Esto es una ficción, algo que me gustaría que me ocurriera con una amiga de mi trabajo, quien aún está indecisa en aceptarme. Me inspiré en otros relatos, de los cuales parafraseé descaradamente algunas líneas, perdonen los autores el caso, pero me gustaría que me pasara así.
Ha caído la noche. Ella llega a la casa de su amante y éste la recibe con besos y caricias. Llevan cuatro años de verse así, al menos una vez por semana. Ella está casada, pero parece no tener problemas para llegar a las citas de amor con su amante.
Se besan con ternura y, como siempre, él la acaricia por todas partes, especialmente en las copas del pecho. Entre besos la desviste, pero en cuanto sus chiches quedan al descubierto, primero las admira, después las besa y por último se prende a los dos pezones que ha juntado apretando las masas, un tanto bofas ya por culpa de la maternidad, enseguida alterna sus chupadas en cada pezón y sin dejar de mamar le quita el resto de la ropa. Aún faltan las medias, pero él tiene la verga muy parada y ella está mojadísima, así que se acuesta y la sienta sobre él ensartándole la verga en la pucha.
—¡Qué rico! Estás tan caliente que ni las medias me quitaste para cogerme, me gusta cómo te prendes a mí como becerrito —dice ella apretándole más la cabeza contra su pecho y mueve las nalgas circularmente.
El ritmo del amante se incrementa, es inminente la venida, pero ella se aparta de inmediato, dejándolo con el miembro completamente mojado con los jugos que han producido sus sexos con los meneos de ambos.
—Cógeme como quieras, pero te vienes hasta que me vaya a ir de aquí —le dice como justificación de su actitud.
—¿Por qué no quieres como antes?
—Sí quiero que te vengas mucho, pero ya que me vaya a ir a mi casa pues, ¿sabes una cosa?
—¿Qué?
—Le prometí a mi marido que le llevaría mucha leche tuya, le encanta mamarme la cuca cuando la tengo llena de tu semen…
—¿Cuándo supo él que yo te cogía? —le pregunta el amante con cara de asombro.
—Hace dos años, fue una vez que él estaba medio alegre porque había ido con sus amigos a una despedida de soltero de un compañero de trabajo. Llevaron una puta para que se la cogiera el festejado en plena fiesta, ella sólo cogió con él, pero los demás se la magrearon mucho mientras estaba ensartada. Así que con el alcohol y por la calentada que se dio, me desvistió cuando llegué a la casa y me chupó la pepa. Se dio cuenta de inmediato que estaba muy cogida, pues hasta escurría tu semen. “Eres muy puta”, me dijo. “¿Quién es el sancho?, preguntó mientras seguía chupándome como loco.
—¿Qué contestaste?
—La verdad, pues nunca lo había visto tan caliente. Nos cogimos muy rico, y eso que ya llevaba más de dos horas de verga contigo, recibí otras dos más y nos dormimos abrazados entre besos. “Te amo, putita”, me decía muy cariñoso. Al día siguiente, al despertarse se subió en mí y me volvió a dar una de las mejores cogidas de su vida. Al terminar me chupó lo que me había dejado, me beso y preguntó si me gustaba su semen. Le contesté que sí y le mamé la verga para sacar lo que le quedaba y lo volví a besar. Entonces me dijo “Me gusta más la leche de mi socio” me confesó antes de volverme a besar apasionadamente. No le di importancia a lo que dijo, pues lo consideré producto de lo caliente que estaba. Además, supongo que sí les gusta a los hombres chupar una pepa llena de semen de otro, pues tú mismo lo haces a pesar de saber que aún no me baño cuando vengo a verte y mi marido me ha cogido. Apenas me encueras, me mamas muy rico metiendo la lengua hasta donde se puede, y la nariz también. “Sabes y hueles a puta”, me dices.
—Hay pepas que fermentan muy rico el semen y saben riquísimo. La tuya es de esas.
—Pues después de ese día, casi todas las noches y las mañanas cogemos muy rico. Él se calienta mucho cuando le cuento cómo me coges y a mí me gusta todo lo que me hace, me pone en las poses con las que más gozo contigo. A él, como a ti, le gustan mucho mis chiches y no le importan que ya estén todas caídas por el tiempo y flojas por las mamadas que me dan.
Los tres somos muy putos y tú eres muy linda, tu boquita de luna me encanta… Lástima que no te conocí antes, cuando te podía haber embarazado. Te conocí panzona, con unas tetas que ¡pedían a gritos que las mamaran!
—Sí, me di cuenta cómo las mirabas y, a pesar de estar embarazada, me excitaban tus miradas de lujuria, creo que por eso caí en tus brazos años después, porque me seguías mirando igual y me decías de muchas maneras que te gustaba mi pecho, tanto que la pasarías ahí por horas, de todas las formas posibles me hacías saberlo, unas muy delicadas y otras con franca lascivia.
—¡Es que tus tetas son muy hermosas!
—Sí eso siempre ha dicho mi marido. Me hubiera gustado darte también a ti mi calostro y mi leche. A mi esposo se lo daba y le gustaba, en la noche dormía como bebé: mamándomelas. También, cuando llegó la hora de amamantar, las dos veces, tomaba la leche que los hijos dejaban.
—Sí, hubiera sido rico que te mamáramos los dos, a dos bocas…
—Aunque ya lo sabes, pero nunca te lo he dicho explícitamente: te amo. Bueno, a los dos los amo, pero a ti te agradezco lo puta que me has hecho ser. Gracias a ti, amo más a mi esposo y lo disfruto más…
Cogieron de todas las formas que se les ocurrieron, en cada una de ellas él la hacía gritar de felicidad por sentir un orgasmo tras otro, hasta quedar desfallecida entre sollozos. Las lágrimas escurrían por las mejillas. Él la besó y le chupó todo el cuerpo mientras ella descansaba de tantas venidas que tuvo. En cada lamida nueva ella sonreía y se dejaba hacer. Volvió a gritar al tener un orgasmo más cuando la lengua de él trataba de entrar por su ano; los dedos de ella jugaban con el clítoris y los de él entraban y salían de su raja que no cesaba de escurrir flujo. Descansaron, es un decir, ella movía el pene inhiesto de su amante quien no cesaba de mamar alternadamente las dos enormes tetas. Después limpió con la lengua completamente la vagina.
Cuando se acercó la hora en la que debían apartarse, ella se metió el falo en la boca un rato, después se acostó y, abriendo las piernas, le pidió en silencio que la cubriera. Él entendió que había concluido el tiempo de estar juntos y amoroso la volvió a penetrar dándole un beso. Ella, abrazándolo con fuerza le dijo “Vente, mi amor, déjame llenita de de semen, no dejes una gota en ti” y bajó su mano para apretar los huevos mientras él se movía con desenfreno. Los gritos del amante delataron su felicidad. Él descansó sobre el cuerpo regordete de la mujer que le hacía soñar de lujuria, en tanto que gozaba de las caricias en el escroto y las contracciones que ella hacía con el cuello de la vagina para exprimirlo totalmente. Cuando él se dejó caer a la cama, tomando el aire a bocanadas, ella alcanzo su bolso, extrajo un tampón y un condón. Abrió ambos paquetes; con el condón cubrió el tampón y se lo metió en la vagina.
—¿Por qué haces eso? —preguntó intrigado.
—Porque no quiero que se pierda nada de lo tuyo, que no se salga ni que se absorba en el tampón. Haré feliz a mi esposo y… seguramente me tocará otro tanto de lo que me acabas de hacer, ¡o más, porque habrá toda la noche para ello!
—Me gustaría tenerte una noche para mí.
—Tal vez la próxima semana me den permiso… Pero también, en las próximas vacaciones escolares, cuando mandemos a nuestros hijos a la capital, a visitar a sus abuelos, los tres podamos pasar un fin de semana juntos. Te recibiremos bien en la casa y habrá muchas bienvenidas de todos. ¡Será fantástico estar con ambos a la vez, dormir con mis dos amores, con una boca en cada teta!
Ella se vistió con calma, dejando el sostén hasta lo último para ofrecerle el pecho como despedida. El la mamó con suavidad. Antes de salir le dio un beso y él quedó satisfecho, pero impaciente esperando que llegara el sábado.
¿Qué excusa le darían a sus hijos para que no les pareciera raro que ella no durmiera en casa? se preguntó al acostarse en la cama que aún rebosaba del aroma de amor con la que la habían regado. Lo supo hasta el sábado siguiente: “Se supone que estoy en casa de una amiga y que estudiaremos toda la noche para entregar un trabajo en la maestría, ya ha sido así otras veces”, explicó ella acariciando la cabellera del amante mientras éste se extasiaba chupándole el pecho.