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Una noche movidita
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Álvaro era moreno, alto, fuerte y huérfano y era amigo mío y de Alfonsito (Alfonsito me contó la historia y yo la escribo cómo si fuera él). Álvaro vivía con el clan de los Pichines, un clan familiar que en los años sesenta movía tabaco rubio en las costas gallegas. El patriarca del clan era su tío Severo y la matriarca su tía Marta. Tenían un hijo y una hija, jóvenes cómo él y cómo yo.

La primera vez que fui invitado al pazo de los Pichines por mi amigo Álvaro, a las once de la noche, yendo de la cocina a mi habitación, escuché cómo le decía Marta a Severo:

-La guardia civil ya cobró. Detendrán en el control a una furgoneta con 50 cajas de tabaco y dejarán pasar tres camiones con miles de cajas.

-¿Dejará escapar al conductor?

-Sí, Jaime escapará, está Pedro esperando por él cerca de allí en el sitio que acordaron. Está todo atado y bien atado

-Nombrarte mi mano derecha fue un gran acierto.

A Marta le interesaba más otro tema.

-¿Llamaste a Gervasio?

-Sí, haremos una fiesta en el puti club, ya sabes, para tener una coartada.

-Sí, ya sé cómo son tus coartadas.

-¿A estas alturas del partido no te irás a volver celosa?

-No, pero siendo yo fiel cómo te soy no sé cómo llevas toda la vida siendo tan cabrón.

-Eres fiel porque sabes que si me metes los cuernos no la cuentas.

-Te soy fiel porque soy muy decente… Muy honrada… Muy señora.

Severo sacó a pasear su prepotencia.

-¡Y más te vale segur siéndolo! Me voy.

-¿A follar con alguna puta?

-Sí. ¡¿Pasa algo?!

-No, nada.

Dejaron de hablar y volví a mi habitación.

La habitación de invitados donde yo dormiría esa noche era más grande que la casa de mis abuelos. Tenía un cuarto de baño donde los grifos de la pileta, del bidé y de la bañera eran de oro. La inmensa cama tenía cortinas de seda, (supuestos mosquiteros) televisión, un sofá y un tresillo, tres sillas tapizadas, una mesita, dos armarios, una cómoda. El piso era de madera de roble… Y no sigo, solo decir que tenía de todo y todo lujoso.

Estaba con la luz pagada cuando vi que se abría la puerta y se encendía la luz. En la puerta, con los brazos abiertos y apoyada con las mano al marco estaba Marta, la fiel, la decente, la honrada, la muy señora. Tenía el pelo suelto y vestía con lencería de color negro, medias, liguero, bragas y sujetador. Solo había visto a mujeres vestidas así en las revistas guarras. La matriarca era de estatura mediana y estaba rellena. Sus piernas eran gorditas. Tenía algo de barriga y sus grandes tetas parecían querer romper las copas del sujetador. Sonriendo con picardía, me dijo:

-¿Puedo pasar?

Empalmado, le respondí:

-El pazo es tuyo.

Cerró la puerta y anduvo el trayecto que había desde la puerta a la cama caminando cómo una modelo (desprendía aroma a hierbabuena). Me destapó. Vio que vestía solo con unos calzoncillos en los que la cabeza de mi polla salía por la parte superior y latía haciendo que se moviese la goma. Me los quitó. Se echó a mi lado. Me cogió la polla y comenzó a hacerme una mamada. Mamaba que daba gusto. Pasaba la lengua de los huevos al glande, lo chupaba, bajaba, chupaba y lamía los huevos, volvía a lamer, la metía casi entera en la boca… Todo ello mientras me masturbaba la polla. Cuando vio que me iba a correr, se quitó las bragas, sujetador y medias. Tenía las tetas enormes, con enormes areolas marrones y tremendos pezones y una enorme mata de pelo negro rodeando su coño. Se echó boca arriba, y me dijo:

-Mete esa preciosidad en mi coño.

Preocupado porque iba a quedar mal, le dije:

-No voy a aguantar nada.

-Lo sé, cariño, métela.

Me puse encima de ella y se la metí. Entró cómo una bala en el agua. La matriarca, me cogió el culo y se movió sensualmente debajo de mí. Me comió la boca… Y antes de un minuto, sintiendo sus blandas tetas dispersas sobre mi pecho, le llené el coño de leche. Oí cómome me decía:

-Así, amor, préñame, préñame, cariño.

Sus palabras hicieron que mi corrida fuese larga, muy larga.

Cuando acabé de correrme, me dijo:

-Sigue, sigue, no pares. Quiero más leche tuya dentro de mi coño.

Mi polla, algo blanda, la siguió barrenando. En segundos estaba de nuevo tiesa. Marta seguía moviendo sus caderas y su culo. Los movía cómo si estuviese bailando al ritmo de una balada. Al sentir que me iba a correr de nuevo, me dio las tetas a mamar por vez primera. Fue poner una teta en mi boca, y mamando aquella delicia blandita, la volví a llenar. Marta, sintiendo mi leche espesa y calentita llenar su coño, me apretó contra ella, y volvió a decir:

-Así, así, préñame, cielo, préñame.

Joder, me emocioné de tal manera, que al acabar de correrme la follé a toda hostia para llenarla de nuevo. Marta, no lo esperaba.

-¿Qué haces, baaaandido? ¡Ay que me corro! -apuré aún más- ¡¡¡Me cooorro!!

Corriéndose, la volví a llenar. Acabamos, me miró, sonrió y comenzó a correrse de nuevo. La matriarca era multiorgásmica. Sus gemidos de placer se volvieron escandalosos. A ese orgasmo siguió otro, con el que me corrí otra vez dentro de ella. La matriarca tenía preparada una sorpresa final. Me dijo:

-Méteme la lengua en el coño para que no salga tu leche mientras yo me toco. Metí mi cabeza entre sus piernas y la lengua dentro de su coño, un coño grande y caliente. Marta se masturbó el clítoris con dos dedos, y en nada: "¡Chooof!" De su coño comenzó a salir una riada de jugos mucosos y semen. Yo no sacaba la lengua de su vagina pero salía por los lados. Marta se retorcía con el placer. Al acabar de correrse, cuando ya se apagaran sus gemidos vi cantidad de jugos y semen sobré la sábana. Me volví a excitar. La cogí por las nalgas, ella arqueando su cuerpo me ayudó a hacer lo que quería, comerle el coño del mismo modo que comería un loco un helado que piensa que se lo van a quitar, o sea, lamiendo y mordiendo el cucurucho, que en su caso era él clítoris.

A punto de llegar, me dijo:

-¡Me voy a correr, me voy a correr!

Dejé de lamer y le clave la polla hasta las trancas.

-¡¡Me corro, me corro, me cooorro!!

Comenzó a correrse ella y me volví a correr yo dentro de su coño. Volando por las cumbres del placer, dijo:

-¡¡¡Sííí!!!

Al acabar de correrse, con una sonrisa de felicidad en los labios, me dijo:

-Si quedé preñada nunca te faltará de nada.

Yo, a mis dieciocho años, quería seguir follando.

-¿Y si echamos un par de polvos más para asegurarnos?

Me besó y me dijo:

-Si no quedé preñada lo volveremos a hacer. Ahora vuelvo a mi habitación a descansar.

¿Qué decir de eso? Pues que no lo volvimos a hacer y que durante años tuve una conservera, y que ahora vivo cómo vivía ella, a todo tren.

A la media hora de irse la matriarca, se volvió a abrir la puerta, una figura de mujer con coletas entró en la habitación y cerró la puerta detrás de ella.

Al meterse en la cama me llegó un aroma que al olerlo ya me empalmé. Aquel aroma no era de jabón perfumado de la Toja, ni de colonia. Lo llevaba puesto Juana, y era lo único que llevaba encima cuando se metió bajo la única sábana que me cubría. Supe que era Juana, cuando me dijo:

-La cama está mojada. ¿Es tuyo o de mi madre?

Era obvio que nos había escuchado.

-De los dos.

Sus labios rozaron los míos. La besé con lengua, y le pregunté:

-¿No te importa que haya follado a tu madre?

-No, me excita que la polla que hace un momento estuvo dentro del coño de mi madre se meta en el mío.

Le seguí comiendo la boca… Busqué sus tetas con mi mano derecha. Me encontré con dos pequeñas piedras de seda con pezones erectos. Mi boca se moría por comer aquellas tetas del tamaño de dos limones. Las besé, las sobé, las chupé y las mamé. Luego fue ella la que hizo que me echase boca arriba. Ahora fue ella la que me comió la boca y las tetas mientras meneaba mi polla. Sentí cómo alguien se metía en la cama justo entre mis piernas, metía mi polla en la boca y la mamaba. Olía igual que Juana. ¿Sería una amiga? Fuera quien fuera mamaba de maravilla, tan bien mamaba que me corrí en su boca. Se tragó mi leche y después se echó entre Juana yo. Le acaricié la espalda mientras se besaba con Juana. Tenía la piel fina, le pregunté:

-¿Quien eres?

Juana, encendió la luz. y vi la cara de su hermano Juan.

-¡Hostias!

-¿No te dijo Álvaro que mi hermana y yo queríamos jugar contigo?

Álvaro, no me había dicho nada.

-No. ¿Hermana?

Dejé de mirarle para la cara y miré hacia abajo, Juan, no era Juan, era chica.

-¡¿Cómo es que tienes tetas y coño, Juan?

Juan, bajó la cabeza y me dijo:

-Soy diferente.

-¡Hostias si eres diferente! Eres una mujer con voz de mujer y esta tarde eras un chaval con voz de chaval.

Juan agachó la cabeza, y me dijo:

-Mis padres querían un niño… No soy Juan, soy Juanita.

-Me da a mí que tu madre lo sigue queriendo.

Juanita era una joven delgada, rubia, de ojos azules y guapa, muy guapa. Era una chica que pasaría por gemela de Juana si no la hicieran vestir cómo un chico y no llevase peinado de chico, me dijo:

-En fin, si no te gusto, me voy.

Juana, se había mosqueado.

-Nos vamos las dos, Juanita, nos vamos las dos. Creo que mamá lo dejó para los perros.

No las podía dejar marchar. Tenía que follarlas.

-A ver, que yo me entere. ¿Eres hombre o mujer?

-¿Tú que crees?

Era una chica. Cambié de tercio.

-¿Qué os echáis que oléis tan bien? ¿Eso no es colonia, o sí?

-No, es un perfume, se llama Tabú.

Pasaron a la acción. Primero me besó Juana, después me besó Juanita. Sentí su lengua en mis labios, abrí la boca y la saboreé… Juana, empezó a tocarse el coño, un coño con una pequeña raja rodeada de pelos rubios. Con la otra mano cogió mi polla, que se me puso dura de nuevo, Juana, me dijo:

-Masturba a mi hermana.

Le eché una mano al coño peludito y comencé a masturbarla con un dedo… Juana, a medida que me fui calentando y calentando a su hermana, se calentó ella.

-Lame y chupa sus tetas.

Hice lo que me dijo. Le lamí y chupé las tetas. Tenían el tamaño de dos limones. Al rato me dijo:

-Cómele el coño.

Metí mi cabeza entre sus piernas y lamí con lujuria aquel coñito virgen. Juanita, que era eyaculadora precoz, comenzó a correrse. El coño echaba chorros de jugo. Aparté la boca. Juana ocupó mi lugar… Al acabar de correrse Juanita, Juana, con la boca llena de jugos y saliva, me llevó una mano a su coño mojado, y después me besó y no apartó su boca de la mía hasta que sintió cómo me tragaba parte de los jugos de su hermana, unos jugos que sabían agridulces. Tenía lo que beber los suyos. La empujé, le levante el culo con las dos manos y le enterré la lengua en el coño, luego lamí de abajo arriba con celeridad, y al ratito, Juana, exclamó:

-¡Me vooooy!

Se corría cómo su hermana, soltando chorros de jugos y retorciéndose, temblando y gimiendo cómo posesa. Tragué los que pude. Sobre la cama quedaron algunos, eran cómo mocos, pero menos espesos, y sabían diferente a los de su hermana, tenían un sabor cómo a óxido, la verdad es que estábamos dejando las sábanas para tirar.

Al acabar de correrse, me volvió a besar, y después me dijo:

-Ponte boca abajo para que Juanita te pueda comer el culo cómo me lo come a mí.

Quise ser sarcástico.

-Bueno, peligro no hay de que me desvirgue.

Juanita, comía el culo que daba gusto… Los dedos de Juana volvieron a entrar y salir de su coño.

-¿Te gusta lo que te hace mi hermana?

-Es agradable.

Me puse a cuatro patas, Juana, se dio la vuelta, puso su cabeza debajo de mi polla, la agarró, comenzó a ordeñarme y con la otra mano volvió a meter dos dedos en el coño… Los metía, los sacaba, acariciaba el clítoris con ellos mojados, los volvía a meter, los volvía a sacar… Y Juanita, la mosquita muerta… La mosquita muerta debía llevar un maricón dentro, ya que me metió un dedo en el culo y me lo folló metiendo y sacando. Encima, se cachondeó. Dándome cachetes y mordiscos en las nalgas y acariciando mis pelotas, me dijo:

-¿Gozas, mariquita?

No le respondí, le respondió mi polla corriéndose en la boca de su hermana. Juana, tragando mi leche aceleró los movimientos de sus dedos y se corrió jadeando cómo una perra.

Aún estábamos tirando del aliento cuando entró mi amigo Álvaro en la habitación.

-Veo que te follaron, Quique.

Al no extrañarse de lo que estaba viendo, le dije:

-Antes te follaron a ti. ¿No?

-¿Desvirgaste a Juanita?

-No.

-¿Desvirgaste el culo de Juana?

-Tampoco.

-¡¿Entonces qué coño hiciste?!

-Más que hacer, me hicieron.

-Pues habrá que hacer algo.

Sonriendo, dijo Juanita:

-Síííí.

Juana, se levantó de la cama, Juanita la siguió.

Álvaro y Juanita se agacharon y le comieron el coño y el culo.

Después de ponerla perra de nuevo, Juana, se puso en cuclillas, cogió con una mano la polla de Álvaro y comenzó a sacudirlas mientras le lamía el coño a su hermana. Yo miraba, hasta que me dijo:

-Ven, Quique.

Fui y se turnó mamando las dos pollas y comiendo el coño.

Al ratito, le dijo Juanita:

-Me voy a correr, hermanita.

-Dámela, cariño, damela.

Juanita soltó un chorro de jugo que impacto en la lengua de su hermana, y después otro, y otro, y otro… Cuando acabó, Juana, después de tragarse los jugos, me dijo:

-Cógeme de pie

La levanté en alto en peso. Juana rodeó mi cuello con sus brazos, se la clavé hasta el fondo. Álvaro le agarró a piernas y se la clavó en el culo. Juana me comía a besos y bufaba cómo una gata, Álvaro le besaba, lamía y le mordía el cuello a Juana, Juanita, arrimado con la espalda a la pared, se tocaba las tetas y el coño… Tiempo después, al ver la cara desencajada de Álvaro corriéndose dentro del culo de su prima, al ver a Juana temblando, con los ojos en blanco y al sentir el ruido que hacía su corrida al caer en el piso de la habitación de invitados, un ruido que parecía el que hace una cascada, le llené el coño con una corrida brutal. No pensé que podía quedar preñada ni hostias, por suerte, no quedó.

Juanita, tocándose, nos miró, y preguntó:

-¿Y yo?

Fui a su lado. Le froté la flácida polla en los labios de su coño y… ¡Se corrió cómo una fuente! Lo dicho, era eyaculadora precoz. Al acabar de correrse la cogí en brazos y la puse sobre la cama.

Juana, le acarició el cabello y la besó en los labios, yo le mamé a teta izquierda, Álvaro le mamó la derecha. Acariciábamos su vientre y sus costillas, Juanita había echado los brazos alrededor del cuello de su hermana. Juana, se echó boca arriba al lado de Juanita, y le dijo a su primo:

-Tómame, Álvaro.

Álvaro, arrodillado sobre la cama, la cogió por la cintura. Juana levantó la pelvis y puso su coño delante de la polla empalmada. Vi cómo iba entrando con suavidad. Arrodillado sobre la cama, cómo Álvaro, y a su lado, cogí a Juanita por la cintura. Se puso en la misma posición que estaba su hermana. Vi su coño abierto. La cabeza de mi polla ocupó toda su raja. Al meter la puntita en su vagina un grito de dolor salió de su garganta.

-¡¡¡Ayyyy!!!

La saqué. Agarró mis nalgas con sus manos, me apretó contra ella y la cabeza entró entera.

-¡¡Ayyyy!!

Juana se puso perra, perra, perra, le dijo a Álvaro:

-¡Métemela en el culo, primo!

Álvaro se la quitó del coño, y le clavó la cabeza de un golpe de riñón. La que gritó ahora fue Juana.

-¡¡¡Ayyyy!!! Poco, poquito a poco que me rompes.

Las dos pollas fueron entrando despacito en el coño y en el culo. En el culo, al sacarla, veía cómo el ojete latía al abrirse y al cerrarse. En el coño salía pintada de rojo, hasta que salió solo mojada con los jugos de Juanita… Tiempo después los gritos de dolor de la jovencita dieron paso a los de placer y los lagrimones a las sonrisas.

Juana, frotándose el clítoris, y con la polla entrando y saliendo de su culo, le dijo a Álvaro, mirándolo a los ojos:

-¡Lléname el culo de leche otra vez!

Álvaro le folló el culo con celeridad, Juana, se frotó aprisa y gritó:

-¡¡¡Yaaaa!!!

Juanita, mirando cómo se corría su hermana, se empezó a retorcer y entre gemidos de placer, que se mezclaban con los de su hermana, me bañó la polla con sus jugos. Álvaro le llenó el culo de leche a Juana. Yo la saqué y me corrí sobre el vientre de Juanita.

Si comentar costase dinero… ¡No comentaba ni el Tato! Lo digo porque si siendo gratis os cuesta…

Quique.

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