En mi último viaje a Puerto Vallarta tuve mi primer trío; una pareja de un oso canadiense muy peludo y un poblano moreno fit.
Planeé el viaje como una recompensa hace algunos meses. Mi nuevo trabajo comenzaría en pocos días y me acababa de mudar a un nuevo departamento compartido con Pedro, mi roomie que conozco hace poco.
Había pasado unos días muy tranquilos, nada de alcohol ni fiesta; por lo que el domingo que me alistaba para regresar, estaba demasiado caliente.
Me metí a Grindr a ver qué había. Mamados. Chavitos. Daddies. Mejor. Le mando un mensaje a un perfil que dice que son dos y sus descripciones: alto, peludo, panzón y pitido; el otro era lampiño, 1.75 y marcado. Tenían 36 años y 32 respectivamente.
Me mandó la ubicación de su hotel, que quedaba a unas 5 cuadras del mío. Llegué, pasé de largo la recepción y me fui directo a la puerta con el número 106. Estaba abierta. Me recibió el oso. Más alto de lo que imaginaba. Unas pantorrillas muy gruesas, llevaba unos pantalones cargo beige muy sueltos, ya casi por terminar de desabotonárselo y se los sujetaba con la mano; cerré la puerta detrás de mí, y los dejó caer.
Lo abracé muy casualmente y sentí la fricción de su barba, cuasi pelirroja, conté mi cara. Tenía unas cejas pobladas, unos ojos azules pequeños, pecas en toda la cara y una nariz recta. Su barba estaba muy desaliñada, escondía una linda boca que más tarde, desde abajo, pude verla gemir de placer cuando se venía sobre mi pecho y cara violentamente.
Detrás de él me saludó el otro wey, moreno, de mi estatura. Cara de galán, bonita boca y pelo de moda cómo hacia arriba. Inventaría algún nombre pero la verdad es que ni siquiera fue necesario. Este tenía un cuerpo trabajado, de los que tienen más hombros y brazo.
– ¿Que les va?
“Activos. Activo e inter”. Dieron al mismo tiempo.
Se voltearon a ver en ese momento en el que no se pusieron de acuerdo.
Yo soy activo, pero no me deja. Dice que no hay forma de que le metan algo por el culo, se quejó del oso.
Mientras nos quitábamos el resto de la ropa, yo al moreno, el moreno al oso y el oso a mí, íbamos desenfundando. El moreno tenía una verga curva, cabeza más clara que la piel de la base, unos huevos suavecitos que campaneaban muy rico mientras levantaba la pierna para quitar del camino su ropa interior. Mi verga es recta y cabezona, ahora traigo los huevos peludos, cuando hace mucho calor, cómo en la playa me cuelgan más. Cuando el oso se agachó a hacer lo mismo, agarró sus bóxer y me los puso en la cara. Estábamos delante los tres jalándonoslas y esperando quien sería el primero que bajara por los chescos.
El oso tenía una verga muy gorda, mucho más gruesa de la base y la cabeza era como una bala. Habíamos compartido fotos por la aplicación pero verla en persona era imponente. Tenía unos pelos deliciosos que cubrían la pelvis, la base de la verga y sus huevos. Se puso de rodillas por un rato y entre el moreno y yo le estuvimos dando de mamar. Agarraba la verga cómo si fuera un caramelo. No nos veía a los ojos, pero veía con ojos de enamorado nuestras vergas. Luego se incorporó y me hinqué yo. Les estuve mamando la verga por un rato, mientras ellos se besaban, luego le tocó al Moreno mamar mientras nos veía besarnos.
Poco a poco fuimos acercándonos a la cama.
Mientras me besaba con el oso, el moreno me apoyaba su verga contra el culo. Hasta que estaba el oso sentado en la cama, yo mamándole la verga mientras el moreno me estaba lamiendo el culo.
-¿Crees aguantar los dos?
-Tal vez, yo creo que sí.
Dudé por un momento mientras con ambas manos evaluaba las vergas.
-¿Seguro? No quiero lastimarte. Me dijo el oso, la expresión en su cara era genuina.
–No me van a meter las dos al mismo tiempo! Es una a una. Y yo creo que si.
Me empezó cogiendo el moreno. Primero yo boca arriba, con las piernas en sus hombros. Estaba rico agarrarme de sus hombros, cada que nos movíamos más adentro de la cama o cuando reacomodaba el condón el moreno, aprovechaba para tratar de meterme el trozo de carne completo del oso en la boca. En verdad era de esas vergas rosadas hermosas en las que quieres asfixiarte. El oso me ponía los huevos en la cara mientras se jalaba la verga.
-Ya quiero. ¿Puedo? Le preguntó el oso al moreno.
-Bueno, dale, pero tranquilo.
El oso me sacó la era de la boca y se bajó de la cama, se puso un condón y lubricantes y se puso detrás del moreno. Con cada embestida que me daba el Moreno, su culo chocaba y hacia presión sobre la verga del oso. El moreno se estaba pasando de velocidad. Sentía que me batía rico pero era demasiado fuerte o torpe. Estaba sudando, me caían gotas en la cara y solo veía su expresión casi primitiva observándome. En una de sus últimas arremetidas…
-¡No mames!
Grito y rápidamente se paró de la cama quejándose. No mames no mames no mames. Se quejaba.
-Amor perdón. Le dijo el oso.
Al parecer se la había dejado ir volviendo de una de esas arremetidas.
Entre risas nos volvimos acomodar. El moreno se vino cogiéndome. Cuando se quitó el condón pude ver su semen blanco y espeso atrapado.
El oso me puso en cuatro, al filo de la cama y me empezó a separarme las nalgas y a ponérmela. La punta de la verga daba aviso del calibre mucho más grande que la verga que había estado recibiendo durante rato. Yo abría y cerraba el ano masajeándosela y poco a poco me la fui metiendo. El oso solo jadeaba diciendo lo rico y calientito que sentía. Para ese entonces el moreno estaba en la cama recargando viéndonos y se la seguía jalando ya seco.
Sentía la barriga del oso en la espalda baja, con ambas manos me agarraba la cintura y a ratos me suspendía en el aire con la verga metida hasta adentro.
-Casi me vengo. Le avisé.
-¿Te dan asco o te los puedo echar en la cara?
Solo asentí y me cambié de posición, para tener su verga en la cara. Se quitó el condón y entonces recuerdo la mejor vista: el oso de pie al filo de la cama, con su gorda verga jalándosela en mi cara, sus huevos chocaban con mi mejilla.