back to top

La monja
L

el

|

visitas

y

comentarios

Apoya a los autores/as con likes y comentarios. No cuestan nada.
Tiempo de lectura: 7 minutos

‘DAMASO I, 366 – 384.

Fue el único papa gallego. Le gustaban las mujeres y los jovencitos. Fue acusado de adulterio y lo acabaron nombrado santo. ¡Manda carallo!

JUAN XII, 955 – 963.

Conocido como el papa Fornicario, tenía 17 años cuando subió al poder en la etapa conocida como etapa Fornicaria. Se le acusó de sodomía, incesto y asesinato. El tipo era una pieza de mucho cuidado.

BENEDICTO IX – El depravado – 1O32-1044-45-46 y 1048.

Maricón. Se casó con su "prima".

JUAN XXIII – El papa pirata -1402 – 1405

Simonía, sodomía, incesto, pederastia, torturas, violador de monjas…

GREGORIO VII, 1073 – 1085

El Enano. Delirios de grandeza. Se flagelaba – Follaba con Matilde de Toscana, esposa del conde Godofredo IV… y otras hierbas.

ALEJANDRO VI, 1492- 1503

El Trepa. Papa valenciano. Se follaba a la hija, Lucrecia Borgia y a todo lo que se movía.

Enséñale esto a Juan a ver si se ablanda con lo nuestro.

Te quiere.

José’.

Sor Ángela (por medio del carnicero) había recibido una carta de su primo José en la que le decía todo lo anterior, y es que en una visita a la casa paterna, José, se colara en su cama, follaran cómo descosidos y ahora quería casarse con ella.

Sor Ángela, en aquel momento, estaba en su celda, una celda que tenía un crucifijo en la pared, una pequeña mesa con una silla y una palangana con agua para lavarse. Se quitó la cofia y una larga melena negra quedó al aire. Puso la cofia sobre la silla. Quitó los hábitos y quedó en sujetador y bragas. Colgó los hábitos en el respaldo de la silla. Al quitarse el sujetador quedaron al descubierto unas tremendas tetas con areolas marrones y gordos pezones, y al quitar las bragas su coño rodeado por un gran bosque de pelo negro le dio brillo a la celda… Se lavó las tetas y el coño, se secó con una toalla, y después se puso un camisón que había sobre la cama… Al meterse en la cama y taparse con una sábana, (era verano) a su cabeza vino su primo José. Un joven moreno, apuesto y de su misma edad, diecinueve años.

En vez de rezar sus oraciones, cerró los ojos y recordó cómo José entrara por la ventana de su habitación y cómo se hizo la dormida… Recordó lo cachonda que la puso sentir su polla rozando la raja de su culo por encima del camisón… Recordó cómo muy lentamente le levantaba el camisón, le bajaba las bragas y le pasaba la polla por el coño y el culo. Recordó cómo el coño se le fue empapando y después cómo la cabeza de la polla de su primo entraba despacito en su estrechito coño y cómo lentamente fue deslizándose hasta llegar al fondo… Recordó aquella polla entrando y saliendo de su coño empapado… Recordó como giró la cabeza y buscó los labios de su primo cuando sintió que se iba correr, cómo se besaron… Cómo le encharcó la polla de jugos al correrse, como sus nalgas recibían la leche calentita de la corrida de su primo y cómo al acabar, hablaran muy en bajito para no ser oídos. Le dijera ella:

-Pecador.

José, se asustara. El padrastro de Ángela era guardia civil.

-¿Se lo vas a decir a Juan?

-No puedo hacer daño a mis semejantes. ¿Por qué lo has hecho?

-Porque te quiero. Eras mi novia y me dejaste para ser monja. Lo hice para que cambies de opinión.

-¿Acaso crees que quería ser monja? ¿Piensas que te iba a dejar hacer lo que me hiciste si no te quisiera? ¿Por qué te crees que dejé la ventana abierta?

José, besó a Ángela, le acarició el cabello, y le dijo:

-¿Entonces?

-Somos primos. Mi padrastro es muy religioso. Lo nuestro es un incesto… Por eso estoy en el convento, cariño.

Estaba recordando en su celda y se había mojado. Se tocó las tetas… Después se quitó el camisón, cogió una teta y se llevó su gordo pezón a los labios, lo lamió al tiempo que se magreaba las tetas. Se comió la otra teta y bajó una mano a su coño mojado. Un dedo entró en su coño y un gemido salió de su garganta, a ese dedo, al ratito, lo acompañó otro y después un tercero que entraron y salieron de su coño… Volvió con el pensamiento a la habitación de la casa paterna… Estaba cabalgando a José. Le daba las tetas a chupar. (Se las chupó ella en la celda) Sus dedos eran la polla y la follaban, y la follaban… Unos diez minutos después, su mano izquierda cogió una sábana. Al venirle el gusto, la apretó, la llevó a la boca y la mordió para ahogar sus gemidos. El orgasmo fue brutal. Se acudió cómo un junco azotado por un temporal.

Al acabar, quitó los dedos del coño y los abrió. Entre ellos había diminutas lianas de jugo blanquecino. Miró los dedos. Los llevó a la boca, y cerrando los ojos disfrutó del dulce sabor de su corrida.

Una semana más tarde, Juan, el guardia civil, paseaba por la cocina leyendo la carta de los papas. La monja estaba sentada en una silla de la cocina, visiblemente nerviosa, ya que su padrastro, en uniforme y con la pistola al cinto, metía respeto. Rosa, esposa de Juan, y madre de Ángela, que ya había leído la carta, no las tenía todas con ella.

Juan, al acabar de leer la carta, le dijo a la monja:

-¡Lo mato!

-¿Por qué? Lo que dice ahí es cierto.

-Lo mato por haber abusado de ti.

Ángela, cayó en la trampa que le había tendido su padre.

-No abusó, el sexo fue consentido.

Los ojos de Juan se inyectaron en sangre. Enfrente de la monja, levantó la mano, y le preguntó:

-¡¡Así que follasteis!! ¡¿Cuándo, puta, cuándo?!

Rosa, intervino en la "conversación."

-No le llames eso a mi hija.

Mejor hubiera sido que no interviniera. Le cayó una trompada con la mano abierta que hizo que diera con sus huesos en el piso de la cocina. Rosa, miró con rabia desde el piso de a su marido, y le dijo:

-Hijo de puta.

-Las únicas putas que conozco sois tú y tu hija. Te lo demostraré a la vuelta.

Juan, salió de casa en busca de José. No iba con idea de llevarlo al cuartelillo y darle una chaquetilla de ostias que le quitara las ganas de querer estar con su hijastra, no, iba con idea de llevarlo a algún lugar apartado y meterle dos tiros en la cabeza, pero no lo encontró. José estaba en paradero desconocido.

Al volver a casa llegó acompañado de otro guardia civil.

Ángela y su madre, seguían en la cocina. Le dijo el otro guardia civil a Juan.

-Nunca pensé que lograría follar a tu hija y a tu mujer.

Rosa, al oír a aquel desgraciado, le dijo al marido:

-Si nos viola ese asqueroso, te mato cuando estés dormido.

Juan, le dio otra bofetada con la mano abierta que la zapateó de la silla.

-No os va a follar él solo, os follaremos los dos, pero primero te vamos a follar a ti, puta!

La monja, al ver al guardia civil, (un cincuentón muy alto) acercarse a ella, se levantó y se arrimó a la pared. Estaba temblando con el miedo. Juan, le dijo al guardia civil:

-Primero a la puta más grande, Mateo. Que no se muevan de aquí. Enseguida vuelvo.

Antes de tres minutos, Juan, volvió con una toalla mojada y dos cuerdas. Le dio la toalla al guardia civil, echó las cuerdas por encima de la viga de roble que atravesaba el techo de la cocina, y le dijo a su esposa:

-¡Ven aquí, cerda!

Rosa, fue a su lado, Juan, le ató las manos y quedó como si estuviera colgada de la viga.

Poco después, la monja estaba en la misma posición que su madre. Los dos desgraciados se desnudaron. El cincuentón tenía una verga tan grande y gorda que metía miedo verla.

Juan, con una navaja, le cortó el escote del vestido a Rosa, después, con las dos manos, lo desgarró, quedó en sujetador y bragas, que no tardó la navaja en cortar y las manos de Juan en romperlos. Las tetas de Rosa eran igual a las de su hija, con grandes areolas y bellos pezones, solo que ella las tenía decaídas. El bosque de pelo negro del coño era idéntico… Un par de cortes más y el vestido cayó al piso de la cocina. Al tenerla en cueros, fue a por la monja. Le cortó el cordón y después le hizo lo mismo que le hiciera a su esposa, con la diferencia que la monja quedó con la cofia en la cabeza, enseñando tetas y coño y con el hábito desgarrado puesto.

Comenzó la tortura. El guardia civil le dio a Rosa en las nalgas con la toalla mojada.

-Zasca, zasca, zasca…

Rosa, no le daba el gusto de oírla quejarse… Paró y le lamió la columna vertebral. Juan, le comió las tetas, y después el coño. Rosa, una cuarentona, morena, de estatura mediana y de buen ver, no era de piedra y, sin poder evitarlo, comenzó a gemir. Juan, era lo que quería oír para burlarse de ella.

-¿Ves cómo eres una puta?

Los gemidos de Rosa, cesaron. Le dijo al cabrón:

-¡La puta más grande que hay en el mundo es tu madre!

La toalla volvió a entrar en acción.

Luego, el guardia civil, se agachó, le separó las nalgas y le lamió el periné y el ojete, Juan, le comió el coño. Rosa, no quería, pero volvió a gemir con el placer que le estaban dando.

El guardia civil, le dijo a Juan:

-No hay mujer que no se acabe corriendo cuando la trabajamos juntos.

De las palabras del guardia civil se desprendía que ya habían hecho antes lo que estaban haciendo… Eran dos sádicos.

A la monja, que estaba viendo lo que le hacían a su madre, se le empezó a mojar el coño. Tenía deseos contradictorios, por un lado no quería que le hicieran nada, y por el otro deseaba que aquellos cabrones se lo comieran todo. El calentón no se le quitó ni cuando le dijo su padrastro a su madre:

-Disfruta que va a serla última vez que lo hagas.

Ni se le pasó cuando le dijo el guardia civil a su padrastro:

-Sí, al final las tendremos que matar como matamos a mi sobrina, a mi mujer y a las otras. No se pueden dejar cabos sueltos.

Dijo esto y le siguió comiendo el culo. Rosa, estaba tan cachonda que no sintiera lo que habían dicho. Lo que sintió fue como su marido la levantaba en alto en peso y le metía la polla hasta las trancas, y luego cómo el guardia civil le rompía el culo con su tremenda verga. Rosa, al rato, comenzó a correrse. Era multiorgásmica. En diez minutos se corrió ocho veces.

A la monja le bajaron riachuelos de jugos por el interior de los muslos en esos diez minutos que sintió los gemidos de placer de su madre.

Al final, Rosa, con tanto gusto, se desmayó. Aún con la polla dentro de ella, le dijo Juan al guardia civil:

-Dale tú el tiro de gracia y vamos a bañar de leche a la monja.

Las pistolas de los dos cabrones estaban sobre la mesa, y sobre la mesa las cogió José, que acababa de entrar en la cocina. Al verlo con las pistolas en las manos, le dijo Juan:

-¡¡No hagas una tontería!!

Sacaron las pollas de coño y del culo. Juan, no abrió la boca, apretó los dos gatillos y les metió seis balas en el cuerpo a cada uno.

Cayeron muertos al piso de la cocina, donde se fue formando un charco de sangre.

José, fue junto a la monja para desatarla, pero Ángela lo iba a sorprender. Mirando para el charco de sangre, le dijo:

-Fóllame, José, fóllame!

José, que tenía la polla tiesa, no se lo pensó dos veces. La sacó. La cogió en alto en peso y la folló. La monja, que era multiorgásmica, como su madre, se corrió tres veces, y después, sin dejar de mirar para la sangre, (parecía que la excitaba tanto o más de lo que la excitara ver cómo follaran a su madre y escuchar los gemidos de placer) le dijo:

-Ahora, cómeme el coño.

Se lo comió y la monja le llenó la boca cuatro veces con los jugos de sus corridas… Después, aun tirando del aliento, le dijo:

-¡Fóllame el culo!

Se lo folló y se corrió tres veces más, y no se corrió más veces porque José no pudo aguantar más tiempo… Le llenó el culo de leche.

Luego, las desató, y cuando Rosa despertó, limpiaron la cocina… Había mucha mierda que quitar de la casa y enterrar en la huerta.

Comentar solo lleva unos segundos… Que sois muy vagas y muy vagos.

Quique.

Compartir relato
Autor

Comparte y síguenos en redes

Populares

Novedades

Comentarios

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Los comentarios que contengan palabras que puedan ofender a otros, serán eliminados automáticamente.
También serán eliminados los comentarios con datos personales: enlaces a páginas o sitios web, correos electrónicos, números de teléfono, WhatsApp, direcciones, etc. Este tipo de datos puede ser utilizado para perjudicar a terceros.