Desde que empecé a follar, siempre me he acostado con mujeres hermosas. Jóvenes y guapas, de entre 25-35 años, diréis que soy un estúpido y engreído por no saber apreciar a la mujer madura, pero es que en mis gustos no entraban mujeres así. Ahora que he cumplido los 30 me he dado cuenta de algo en lo que no había reparado hasta entonces. Me estoy fijando en mujeres de unos 50 y tantos, y diréis ¿y eso qué tiene de malo? Pues nada, lo que pasa es que me estoy fijando en mujeres feas, pero con un buen cuerpo.
El otro día precisamente voy a coger el autobús. Mujer de unos 52 años más o menos, fea con ganas, de la que no te follarías ni harto de vino, pero me fijo en que tiene unos muslos y un culo que ya quisieran muchas.
Se sienta a mi lado y roza, claro, su muslo izquierdo con el mío (lleva mallas que se le marcan bien). Intento disimular bajando la vista hacia su pierna, está bastante bien como dije, vaya par de piernas.
No puedo evitar ponerme cachondo con el roce. Con los traqueteos del bus y su muslo izquierdo me estoy empalmando.
Llegamos al final del recorrido del bus y ella se baja también conmigo y el resto de pasajeros. Cuando veo cómo se mueve su culo al andar, me pongo a cien, había perdido parte de la erección, pero pienso que no puedo dejarla escapar.
Se me ocurre algo de repente.
—¡Señora! ¡Se le ha caído algo!
Se gira y veo lo fea que es, pero tan apetecible de cintura para abajo…
Le muestro un peine que estaba en el suelo.
—Gracias, pero creo que no es mío. Abre su bolso y me enseña su peine.
—Ah, disculpe.
—No se preocupe. Además creo que se me olvidó peinarme hoy.
No lo dude señora, pensé para mí. Pero lo que me interesa es su cuerpo.
—Está muy guapa, le dije mintiendo como un bellaco.
—Gracias de nuevo, se acercó a darme la mano. Me llamo Virginia.
—Yo Juan Carlos. ¿Tiene prisa?
—Pues he quedado para una entrevista de trabajo. A las 12:00. Creo que en una hora podría estar fuera. Si quiere, podemos quedar en la cafetería que hay aquí, justo al lado de la parada del autobús.
—Por supuesto. Yo tengo que hacer unas cosas, pero me dará tiempo volver en una hora.
La pobre debía de estar desesperada por follar y que un hombre como yo le diera conversación, seguro que era lo último que esperaba encontrar hoy.
Nos despedimos y desaparecí calle abajo. En realidad no iba a ningún sitio. Solo a la caza de macizas para follar. Iba con mi bandolera, como si en realidad fuera a trabajar o a hacer cualquier cosa, pero solo llevaba una botella de agua y una caja de condones.
Después de una hora sin hacer nada, llegué a la cafetería. Me senté y cuando el camarero me dijo si quería tomar algo le dije que estaba esperando a alguien. Pensé que tal vez no aparecería. Estaba claro que me había mentido. No iba a ir a una entrevista de trabajo con esas mallas. ¿O tal vez si?
Era la una y cuarto según el reloj que había sobre la puerta de la cafetería, cuando veo que aparece.
Llega azorada, me parece que se hubiera hecho algo en el pelo, pero no creo que le hubiera dado tiempo. Me levanto y me planta dos besos en las mejillas.
—Perdona, la entrevista se ha alargado más de la cuenta.
—No pasa nada.
Pedimos dos cervezas y unas patatas bravas. Veo cómo se acomoda la ropa. Está muy nerviosa. Se sube las mallas marcando aún más sus muslos y eso me vuelve loco.
Con la cerveza y la conversación, parece que sus nervios se van calmando.
—¿Y qué tal ha ido la entrevista? Le pregunto.
—Bien, bien. Necesito encontrar trabajo. Me separé de mi marido hace 5 años, afortunadamente no teníamos hijos, pero él se quedó con el piso, en realidad era suyo y yo he tenido que volver a casa de mi madre.
No me extraña, pensé, con lo fea que eres….
Seguimos hablando de todo y yo de vez en cuando me estiró en la silla, marcando pectorales con mi camiseta ceñida. Noto que no puede apartar la vista de mi y que juguetea con su lengua.
Con la segunda cerveza ya ha perdido toda la timidez. Me toco distraídamente el pezón izquierdo y ya la tengo en el bote.
—Bueno pues, dice llevándose un calamar a la boca, creo que debería irme. Ya se ha hecho tarde.
De repente, da marcha atrás y me pregunta:
—¿Tú tienes tiempo…?
Su boca se abre mostrándome su lengua. Lo hace inconscientemente, pero el deseo la puede.
—Hay un hostal justo enfrente, podemos ir si quieres. Le digo.
—Claro.
Pago la cuenta, y salimos rápido de la cafetería. En el hostal pido una habitación para un par de horas.
Hay una mujer bastante estúpida en la recepción.
—Serán 20€. Pueden estar todo el día si quieren, nos dice con su voz de pito.
Me da la llave de la 123. Subimos las escaleras y abro la puerta. Es una habitación pequeña, algo andrajosa, pero para lo que la quiero me viene bien.
En cuanto cierro la puerta, Virginia se echa sobre mi y empieza a besarme. Lo odio. No me apetece ver su cara, solo quiero follármela y ya está. No quiero ninguna demostración de cariño. Pero le sigo la corriente y pese al asco que me da, le meto la lengua hasta la campanilla.
Después de la demostración de cariño, le bajo las mallas y las bragas y la vuelvo de espaldas. Mojo un dedo con mi saliva y se lo meto en su coño. Ella se muere de gusto. No lo lleva depilado, pero me da igual, tampoco se lo voy a comer.
Me desnudo de cintura para abajo cuando Virginia está a punto y sacó un condón y me lo pongo y se la meto sin más.
—¡Ah! gime.
—¿Cuánto hace que no follas?
—Cuatro, cuatro años, me dice con un hilo de voz.
Se nota que hace mucho que no folla, porque me ha costado un poco penetrarla. Aunque estaba húmeda y con la lubricación del condón, ha entrado con dificultad.
Enseguida nuestros movimientos se acoplan. Ahora mi polla se desliza de maravilla dentro de ella. Mi pelvis choca contra su culo y el sonido me pone más cachondo aun si cabe.
La inclino un poco hacia adelante, pero no demasiado, no quiero ver el reflejo de su cara en el espejo que tenemos justo enfrente.
Unas pocas embestidas más y Virginia acaba corriéndose. Yo todavía aguanto. Pienso que si veo su cara duraré más. Decido inclinarla hacia adelante y veo su cara, que aunque fea, está muerta de gusto y eso me excita más y acabo corriéndome, cuando pensaba que sería al revés y que duraría más.
Recupero la respiración todavía dentro de ella y entonces la levanto. Se sale de mi y se vuelve y me besa apasionadamente, cosa que me molesta.
Pienso en darnos una ducha, pero entonces me doy cuenta de que la habitación no tiene baño. Tenemos que salir al pasillo desnudos y andar hasta el baño que está al final del pasillo. No pensaba que el hostal tendría un baño común.
Cierro la puerta y echo el pestillo. Nos duchamos juntos, el baño es demasiado pequeño, al menos hay toallas.
Con el agua Virginia vuelve a ponerse cachonda y quiere que me la vuelva a follar.
—Tengo los condones en la habitación.
Ella parece no escucharme porque se agacha y me hace una buena mamada.
No quiero una mamada de ella, pero no me queda otra. No creo que tenga ninguna enfermedad, pero comparando con las tías buenas que me le han mamado a lo largo de mi vida sexual, Virginia es un cardo.
Mi polla está otra vez a punto. Ella ha vuelto a calentarse y quiere que volvamos a follar. Pero me niego sin condón.
Abro la puerta del baño y miro el pasillo, no parece haber moros en la costa. Salgo rápido con la toalla puesta y vuelvo a la habitación.
Regreso con un par de condones por si le da más gana.
Esta vez quiere follarme de cara. No sé si aguantaré la erección.
Con el agua de la ducha cayendo sobre nosotros, me monta y me folla como si nada. Ahora se ha soltado y su coño se ha abierto bien cómo debería. Trato de cerrar los ojos y concentrarme en aquella chica rubia tan guapa que me follé en mi primer trabajo. Con esas tetas tan bonitas y esos pezones rosados. Qué bien follaba la jodía. Claudia se llamaba.
Gimo su nombre bajito, Claudia, Claudia, con la esperanza de que con el sonido del agua no me oiga.
En un momento que abro los ojos, veo cómo Virginia gime como una loca, y se agarra a mis hombros. Estos cuatro años sin follar la habían dejado seca y ahora está recuperando el tiempo perdido.
Al estar al borde del orgasmo de nuevo, la giro y me la follo bien follada de espaldas. Sus muslos y su culo son lo mejor como os dije. Por ello merece la pena follársela, aunque sin mirarla a la cara.
Me gustar follarme mujeres feas con un buen cuerpo.
Eyaculo bien fuerte pese a que acababa de correrme. Virginia se muere de gusto y se corre en pocos segundos después de mi.
Ya bien follados, nos duchamos, nos secamos y dejamos la habitación. Cuando salimos, la mujer de la recepción nos dice que si lo hemos pasado bien. Ni la contestamos.
Virginia se despide de mi con dos besos en las mejillas y cada uno nos vamos por un lado.
Días después vuelvo a verla en el mismo autobús. Ella también me ve y me sonríe. Seguro que quiere volver a follar, pero yo no lo tengo tan claro.
Toco el timbre solicitando parada y me bajo en la primera.
Virginia viene detrás de mí y me llama. ¿Qué hago me la follo o paso de ella?
Si os gustado y queréis comentar escribidme a: [email protected].