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Confesiones íntimas de intercambios
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Tiempo de lectura: 7 minutos

En una visita de Berta a Carolina, después de conversar sobre cosas distintas y ponerse al día de los chismes del momento, sin muchos rodeos le preguntó sobre lo que sentía viviendo una vida sexual un tanto fuera de lo común. Carolina después de sonrojarse un poco, pues no esperaba esa pregunta, le respondió que es como la vida de cualquiera, con los gustos y fantasías de cada quien; que quizá con algo más de curiosidad, nerviosismo y tal vez un poco más de riesgo. Pero que no era una sensación de ser especial o extraterrestre, al contrario, la hacía sentir más humana.

Pero Berta, en busca de más detalles, siguió indagando:

Pero entonces, ¿qué hace que vivas y hagas cosas que yo quizá no vaya a vivir nunca?

Carolina, que en algún momento le había contado apenas un par de detalles sobre el asunto, le contestó:

Yo no te puedo decir que disfruto más que tú o que debas vivir como yo lo hago, solo te puedo contar algunas cosas que he vivido y he sentido. Pero la decisión es muy personal.

Tomó un poco de té, del que estaban compartiendo, y viendo que Berta solo la miraba, esperando más detalles, continuó:

Solo vivo mi vida sexual con Roberto. Si mi esposo no puede o no quiere, ni siquiera intento hacer nada. Pero cuando ambos estamos de acuerdo, todo se pone en marcha y el ambiente se transforma.

Conversamos casi con detalle las cosas que queremos hacer y elaboramos un pequeño plan. Es esta fase siento muchos nervios, mariposas en el estómago, es como cuando niña o adolescente y me estaba preparando hacer una travesura.

A veces, recuerdo cosas que hemos hecho y me aumentan las ganas. Incluso cuando pienso en las ocasiones que no han ido del todo bien, pues tienen sus detalles excitantes.

Tomó nuevamente un trago de té, se acomodó mejor en la butaca en la que estaba sentada y prosiguió:

Casi siempre pensamos en los intercambios. Aunque debo decirte que la gran mayoría de las veces las cosas se quedan en pura fantasía. Solo en unas pocas ocasiones hemos podido vivir algo de lo que tú llamas fuera de lo común.

Pero aun cuando no salga nada, mientras hablamos y tengo los nervios al máximo, comienzo a pensar en las chupadas que he dado. Cuando me he metido y me han metido los miembros en la boca. Recuerdo cómo les he pasado la lengua por la cabeza, el tronco e incluso por las bolas. Si son venosos, me gusta pasarles la punta de la lengua por sus venas, y de manera intermitente los masturbo.

Cuando no son venosos, como el de Roberto, me dedico a la cabeza. Me la meto de a poquito, le paso la lengua por el borde y luego me lo meto todo en la boca. Subo y bajo hasta que tiene bastante saliva, me lo saco y lo masturbo mientras le miro la cara de excitación. Y luego, nuevamente a chupar. Si siento que van a terminar, bajo el ritmo o me lo saco de la boca, nunca me ha gustado el sabor del semen y cuando terminan en la lengua. El sabor dura bastante tiempo sin quitarse. Solo en un par de ocasiones me he tragado el semen.

Recuerdo la primera vez con César. No me quería sacar ese huevo de la boca, me tenía súper excitada. Pero el muy pendejo ya iba a terminar. Me lo tuve que sacar para que me cogiera, porque si no hubiera quedado también fría y con ganas.

En ese momento, Berta, por curiosidad (y ya excitación por los detalles de lo que estaba escuchando), siguió preguntando:

¿Y qué tal con César? ¿Todavía lo hacen con él y Tamy?

A lo que Carolina contestó:

Durante un tiempo estuve emperrada con César. Ellos fueron nuestro primer intercambio, pero ya no lo hacemos con ellos. Mi fantasía más fuerte con César era que me cogiera por el culo. La primera vez no fue tan bueno, pero luego fue muy rico. Se lo sentía súper parado y duro cada vez que lo hacíamos así. Estaba tan mojada siempre que nunca necesité lubricante adicional.

El primer día me lo metió de un empujón y dolió un poco, pero las demás veces metía primero la punta, luego la cabeza y después el resto de su miembro. Estaba tan emperrada con él, que con la excitación ya se me dilataba muy rápido y César podía bombearme como quisiera: Fuerte, lento, rápido. Incluso cuando estaba en excitación extrema, era yo quien movía el culo y me lo metía más profundo hasta que alcanzaba el orgasmo.

Fue tanto lo anal con César, que le comenté a Roberto que pensaba que él nunca se había cogido otro culo, porque estaba enviciado con mis nalgas. Me las agarraba, sobaba y tocaba, incluso sin estar en acción. Hasta dormido después de las faenas sexuales. Un día con el solo roce de mis nalgas, tuvo una erección y por el cansancio, me lo metió sin condón. Muy rico sentirlo directo y lo hice porque ya lo había conversado con Roberto, pero no me atreví a pedirlo en el primer round. Otra experiencia que quería vivir con César, piel con piel. Me soltó todo su semen en la vagina. Demasiado excitante.

Con la práctica de esos días, fue que un tiempito después, logré que me cogieran el animalote de Manuel y Arturo también por el culo. Fue una época muy anal para mí. Aunque siendo sincera, siempre me ha excitado hacerlo por el culo.

Ambas amigas se rieron, tomaron un poco más de té, sirvieron unas galletas, y luego Berta continuó con su casi inquisidor interrogatorio:

¿Lo que más te ha excitado es hacerlo por el culo? ¿Qué tal hacerlo con un hombre tan grande como Manuel?

A lo que Carolina, ya totalmente en confianza, libre y como quien habla de recetas de cocina, respondió:

Si lo analizo un poco, lo más loco y excitante que hemos hecho es pasar la noche con Tamy y César en habitaciones distintas. Tamy y Roberto por un lado y César y yo por el otro. Lo hicimos dos veces. Muy loco y mucho riesgo por lo emocional, pero en mi caso, eso terminó de cerrar mi capítulo con ellos.

Pero si lo veo por las posiciones, lo más fuerte ha sido la doble penetración, sobre todo la que hice con Roberto y Arturo. Me encantó estar empalada por el culo y la vagina al mismo tiempo. Bombeada por detrás y por delante. No fue fácil, porque los tres tuvimos que llevar el mismo ritmo. Pero sentir como esos dos palos se me metían una y otra vez por los dos huecos, fue espectacular, sobre todo porque era yo quien imponía el ritmo.

Con Manuel fue muy excitante, por la diferencia de tamaño de los dos. Él tan grandote y yo pequeñita, parecía como si fuera su peluche. Pero aunque él es alto no tiene un miembro tan grande, y por eso lo pude chupar, lamer y metérmelo por donde quise. Mi boca es pequeña, si lo hubiera tenido muy grande, no lo hubiera podido mamar a gusto.

Pero con él lo más excitante fue cuando lo hicimos en el campamento. En la carpa estábamos seis personas. En un rincón y en posición de cucharita, con el por detrás, me metió y me sacó ese miembro con muchas ganas. Y con sus manotas me agarraba las caderas para meterlo más profundo.

En un momento que volteé la cara me clavó la lengua en la boca. Me besó mientras me lo metía tan fuerte que chillé con el orgasmo. Todavía me mojo mucho cuando lo recuerdo. Me bombeó hasta que me volteó, me abrió las piernas, las levantó en forma de V y con las manos me agarraba los tobillos. Mi culo quedó en el aire mientras me penetraba por la vagina. Pero ahí comencé a tomar las riendas, y el ritmo lo imponía yo, si no me desarma.

Al final claro está, dejé que me cogiera el culo. Otro buen miembro en mi ano. Riquísimas todas esas experiencias.

Volvieron a reírse un rato mientras comían una galleta. Tomaron un poco más de té y Berta volvió a su interrogación:

¿Y qué te ha excita de que Roberto esté contigo?… Todo lo podrías haber hecho sin él

Con cara ya más seria y un tanto reflexiva, Carolina contestó:

Sin Roberto me siento insegura. Me siento más libre cuando él está presente, pues me siento protegida. Él me permite gozar al máximo y en ocasiones hasta me pierdo, pero al final sé que está ahí y que me está cuidando. Además, me conoce tanto que cuando siento que me falta algo o que algo no ha estado del todo bien, con él termino de llegar al máximo placer.

Y con él siempre lo hago sin condón, lo siento más natural. Y cuando se trata de cogerme por el culo, tiene el miembro del tamaño y la forma correcta para sacarme más de un orgasmo.

Puedo durar tiempo sin hacer nada más que tener sexo o hacer el amor con él. Con Roberto puedo sentir que es uno y varios al mismo tiempo, por cómo me toca, me acaricia y las cosas que me dice.

Lo hemos hecho en la sala de la casa, en todas las habitaciones, en hoteles, moteles, hasta en la oficina en la que trabajaba. En una piscina, en varios jacuzzis, en un jardín y a cualquier hora del día.

Un día me montó en un columpio, me quitó las pantis, me subió las piernas, se las puso en el pecho y me penetró hasta el fondo. No sé cómo hizo para que el columpio no se meciera mucho, porque me bombeaba y me bombeaba, hasta que tuve dos orgasmos. Creo que nos oyeron, porque grité con todo lo que tenía mientras terminaba.

Otro día nos fuimos a un Motel con Luna, una muchacha un tanto loca que conocimos por ahí. Estábamos muy nuevos en ese momento y ella dirigió toda la acción. Nos metimos los tres desnudos en la cama. Ella me besaba, mientras Roberto la acariciaba por detrás. Un tanto gordita y con unas tetas con muy poca gracia, pero muy creativa para los tríos.

Me chupó la vagina con mucha dedicación. Pasaba su lengua por el clítoris y luego le dedicaba un tiempo al agujerito. De arriba a abajo, en movimientos circulares y luego nuevamente de arriba a abajo. Me agarraba el clítoris con los labios, lo que hizo que tuviera mi primer orgasmo. Mientras que terminaba, Roberto me besaba apasionadamente y me acariciaba las tetas.

Luego me coloqué un arnés con vibrador que habíamos comprado algunos años atrás, y me la cogí en posición de perrito. El juguete es un tanto grueso, por eso noté que de vez en cuando sentía un tanto de dolor. Pero me sentí fuera de este mundo. Era la primera vez que me cogía a una mujer y me sentí súper excitada, los chorros de flujo mojaron todo el arnés. Tuve un orgasmo como si fuera a mí a quien estuvieran penetrando.

En un rato, Roberto, que no quiso penetrarla, me cogió como un loco. Me bombeó muy rápido, me lo metía y me lo sacaba con velocidad, pero sin mucha fuerza. Se levantaba, me chupaba las tetas, besaba a Luna y seguía bombeándome. En el espacio en el que besaba a Luna, pero no paró de metérmelo, me excité muchísimo y me preparé para acabar. Cuando él notó que yo estaba terminando, me soltó todo el semen dentro del agujerito, al mismo tiempo que Luna le agarraba la cabeza para besarlo más fuerte. Fue espectacular. Luna siempre estará en nuestros recuerdos.

Apenas estaban terminando esta última parte, cuando entró Roberto al departamento. El nerviosismo las delataba a las dos. Aquella cara de Carolina hacía evidente de lo que estaban hablando. Pero después de saludar a Berta muy cariñosamente, Roberto le dijo:

Berta, creo que te vinieron a buscar. Hay alguien que está esperando abajo en un carro verde y me preguntó por una tal Berta. Y ahora que te veo, creo que eres tú.

Efectivamente se trataba del novio de Berta. Ya era hora de irse. Fue al baño para cerciorarse de que no había ningún tono de humedad en su pantalón que la delatara. Salió nuevamente a la sala y se despidió de ambos.

Aprovechando que se quedó nuevamente sola con Carolina, le dijo:

Gracias Carolina por la conversación. La verdad es muy excitante lo que me has contado. ¿Puedo venir otro día para continuar hablando y hacerte otras preguntas?

Carolina se rio y asintió, mientras le decía:

Claro que sí. Incluso si te parece, la próxima vez cuadra un poco más de tiempo y podemos hablar de algunos detalles. Si gustas le digo a Roberto que nos acompañe y que él te comente sus propias sensaciones. No creo que se niegue, a él le gusta mucho hablar y también el sexo. Y no te preocupes, no va a pasar nada que no quieras que pase. Recuerda, nosotros lo hacemos porque queremos y no obligamos a nadie a probar, ni le recomendamos a nadie hacerlo. La sensación de complicidad debe ir acompañada de una gran libertad.

Se despidieron con los besos respectivos y Berta se fue. No podía quitar de su cabeza todo lo que había escuchado, y mucho menos la invitación para una próxima ocasión.

SIRENA Y TRITÓN

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