Salí esa tarde de sábado con mi mujer y mi hija a comprar al Corte Inglés. Subimos a la planta de mujer y allí me encontré con una compañera de trabajo. Era Alicia, mujer de media estatura y con un buen cuerpo. Tenía 45 años pero aparentaba 10 años menos. Hacía ejercicio regularmente. Le gustaba andar por la montaña y alguna vez habíamos hecho alguna salida juntos.
He de decir que Alicia y yo de vez en cuando follábamos, tanto en el despacho como en un apartamento del que ella disponía en la playa.
Esa tarde iba acompañada de su marido, nos saludamos al encontrarnos y aunque cada uno siguió a la suyo, también es verdad que nos íbamos buscando con la vista hasta encontrarnos. Cuando nuestras miradas se encontraban ella me sonreía y yo hacía lo mismo. Yo estaba poniéndome caliente y en uno de nuestros encuentros visuales, me mordí el labio inferior y ella me correspondió con una lamida de su labio superior. Esto ya terminó de encenderme y decidí enviarle un mensaje de Whatsapp, pero como veía que no miraba su teléfono, me acerqué disimuladamente donde estaba ella y le dije mira tu whatsapp.
En el Whatsapp le decía que pusiera la excusa que quisiera con su marido y que en diez minutos la esperaba en la entrada de los aseos del último sótano. No esperé respuesta y me dirigí hacía donde la había citado.
Llegué al sótano y no habían pasado más de cinco minutos cuando la veo aparecer saliendo del ascensor. Se acercó a mí y me dijo que era una locura pero que estaba muy caliente y quería por lo menos chupármela. La cogí de la mano y tirando de ella nos metimos en los aseos de señoras que al ser el último sótano estaba vació en esos momentos. Nos metimos en uno de los compartimentos del mismo y nada más cerrar se agachó e intentó desabrocharme el pantalón. Le dije que no, que no quería que me la chupara, quería follármela rápido y fuerte y que nos corriéramos los dos.
Empezamos a besarnos frenéticamente y con desesperación. Nuestras bocas y lenguas parecía que no se habían encontrado nunca y no paraban de reconocerse mientras desabroché deprisa su blusa y le subí el sujetador para tener acceso a sus pechos que empecé a comerme con ansias y con muchas ganas, mientras con la otra mano accedí a su coño, que noté todo mojado a través de sus bragas que ya estaban empapadas.
Sin esperar más, se las quité rápido y cogiéndola la acerqué al inodoro obligándola a apoyarse en la cisterna y poner el culo en pompa. Me desabrocho el pantalón mientras ella me decía que era un cabrón, un hijo de puta y que se la metiera ya. Sin darle tregua, se la metí sin ninguna dificultad porque su coño ya chorreaba. Le tiro del pelo con una mano y con la otra sus tetas apoyándome en su espalda y empiezo a follármela de prisa, sin parar, como si me fuera la vida en ello y con ganas de vaciarme cuando antes. Para que ella no se quedara a medias, llevé, la mano que cogía sus tetas, a su clítoris y empecé a acariciarlo, mientras le golpeaba el culo con mi vientre al meter y sacar mi polla de su coño. Le tiraba del pelo bien fuerte para que echara su cabeza hacia atrás y le obligaba a girar la cabeza para besarla y meterle mi lengua hasta la campanilla. Me gustaba sentir su lengua y el sabor de su boca, no dejando de absorber su lengua y su saliva.
A pesar de haber sido madre, tenía el coño tan estrecho que me apretaba y absorbía mi polla cada vez que entraba profundamente. No paraba de insultarme diciéndome: “siii, así cabrón dame fuerte, fóllame, dame más duro, azótame las nalgas. Disminuí un poco el ritmo y… joder, cabronazo, ¿quién te ha dicho que pares? Sigue, dame más fuerte, cómeme la boca y no dejes de tocarme el clítoris. Ufff… como me gusta, como me haces gozar, hijo de puta, como te aprovechas de mí, pero me gusta y mucho. Ufff…
Volví a coger ritmo y enseguida me dijo que se iba a correr, que no parara. Me voy a correr joder, que gusto. Y cuando volví a intentar comerle la boca, solo pudo abrirla de par en par, para correrse, sin dejar de gritar, intenté hacerla callar, porque había oído que entraba alguien en el aseo, pero me fue imposible, no pude evitar que gritara y mordiera mi mano. Ahhh… me corro, cabrón que gusto aggg… aggg… aggg… Diosss como me gusta que me folles hijo de puuutaaaa.
Yo aún tardé un poco más, y haciendo caso omiso a su petición de correrme en su boca, seguí follándola hasta que descargué dentro de su coño, juntando mi corrida con sus jugos, que empezaron a caer abundantemente por sus piernas.
Cogí papel higiénico y la fui limpiando para recomponernos y poder salir.
Salimos del compartimento y vimos a una chica joven que no se si sería la misma que tuvo que oír sus gritos, pero si que se nos quedó mirando con los ojos abiertos como platos. Nosotros no pudimos de evitar una sonrisa al mirarla que al final acabó por ser una carajada por parte de Alicia.
Al salir, Alicia subió al ascensor y yo me esperé al siguiente. Una hora más tarde coincidimos de nuevo en la cafetería y su marido nos invitó a sentarnos junto a ellos y allí estuvimos tomado un café cargado de mucho morbo.
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