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El abuelo (Parte 3)
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Tiempo de lectura: 7 minutos

No falló ni un solo día. Todo el verano venía cada tarde y nos íbamos a pasear. Adiviné que no le gustaba ir a la playa para follar y no se lo pedí más. Solo íbamos a alguna playa para que yo me bañara, pero tomé la decisión de no ir más a la playa por la tarde. Yo iba en bici al Torn, me bañaba desnudo como me gusta, entonces y ahora, y llegaba a casa a las tres para zamparme mi bocata, una ducha, vestirme con colores vivos, sobre todo rojo, amarillo y rosado para alegrar la vida de mi Anselmo y short para sentir más cerca su mano cuando la ponía sobre mi muslo, ¡cómo me gustaba eso!, y a la hora ajustada hacia las 6 de la tarde esperaba a Anselmo en el lugar de costumbre. Nos íbamos a pasear en el coche a los alrededores, cuando nos apetecía nos besábamos con discreción y lo más que le hacía yo a Anselmo era una buena mamada en algún baño, fuera de la mirada de la gente, lo que Anselmo agradecía enormemente, porque a mi importaba lo que tres coños.

Así, un día tras otro y llenos de felicidad hasta que ocurrió lo que tenía que ocurrir. Mi hermana venía hacia casa y me vio esperando sentado en el suelo justo en la rotonda. Se dirigió hacia mí y no tuvimos tiempo de hablar ni reaccionar, llegaba Anselmo en el coche. Cuando quise decirle a mi hermana que se fuera, Anselmo ya había dado la vuelta y aparcó junto a nosotros. No salió del coche, pero era bien visible. Pudo tanto mi amor por Alfonso, que le dije a mi hermana:

—Ha llegado mi novio, te lo voy a presentar.

Ella se sonrió de contenta y se vino junto a mí hacia la puerta de Anselmo. Abrí la puerta y le dije que saliera y le presentaría a mi hermana.

— Anselmo, ella es Laura, mi hermana; Laura, él es Anselmo, mi novio.

En ese momento se quedó lívida, como si le hubieran serruchado el piso. Parecía que se desplomaba y se fuera a caer. Anselmo sonrió de ver mi decisión, abrazó a Laura, la besó en la frente y le dijo:

— Laura, ¿quieres venir con nosotros a dar un paseo?

Como Laura no contestaba, le dije:

— Laura, yo lo quiero, lo quiero mucho, entra al coche, llama a mamá y dile que estás conmigo y con mi novio, así se queda tranquila y a ti que se te pase este golpe de nervios.

Laura obedeció, entró al coche, respiró hondo, marcó número y…

— Mamá, estoy con Jotapé y su novio. Tardaremos en llegar.

… … …

— ¿Cenar?…, —preguntó mirándome y asentí con la cabeza— sí, mamá, sí, iremos a cenar.

… … …

— Vale, mamá, se lo digo…

… … …

— Ya veré cómo se lo digo para que no se moleste…

… … …

— Sí, mamá, sí, no te preocupes, no los molestaré…

… … …

— Sí, mamá, sí, de Jotapé no me extraña nada, aunque siempre me sorprende…

… … …

— ¿Guapo?…, mmmm…., guapo sí, y está buenísimo, mamá, vale, mamá, cuelgo.

Y como hace siempre, cuando piensa que es suficiente, colgó y me miró sonriendo.

— Mi mamá te quiere conocer, Anselmo, ¿lo he dicho bien?, —dijo volviendo la cara hacia mí y siguió mirando a Anselmo que conducía—, y le he dicho que eres muy guapo.

— También le has dicho que estoy buenísimo, ya no sé qué pensarán vuestros padres de mí…

— Por norma general no suelen pensar nada de nadie que no les haya hecho daño, pueden descubrir alguna rareza, pero también nosotros somos raros para otros, —dije sin más.

— Entonces un día tendré que ir a conocerlos y a que me conozcan; de momento solo he hecho una fechoría…, —así se expresó Anselmo

— ¿Qué has hecho?, —preguntó escamada Laura.

— Robarles a su hijo, —contestó sonriendo Anselmo.

— Y a mí un hermano y no me queda otro, —dijo Laura con la testuz levantada de cara a Anselmo.

Ese día fuimos muy amables con Laura y al final se agarraba del brazo de Anselmo. Cuando nos despedíamos Anselmo me avisó, o mejor, me recordó que el sábado siguiente cumplía años, los 73 de su vida y esperaba que obtuviera permiso de mis padres para irme con él el jueves:

— Diles que cumplo años, puedes decirles la verdad, que son 73, y que el lunes saldremos de viaje a Sevilla. Si lo hablas hoy y les parece bien, me dices mañana y confirmaré las reservas para los dos, —me dijo Anselmo.

Hablé con Laura para que no fuera ella quien diera las noticias sobre Anselmo y yo, porque esta noche yo mismo se lo iba a decir. Laura se comportó todo el tiempo de la cena y posterior con mucha naturalidad y sin impertinencias. Hablé con mis padres, les dije todo con todos los detalles, excepto nuestra intimidad. Mi padre me preguntó serenísimo:

— ¿Dormís juntos?

— Sí, papá.

— ¿Habéis tenido relaciones sexuales entre vosotros dos?

— Sí, papá.

— Entonces, sois novios…

— Sí, papá.

— Eres mayor de edad, no tengo que imponerte nada, solo te digo que a esa edad, a los 73 años, no te va a durar 50 años y tú puedes sobrepasarlo, me dices que no tiene compromisos familiares, no vas a cargar con nada que no hayas elegido tú. Solo te pido que pases por la universidad, te saques tu carrera por dos cosas, no vivas a costa de nadie, y luego, cuando él no esté que no te quedes con un futuro incierto.

— Él me ha dicho lo mismo, que no me quiere por el sexo y yo tampoco, papá; también me ha dicho que he de seguir los estudios; si vosotros os sentís en el deber de dármelos, no va a poner dificultades, pero está dispuesto a colaborar, —respondí.

— Pero tiene Anselmo una pena —decía Laura a quien mis padres escuchaban con más atención de lo habitual— y es que le parece que te está robando a tu hijo.

— Eso es verdad, también tú papá les robó a tus abuelos el corazón de tu madre y no se me quejaron. Una de las cosas más extrañas e incomprensibles que hay en el corazón del ser humano es el amor. El amor es loco, pero es tan real como la vida misma. Tienes todos los permisos para actuar bajo tu responsabilidad, lo cual no quiere decir que el corazón de tu madre no lo sienta; habíamos soñado muchas veces en tu boda, con una chica guapa y de buena familia, vestida de tul y blanco. Pronto descubrimos que no sería así y comenzamos a soñar con un príncipe para nuestro princeso. Nos ilusionaba tener dos hijos varones. Ahora volveremos a cambiar nuestros esquemas porque solo queremos tu felicidad. No serías feliz si te impusiéramos nuestros sueños, tú has de vivir los tuyos y nosotros seremos felices si es que te vemos feliz con tus sueños. Ánimo, hijo, y cuidaos mucho para vivir algunos años llenos de felicidad; van a ser pocos, pues vividlos intensamente.

El jueves con mi mochila salí de casa tras despedirme de mi madre, que me dijo:

— Si eres feliz yo estaré contenta. Cuando vengáis de Sevilla, invita a Anselmo un sábado a comer con nosotros y nos conoceremos. A quien tú ames, ya lo amo yo.

Ese día nos fuimos directamente a casa a petición mía. Yo tenía ganas de estar a solas con Anselmo. Adiviné que a él le pasaba otro tanto. Guardamos el coche, habíamos pasado por el hipermercado y habíamos comprado todo lo que necesitábamos. Sacamos las cosas del coche para subirlas a casa, vaciamos las bolsas y pusimos al frigorífico todo lo que había que mantener fresco. Luego fuimos a darnos una ducha. Hicimos la ducha juntos, nos besamos muy cariñosa y largamente. ¡Me encanta ese sabor de lengua y me pone siempre! Anselmo es genial, juega como un chiquillo y habla muy sensatamente.

Yo respeto que Anselmo se ponga pantaloneta para andar por casa, y él respeta, además le gusta, que yo vaya desnudo por la casa, haciendo tareas o simplemente para estar. Lo que hago es tener una toalla ajustada a los asientos para no ensuciar.

Anselmo llama a electricistas, carpinteros y otros servicios para hacer arreglos, ahora los hago yo. Él me dice que soy un manitas, pero yo hago lo que aprendí de mi padre. Ahora utilizo manuales bajados de internet para hacer estas tareas lo mejor que puedo.

Cenamos y vimos un par de episodios de una serie y nos fuimos a la cama. Aunque nos habíamos duchado al llegar, ahora quisimos estrenar la ducha anal que había hecho comprar a Anselmo. Mientras él preparaba la cena yo instalé la ducha que funcionaba perfectamente. La probamos, limpiamos nuestro recto y tras secarnos, perfumé a Anselmo y me perfumé mi culo. Anselmo deseaba realizar un beso negro después de la limpieza y lo hizo. Se hubiese quedado siempre comiendo, soplando y aspirando mi culo, pero tuve que decirle que solo es una técnica.

— Sí, pero muy agradable, hasta huele bien.

Siguió dándole a mi ano con su boca como si fuera el mejor de los manjares, hasta le dije:

— Anselmo —se interrumpió—, ahora toca follar, follar y follar hasta que me preñes mi culo.

— Ah, ya; es tan agradable tu culito…

— Ya, pero quiero sentir tu polla y la tienes a tope que te vendrás sin provecho…

Como yo estaba en la parte de arriba en el 69, me di la vuelta, me puse de espaldas a la cama, levanté las piernas dobladas, puse la almohada debajo de mis lumbares y le ofrecí mi culo. Agarró mis piernas por los tobillos, se las cargó a los hombros, ajustó la punta de su polla en mi hueco anal y mientras él lo pensaba para no hacerme daño, avancé con un impulso mi culo contra su polla y lo clavé en mí. Me hice daño, pero eso se pasa y en cuanto antes mejor. Anselmo comenzó a bombear con fuerza, porque tenía mucha fuerza y resistencia. Por eso yo expulsé mi semen sin tocarme, lo cual me dolió porque el placer es abrupto. Le llené su pecho de mi semen porque él estaba inclinado sobre mí. Yo recogía mi lefa de su pecho y me lamía el dedo, le ofrecí a Anselmo lamió mi dedo y explotó su orgasmo en el interior de mi recto. Tras los espasmos orgásmicos se me echó encima y me llenó de besos, decía a intervalos:

— Ay, ay, …, mi niño, …, mi amado, …, cuán feliz … me haces. Eres … la misma alegría … que ha … invadido … mi corazón …

Yo lo besaba centímetro a centímetro toda su cara. Anselmo cumplía con creces mi alegría y me daba mucho placer. A estas alturas, ya sabéis que mis padres me quieren muchísimo, mi hermana también. Día tras día, Anselmo superaba todas mis expectativas sobre el amor. Por mi parte, yo buscaba las maneras de complacerle. No discutimos nunca, queremos estar uno junto al otro, nos posibilitamos el cumplimiento de nuestros deseos. Por eso, cada noche se hacía eterna de sexo hasta la madrugada. Pero esa noche me dijo que teníamos que dormir temprano, porque se tenía que levantar temprano.

— Pero es domingo, ¿dónde vas a ir?

— Al Rosario de la Aurora…

— ¿Quéeee…? ¿Qué es eso…?

— Una procesión que se hace rezando, pero hoy pasa por esta calle y giran la imagen de la Virgen hacia esta casa en honor a mi difunta madre.

— ¿Puedo ir yo?

— Puedes verla desde detrás de la ventana y sin cansarte…

— Pero…, yo quiero ir, no conozco eso; quiero todas las cosas que tú quieres…

Me miró con los ojos serios y me dijo:

— Te despierto para que puedas lavarte algo, nos vamos, nos quedamos a todo…

— ¿Qué es ese todo?

— Misa y luego chocolate con churros.

— Joder, Anselmo, y te lo tenías tan callado, con lo que me gusta el chocolate con buñuelos…

— Sí lo deseas también buñuelos que son de calabaza y están para chuparse los dedos.

— Pues eso, chocolate, buñuelos y churros.

— Pero antes la misa

— Pues, eso, misa, y lo que sea; donde vas tú puedo ir yo, y las tradiciones me gustan todas, cohetes, toros, carnaval, fallas, tooodo.

— Ahora me gustas más, mi niño, eres un sol, mi sol, y me besó.

Bien juntos y pegados uno al otro dormimos hasta que me despertó. Él ya se había arreglado y me fui a mastubar para bajar mi erección. Luego de la ducha nos fuimos a eso del Rosario de la Aurora. El chocolate estaba bueno, igual que los churros y buñuelos. Me llené la barriga y como el chocolate es afrodisiaco, pues me entró la calentura y miré a Anselmo con muy mala intención. Lo notó y me dijo:

— Hoy nos vamos a ir a la playa para que disfrutes desnudo del agua y del sol.

Me puse feliz, me llevó al Torn, fuimos al bosque, donde la otra vez, y follamos entre matorrales y pinos. Pasaron por allí algunos y, aunque ellos iban a follar también, unos decían «conchudo el viejo, jodiendo al pobre muchacho», otros «pobre viejo, ese chico le va deshacer el culo», dependiendo de nuestra situación. Si pensaran en el cuidado que tenemos para no dañarnos.

Para comer fuimos al quiosco de la playa, tuve que vestirme con mi pantalón corto porque no había traído ningún tipo de bañador.

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