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El primo Erik, caliente como ninguno
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Tiempo de lectura: 9 minutos

En serio, lo que a mí me gusta es follar a pelo. Sé que a veces no hay más remedio porque no sabes quién es quién. Hay gente que no pasa por una consulta médica ni en broma y anda de culo en culo. Esta irresponsabilidad obliga a usar forro cuando no sabes quién el que se te arrima ni qué hace ni cómo está de salud por muy saludable que aparente estar. En estos casos, repito, no hay otra, condón por cada movimiento.

Esto es engorroso, porque estás caliente y lo que te apetece es tener la polla en el culo o meterla en el hueco, pero si has de morder el envoltorio, ponértelo, ¡joder! Eso es como pasar por taquilla para subir al tren. Por eso prefiero mis amigos. Lorenzo y yo vamos juntos al médico, nos revisa, nos aconseja, nos manda las correspondientes analíticas y nos dice que estamos sanos con un «a follar»; ¡joder con el médico!, encima nos invita a lo que nos gusta. Otro es el caso de Zigor y Mauro; ellos van por separado, y cada uno nos cuenta lo que le dice. Los cuatro somos recomendados por el abuelo ante su amigo el Dr. Quiroga, Alfonso es como él lo llama, y cuando se despista lo nombra cariñosamente como Alfonsito. Tengo para mí que el abuelo le habló de nosotros y solo él nos atiende, pero el abuelo está perfectamente informado, al menos eso da a entender por lo que se despreocupa de las cochinadas que hacemos.

Lorenzo tuvo que irse durante diez días a la casa de sus padres porque su abuela materna había fallecido, le avisaron cuando la habían ingresado al hospital, todavía tuvo tiempo de verla en vida, aunque ella ya no pudo conocerlo. La abuela Juliana es madre de su padre y del mío y, aunque se conocía mucho con la difunta, no fue a los funerales por no dejar al abuelo. La ausencia de Lorenzo supuso casi una semana de pajas para consolarme, que cuando uno se acostumbra ya no puede parar. Suerte que al fin de semana, justo Mauro y Zigor vinieron a acompañarme y a consolarme.

El sexo entre tres es ameno, lo que pasa es que a mí ya me encanta tanto el toque suave de la polla de Lorenzo, su húmeda lengua repleta de sabores, sus fuertes manos sujetando mi cintura y todo él, su contacto, sus palabras que aunque mis amigos se esfuerzan en darme gusto, placer y consuelo, solo lo consiguen en parte, porque el amor es amor y nada puede sustituirlo.

Mauro es moderado y actúa a la orden de cualquiera de nosotros, pero Zigor es atrevido, osado en sus acciones y sorprendente porque te puede hacer lo que menos te esperas. Al no tener a Lorenzo con nosotros se atrevió conmigo a más, sabedor de que mi culo y yo entero somos capaces de soportar cualquier barrabasada. Mauro es un poco más maricón, es medio cobarde, le gusta todo, pero no lo hace todo, ni lo pide todo y a veces se niega. Sé que Mauro no le ha permitido todo lo que a Zigor le gustaría, porque en un momento, cuando ya estábamos desnudos los tres, besándonos y tocándonos por todas partes como unas previas de precalentamiento, de sopetón soltó:

— Aprovecha, Zigor, ahora para hacer con Joel eso que tanto deseas…

Lo miró muy serio y él me miró a mí. Como no sabía de qué se trataba, tras encararme con Mauro que tenía su cara roja, miré a Zigor con un movimiento de hombros. No entendió Zigor que yo no sabía nada, sino «haz lo que quieras». Pero de momento todo quedó ahí. Seguíamos con las previas. Mauro, iba metiendo en mi culo un dedo con sus manos muy embadurnadas de lubricante. Ambos tenían las manos muy brillantes y húmedas a causa del lubricante y todo mi culo me lo notaba más resbaladizo que de costumbre. Noté que Mauro, mientras me estaba besando con Zigor atornillando nuestras lenguas, me metió un dedo…, (vueltas dilatando), dos dedos (más vueltas y más fuerte la dilatación) y ¡tres…dedos…!; de pronto saca sus dedos y mete algo empujando, es un plug negro que comienza en punta y va haciéndose ancho, luego tiene una repentina disminución como tapón. Ahora ya sé qué es un plug anal y un dildo, etc., pero en ese momento no tenía ni idea y estos chicos lo consiguieron. Lo metió entero. Luego lo sacaba y lo metía y me daba un placer tan tremendo que llené todo el abdomen de Zigor con mi lefa repentina sin siquiera tocarme las pelotas.

— ¡Cabrón, Mauro, ¿qué me has puesto?!

— ¿Te molesta?

— No; qué va, se siente bien, da… ¡uffff!, que regusto da, joder…

— Zigor, yo también quiero besitos de Joel…, mmmh…

— Pasa, cambiamos de sitio que Joelito quiere también tus besitos, ¿a que sí, Joelín?

— Cciiii, síiii… yo quiero besitos de Maurito…

Mauro se me puso delante y mariconeamos tanto cuanto pudimos, supimos y quisimos, nos hablábamos en infantil, afeminadamente y suponiendo todo y que todo estaba bienvenido. Zigor comenzó a manipularme mi culo mientras yo acariciaba la polla de Mauro que estaba buena, normal, pero buena, muy húmeda ya por el presemen, humedad que llegaba a mis manos y de estas a sus nalgas. Mauro me acariciaba el pecho y la espalda por detrás del cuello. Mientras, Zigor jugaba con el plug de mi culo, sacando, metiendo y volviendo a sacar. En una de estas escuché como que se cayó al piso y noté que la mano de Zigor se paseaba por mi culo y metió poco a poco sus dedos, tenía el tope que era su pulgar y sacó la mano, encogió su pulgar entre la palma de la mano y fue metiendo su mano dentro de mi culo. Ahí noté y supe que me estaba super dilatando y a los diez minutos más o menos, porque tanto placer hace pasar los minutos como segundos, sentí que su mano estaba dentro de mí. Con mis manos quise saber cómo iba y no le encontré ya los extremos del cúbito y el radio, toda la mano y la muñeca entera entraron. Debió notarlo por mis movimientos, pero Zigor pasaba no sé si dedo o mano entera por mi próstata y la hacía reaccionar, volví a eyacular, pero no sé cuanto porque enloquecía de placer.

Mauro lo disfrutaba viendo mis movimientos, no me podía estar quieto, es como si te hicieran cosquillas sin poder defenderte, pero unas cosquillas de sumo placer, jamás me lo podía imaginar. Algo dolió cuando entró la mano, pero el placer es tan grande que me pasó como a la mujer en el parto, que a la vista del hijo se le olvida todo. Yo puse a perder a Mauro llenándolo de semen y no tenía más opción, porque ni después de eyacular se me bajaba. Mi culo y mis piernas estaban también llenos del semen de Zigor por detrás y mi abdomen, pubis y piernas del semen de Mauro. Al parecer habíamos eyaculado varias veces, pero el placer nos había desinhibido tanto que ni nos dimos cuenta de los gritos que dábamos.

Después de la ducha, como era sábado, el abuelo nos llamó para el aperitivo que acostumbra a tomar abundantemente en sábado y domingo. Yo me puse short, ellos bajaron con bóxer como siempre. El abuelo al verme en short y no en tanga me dijo:

— Tú eres el de los gritos más fuertes, ¿es que te han follado los dos a la vez…?

— Ninguno me ha follado, abuelo, sus pollas han dejado el semen en mis piernas…

— No me cuentes más, hijo, no me cuentes más, ya me imagino.

— «Algo tiene el agua cuando la bendicen», que el agua lo lava todo.

Nos había servido Martini para los tres como él, Martini Rojo, y una de Martini Bianco para la abuela que no tardó en salir con una fuente de langostinos y otra de mejillones. La abuela, muy discreta como siempre solo nos preguntaba si estábamos bien, y lo que más le gustaba: recibir nuestros besos cuando le recogíamos las fuentes. Sabedores, nuestros besos eran muy discretos pero en su boca y miraba al abuelo, luego, como siempre, dice:

— Aprende algo de nuestros nietos, Fabián.

— A ellos les conviene, nosotros ya nos tenemos, dijo socarronamente.

Se levantó, agarró a la abuela con sus brazos la inclinó de espaldas y le dio un beso espectacular, hasta las lenguas vimos en movimiento. Asombroso, lástima no tener un móvil ahí mismo para fotografiar eso.

***** ***** *****

Por fin llegó Lorenzo, mi primo Lorenzo, en verdad se trata de «mi Lorenzo»; de no haber sido porque cada día le llamaba yo y luego él o al revés, me hubiera desesperado. Me hubiera gustado acompañarlo, pero quizá hubiera parecido inadecuado o impertinente. Así que pasé diez días de sexo telefónico, ni que conversara con una puta de redes.

(Perdón, un paréntesis: ¿También hay putos gays en las redes? Que algún lector me lo diga, porque ahora que ya estoy entrenado al sexo telefónico igual me apuntaría y sería eso una ganancia extra para mí. ¿Los putos gays pagan al fisco? Va, va, no molesto más. Cierro paréntesis).

Lorenzo contó en su casa, era obvio, cómo estaba la abuela con el abuelo, exactamente como yo cuento cómo está el abuelo con la abuela. Lo que para los míos es insólito también lo es para los suyos, solo que nosotros comprendemos la felicidad de los abuelos y la compartimos. Aunque Lorenzo no quería de ninguna manera, un hermano suyo se enroló con él para pasar cuatro días en casa de la abuela y se vino el muy cabrón para ver por sus propios ojos si le convenía disfrutar de lo que gozaba su hermano en casa de los abuelos. Aunque no todo fue un desastre para Erik, así se llama el hermano de Lorenzo, no encajó en casa de los abuelos y al final tuvo que irse. Nunca hablaba con la abuela de nada serio o de nada jocoso, nunca la llamó abuela, sino mamá Juliana, jamás llamó al abuelo como abuelo, en los cuatro días se dirigió escasamente a él y solo era Señor Fabián, incluso una vez lo llamó señor Damián con el desagrado del abuelo y la risa sarcástica de todos nosotros.

No obstante hay que reconocer que follando es una máquina, una máquina creativa, que sabe improvisar. Al segundo día Lorenzo me dijo que distrajera a su hermano, que lo follara o me dejara follar, que de algún modo lo dejara contento para que no pusiera problemas en casa al regresar. Añadió que tenía que aprovechar esa tarde en la que os abuelos, Lorenzo que conducía y Mauro se iban a la casa de este para tratar unos asuntos agrícolas con su padre y tardarían toda la tarde como unas cuatro o cinco horas.

Avisé a Zigor de la situación y le pedí que no me dejara solo con Erik, aunque nos pusiéramos a follar, o que vigilara o que participara, le metí una tira de profilácticos al bolsillo y entendió que quería que yo que participara de cerca. Zigor y yo ya sabemos por donde nos va mejor, él sabe que prefiero recibir que dar, así de egoísta soy y sé que él prefiere su culo intacto, a excepción de si es Mauro o Lorenzo o yo mismo. Aunque habían pasado unos cinco días de la metida de puño, esa actividad, llamada fisting o fist-fucking, me gustó, el placer es enorme, pero me dejó el culo abierto y un poco dolorido hasta este día, ahora bien es incomparable, el placer es total. Sin embargo ahora ya me encontraba bien, incluso cuando me metía un dedo, porque el culo ya se resistía y ponía en guardia los esfínteres.

Desde que se fueron los abuelos con Lorenzo, que se había convertido en nuestro conductor oficial, y con Mauro, Zigor y yo estuvimos todo el tiempo juntos, mimosos, dialogantes, besucones y abrazados para casi todo, no queríamos quedarnos solos ninguno de los dos; incluso yo me iba a orinar, orinaba conmigo Zigor y al revés, con ganas o sin ellas. Sacamos unas cervezas para merendar, saqué una por cada uno de los tres y el pastel que nos había dejado preparado la abuela.

Acabada la porción de pastel, Zigor y yo nos besamos para degustar el sabor dejado por el pastel en la boca, que en cada boca sabe de diferente manera. Eso lo miraba Erik no de muy buen grado, con lo que demoramos más de lo habitual. Pero tanto nos entretuvimos que nos olvidamos de Erik y comenzamos a quitarnos la poca ropa que llevábamos, es decir el short y las zapas. Yo restregaba mi polla con la de Zigor y nuestras lenguas se unían enroscándose. Nuestras manos se convirtieron en acaparadoras, pues no tenían cuerpo suficiente para manosear y hurgar.

Al parecer, sin duda alguna, se calentó Erik al vernos y se desnudó para unirse a nosotros dos. Le recibimos bien y le hicimos participar del placer de tocar nuestros cuerpos y me dediqué a acariciar su polla, para meterle un condón; en verdad su polla es suave como la de Lorenzo y aterciopelada. Me recordaba su tacto al de Lorenzo y pensé que estaba ahí. Largamente estuvimos manoseando y suspirando hasta que alguien se decidiera. Le tocó a Erik perder los platos porque fue más rápido Zigor, que se puso a comerle el culo, rugoso y peludo, de Erik, mientras se ponía un condón. Ya me comentaría luego Zigor que Erik tenía el culo muy fruncido, pronto me había dado cuenta de que su culo estaba muy fruncido, un exceso de arrugas. Me gustaba más el de Zigor, sin arrugas, suave por todas partes, ¡qué a gusto se podía besar y lamer!

Zigor, sin ascos a las arrugas y a los malos olores se comió a gusto el culo de Erik que lo hizo suspirar, como si nadie nunca le hubiera dado nunca semejante culto a su ano. Gritaba de gusto y se le puso muy dura. Con un manotazo Zigor le puso de rodillas, la cabeza abajo y el culo arriba y se la metió duro, seguido y sin descanso para que aprendiera. Lo vi y me pareció tan salvaje que quise remediar aquello. Me colé de cabeza a rastras y a gatas mirando al suelo por debajo de la cara de Erik y cambié hasta poner mi cabeza a la altura de la polla de Erik y mi culo en su cara. Puse las manos en el suelo y empinando desde la cintura y doblando la cabeza hacia atrás metí la polla de Erik en mi boca, suspiró suspiros sobre suspiros: «¡Ay!, ¡joder!, ¡que me jodes y me jodes, menuda jodienda, un macho y un maricón!, ¡la puta que me parió!». Se puso a comerme mi suave y terso culo, limpio de inmundicias gastrointestinales y otras lindezas, y cuando ya pensé que tenía suficiente seguí avanzando.

Cuando mi culo llegó a la altura de la polla de Erik, lo elevé apoyando con fuerza mi cara y hombro sobre el piso y con una mano busqué la polla de Erik para meterla en mi culo, tras asegurarme que tenía el condón impolutamente puesto. Aunque tardé un poco en conseguirlo, escuché los gritos de Erik cuando me metía mi culo como cueva de su polla. Él disfrutaba porque se encontraba con una acción ajena que lo hizo disfrutar extraordinariamente. No tardo Erik en dar sus movimientos con el empuje y al compás de Zigor, por mi parte hacía fuerza para que no se saliera de mi culo. Me mantenía firme con el peligro de malograr mi clavícula, pero ya no me importaba nada más que emparedar a Erik entre Zigor y yo con una postura super extraordinaria.

Noté que la polla de Erik comenzó a tener sus espasmos, pero él solo decía un «ah, ah, ah, ah» sin más aliento para expresar frases y tras esto no tardó en correrse, algo cayó dentro, pero como no se cuidó de no salirse, me echó casi todo su esperma por encima de las nalgas. Al, instante se escucha con la voz de Zigor:

— Me voy, me voooy, me corro, me corrooo…

Y suspiraban los dos, se cayó Zigor sobre Erik y ambos me aplastaban contra el piso, me volví, los empuje al lado y me puse de cara al techo, levantando mis nalgas que me notaba mojadas. Zigor salió del culo de Erik y se vino a mamar mi polla que ya estaba para reventar. Se acercó también Erik y entre los dos me la mamaron hasta que grité:

— ¡Aaagh! ¡Ahí yaaa… va…!

Toda mi lefa se la llevaron sus caras y sus bocas. Levanté mi mano, tiré del brazo de Zigor y se vino a mi rostro, yo le lamía mi lefa de su cara y en un potente beso la degustamos, pasando de boca a boca sin parar antes de tragarla. ¡Qué rica la lefa adobada con saliva de dos! Pero luego fue de tres, porque Erik no quiso quedarse atrás bajo la mesa en el festín de mi leche, que les pareció rica. Leche de polla con tres salivas y batida por tres lenguas podría ser un cóctel que con gin o vodka sabría a gloria, seguro.

Cuando le conté esto a Lorenzo, me sorprendió, porque la siguiente vez que follamos, una vez ido su hermano, me hizo mezclar semen suyo y mío con nuestras salivas y depositamos ambos bocados de lefa con saliva en un vaso preparado con vodka. Lo probamos y no nos disgustó, el sabor es único, incomparable, era muy nuestro. Sorprende Lorenzo porque cada parida que suelto por mi boca tiene que ponerla en práctica: las cosas del amor son un gran secreto y un gran misterio. Lorenzo sabe amar y con creces, por eso se alegró cuando se fue Erik, que no es gay sino bisexual o pansexual o un aprovechado que dice Lorenzo, porque le va todo. Lorenzo solo quiere ser para mí y que yo sea para él, hemos admitido de buen grado a Zigor y Mauro, porque saben respetar lo nuestro, como nosotros respetamos lo suyo.

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