la cabeza para mirarle y aprovechó para besarme la boca. Al moverme parte del semen salió de mi culo.

-Ha sido muy bonito Robert, muy tierno como lo has hecho.

-¿No te he hecho daño?

-Nada mi amor, todo ha sido perfecto. -para mi estaba claro que Robert ya había estado con otros chicos o chicas, sabía lo que era follar y no era un principiante, él tuvo que notar que yo tampoco lo era, que mi culo no era virgen y me habían metido más vergas, pero él no preguntó nada ni yo tampoco, y quizá no nos importara saberlo…

A la vez que me besaba el hombro y el cuello, su mano izquierda no dejaba de acariciarme, hasta que sentí renacer mi deseo sexual y la polla volvió ponérseme erecta, a él no se le había bajado del todo y seguía metido en mi culo.

-¿Quieres más? -me preguntaba cogiendo mi verga y pasando después a los testículos.

-¿Estás cansado?

-Seguiría toda la noche haciendo el amor contigo.

-¿Quieres que cambiemos de postura? -la verga se le volvía a poner dura y potente.

-¿Para qué? Me gusta tenerte así, totalmente controlado. -empezó con un movimiento lento resbalando la cadera sobre la cama y buscando un ángulo que permitiera una penetración profunda.

-Lo siento rico Robert. -cogió mi polla y la masturbaba a la vez y sincronizada con las metidas de la suya en mi culo.

-Amor, tu polla también ha crecido, tienes una buena herramienta. -me masturbaba con dulzura y suavidad y a veces me oprimía el glande

-¡Ayyy! Que rico mi vida, tu verga me entra profundo también así. -en esa posición podía cerrar un poco las piernas y hacer que su verga me rozara más y a él le diera más placer. Llevábamos minutos gimiendo los dos, él se cansaba a veces y paraba, entonces me movía yo, él solo me sujetaba moviendo mi pierna elevada, cambiándome según sus deseos.

-Marín, te arde el culito amor. -entonces me acariciaba el ano estirado al máximo por su polla.

Esta vez eyaculamos más tranquilos, o con más suavidad aunque también resultó intenso, no cesó de masturbarme hasta sacarme la leche y cayó directa en su mano, entonces apretó mi polla estremeciéndose, volviendo a llenarme el culo de semen.

En un momento indeterminado, después de muchos besos, y seguía con la verga en mi interior, me quedé dormido.

Cuando desperté la luz de la mañana iluminaba la habitación, había abierto la ventana y el viento se colaba meciendo las cortinas, estaba solo en la cama y escuchaba el ruido del agua al caer en el baño, me senté en la cama, la sábana tenía grandes manchas del semen que me salió por la polla y por el ano.

Apareció con una toalla anudada a la cintura, varonil, sonriente y dispuesto a comenzar el día, vino a mi de frente, me acarició el cabello.

-¿Has descansado bien? -vi el bulto que lucía en la toalla y tiré de ella, su verga apareció dura y tiesa.

-¿Nunca va a descansar?

-Cuando se canse y pienso que eso será muy tarde.

La tenía muy cerca de mi, coloqué la mano bajo sus testículos y los sujeté tirando de ellos, solamente tenía que abrir la boca y aceptar el gordo glande que ya lucía una gota cristalina en la punta.

-¡Ohh, bebito que rico! ¿Qué me haces amor?- la saqué un momento para mirarle malicioso.

-Tomar mi desayuno. -chupaba su verga son esmero, sobre todo el gordo y rico ciruelo que era la punta y no dejaba de palpar sus gordos huevos, se le debían de haber vuelto a rellenar en esas horas inactivos.

-La mamas rico mi vida. -se dio cuenta de mi capacidad para tragar y empezó a follarme la boca, su larga polla me atragantaba a veces, pero yo le miraba y era mi total satisfacción ver la alegría y el placer reflejados en sus ojos.

Los gemidos le salieron pronto de la boca, y cuando más sabrosa encontraba su verga y yo más la gozaba, me llenó la boca de semen y tragué cuanto pude, tenía un novio lechero como su papá.

Llevaba tiempo sintiendo el olor del mar y la impaciencia me consumía. Abandonamos la nacional 260 para entrar en Colera, inicio de nuestra ruta hacia el sur bordeando el mar, en la oficina de turismo nos informaron de las posibilidades que teníamos para dormir, localizamos los apartamentos que nos indicaron y después de dejar nuestro equipaje nos dirigimos a la playa.

Teníamos el típico día de Agosto, caluroso y sin nubes y el agua del mar resultaba caliente.

-Se siente bien estar tumbado después tantas horas conduciendo. -se había tendido cuan largo era y sin preocuparse del protector para la piel. En las piernas no lo necesitaría, cubiertas de vello como estaban, no era probable que se quemara.

Le extendía la crema por el pecho y por la cara, Robert se dejaba hacer con los ojos cerrados, y para mi era una forma de poder acariciarle.

-Ahora te toca a ti darme la crema. -se levantó rápidamente acomodándose arrodillado sobre mi y empezó su sesión de caricias.

Esa noche la pasamos en nuestra habitación donde nos metimos inmediatamente, después de picar un plato de queso con cerveza en una terraza cercana. Nos habíamos duchado antes de salir para cenar.

Robert había intentado seducirme y me negué a complacerle, mis planes eran para realizarlos cuando fuéramos a la cama.

-¡Por favor Marín! -me sujetó de la cintura por atrás y colocó la polla semi dura entre mis piernas.

-He estado toda la tarde conteniéndome, tumbándome boca abajo para que los otros bañistas no vieran lo que me provocas.

-¿Ja , ja, ja! Suéltame o nos caeremos.

-No seas malo, solo serán unos minutos.

-Eso es lo que no quiero precisamente, minutos, además yo también me aguanto y tengo las mismas ganas que tu.

-¿No le vas a dar gusto a tu hombre? -puso cara de pena y después de morderme el cuello me soltó.

-¡Ja, ja, ja! ¿Y tu no vas a atender lo que tu mujercita desea?

-Tu no eres mi mujer, también eres mi hombre.

-Como quieras, pero date prisa y así volveremos antes.

-Eres un mandón, ¿lo sabías?

-Contigo puedo serlo amor, tu me lo consientes todo. -le abracé y me sujetó por las nalgas para tenerme elevado y que pudiera besarle cómodamente.

Regresamos y rápidamente se desnudó completamente, esperó pacientemente sobre la cama jugando con su móvil hasta que regresé del baño dispuesto para todo. Dejó el teléfono y se me quedó mirando, ya no sentía vergüenza de que me viera en cualquier situación.

Me tendí a su lado y él solamente me miraba.

-Antes querías hacerme algo, y ahora solo me contemplas. -colocó la mano sobre mi cabeza y hundió los dados en el pelo.

-Da miedo tocarte Marin.

-Estoy para eso mi vida, para que tu me toques como quieras. -se colocó de costado y acercó la cara para besarme la nariz.

-Por mi te abriría para meterme en ti, pero no va a poder ser, no quiero acabar en prisión. -a mi vez le besé los labios.

-Hay maneras agradables de meterte sin que me hagas daño.

-Te amo Marín, te quiero tanto y he estado tan ciego.

-Calla y hazme el amor. -me posesioné de su boca y le mordí los labios antes de meterle la lengua para jugar con la suya.

Le subí un brazo y le lamí el sobaco, olía ligeramente a sudor y eso me gustaba. Robert gemía excitándome más.

-Te voy a comer Robert mío. -veía como se acariciaba la polla y se iba poniendo dura en su mano, con los ojos cerrados, disfrutando de mis lamidas ahora en su pecho.

Llegué con mi boca hasta su oreja lamiéndole todo el cuello.

-¿Te gusta como atiendo a mi hombre, como le doy placer a mi macho?

-¡Ummmmmm! Marin, eres una ventosa amor.

-Si mi rey, una ventosa para chuparte y lamerte. -fui bajando por su pecho hasta llegar a su vientre, lo tenía muy marcado y en tensión, la sombra de sus bellos lo acaban de perfilar marcándolo rotundamente.

Le retiré la mano que tenía agarrando su polla, estaba húmeda de sus jugos y fui metiendo uno a uno sus dedos en mi boca y chupándolos, el abdomen se le contraía y cada vez le salía mas líquido de la verga.

Le lamí el glande, me encantaba tan grande y redondo, y jugué con él besándolo, enroscando la lengua bajo el breve sombrerito de la cabeza.

Robert buscaba a ciegas mi polla y se la acerqué para que la tocara. lo que antes se hacía a él, ahora me lo hacía a mi, envolver el capullo en su mano y lubricarlo con el presemen que también salía de mi. Me daba un gran placer y tenía que morder mi labio para no gritar.

Sujeté sus huevos con una mano y con la otra le acariciaba el pecho, mi boca buscaba tragar su verga succionando con fuerza.

-¡No Marin, no! No quiero correrme aún. -con la mano libre me sujetó del pelo y me quitó su rica polla.

-Entonces métemela ya y fóllame. -se quedó un instante indeciso y cuando reaccionó me sujetó colocándome mis rodillas sobre el pecho, me elevó el culo y metió la cabeza entre mis piernas. Su aliento me llegó antes de que aplastara la lengua en mi ano.

-¡Ohhhh! Robert. -me agarré los tobillos y tiré las piernas a mis costados abriéndome todo lo posible.

Me comía el culo con unas ganas terribles, chupaba y luego lamía, besaba con profundas aspiraciones que sonaban a chapoteos de agua.

No pensaba que Robert me iba a chupar el culo de esa manera tan profesional y loca a la vez, conseguía que gimiera y gritara, y me retorciera del gusto que me daba.

Me chupó durante largos minutos el culo, y también se metía mis testículos en la boca, solamente se retenía de estimularme la verga para evitar que me corriera.

Cuando se detuvo se colocó sobre mi aplastándome las piernas con su peso, tenía toda la cara mojada de saliva. Me miró pidiendo permiso con los ojos y enfiló su verga a mi ano.

La sentía empujar y luego entrar en mi cuerpo como bisturí en la carne, me había dilatado al punto de no sentir el más ligero dolor. No se detuvo hasta que sus testículos impactaron en mis nalga, permitió que retirara mis piernas del pecho y se posó sobre mi.

-Marín, amor mío. -besaba y murmuraba en mi oreja.

Le abracé pasando las manos por su espalda y le rodeé las caderas con las piernas.

-Me encanta tu polla Robert, te quiero amor. -se movió un poco haciendo que me retorciera y gimiera de placer.

Levantó la cabeza y me sujetó la cara dándome un fuerte beso.

-Quiero que algún día me la claves tu. -me quedé momentáneamente en suspenso.

-No se si podré hacerlo amor mío.

-No importa, yo te guiaré, ahora voy a gozar de tu hoyito.

Volvía a gemir y retorcerme, sentía calambres en los pies y tenía que agarrotarlos encogiéndolos.

-Dame más fuerte mi amor, fóllame rico mi vida. -contraía el culo para que su verga se sintiera aprisionada y notar mejor el gordo glande desplazándose por mi tripa.

-Sigue. sigue, me gusta sentirte dentro. ¡Ummmm! cariño mío, ¡qué rico amor! No te detengas.

-Sí mi vida, tu culito me aprieta la polla, que rico culo mi vida. -no cesaba de besarme mientras me follaba, hacía las dos cosas simultáneas y a veces respiraba estremecido en mi boca.

Sus testículos golpeaban en la entrada de mi culo, cada vez más fuerte, a cada segundo más duro hasta que sentí que no podía aguantar más y apreté fuerte mis piernas abrazando su cintura.

-Ya no puedo más mi amor, me va a salir la leche. -efectivamente, sin tocarme comencé a eyacular derramado el semen entre nuestros vientres.

-Yo estoy a punto mi amor, ¡Ya me viene! ¡Ahhhggg!. -separé su cara para mirarle, estaba descompuesto y rojo, sudoroso.

-Si, sí Robert, lléname el culo de tu leche, dámela amor mío. -convulsionábamos los dos y la cama rechinaba al movernos. Sentía que innumerables chorros de semen me entraban y los sentía en el corazón, en el alma.

Le apretaba uniendo nuestras pieles como si fuera una sola y Robert respiraba sin control con la cara oculta en mi cuello.

Nuestro coito había resultado impresionante, pasaron minutos hasta que nos tranquilizamos y Robert pudo dejarse caer a mi lado, nunca me habían jodido el culo de esa manera, quizá no fuera un polvo magistral, pero yo lo magnificaba por el amor que sentía hacía el, por el amor que desde niño había tenido en mi corazón por mi hombre.

*************

Al día siguiente continuamos nuestra ruta, sin estar señalada y sin saber el destino, y así los días siguientes, visitando las preciosas calas de ese trozo de costa, deambulando de playa en playa y siempre bajando hacia el sur.

Puerto de la Selva, Ampuriabrava, Calella, Lloret, sitios para recordar toda mi vida, lugares que Robert convertía en mágicos.

Sitges ya en tierras de Barcelona y otros más, Torredenbarra, Tarragona. Siempre acompañados del ardiente sol y lo que más nos calentaba, nuestro amor.

Podíamos dormir, en hotel de cinco estrellas, en fondas pequeñas, habitaciones prestadas, o bajo el manto del cielo y el colchón de las arenas cálidas y acogedoras al finalizar las tardes.

Habían transcurrido diez días que no sabían a nada. Temía que en cualquier momento Robert dijera que teníamos que volver, que todo había terminado, pero no, seguimos hasta Vinaroz y Peñíscola.

En este último lugar encontró un hotel en la misma línea de plaza, no quería repetir la experiencia pasada en la parada anterior.

Era una playa pequeña, preciosa y bastante concurrida. Unas horas antes, a pesar de buscar por todas partes no conseguimos una cama para pasar la noche, inclusive pensamos en continuar el viaje a última hora de la tarde.

-Hace un día tan bonito que da pena subirse al coche.

-No lo hagamos, durmamos sobre la arena. -ya lo habíamos hecho otro día, sobre la arena y una manta de viaje que sacó del maletero del coche. Me miró con una sonrisa tierna, y a la vez muy pervertida.

-Y haremos el amor a luz de las estrellas. -soltamos la risa y la decisión había sido tomada. Ya habíamos hecho el amor en esa situación y muchas otras diferentes. Robert no se cansaba nunca de follar, y siendo justos, tampoco yo.

Acercamos el coche al lugar donde pensábamos pasar la noche, compramos unos bocadillos, cervezas, y pilas para la linterna, ya estábamos preparados para cualquier contingencia.

Lentamente la playa se fue despoblando hasta quedar, no absolutamente solos, luego veríamos que otros habían decidido hacer lo mismo y contemplaríamos el resplandor de sus linternas en la noche.

El aire olía fuertemente al salitre marino, comenzaba a caer la noche y comimos nuestro bocadillo.

-Robert, solo escucho el ruido del agua.

-Yo también, y tu voz porque hablas.

-Estamos solos en el mundo, tu y yo solos, la humanidad ha desaparecido. -agarré su mano y se la apretaba

-Igual otros seres distintos, o parecidos, nos miran desde el espacio, desde aquella estrella brillante. -aproxime mi cara a la suya para buscar el punto en el negro cielo.

-¿Nos estarán mirando, vigilándonos para ver lo que hacemos?

-Seguro que si, y van a pasar mucha envidia, ellos no tienen un chico a su lado tan guapo. -hizo un apretón con la mano que teníamos unidas.

-¿Robert?

-Dime amor, pero ten en cuenta que esos seres pueden escucharte también. -iba a hacerle una pregunta para la que no tenía respuesta y no seguí.

Se colocó boca abajo y pasó el brazos por mi abdomen. Suavemente sus caricias comenzaron, llevó la mano a mi cara y pasó los dedos por mis labios, ya le conocía muy bien y sabía lo que pretendía.

-Mira al cielo, a las estrellas, desde las ciudades no se puede ver este espectáculo.

-Yo tengo el cielo a mi lado y puedo verlo cuando lo deseo, y tocarlo como ahora.

-No Robert, aquí no.

-No pasa nada, y es mentira que esos seres nos estén mirando, estamos solos los dos.

-Tu sabes porque no quiero, no te hagas el tonto.

-Tenemos la mantita lo mismo que Linus, el amigo de Snoopy, ella te protegerá.

-Eso ya sucedió, te mueves mucho y la arena me entra en el culito, y eso araña, molesta.

-Yo no me quejaba, para mi todo estaba bien, perfecto.

-Tu eres muy valiente y sufrido.

-Está bien, si no quieres no lo haremos, ¡total por un poco de arena! -volvió a ponerse para mirar las estrellas, no podía verle muy bien y encendí la linterna, le iluminé la cara y me puso cara de molesto.

-No te enfades Robert, casi nunca me niego a lo que quieres.

-¿Crees que puedo enfadarme por eso? Ven que te abrace y duerme. -me recogió entre sus brazos y, con el calor que no disminuía, el arrullo del mar, y el sonido tranquilo de su respiración me fui quedando dormido.

Me despertó el intenso frío y la humedad que sentía, continuaba abrazado por Robert que no se había movido. Empecé a tiritar, sentía, sin verla, la intensa y fría niebla que nos cubría, busque la linterna para nada, era peor el resultado y el brillo blanco de la niebla reflejaba la luz.

-¡Robert! -le sacudí para despertarle.

-¿Qué sucede?, su voz sonaba somnolienta.

-Tengo frío, hay una niebla muy intensa. -enseguida controló la situación.

-No podemos quedarnos aquí, nos vamos al coche. -recogimos nuestras cosas y Robert se oriento milagrosamente para llegar hasta él, yo me hubiera perdido y acabado en el mar.

Dentro del coche se estaba bien y nos metimos en la parte trasera.

-Abrázame Robert, sigo teniendo frío. -el sueño se nos había evaporado y tumbados en el asiento, de mala manera y apretados, el calor volvía a renovar mi cuerpo.

-¿Robert?

-¡Dime amor! ¿Qué te pasa ahora?

-Tu verga se aprieta en mi culo. -excitado por la cercanía , o por las ganas contenidas y no satisfechas, notaba su polla crecida en mis nalgas.

-¿Y que quieres que haga, salir fuera y que la niebla me la congele?

-Ja, ja, ja. -no pude contener la risa.

-Aquí no hay arena amor. -empezó a tirar de mi bañador para quitármelo.

-Está bien pero déjame a mi o lo romperás. -era un galimatías moverse hasta que los bañadores salieron por nuestros pies.

Se colocó detrás de mi, pero no podía moverme y además estaba encima de una de mis piernas.

-Así no, me haces daño.

-Baja esa pierna al suelo y ocupa el lugar en el centro del asiento. -Roberto se sujetaba en el respaldo de los asientos delanteros para dejar que yo pudiera moverme hasta conseguir situarme como deseaba.

-Así está bien. -estaba paralelo a mi, sujeto con las manos en los respaldos anterior y posterior, los pies contra la puerta, y fue dejándose caer hasta montarme. Su peso me ahogaba, me aplastaba literalmente sobre el asiento.

-Perdona Marin, cuando la meta me sostendré mejor. -la polla resbalaba entre mis nalgas hasta que acertó con un movimiento mio, empezó la penetración, con la mitad de la verga dentro pudimos colocarnos mejor.

-Así estás a gusto.

-¡Ummmm! Sí, no se como terminaran nuestras espaldas al final, pero así estoy bien, continuó hasta meter todo lo que le daba y hacer tope con la pelvis sobre mis nalgas, parte de la verga no podía meterla por mi postura forzada.

-¡Qué rico culito! ¡Gracias Neptuno por enviarnos la niebla!

Empezó a follarme el culo, era divino a pesar de las malas posturas.

-¡Ay, ay, ay, ah, ah, ah, ah! -tardó poco en conseguir arrancarme exclamaciones de placer y me bombeaba con ganas.

-¡Mas, mas, mas Robert! Dame más verga amor. Está rico mi vida, fóllame fuerte. -los cristales del coche se había cubierto de vaho, Robert se movía violentamente montándome, cabalgando sobre mi y perforándome el culo.

-¡Ahhhh! Marin, tienes apretadito el culito, me estas ordeñando amor. -todo llega a su fin y la leche nos desbordó saliendo de nuestros huevos, la suya para llenarme el culito, la mía para manchar el asiento.

Cuando recobró el aliento y sin que hubiera salido de mi, volví la cara y entonces fue el primer beso, me enajena que me bese mientras me esta follando, teniéndolo a él dentro y tenerle por arriba y por abajo.

Antes le amaba y ahora le idolatraba, continuaba no queriendo pensar en el mañana, el futuro no existía, ni siquiera el pasado ya vivido, solo quería mi presente, el de este momento, apretado contra la tapicería de su coche de lujo, manchada con mi semen.

-Vete sacando la polla con cuidado. -la extrajo en un movimiento rápido, lo contrario de lo que le había pedido, me arrodillé encendiendo la luz interior. Pude respirar aliviado, su verga estaba limpia, muy brillante por la leche que había arrastrado al salir.

-A mi no me importa si alguna vez sale sucia Marin.

A ti no, pero a mi sí.

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