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Mi primera madura. Un día en el paraíso
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Este es un relato auténtico, sucedido durante unas vacaciones familiares en Playa del Carmen, lugar paradisíaco en el mar Caribe, mi primera mujer de verdad, fue como estar un día en el paraíso, pero su recuerdo perdura por siempre.

Ella era una mujer de unos 28/30 gloriosos años, trigueña, bonita sonrisa y cuerpo exuberante, enormes tetas, caderas deseables, rellenita pero sin excesos. Ella me regaló un gran momento de sexo, entregó algo más que su ternura.

Sucedió una tarde de ese caluroso verano que se me ocurrió salir solo a caminar por la playa, ir un poco más lejos de la muchedumbre, senté mirando el azul profundo del mar caribe. Me ubiqué cerca de dos mujeres que estaban tendidas al sol, para mantener ese bonito tono bronceado caribe que tan bien lucía en la piel, ambas disfrutando del relax mientras se toman todo el sol. Entangadas, exultantes, destacándose entre los pocos asistentes a esta playa, platicaban despreocupadas del mundo, hasta que llegó un conocido de su amiga y se la llevó.

Quedó solita tomándose todo el sol para ella sola, de pronto sucedió algo fuera de programa, la mujer reparó que me tenía absorto mirándola asolearse, trataba de no ser tan evidente, de todos modos ella había registrado mi particular manera de mirarla, también ella espiándome.

Entendí que mirarla con tanto deseo había complacido su ego de sentirse deseada, tal vez eso motivó que decidiera jugar a excitarme. Se tendió boca abajo, ofreciéndome el mejor plano de sus generosas nalgas, el cola less las hacía aún más imponentes. De reojo seguía controlando como me las ingeniaba para devorarla con los ojos simulando que no miraba.

El juego del gato y el ratón, ella decidió jugar de ratón, dejarme el protagónico. Volvió a girarse, boca arriba, sin perderme detalle de cómo la devoraba con los ojos, elige el momento de incitar al gato, se sacó la parte superior de la escueta bikini, haciendo topless, invitación a revelar mis intenciones.

Con los senos a pleno, abrió la hielera, sacó dos botellas de refresco, me hace una clara señal de invitarme a compartirlo… Acepté, con la botella en la mano quedé pasmado, mi mundo se había detenido, las tetas en libertad habían encarcelado mi deseo, colmado el campo visual, embotado mis sentidos, no podía salir del asombro, descolocado, sin poder de reacción.

Ella disfruta el elogio de mi turbación, para bajarme de la nube, me preguntó cosas sin importancia como para romper la turbación, darme un relax a la notable calentura que se abulta entre mis piernas.

– ¿Quieres nadar un poco? – se me atoraron las palabras, asiento con un gesto.

Era visible que le atrae mi inexperta juventud, en ese momento era delgado, un poco desgarbado pero de facciones delicadas, la fascinación que debe ser notoria, tal vez seducida por la fascinación producida en un joven de 18 años desbordados por estar acompañando a esta voluptuosa exuberancia, que no hubiera imaginado ni en mis más tórridos instantes de calentura.

Entiende mi turbación, disfruta esta elogiosa admiración, asalto de mis pensamientos más obscenos, el pantalón de baño, holgado, no podía ocultar el tamaño de mi inconfesable “admiración”. Espía de reojo el bulto, sonríe, entramos al agua de la mano. Ella manejaba las acciones, disfruta la proximidad, inquieto y nervioso, se me dificulta articular dos palabras seguidas sin que se notara mi inexperiencia, eso es lo que la cautiva. Ella, está totalmente seducida por el inexperto, auténtico en su delirante admiración, inocultable a los ojos de una mujer ducha en entender las reacciones de los hombres que terminan sucumbiendo antes sus encantos.

Nos alejamos de la gente, lo suficiente para poder jugar a seducirme, frente de mí, sus tetas quedaran a la altura de mi cara, quedé paralizado por la emoción, sentir tan cerca toda esa carne turgente, acariciarlas con mi aliento.

– ¿Te gustan? – se me atragantó la palabra en la sorpresa. –-¿Te gustan?

– Sí… sí… mucho… mucho…

Me las arrimó, más cercana, el gesto me da el permiso para tocarlas, la sorpresa limita mis movimientos, la torpeza en las manos se convierte en calentura, ella bajó el sostén, las puso en mis manos.

– Anda, puedes tocarlas, todo lo que quieras, siéntelas tuyas…

El deseo sube por el ascensor, la timidez de novato me hace ir por la escalera, peldaño a peldaño, aprendo a sentir el calor de ser dueño del pecho de esta mujer, intimida tanto como excita.

– Me las besas… por favor…

Aprendo rápido y bien. El beso rápido, abrió el camino a otro más cálido, con la boca abierta para hacerle sentir la humedad de mi boca y el goloso deseo, secuestro el pezón, chupé y lamí con fruición hasta mordidas, la prudencia de la mujer me escamoteó el objeto de deseo.

Superado el examen, prepara un nuevo desafío, se sube el sostén oculta el “tetamen”, llevó mis manos a sus nalgas, apreté sus carnes, metí los dedos en la raya, jugando a copiar la forma de su papo. Puso sus labios delante de los míos, el beso fue refugio de mis sensaciones, sentirme comido por sus labios, mezcla de timidez, deseo y salvaje calentura, enseña cómo colocar la lengua dentro de la boca, copio y devuelvo atenciones.

– El beso húmedo se da con la lengua, besar emociona y motiva mucho más que el contacto de los sexos.

El besó terminó por despertar mis instintos, tal vez en ese momento fue la génesis de graduarme de hombre, solo queda el miedo escénico, a despertar del sueño mágico y que mi paraíso se desvanezca. Estoy seguro que ella podía leer mi pensamiento porque interrumpió el divague interno.

-¿Quieres tener sexo con esta puta?

Los rubores tímidos del pudor y la sorpresa encendieron mis mejillas, no atinó a decir palabra, repite la pregunta:

-¿Quieres tener sexo con esta puta?

– ¡Sí! Sí, sí… sí señora… síii. Pero… pero… nunca… bueno lo hice… con mis amigas… -debí haberme puesto rojo como un tomate, bajé la mirada…

El instinto, maternal, afloró en la mujer, tomó el control, allanar el camino, dejarme ser yo mismo.

– Si quieres… yo te puedo enseñar…

A momento de salir del agua, ella advierte que tengo una brutal erección, la verga enhiesta como mástil de bandera en desfile, caminó cubriéndome y hablándome de cualquier cosa para diluir la incontenible erección. Este hecho tan natural como instintivo, fue el gesto que terminó por sumarle ternura a este cuento de hadas.

Me llevó hasta el hotel de la playa, pidió una habitación. La “parejita” no pasó desapercibida ante los ojos expertos del recepcionista, la respuesta de ella tampoco.

– Es mi hijo. – lo convenció tanto como si dijera que había aterrizado un ovni en la playa…

En la privacidad de la habitación era otra cosa… Se inclinó delante de mí, bajé el short, la pija respondió a la liberación como un resorte, se elevó apuntándole como cañón, con una leve inclinación hacia, arriba, se la quedó mirando, regodeándose con la visión de mi carne casi virgen. Este cañón pronto tendría su bautismo de fuego, cuatro andanadas de leche descargaría en nuestro primer encuentro con mi puta.

Se quitó la tanga y se mostró al natural, era mi primera mujer madura desnuda, mi primera puta, todo por ver, todo por descubrir. Arrodillada entre mis piernas, toando la verga entre sus manos, adorándola.

– Te voy a dar la mamada de tu vida, como lo hacen las putas, aprende, disfruta, goza y pide que te lo hagan así…

Tomó la verga súper erecta en sus manos y la besó, sin dejar de mirarme, no podía dar crédito, los ojos desorbitados cuando su boca cubrió la cabeza del pene recién descorrido el prepucio. Entorné los ojos, quizás para disfrutar el calor que me transmite su boca. Una segunda, una tercera y otra entrada en su boca me van poniendo en clima, tomada de su cabeza, la pelvis adquiere el control-

– Muévete, acompaña la mamada de tu puta.

Sigue mirándome, elogia mi capacidad de aguantar tanto, agradeció no haberme venido, estaba bueno que pudiera aprovechar todas las instancias sin venirme tan de prisa. Desnudita se tendió sobre el lecho, las piernas flexionadas, abiertas de par en par, exhibiendo toda la belleza y sexualidad de una hembra dispuesta para su hombre.

– Mírala, es tuya, toda tuya. Toda para ti, disfrútala! Tócala, es toda para ti. En este momento soy tu puta, toda tu puta. Tú eres mi dueño, mi señor, el que ordena y manda… -indica, besarla, lamerla. – Ven, acerca tu boca a la conchita, siente el aroma de una almeja caliente y excitada, como se abre para que te la comas.

Una mamada sin técnica pero con mucha pasión, la dejaron vibrando, excitada y entusiasmada con este amante, que un momento más tarde estaría colocando mi poronga, dijo que considerable tamaño.

– Me voy a colocar en perrita para que puedas hacerlo mejor, te favorecerá esta posición para ejercer el dominio sobre su puta, manejarte con más y mejor libertad para hacerte más hombre.

Tan caliente y tan lubricados, se fue deslizando, sin pausa, hasta metérsela toda dentro, la tremenda erección se desliza dentro del estuche, alaba el buen grosor. Qué disfrute gozar de la cogida que me está dando, contrayendo y aflojando la presión de los labios vaginales, nuevo elogio por el aguante.

De pronto la sensación de la venida me quita la respiración, la calentura vibra en la zona renal, siento que las venas se dilatan, el semen comienza a galopar hacia la libertad, estoy en las preliminares de una eyaculación épica, mi primera venida en una puta. El latido desde el fondo de los riñones se hace notable, empujar con todo, el primer chorro casi doloroso, latiendo en todo el cuerpo, expandiendo los conductos seminales hasta liberar la carga. Presionando en el fondo, leves movimientos para acabarle.

– ¡Ah, ah, ah! ¡Ahí… voyyy…!

Casi temblando por la tremenda acabada, bien valió la pena haberme demorado, ahora podía disfrutar el agotador esfuerzo por llenarla con mi semen. Un par de latidos terminaron por vaciar el resto de la profusa eyaculación. La calma que deviene de la tormenta pasional, fue el certificado de bienvenida al nuevo mundo.

Sin salirme, esa primera vez me eché dos polvos al hilo, sin sacarla, quedamos enchufados disfrutando de los latidos de la verga que perdía algo de su erección.

Retirado de su vagina, se colocó de espaldas, abierta de piernas para que pueda apreciar cómo la abundante enlechada comienza a escurrirse, abre los labios para dejarla fluir, con los dedos toma un poco del semen para hacerlo jugar en su boca y probar el sabor de su hombre.

– Mira, corazón, es tuya esta leche, así la dejarás dentro de la puta que te cojas. Recuerda que una puta solo es para usar y nada más que para eso.

Arrobado en la visión de mi esperma saliendo de su almeja, la boca de mí puta limpia la verga, lamiendo los restos del naufragio de una doble acabada.

Poco tardó la calma, tan solo tocármela y estar listo para otro round, ahora es mi turno, metido entre sus piernas, talones sobre la cintura, apretándome contra sí. Entro con la fuerza y vigor de los primeros momentos, con menos ansiedad pero con más ganas. Aprendía rápido y bien, las descargas previas no menguaron mis ganas de cogerla, más bombeo más furiosas son las arremetidas, el ritmo sostenido y compartido convierte a esta segunda parte en la madre de las batallas, los gemidos y jadeos marcaban el contenido épico de la gesta de sexo. Estoy seguro que en este punto ella había experimentado el placer de su creación, era el Pigmalión enamorándose de su creación.

La cogida se hace intensa, caliente al máximo, no puedo desprenderme de sus tetotas, mamar y morder los pezones, enriquece el pacer de su posesivo hombre que está por volver a regarse dentro de su intimidad.

La urgencia de la venida interrumpe ese momento de inspiración emocional, el deseo emerge en la dureza del miembro, la leche vuelve a derramarse dentro de la vagina de mi puta.

Otra pausa, una cerveza y la ducha reparadora, ella me baña con total dedicación, recorriendo cada músculo de su hombre, para memorizarlos y llevarse ese recuerdo tatuado en su carne y en su piel, momento mágico, para este joven devenido en hombre por obra y gracia de esta puta que sintió el llamado de la ternura y la pasión dentro suyo.

Luego de secar las últimas gotas de agua, fue a recoger las mieles del deseo en el miembro de su macho. Tan sólo tocármela para que reconociera a la creadora de mis fantasías hechas realidad un momento antes. La súbita erección agradecía las caricias y el beso de lengua estremeciéndome. Sabia en mamar, está gestando este polvo, haciendo de su boca una vagina celestial, maneja y controla mi sensaciones, nuevamente mis manos en su nuca, aprietan colaborando en la cogida bucal, ritmo de polvo, esta vez no demoré en vaciarme en su boca.

Aprieta mis nalgas, contribuye al vaivén de la pelvis, su mirada exige un final feliz de su macho.

– Qué delicioso se siente, ¡de puta madre qué rico se siente! ¡Me gustas amor!

– Estás buena, eres encantadora. Ahí ¡voyyyy!…

Los chorros de semen regaron la caliente boca de José, el primero directo en la garganta. Se la quedó dentro hasta la última emisión de semen. Me mostró la leche, dentro de la boca de su puta, tragó, con gesto ampuloso, mostrarle como una puta se traga la leche de su hombre. Una última gota asomó del glande, recogió con delicadeza en la punta de su lengua, luego una “repasada” por toda la superficie de la verga para dejármela “bien limpita”

Antes de dejar la habitación quiso echar otra mirada para llevarse en sus retinas esta imagen, un joven hecho hombre por ella y en ella. Se la veía feliz, ternurosa por haberme hecho hombre, enseñarme que debía ser quien mande y ordene a las putas que les toque utilizar para mi placer.

– Ya te lo he dicho, pero quiero repetirlo otra vez para que no te olvides. Soy una puta y que está solo para darte el gusto y que puedas largarme toda tu calentura, ¡que te quede bien en claro!

Cuántas cosas pueden atravesar la mente y el sentimiento en un instante, ahí mismo mientras me ponía el short, recorría los momentos previos, de cómo los deseos pueden convertirse en realidad. Ella pagó el hotel, se robó ese momento mágico para sí, guardarlo en ese íntimo lugar, que no compartiría ni comentarlo con su marido, porque este no había sido un cliente, había sido un momento de recreo espiritual, había comprado un momento de felicidad interior, un viaje inesperado al mundo espiritual que trascendía las fronteras del goce sexual. No me dio su nombre, tampoco pidió el mío.

Volví a la misma playa, con la secreta esperanza de hallarla, imaginando que producido el reencuentro terminaríamos en la cama. No pude contar esta aventura a ninguno de mis amigos, seguro se hubieran reído incrédulos, quizás hasta la burlarse, que todo eso o era producto de un sueño erótico.

Esta historia fue totalmente real, la presencia de esta prostituta que voluntariamente me regaló un día en el paraíso fue como un pedido hecho al genio de la lámpara y no poder hacer gala de esta conquista.

Han pasado algunos años, pero este recuerdo es un tesoro invaluable que guardo en mis sentimientos más entrañables.

Busco amiga para contarle otras intimidades, estaré en [email protected].

Nazareno Cruz

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