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Sexo embarazoso, gimnasia de la alegría
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Un fastidioso corte de luz, una empleada embarazada carente de mimos, fueron motivos para conocernos e intimar. Esa misma tarde conseguí el mejor de mis logros, tener sexo con una embarazada, hacer realidad esa fantasía. Ahora lo disfrutamos a morir.

Esta es una historia de oficina, producto de la causalidad, situación inimaginable, una experiencia formidable motivada por uno de esos indeseables cortes de luz a que nos tiene acostumbrados el verano de Buenos Aires. Ese fastidioso inconveniente produjo la interrupción del trabajo de la oficina, y aquí es cuando el incordio se transformó en delicioso momento…

Calurosa tarde de enero, imposible estar en la oficina sin aire acondicionado, di asueto por el resto del día al personal, se fueron retirando, excepto una, Daniela, que por alguna desconocida razón se había quedado última.

Terminé de acomodar mis cosas, me ofrezco para acercarla hasta su casa. Salimos, pero ya en el ascensor demostró un aspecto que denotaba cierto enfado por retirarse antes de la hora habitual, es una de esas situaciones donde los gestos dicen lo que el silencio oculta.

—Perdón y mis disculpas si soy indiscreto, me doy cuenta de que no estás gustosa por volver algunas horas antes a tu casa…

Su expresión confirma mi apreciación, su mirada refuerza mi atrevido pensamiento, sin decir mucho más le ofrezco que en camino al estacionamiento hagamos una pausa para tomarnos una bebida bien fría, la alta temperatura amerita que era lo más indicado. No responde, sonríe, el agradable confort del aire acondicionado predispone a la confidencia.

Pedí una cerveza y una gaseosa para mi empleada, mi compañía le motiva conversar, sacudirse la carga emotiva, encontró en mí el escuchador discreto para manifestar sus pesares de la intimidad marital.

Que está iniciando el tercer mes de un embarazo, buscado con su marido, pero él se muestra totalmente conservador, evita el contacto sexual porque su estado le baja la libido y por temor de dañar a la nueva vida. Que ella está cada día más necesitada de atención sexual, sobre todo que el médico le recomendó especialmente mantener la actividad sexual, que la mujer en su estado necesita practicarlo, la excitación exige propia de su condición lo exige, estimulará físicamente y es el más efectivo anti estrés, el médico dijo que hacerlo sería como tomarse una dosis de “gimnasia de la alegría”.

Ayer llegué un poco antes de lo usual, lo pescó saliendo del cuarto de la empleada doméstica, subiendo el cierre de la bragueta, signo claro que había descargado sus necesidades en ella.

—Te das cuenta del porqué no quiero llegar de improviso, no quiero volver a encontrarlo dándole a la doméstica (esto último dicho de modo cómplice)

—Te comprendo, aunque no entiendo la actitud de tu marido, sobre todo que cuando la mujer embarazada está mucho más caliente de lo común, y las fantasías que su estado genera en cualquier tipo es algo de no creer. En verdad no comprendo cómo teniendo todo un parque de diversiones a su disposición se conforma con estar en el juego menos divertido.

—Me has comprendido, entiendes mi estado de ánimo, corneada y tener que “ajusticiarme por mano propia” pero no es divertido.

—Qué piensa hacer?

—Qué harías, digo… vos que me aconsejas? Te inhibe una mujer embarazada?

—No… no de ningún modo, siempre fueron una de mis fantasías más ocultas, sería algo delicioso probar esa excitación genuina de una mujer en ese estado.

—Yo estoy en “ese estado”. Tenemos confianza y un trato de amistad de un par de años. Te animas a darle a tu amiga panzona?

—Realmente nunca lo hice con una mujer grávida, viendo lo buena que estás sería delicioso, sobre todo satisfacer tus necesidades.

—Qué bueno hacerlo contigo, me asegura discreción y sé cuántas ganas me tienes, he visto esa mirada cargada de lascivia de solo pensar en metérmela. O me equivoco?

—Para nada era tal cual pensabas.

—Entonces qué esperamos, llévame al hotel, el tiempo es oro. Vamos ya mismo!

Su primer acto fue, sacarse el sostén dejándose la remera puesta, improvisada danza erótica balancea sus voluminosos pechos, la remera trasluce la zona más oscura de las areolas, los pezones, gruesas picas empujan la tela para atravesarla. La prenda ajustada, sugiere más de lo que muestra, las tetotas meciéndose al compás de improvisada danza, pezones exultantes erotizan y estimulan el sentido lúdico del sexo.

Expeditiva y rápida en las decisiones, se había quedado corta, le tenía muchas ganas, más de lo que suponía, tanto que en un par de oportunidades necesité ir al baño a hacerme una paja para poder soportar la calentura del deseo.

En el breve trayecto al hotel más cercano me decía que desde que se embarazó sabía que detrás de mí encantadora sonrisa estaban los ruidosos instintos de hacerle sexo, que está muy cómoda en su propia piel, siente todas sus hormonas alborotadas como para dejarse comer por mí hambre de sexo.

En pocos minutos estábamos quitándonos los zapatos, sentados en la cama, esperando quién daría el primer paso para desatar la locura.

El deseo estaba servido, la calentura a punto de ebullición, tan solo fue colocarla de bruces sobre la cama, hacer a un lado la bombacha y dejarla ir dentro. La vagina súper caliente, pletórica de jugos, la siento algo estrecha para el grosor del miembro, entré de un solo envión. Las sensación de mi carne dentro de su sexo fue algo colosal, los gemidos conllevan el deseo reprimido, el movimiento del miembro chapotea en la jugosa almeja, la estremece y conmueve, agita y vibra, los jadeos del incipiente orgasmo se replican en contracciones, los músculos vaginales copian el sentido de oprimir al visitante, retenerlo dentro es lo que más le importa, exprimirlo, robarle toda la potencia.

No cesa de gemir, jadear hasta perder el aliento, por retener un instante más el goce, las emociones se suceden sin solución de continuidad. Vocifera y grita, palabras inteligibles, lloriquea, pidiendo más y más fuerza, la constante en los incontables orgasmos que la conmueven.

—Siii!, quiero más, dame más, me gusta!, mátame. Entra más fuerte. Cógeme, rompe la concha de tu puta, dame pija, ábreme más con esta poronga de burro. Cógeme, cógeme!!…

Seguía dándole verga, no necesitaba moverme mucho, ella se debatía en su propio goce, eso era lo que necesitaba para retardar mi acabada. Aprovechaba su deliciosa calentura para disfrutar demorando el momento, retomé el ritmo del garche, apretando sus piernas entre mis rodillas, entrando con vehemencia y furiosas embestidas, en silencio, concentrado en darle toda la pija que necesitaba.

La velocidad y la concentración me están llevando al borde mismo del abismo. El agite continuado, despertaron el letargo de la serie de orgasmos, los embates profundos dejan la huella del poder del macho sobre la hembra, tomada con fuerza de los cabellos impongo la fuerza dominante sobre la sumisa entrega. El gemido jadea en sus entrañas, fuera de control, un bramido grueso y áspero brota desde lo profundo, jadeo como un padrillo sirviendo a su yegua. Me derramé dentro de su vagina.

—Wowww, que caliente papi, que caliente, siento tu leche!, te siento papi…

—Ahhh, ahí va el resto, toma!…

—Sí, papi, dale toda la lechita tu puta, dámela toda, nunca me sentí venirme con tanto entusiasmo, tan… ya ni sé cuántos. Siento tu leche alimentando mi deseo, ahora necesitaré más leche. Me vas a dar más? Quiero más… (Mohines haciendo “pucherito”)

Agarrado de sus caderas, la intensidad del polvo era algo inédito. Me retiré del estuche caliente, sentado en la cama la observo, disfruta el éxtasis, permanece de bruces, el rostro desencajado pero feliz, volteó para recoger en la mano el semen que rebasa de su vagina, la mano a modo de cuchara, lo mira, sonríe mientras lo esparce sobre las tetas, frota los pezones con el espeso fluido.

—Esto es lo que necesitan mis pechos. Te gustan? Me costó mucho aguantar el poco rato que demoré en venirme. Cuánta leche, tenías ganas de voltear a esta panzona? Prepara la ducha que te alcanzo.

Bajo la lluvia, abrazos y besos, ciertamente era una mujer llena de sorpresas, la forma de excitarse, bien gritona pero deliciosa y sensual, sabía moverse para calentar al hombre. Sus labios saben besar, hábil en hacerme el sexo oral. Comenzó bajo la ducha, pero lo inestable del piso nos obligó a continuar en la cama, le gustaba metérsela en la boca cuando está dormida, sentirla crecer dentro, tragársela hasta el fondo, los dientes recorriendo el tronco, mover la lengua, metiéndola entre la piel del prepucio, aprendió que ese jugueteo me ponía súper excitado, mama y se mira en mis ojos, atenta al menor de mis gestos.

Nunca me habían mamado con tanta intensidad, tampoco tenerla tan dura en un boca tan caliente y jugosa, siente que voy a explotar en su boca, me saca sin dejar de masajearla. Se coloca sobre mí, un increíble sesenta y nueve comienza a moverse sobre mi boca.

Las primeras lamidas la estremecen, cuando metí la lengua dentro de la cueva volvió a estremecer, está súper sensible, cada movimiento la conmueve. Los dedos y la lengua hacen estragos en su cuerpo tan sensible al menor contacto con sus genitales, todo su cuerpo es una gran zona erógena, el deseo la desborda, la libido llena todos sus sentidos, la calentura la derrite en mi boca, los dedos entrando y saliendo de la vagina y el ano ejecutan la sinfonía del descontrol. Nuevamente los gritos transmiten el estado interior.

El orgasmo estalló en mi boca, los gemidos y la abundancia de jugos expresan el fragor que brota de sus entrañas, sostengo de las nalgas, pegado a su sexo, el orgasmo la hace volar, no paró un momento de jadear y gemir, mi rostro incrustado en su conchita. La pausa recupera fuerzas, vencida y feliz, se tiende de lado. Nos espera un nuevo round de esta lucha sin fin.

—Grité mucho?

—Bueno, un poco, me gusta que te expreses, me excita mucho.

—Con vos puedo, él no quiere, le molesta, dice que lo distraigo, que se le baja.

—A mí me resulta muy erótico, sobre todo cuando estabas cruzada en la cama, la cabeza colgando fuera del lecho, eras un compendio del erotismo, con la libido y voluptuosidad de una fiera en celo.

—Me haces sentir una loba, por eso aulló, estoy llamando al macho, me pones muy loquita, esta vez no será la única vez que veas aullar. Quiero ser tu loba, tu loba muy puta.

Ahora le toca demostrar cuanto de loba y cuanto de puta, arriba, moviéndose en libertad, sin presión sobre su vientre. Maneja los labios vaginales como boa constrictor, la sinergia de la calentura nos hace vivir, la verga dentro de ella la excita más, tetas estrujadas en sus manos, frota los pezones entre sus dedos, emerge una tímida gota de leche.

Evoluciona, ondulando el vientre, girando, inclinada sobre mí, ofreciéndome sus voluminosas tetas para que las mame, succione los pezones para ganar el trofeo de la lujuria láctea.

Imposible demorar mucho, efusiva y ardiente hembra, exprime sensaciones, gestiona el semen de su macho.

—Mami, qué buena estás, me calientas tanto que me voy…

Disfruta y goza, la vagina late y contrae, desmonta despacio, escurriendo la leche sobre el pene, recoge con su boca la energía del macho. – Esto es el elíxir de la vida, nada de tu leche debe perderse, siempre dentro de tu putita, ahora es tiempo de saborear el sabor de mi machito. Hmmm, qué rica. Levemente salada, pero bien sabrosa.

El bip bip del teléfono de la habitación interrumpió las caricias bucales que Mabel con intención de ponerme al palo para otro polvo. “En diez minutos finaliza su turno señor”.

Cuatro horas de sexo, dos turnos, la realidad impuso el final de esta aventura embarazosa. Esto fue solo el inicio, ambos nos prometimos seguir en ella hasta… Si se repite prometo compartirla con ustedes, es una aventura que no puedo referir a nadie, en este ámbito todo se puede, hacerlo bajo el paraguas del relato erótico podemos confesar esos momentos de erotismo y sexo que no podríamos hacerlo con alguien más.

Quiero saber tu impresión, te espero en [email protected] estaré encantado en contarte detalles que se han quedado sin escribir para no hacerlo tan extenso, gracias por entenderme.

Lobo Feroz

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