Blanco, blanco, blanco,
blanca es la leche que me das,
espesa, caliente, de olor intenso,
la que cae sobre mi lengua, sobre mis ojos,
la que me entra y me deja preñada.
Cómo amo esa leche, cuando baja por mi garganta,
la que unas veces dejas en mis pechos,
y otras me das de desayunar.
¿Recuerdas la última vez?
esa que me tenías a cuatro patas,
como una perra, ladrando para ti.
Aún recuerdo como dolía, cada vez que en mi culo la clavabas,
que bien me follabas, estaba totalmente enganchada.
Hasta que acabaste, y cuando la sacaste,
yo ya sabía donde acabaría, no en mi culo,
sino en mi vientre.
Me dejaste preñada,
como una gata callejera.
Me marcaste, me hiciste tuya.
Me usaste como tu recipiente, para saciarte.
Y todo, y todo,
por un billete.
Así te recordaré siempre,
mi querido padre,
quien me dio la vida,
quien ahora me domina,
quien me hace su vasija,
para ese blanco, blanco, blanco,
espero semen.