Esa noche, a la hora de la cena, sentía la tirantez que atenazaba el ambiente, algo distinto y diferente a lo de otros días flotaba en el aire, y analizaba las miradas que Ana María lanzaba en algunos momentos a Pablo.
La cena, al estar Ana presente, nos la servía Tomás en el comedor principal, Alicia se limitaba a traer los fuentes de la cocinas y entregárselas al mayordomo, tampoco teníamos a Dulce, Ana no lo permitía, y además a Eduardo le observaba serio.
Al acabar el postre Pablo se limpió los labios y diciendo buenas noches se despidió hasta el día siguiente. Estuve un tiempo con Eduardo viendo la televisión, él estaba ocupado con las noticias que solo hablan de política y yo me aburría sobremanera. Estaba sentado a su lado y me coloqué arrodillado en el sillón, le cogí la cara y le di un beso en la mejilla. Eduardo me sujetó por la cintura, y él, en lugar de uno fueron dos los besos que me entregó.
-Me voy a la cama.
-Vale lindo, que descanses.
Me limpié los dientes y no tenía sueño, a las mañanas no tenía que levantarme temprano y dormía hasta tarde, pero si estaba algo cansado por el ejercicio de la natación. Me coloqué el pijama y decidí ir al a habitación de Pablo, para darle las buenas noches y un beso, se me hacía imprescindible hacerlo y ver si la expresión preocupada de su cara había cambiado.
Toqué en la puerta antes de entrar sin esperar la respuesta. Estaba sentado en su escritorio, ante un buen montón de papeles y un libro abierto, también tenía encendido el ordenador. Levantó la cabeza y dejó que viera un esbozo de sonrisa.
-Sí Ángel, ¿qué deseas? -me acerqué y me apoyé en sus hombros mirando los papeles llenos de formulas ininteligibles para mi.
-Solo venía a darte las buenas noches. -comenzó a mover los papeles algo nervioso y me incliné para posar los labios en su pelo.
-¿Qué haces? -por detrás le cogí su cara en mis manos.
-Tengo que terminar unos ejercicios que presentaré mañana. -su tono no era precisamente amable.
-Perdona, te he interrumpido, soy tan imprudente, ya te dejo estudiar. -comencé a caminar hacía la puerta con el corazón encogido, había venido a molestarle cuando necesitaba concentración y estar solo.
-¡Eh, eh! Espera Ángel. -se levantó rápidamente y llegó donde yo estaba en dos zancadas. Me sujetó por los hombros y me miró a los ojos.
-He sido brusco y además grosero, discúlpame, debía darte las gracias por tu detalle y mira lo que he hecho. Ven, vamos a hablar un momento. -con su brazo sobre mi hombro me llevó hasta a cama y me sentó a su lado.
-Venga anímate y cuéntame como has pasado el día. – sonreí agradecido y le abracé.
-A la mañana ha estado el masajista de Eduardo y también me lo ha hecho a mi. La tarde la he pasado en la piscina. He jugado con Dulce, y le fui desgranando toda mi actividad que no era mucha, pero quería alargar el momento que sabía le robaba a él.
-¿Qué estás estudiando Pablo? Después de volver de la universidad no has salido de tu habitación hasta la cena.
-¡Baff! Tenemos un pequeño examen sobre el efecto de las aguas residuales y su influencia en los cauces de los ríos. Estudio agronomía, me gusta el campo, yo soy del campo, y algún día no muy tarde, volveré a él, cuando termine mis estudios. -me tenía sujeto pasando el brazo por mis hombros y me encanta sentirme así y escucharle.
-Te falta mucho para terminarlos.
-No, un poco más de un año si todo va como espero.
-Y te irás, entonces dejaremos de vernos.
-No pienses esas cosas Ángel, un año es mucho tiempo. El padre de Ana Maria y abuelo de Oriol quiere que vuelva en el momento que termine, mi tío que lleva su hacienda hace todo lo que puede pero no es suficiente, necesitan implementar nuevas técnicas.
-Tengo muchas ideas para mejorar la producción en la hacienda, se los envió al señor y dice que está de acuerdo, que los ve factibles de llevar a cabo. -le veía tan guapo en este momento que soñaba despierto, con la cara arrebolada y la mirada encendida.
-Y le debo tanto que tengo que resarcirle, él paga todos mis estudios, y Eduardo me mantiene. Ahora tienes que volver a la cama precioso, hablaremos más despacio, recuerda que mañana saldremos con mi moto y conocerás a Erico, es un chico encantador y te gustará.
Me dio un beso en los labios, muy corto para mi gusto, y me llevó hasta la puerta.
-Hasta mañana, voy a continuar para terminar pronto.
Me metí en la cama y pensé sobre lo que Pablo me había dicho, despacito me iba dando cuenta de la ínter relación que había entre todos ellos. Se me había quedado grabado a fuego lo de que “solo le quedaba un poco mas de un año” y después desaparecería y eso me llenaba de tristeza.
Pasó un tiempo y no conciliaba el sueño, dando vueltas y más vueltas a temas sobre los que no podía influir de manera alguna. ¿Dónde estaría yo dentro de un año?, si sabía el mañana a duras penas, y ahí justamente terminaba mi imprevisible futuro.
Escuchaba unos pasos caminando por delante de mi habitación, y sentí curiosidad por saber quien podría andar por el pasillo tan tarde. Me levanté y abrí la puerta con cuidado y sin encender la luz.
La silueta de Pablo se perfilaba en el final del pasillo, parecía más grande de lo que era por la sombra que proyectada en el suelo alguna luz encendida en los salones. Dudaba sobre seguirle y saber a donde iba, sentía que no debía hacerlo pero mi malsana curiosidad me vencía.
Cuando atravesó el salón y cogió la galería para ir a las habitaciones de Ana María adiviné cual sería su destino, continué espiándole a pesar de mi presentimiento, y efectivamente, el pasillo estaba iluminado y la puerta de su habitación abierta, la cerró tras él y el chasquido que sonó me impulsó a salir corriendo.
Sentía celos de Ana sin saber el motivo, él mismo me había advertido de lo que pasaba entre ellos, pero comencé a llorar hasta quedarme dormido.
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Escuché el ruido de su moto desde la ventana de la cocina, estaba jugando con Dulce y haciendo tiempo hasta que llegara. Había pasado mucho tiempo del día pensando sobre lo de la noche, y me arrepentía de ceder a mi curiosidad, ni Ana, y menos Pablo merecían que les hubiera espiado.
Entró en la cocina con prisas cargado de su mochila, la que usa para ir a la universidad.
-¡Hola precioso! ¿Aún no estas preparado? -me levanté disparado como un muelle y fui a su lado, me costaba levantar la vista y mirarle a los ojos. Él me levantó la barbilla y me besó los labios.
-No te quedes parado, quiero llevarte a un lugar antes de ir a la casa de Erico, voy a bebe algo que muero de sed y me cambio de ropa en un minuto. -golpeó con la mano mi culo para que me moviera y se acerco al frigorífico para servirse un zumo de naranja. Se bebió el vaso sin respirar y le seguí a nuestras habitaciones para cambiarnos de ropa.
Escogí un pantalón ajustado azul celeste, camisa de cuello redondo de rayas verticales blancas y verdes, mocasines de tela y suela de goma gis-perla y por si hacía frío al volver, una chaqueta de punto floja sin botones con un cinturón cosido a la cintura, me alboroté un poco el pelo y salí decidido a buscar a Pablo.
Estaba preparado, con pantalones cortos enseñando sus duras piernas, camiseta ajustada de cuello en pico y zapatos náuticos, metía en ese momento algunas objetos que recogía del armario en su mochila.
-¡Waauu! Te has puesto guapo. -gritó sin abandonar lo que hacía y me puse rojo, como siempre hacía ante los cumplidos.
-Ten, llévame la mochila, tu irás detrás y así no te molestará. -realmente no pesaba ni era incómoda para llevar, recogió una chamarra de tela ligera y sin ponérsela me adelantó iniciando la marcha.
Damian sacaba brillo a uno de los lujosos automóviles que había en el garaje.
-Ángel, ¿tienes licencia para conducir? -me pareció extraña la pregunta que me hizo Pablo después de saludar a Damian.
-No, aún no he podido sacarla. -mientras me entregaba un casco y se ponía el suyo se acercó a Damian.
-Podía pasar un tiempo con él y enseñarle lo básico de un automóvil, ¿le parece bien? -no esperó la respuesta de Damian, más que un comentario había sonado a una orden y se volvió hacia mi seguido.
-¿Tu que dices, te gustaría aprender? -solo podía asentir con la cabeza.
-Yo lo hablaré con el señor, usted estudie los tiempos cuando esté libre y sin salir del parque puedo empezar a iniciarle. -montó en la moto y la puso en marcha, el rugido grave de la máquina llenó el local.
-Ponte la mochila en la espalda y monta. -me miró un momento, imaginé que para comprobar que el casco estaba bien ajustado.
A la salida del recinto, y antes de traspasar la puerta de hierro, mientras el mecanismo chillaba, por el esfuerzo o por no estar bien engrasada, llevo la mano enguantada hacia atrás y me sujetó el muslo.
-Abrázate fuerte a mi y lleva pegado el pecho a mi espalda. -la voz le salía diferente a través del casco. -la poderosa máquina arrancó con un rugido manifestando su fuerza.
La casa de Eduardo estaba situada en una avenida arbolada y con pocas casas, todas ellas rodeadas de altos muros, pasamos algunos grupos de casas más pequeñas y urbanizaciones de vecinos antes de llegar a una carretera de costa, casitas y pequeños núcleos urbanos salpicaban el camino, no podía centrarme en los lugares que veía, todo pasaba muy rápido, y me abrazaba a su cintura temiendo caer en cualquier curva o badén en los pasos de peatones.
Subimos una pequeña loma y en la lejanía el mar se hizo presente, aparcó en un pequeño parking ocupado por una veintena de automóviles y comenzó a andar llevándome cogido de la mano.
No sabía a donde se dirigía hasta que tuvimos delante unas escaleras que bajaban a un conjunto de edificaciones. Estaban a distintos niveles, unidas por pasos estrechos aprovechando las cavidades en la ladera para sostenerse.
Nos sentamos en una de aquellas pequeñas terrazas y enseguida apareció un camarero.
-¿Qué quieres tomar? … -pedimos las consumiciones y me llevó al borde de la terraza para enseñarme el paisaje.
Lo que se veía era idílico a pesar de la ligera bruma que salía del mar, algunas velas triángulares de pequeños barcos de pescadores, salpicaban el azul del agua, y aún permanecían algunas personas en los arenales debajo de nosotros, haciendo ejercicios o jugando.
No hablábamos, y solo miraba admirado el inmenso espacio, libre de muros y puertas que me privaran de libertad, aspiré el aire con un suspiro.
-¿Qué te parece? -me apretó la cintura con el brazo y colocó la mano en mi cadera.
-Grandioso. -sujeté su mano con la mía y se la apreté. El camarero había llegado con las bebidas y Pablo sacó dinero para pagarle mientras nos sentábamos.
Había pedido un batido de chocolate caliente y él una cerveza sin alcohol, comenzaba a refrescar y la ligera brisa marina aumentaba la sensación de frío, agradecí el calor que me llegaba de vaso con el batido y lo encerré entre las manos para llevarlo a la boca.
-Espera, espera. -Pablo me puso un dedo sobre el labio superior.
-Te has dejado bigote con el chocolate. -arrancó a reír y se llevó el dedo a la boca para chuparlo.
-Está muy dulce. -el sentir su risa me animo a confesarme, para dejar de reprocharme lo de anoche.
-Anoche te seguí cuando fuiste a la habitación de Ana María, lo siento Pablo, se que estuvo mal, escuché tus pisadas y no pude resistir la curiosidad.
Esperé alguna palabra de su parte, para bien o para mal, solamente me miraba sin pestañear y siguió bebiendo su cerveza.
-No pasa nada, tómate el batido, nos marchamos, Erico nos espera.
Pablo no tuvo problemas para poder acceder a la casa de Erico, llevaba la llave de la puerta del jardín y entramos. Esta casa y el jardín no era como la de Eduardo, resultaba más pequeña, pero así y todo impresionante. Un gran arco de entrada en ladrillo rojo, sostenía el porche de acceso. Apretó un timbre situado al lado de la puerta izquierda y esperamos.
-Ahí vivíamos antes. -señalaba otra puerta idéntica, a la derecha de una doble y más grande situada en el centro.
-Y en esa más grande sus abuelos cuando venían a pasar los meses de invierno a la ciudad. -en ese momento se abrió la puerta y teníamos delante al que identifiqué como Erico, por las fotos del salvapantallas de Oriol.
Las fotografías no le hacían realmente justicia, al natural resultaba más atractivo y varonil. Estaba hablando por el móvil y siguió haciéndolo. Pablo me cedió el paso para que entrara y cuando él lo hizo pasó el brazo por el hombro de Erico en un breve saludo, luego dejó los cascos sobre un asiento.
-Vamos arriba y deja el teléfono, has escogido el momento más oportuno. -comenzó a subir las escaleras que llevaban al piso superior, se le notaba que conocía la casa y a donde tenía que ir, le seguía yo y detrás de mi Erico sin dejar de hablar por el movil.
Pasó por una puerta abierta y le seguí, era una habitación decorada con carteles de bandas de música pegados, o clavados con chinchetas en las paredes.
La habitación era grande con dos camas literas, un enorme escritorio y en un rincón un mueble con aparatos electrónicos de música y televisión, con muchos cojines grandes de tela a cuadros, tirados por el suelo o apoyados sobre las paredes haciendo la labor de respaldos, para apoyar la espalda al estar sentado en el suelo.
Había un cierto desorden muy bien ordenado, y también música con el volumen muy alto, que salía de varios altavoces colocados en las esquinas de la habitación.
Pablo dejó la mochila sobre la cama inferior, se quitó los zapatos y se sentó sobre uno de los cojines, agarró un mando y la música cesó.
-Ven, siéntate aquí, a ver si termina de hablar de una vez por todas. -me quité mis zapatos imitándole y fui a sentarme a su lado. Erico daba pasos haciendo gestos con la mano libre y luego se cubría la boca para que no escucháramos lo que decía a la persona con la que hablaba a la vez que nos dirigía la mirada.
-Ya te dejo, ha llegado Pablo con un invitado y tengo que atenderles. -cortó la comunicación y me iba a poner de pie para saludarle, pero se me adelanto y se arrodillo junto a Pablo.
-Es una pesada, querría tenerme al teléfono todo el tiempo.
-Este es Ángel, ¿no le vas a saludar? – hizo una cosa insospechada y que por poco me hace caer de espaldas, tiró de mis pies para arrastrarme a su lado.
-Soy Erico, se te ve bien guapo Ángel, Pablo no me había mentido. -tiró de mis pies un poco más y me abrazó besándome en las mejillas.
-¿Te atienden bien mi tía y Pablo? -no me dejaba suelto y Pablo le dio una patada, le devolví los besos.
-Déjale respirar, parece que te lo vas a comer.
-Ahora que hablas de comer he preparado unos emparedados para merendar, de los que a ti te gustan de bonito lechuga y huevo cocido, voy a buscarlos. -le levantó con agilidad sin tocar con las manos el suelo, le observé mientras marchaba.
Era ligeramente más más bajo que Pablo, casi iguales, con el pelo castaño algo pelirrojo y alborotado, con pecas en la cara y en los brazos, los rasgos me recordaban a los de su tía Ana, la nariz fina con algo de puente, labios algo gruesos, jugosos, mentón en punta con algunos pelos de la barba sin afeitar de unos días.
Solo llevaba puesto un pantalón corto hasta las rodillas y flojo de cintura engomada, una camiseta verde con la figura amarilla del canario “piolín”, muy infantil y descuidado, con los pies descalzos largos y tendones marcados, muy bonitos. Todo él era una tentación, muy diferente a Pablo peo también estaba para comérselo crudo.
Volvió en unos minutos con una bandeja de bebidas y los emparedados que anunció, lo dejó en el suelo, y se sentó, estaba claro que la merienda sería estilo campestre. Pablo había puesto la televisión a funcionar, proyectaban una serie televisiva, de chicos jóvenes haciéndose travesuras y bromas los unos a los otros, dejó de mirarla para coger comida y llevársela a la boca.
-Eres el mejor, no hay quien te iguale a preparar estos sándwiches. -Pablo comía con ganas y sin dejar de comer me alargó el plato para que cogiera uno, y realmente estaban buenos como él decía, bebían los dos cerveza directamente de la botella, la de Pablo sin alcohol y como no había otra cosa cogí una igual.
Terminamos la merienda Pablo se había comido más de la mitad, y recogimos la bandeja, se tendieron para seguir la serie con una botella cada uno recién empezada. Reían algunas veces las escenas que les gustaban, Erico se había subido la camiseta dejando al aire el ombligo y jugaba con los pelitos que tenía alrededor de la hendidura, resultaba muy sensual el movimiento que sus dedos.
-Pon algo que sea más interesante, ¿tendrás grabado algo? -le pidió Pablo, cambió con el mando para escoger la fuente de un pendrive que tendría conectado. Enseguida me percaté de que iba la cosa. Eran pequeños cortos bajados de internet, pornográficos por supuesto, heteros y de gays. Los dos muchachos comenzaron a interesarse en la materia y acariciaban sus herramientas sobre los pantalones excitándose.
Yo los miraba sin poder evitar sentirme también excitado, más que por lo que se veía en la pantalla, por aquellos dos jóvenes machos que se acarician con descaro.
-Quitaros la ropa que esto se está poniendo bueno. -Erico no lo dudó, parecía estar deseándolo y sin más se quito su “piolín” para enseñar el marcado abdomen y el pecho cuadrado y fuerte lleno de pecas, la polla se alzaba palpitando sobre el abdomen, no era un monstruo, unos diecisiete centímetros aún sin endurecer completa, los testículos pegados a la base con el escroto arrugado, se agarró la polla y comenzó un lento vaivén descapullando el glande. Pablo estaba de la misma forma y yo miraba indeciso.
-¿A qué esperas Ángel? -entonces a toda prisa me quité la camisa, el pantalón me costó más sacármelo, tuve que ponerme de pié para hacerlo.
-¿Qué te parece? -le preguntó Pablo.
-Un perfecto bombón. -dejó de mirar la pantalla para fijarse definitivamente en mi.
-Ven Ángel colócate entre nosotros. -me estaba cubriendo el pene con las manos, me daba vergüenza que vieran como me tenían excitado.
Me tumbé sobre dos cojines que había acercado y Pablo me retiró las manos.
-No seas vergonzoso, mira nosotros como estamos, tranquilos, como tu debes estarlo. -Erico se aproximó hasta tocarme con las piernas y empezó a acariciarme una tetita.
-Eres precioso. -se acercó y me besó la boca, el sabor a cerveza me invadió con su lengua. Pablo me acariciaba los huevos apartándome las piernas y me relaje aceptando las caricias y besos de aquellos dos muchachos más grandes que yo, disfrutando lo que me iban haciendo. Erico que no dejaba mi boca entregándome la lengua exigente para que jugara con ella. Pablo lamiendo mi vientre y tocándome el anito con la punta de los dedos, intentó meter uno y gemí cerrando el culo.
Entonces se levantó y fue a buscar su mochila, la verga se le movía al compás de sus pasos, sacó un tubo de crema y se echó en la mano. Lo que sospechaba se confirmó, todo estaba preparado para pasar una tarde noche de sexo y yo iba a ser el plato que se comerían los dos machos.
Dejé de pensar para sentir los placeres que me brindaban. Con aquella crema fue fácil meterme el primer dedo, el segundo llegaría sin darme cuenta, sin sentirlo apenas, Erico lo evitaba chupándome la polla con ganas.
-¡Ahhhh! -dejé salir un gemido cuando, intencionadamente, me mordió la verga. Sacó la polla de la boca para reír.
-Es para que no te corras muy pronto. -sabía mamar muy bien y enseguida volvió el placer, moví la mano buscando la verga de Erico, no era fácil y se dio la vuelta para acercarse viendo mi intención. Ahora la tenía dura y palpitando, húmeda la punta por el precum. Le acaricié el glande y empujó para que mi mano la cogiera por el fuste.
-Vamos a parar, por favor, vais a lograr que me vaya. -los dos rieron y Pablo me pegó una palmada en el culo cerca del ano que me hizo estremecer.
-De acuerdo chúpanosla tu un rato. -se colocaron tumbados con las piernas abiertas y yo montado en una pierna de cada uno, tenía dos hermosas vergas esperándome, las veía increíblemente bonitas a las dos y empecé lamer la de Erico que aún no la había probado, antes de meterla en la boca y chuparla aspirando. Pablo se la meneaba esperando su turno y mirándome hacer.
-¡Que boquita! Sí, chupa, chupa más. ¡Qué rico la chupa este putito!
Erico me agarraba del pelo, empujando mi cabeza queriendo que me la tragara entera.
-Más, más, métela mas dentro. -su verga sabia deliciosa, muy rica y me encantaba sentirla deslizarse por mi lengua donde le recibía camino a mi garganta.
Decidí que tenía que cambiar de rabo y me deslicé colocándome arrodillado entre las piernas de Pablo.
-Ya era hora de que me tocara, ¿te ha gustado la polla de Erico? -respondí con brevedad antes de que su carne me llenara.
-Está muy rica. -y seguí chupando verga encantado.
Erico llegó gateando detrás de mi y empezó con la labor que dejó pendiente Pablo, metió dos dedos en mi ano, pero el índice de cada mano y tiraba de la entrada hacia los costados para abrirme.
Tiró de mis caderas y me elevó el culito separando más mis piernas, metió la cara en entre mis nalgas y su lengua comenzó a trabajarme el ano. Parecía otro maestro como Pablo, los dos sabían comerme el culo increíble y tuve que dejar de mamarle la verga para suspirar.
-¡Ahhhh! ¡Qué gustito, qué placer! Sigue Erico. Ummmm, sí, me gusta, me gusta Pablo, que rico chupa tu amigo.
Mis palabras y gemidos estimulaban a Erico y ahora me intentaba morder. Algún momento podía chupar la verga de Pablo pero tenía que dejarla incapaz de gritar ante la comida de culo tan magistral.
Entonces Pablo se tumbó sobre el suelo, con el pene durísimo y brillante, y tiró de mis brazos para que me subiera sobre él y le montara.
-Cabalga mi verga, métela en tu culito precioso. -no tuve que cogerla para llevarla a mi ano, Erico la cogió y me la enchufó para que fuera dejándome caer penetrándome con ella. Lo hice lentamente gozando de sentirla tan rígida hasta que los pelos me indicaron que la tenía toda dentro, lo tenía muy dilatado por las maniobras de Pablo y la comida posterior de Erico.
-¡Ayy! qué culito tienes bonito, apriétalo un poco, cómeme la verga con tu anito, bésame, bésame lindo. -tenía que inclinarme y pegar mi pecho al suyo para hacer lo que pedía y su polla se deslizo fuera de mi culo sin salirse.
Erico acariciaba la verga de Pablo que tenía fuera y la entrada de mi ano, su mano me aliviaba produciéndome placer y chupé la lengua de Pablo con ganas, pero el súmmum fue cuando sentí como pasaba la lengua por la verga de Pablo y mi ano, lamiendo el lugar donde se producía el encuentro.
-¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Ahhh! -parecía que el culo se me abría queriendo tragarme el mundo.
-Te gusta ¡eh pequeño! Erico sabe lo que se debe hacer. No dejes de besarme y eleva un poco tu culito. Lo hice y entonces Erico intentaba meterme un dedo además de la verga de Pablo que ya tenía dentro.
-¿Qué hace? -elevé la cabeza para mirar a Pablo.
-Tu solamente bésame, céntrate en ello, déjale a Erico que lo hará todo bien. – como siempre obedecía lo que Pablo me pedía y le di la lengua para que me la chupara rico, pero no perdía un detalle de lo que Erico me iba haciendo, con mucha paciencia y con cuidado me iba metiendo los dedos hasta que contraía el culo asustado, entonces los sacaba y era su lengua la lamía el lugar de encuentro entre mi culo y la verga de Pablo.
Hasta que se colocó a mi espalda, me levantó más el culo y sentí la punta de su verga queriendo entrar en mi ano, volví a separar mi boca de la de Pablo y le miré interrogándole.
-No tengas miedo, no te la va a meter toda, relájate y verás como entra sin dolor. Confiaba en Pablo pero era inevitable sentir temor, nunca había tenido dos pollas dentro de mi culo.
Pablo conseguía entretenerme de los pinchazos que sentía en la entrada cuando Erico empujaba, haciéndose lugar para meterla junto con la de su amigo. Sentía que me desgarraba y que mi ano no podía estirarse más, pero pudo y sentí como tenía las dos vergas dentro, siguió empujando hasta meter como la mitad, luego me dejó descansar y Pablo no me dejaba pensar con sus labios y la lengua besando y lamiendo mis labios.
Hacía fuerza con mi culo para que terminara de estirarse y que admitiera las dos vergas, me sentía repleto de carne y milagrosamente no sentía dolor, pensé que aquella crema tenía algún analgésico o alguna sustancia que hacía el mismo efecto relajante. Entonces comenzaron a moverse, uno y el otro con pequeñas entradas y salidas de las vergas y a veces movían las dos, comenzó a gustarme a medida que me iba tranquilizando y sintiendo lo estirado que tenía los anillos de mi ano.
Pero la follada no era total, las vergas no terminaban de entrar totalmente y no obstante el placer era muy grande, hasta que Erico me sujeto de los hombros y tiro de mi hasta meterme toda la verga, entraba y salía mientras Pablo permanecía quieto, al penetrarme entero tocó algo en mi interior que me hizo gemir y comencé a eyacular sobre el abdomen de Pablo. cerré el ano atrapando las dos polla y Erico tembló sobre mi espalda vaciándose la leche en mi culo.
Estuvo unos instantes vaciándose la leche y poco a poco fue calmándose.
-No te salgas aún que ahora voy yo. -Erico sacó un poco su polla para que, entonces, Pablo entrara hasta el fondo y comenzó la tarea de follarme con fuerza. Su verga resbalaba envuelta en la leche que Erico me había dejado y todo era más suave y placentero, hasta que también se corrió volviendo a rellenarme el vientre de su semen.
El primero que se salió de mi fue Erico y se tendió a nuestro lado mirando al techo y respirando con fuerza, Pablo me abrazó pegándome totalmente a su pecho.
-¿Te ha dolido algo precioso?
-No, ha estad bien, ha sido maravilloso, vosotros sois estupendos, pero prefiero que me lo hagáis uno a uno, estaba aplastado entre vuestros cuerpos sin poderme mover. Entonces Erico se echó a reír.
-¿De que te ríes, payaso? -Pablo le hablaba a su amigo como si estuviera enfadado.
-Pensaba que como le hemos preñado a la vez, como podremos saber de quien será el hijo que le hemos hecho. -reímos los dos con él y la verga de Pablo terminó por salirse de mi culo.
Nos duchamos, subieron más emparedados y bebidas, y luego volvieron a follarme como yo prefería, primero uno y luego el otro, o se turnaban dándome verga a ratos. Me hicieron pasar unos bonitos momentos entre risas y bromas hasta que veíamos a Erico en exceso alegre, su cerveza no era sin alcohol.
Me faltó que me hubieran dado la leche en la boca y probar las dos mezcladas, pero ese sería en otra ocasión. La tarde me la había pasado de fábula, seguro que ellos también la disfrutaron.
Pablo anunció que teníamos que marchar y Erico me despidió con un beso de lengua que me emocionó, quería que nos quedáramos con él la noche entera.
Seguirá…