Eran las 5 de la tarde, me encontraba nuevamente conduciendo mi auto rumbo a mi casa. El día, como ya era costumbre cada verano, era un infierno de calor. Habíamos tenido lluvias en los días anteriores y para lo único que habían servido era para poner la temperatura aún más caliente, agregándole un dejo de humedad que no se quitaba con nada. La humedad, el tráfico y los estúpidos conductores tortuga me habían puesto de mal humor, y lo peor es que aún me faltaban unas cuantas millas para llegar a mi casa. Me sentía sofocada y con ganas de matar a alguien. Puse una canción de Korn en el estéreo de mi auto y subí el volumen a lo máximo, lo mismo que el aire acondicionado, intentando hacer mi viaje menos molesto.
Para colmo no había encontrado la manera de vengarme de mi odioso vecino. Como les había contado en relatos anteriores, había descubierto a mi vecino espiándome por la ventana de mi casa. El mismo odioso vecino adolescente regordete que un par de semanas antes me había fotografiado teniendo relaciones con mi esposo en la sala de mi casa, y había tenido el descaro de mandarme las imágenes a mi celular.
Y encima de todo me había llamado Cara de Puta. No sé porque eso me había molestado tanto, incluso aún más que las fotos. Mi esposo en ocasiones me llamaba puta al calor de la excitación. Puta, perra puta, pequeña puta, pinche puta, putita, y todas las variantes que se le ocurrieran. Como otros muchos matrimonios, lo usábamos para excitarnos más en la intimidad. Era parte de nuestros juegos sexuales. Parte de nuestro cachondeo íntimo. Él era al único al que yo le permitía llamarme así. Incluso algunas de las pinches viejas odiosas de mi trabajo, con las cuales no tenía amistad con ninguna de ellas, sabía que a espaldas mías habían llegado a llamarme puta o bitch. De alguna forma todos ellos tenían una razón para llamarme así. Mi esposo lo hacía para excitarme, y mis compañeras de trabajo porque seguramente me odiaban como yo a ellas.
Pero que un estúpido chaval sin ni siquiera conocerme me llamara de esa forma, por alguna razón había logrado molestarme de la peor manera. Y de la peor manera tenía que ser mi venganza.
Con mi mente llena de pensamientos oscuros, finalmente llegué a mi hogar. Ni bien bajaba de mi auto, cuando encontré al chaval en el patio frontal de su casa, mirándome y sonriéndome como si nada hubiera pasado. Como si fuéramos los grandes amigos. Era ya la tercera o cuarta vez que lo topaba a la hora que yo llegaba a casa. Seguramente había calculado a qué horas llegaba yo y procuraba estar fuera de su casa para 'recibirme'.
Me encaminé a toda prisa a la puerta de mi casa, con la espalda y el culo sudados tratando de escapar del calor. Ni bien de un par de pasos cuando el chaval se acercó a mí, con expresión de apenado.
—Oiga, quería pedirle una disculpa por… —comenzó a decir mi odioso vecino.
—Chinga tu madre! —le contesté, cortando de tajo sus palabras y metiéndome a mi casa, dejándolo con la palabra en la boca enfrente de mi casa.
Finalmente entré a la casa, recibiendo una oleada de aire fresco. Como era usual, mi esposo había llegado antes que yo y tenía el aire acondicionado a todo poder para hacerme más agradable mi recibimiento. Detallitos que me hacían amarlo más. Y también como ya era mis costumbre, me deshice de mis zapatos de un par de patadas, lanzándolos lejos de mí, para luego quitarme la blusa y mis jeans, dejándolos tirados en el pasillo mientras me dirigía a el shower, quedándome solo en brassiere y mi sucia y apestosa pantaleta. El maldito calor me hacía empapar todo el cuerpo de sudor, siendo mi vagina la que más sufría por los embates de este horroroso clima de verano. Una ducha fría me haría volver a la vida. De pronto, algo me detuvo en seco.
No había ningún ruido en casa. Estaba totalmente en silencio. Ni sonido de música, ni de televisión. Solo el murmullo del aire acondicionado. Eso era extraño. Mi esposo lo primero que llegaba haciendo era prender el acondicionado y después la tv. Estaba absorta en ese pensamiento cuando de repente una mano me tomó por las espaldas, mientras otra me tapaba la boca. Traté de defenderme, moviéndome bruscamente tratando de escapar del agarre al que me tenía el sujeto pero mis esfuerzos eran inútiles, él era mucho más fuerte que yo.
Trataba inútilmente de soltarme de su amarre, al mismo tiempo que logré verlo de reojo. Era más o menos de mi estatura, delgado o por lo que se alcanzaba a ver tenía varios tatuajes en brazos y cuerpo. Su rostro lo ocultaba bajo uno de esos que llaman pasa montañas en las películas de asaltantes de bancos y así. Solo eran visibles sus ojos y su boca.
Con un movimiento rápido, el sujeto me derribó al suelo poniendo uno de sus pies entre mis piernas. No lo vi venir, así que caí con todo mi peso al suelo de manera estrepitosa. El golpe me dejó sin aire, y al tratar de incorporarme recibí una bofetada que me hizo ver estrellas. Saboreé el amargo sabor de mi propia sangre en mis labios y sentí estar a punto de desvanecerme. El intruso me tenía en sus manos. Aprovechando la ventaja, el tipo me bajó mis panties por mis piernas, quitándomelas completamente.
Traté de detenerlo, por lo cual recibí de nuevo otra bofetada.
—¡No quiero que grites ni digas nada, perra! —el intruso rugió hacia mí. Metiendo mis pantaletas en mi boca. Después de un día completo de sudor y residuos vaginales, el sabor de mi ropa interior era horrible y sentir mi boca completamente ocupada por ella casi me hizo vomitar de asco.
Estaba tan ocupada en mis intentos por evitar mi vómito, que no noté cuando el intruso se bajó los jeans, me abrió las piernas y sin miramientos, me ensartó su miembro en mi vagina de un solo empujón!
—Mmmjjjhhh! Mjjjmmmhhh!! —traté de gritar al sentir su duro miembro abrir mis labios vaginales e irse hasta el fondo de forma brutal, pero la pantaleta en mi boca me lo impidió.
El intruso al sentir como su pene topaba con el fondo de mi vagina, sacó su miembro y nuevamente arremetió contra mí, como si intentara llegar hasta mi mismo útero y partirme en dos. Sus estocadas eran brutales, salvajes, con rabia. Traté de levantar mis brazos para detenerlo, consiguiendo esta vez una ración de bofetadas. Estuvo dándome de estocadas que aunque fueron por un corto tiempo, cada vez eran más profundas y dolorosas.
El intruso se separó de mí, levantándose y dándome un leve respiro, pero poco me duró el gusto puesto que me tomó por mi abundante cabello y con fuerza me comenzó a arrastrar. Con mis manos trataba de, si no detenerlo, por lo menos aminorar el dolor que el jalón en mi cabello me provocaba. Tomé sus manos con las mías para de esa forma lograr que me arrastrara colgada a sus manos y no por la presión en mi cabello.
Llegamos a la sala de la casa, con el de píe y yo detrás de el en el suelo víctima de su jalón de cabellos. Al llegar a la sala, el intruso siguió arrastrándome por todo el piso, no solamente tratando de provocarme dolor, si no también con la intención de humillarme. El dolor en mi cuero cabelludo era insoportable. Sentía como mis lágrimas resbalaban por mi rostro, lágrimas negras producto del maquillaje y sombra de mis ojos.
Finalmente dejó de arrástrame, y depositándome en el piso de la sala, se acercó a mi como si quisiera decirme algo. Fue ahí cuando pude ver que tenía una navaja en su mano, la cual acercó a mi rostro y lentamente me habló.
—Escúchame bien puta. Vas hacer lo que yo te diga, y si tratas de escapar, de gritar o hacer algo contra mí… te cortaré la lengua y te desfiguraré el rostro. Escuchaste bien? QUE SI ESCUCHASTE BIEN, PUTA!!?? —me dijo gritando al final, a lo cual asentí con varios movimientos de cabeza.
—Ahora… voy a sacarte tus calzones del hocico, pero si intentas gritar te los meteré de nuevo y hare que te los comas, entendido? —me dijo, a lo cual de nuevo le contesté con movimientos de cabeza.
Sentí como abría mi boca y sacaba mis panties con sus dedos. Estaba completamente empapada de mi propia saliva, la cual al sentir mi boca abierta, escurrió libremente formando un grueso hilo hasta el suelo. Tomándola en su mano, me la pasó por la cara embarrándome de saliva y maquillaje mí ya de por si sucio rostro.
—Por favor… pleasee… déjeme ir, no me haga nada. Le juro que no diré nada de esto a nadie —le dije llorando en cuanto sentí mi boca libre de mi ropa interior.
—QUE TE CALLES! Ahora escúchame perra, vas a hacer todo lo que digo, y si no lo haces, te arrepentirás —gruñó, empujando la fría navaja con más fuerza contra mi cuello.
—Respóndeme puta! —gritó en mi cara. Asentí, gimiendo suavemente.
Acercándose más a mi oreja, susurró —Voy a follarte tan fuerte por el culo que no podrás caminar cuando haya terminado”
Me levantó nuevamente tomándome por el cabello, por lo cual logré mirarlo como estaba con su miembro de fuera de sus jeans. Mis ojos se agrandaron cuando noté el tamaño de su verga. Era grande y llena de gruesas venas, con una cabeza enorme. Seguramente me iba a destrozar el culo y temí que jamás volvería a caminar tal y como me había amenazado. Él sonrió cuando se dio cuenta de lo que estaba mirando.
Me acostó en el piso boca arriba, y moviéndose entre mis piernas, me las abrió evitando que las cerrara. Escupió su mano y procedió a ensalivarse la punta de su verga. Sabía lo que seguía a continuación y cerré mis ojos. Comenzó a empujar su verga contra mi ano con todas sus fuerzas, golpeándolo e intentando entrar en mí. De repente, un dolor agudo recorrió mi cuerpo al sentir como su miembro penetraba mi recto, nuevamente de forma brutal.
—¡AYYY! ¡MIERDA! Me lastimaaas pendejo! Sácala, sacalaaa por favooor! —grité sofocada por el dolor. Sentía mi ano arder tal si me hubieran introducido chile. Recibí como respuesta una nueva bofetada.
—Por favor, déjame ir —susurré con lágrimas en los ojos.
Él no tenía intención de dejarme ir. En todo caso, mi suplica lo hizo emocionarse aún más.
—Si no tratas de correr, no te lastimaré —fue su respuesta.
—Todavía vas a…? —lo interrumpí cuando comenzó a quitarse primero la camisa.
Él me soltó las muñecas y tomándome por mi pequeña cintura, empezó un mete y saca en mi adolorido ano.
—Sí, todavía voy a follarte —terminó su frase— Pero si me obedeces, seré gentil.
Sonrió y se trepó sobre mí, inmovilizándome y besándome apasionadamente. Cogida por sorpresa, comencé a luchar nuevamente, haciendo todo lo posible para alejarlo de mí. Pero no sirvió, era demasiado pesado.
—Espera, no… —dije antes de que pudiera protestar más. El deslizó sus dedos en mi boca, obligándome a chupárselos, y luego lentamente comenzó a empujar de nuevo su longitud dentro de mi recto. Gimió ruidosamente cuando mi culo apretado y caliente le apretó la verga.
Quitando sus dedos ahora limpios de mi boca, se inclinó y me besó bruscamente, moviendo una mano hacia abajo para frotar su clítoris. Gemí y envolví mis piernas alrededor de su cintura, incapaz de luchar contra él por más tiempo.
Esto solo lo incitó más y le tomó todo lo que no tenía para zambullirse dentro y follarme sin sentido. Lentamente, se empujó dentro de mi hasta que me había llenado casi por completo. Gimió ruidosamente. Yo estaba tan apretada que tuvo que esperar hasta que se hubiera adaptado a mi antes de que pudiera comenzar a follarme en serio.
Su boca se abrió en un gemido silencioso y yo cerré los ojos, mientras él comenzaba a sodomizarme más rápido. No había ido al sanitario antes de salir de mi trabajo, por lo que seguramente terminaría sacándome mis heces fecales con su miembro. El hijo de perra estaba llegando hasta lo más profundo de mi recto y seguía empujando. Cerré los ojos, tratando de soportar esa posible humillación. Gemí, mordiéndome el labio para evitar hacer cualquier sonido.
—Grita para mí —gruñó. Abrí los ojos y lo miré.
—Dime lo que quieres —su voz era profunda. Cuando no respondí, dejó de moverse.
—Dime lo que quieres que haga —esta vez fue una orden.
Me retorcí en vano, tratando de hacerlo moverse. No sirvió. Mis ojos suplicaron, estaba al borde del orgasmo y él lo sabía.
—Dime lo que quieres que te haga a ti —repitió. Él sabía que me estaba torturando.
—Quiero que me folles —susurré, avergonzada.
—Qué fue eso? —sonrió con suficiencia.
—¡Fóllame! Cógeme como si fuera una puta! —grité con frustración.
—Ten cuidado con lo que deseas —sonrió abiertamente y comenzó a moverse dentro de mi otra vez.
Mi mente ahora se apoderó del placer, envolví mis piernas firmemente alrededor de su cintura, clavando mis uñas en su espalda. Dejó escapar un gruñido casi animal y comenzó a follarme más rápido. Se sentía tan bien alrededor de su pene; mojado, cálido y apretado
—¡Oh, carajo! —grité cuando comenzó a golpear realmente contra mi culo, ya no me importaba si podía lastimarme o no.
—AHHH! OH DIOS SÍ! —él estaba gimiendo incontrolablemente. Arqueé mi espalda, permitiéndole ir más profundo, mientras un orgasmo alucinante me consumía.
—Mierda… Si… si… Así… que apretado —gruñó entre cada empuje mientras me follaba sin piedad. Sabía que no duraría mucho más. Mi culo ahora estaba masajeando su verga con cada empuje mientras otro orgasmo me sacudía, haciéndome gritar.
—¡SÍ! Dime lo que quieres! —me ordenó entre gruñidos. Gemí ruidosamente y arqueé mi espalda, empujando mis pechos contra su pecho.
—DAME MÁS ¡MAS FUERTE! RÓMPEME EL CULO HIJO DE PUTA!! —le ordené. Sus gemidos se intensificaron. Estaba cerca del orgasmo.
En ese momento él sabía que yo ella era suya y el mío.
Al oírme gritar, fue cuando el finalmente cedió, y pude sentir sus bolas apretarse.
—¡Oh, mierda! ¡Me estoy corriendo! —gritó pegando su cuerpo contra el mío. Sus ojos se cerraron de golpe al darse cuenta de lo que estaba a punto de suceder. Deseaba sentir su semen llenarme pero quise castigarlo. Traté de alejarme de él para que no se corriera dentro de mí, pero me sostuvo.
—Ahhh! ¡JODER, SÍ! —gritó mientras enterraba su longitud entera en mi culo y disparaba su enorme carga de leche dentro de mí. La sensación de su semen caliente llenándome se sintió tan bien que fui empujada al borde nuevamente, teniendo un último orgasmo alucinante.
Él colapsó encima de mí, sin moverse, dejando que su verga se ablandara dentro de mi reventado culo.
Cuando él salió de mí y rodó hacia un lado, pude sentir sus jugos mezclados con mis heces salir de mi ano. Jadié, incapaz de moverme.
Después de un corto tiempo luego de que recobrara el aliento, se puso de pie sobre mí. Mirándome a través de los agujeros de su máscara. Tomando su ahora flácido pene entre sus dedos, apuntó hacia mí, y sin más ni más… comenzó a orinarme en el pecho, moviendo el chorro arriba y abajo para bañarme completamente el cuerpo.
—Abre la boca —me ordenó a lo cual ni tarda ni perezosa obedecí.
Redireccionó el chorro de orines, y apuntando hacia mi abierta boca, empezó a llenármela por completo. Era demasiada la cantidad de orines que me vi obligada a tragarlos para no ahogarme. El sabor amargo y agrio llenó mi boca, siendo esta la primera vez que tomaba orines. El intruso pausaba el chorro, dándome tiempo de tomarlos cuando se me llenaba la boca. Empecé a tragar cada vez más, saboreándolos, tratando de no ahogarme en el intento. Los últimos chorros los dejó caer en mi rostro, formando una máscara de orines, lágrimas y maquillaje corrido. No podía verme a mí misma, pero estaba segura que mi aspecto era de dar asco.
Cuando por fin terminó, se agachó sobre mí y me besó apasionadamente, combinando nuestras salivas y quitándose la máscara, para revelar lo que yo sabía desde un principio. Era mi esposo Tommy, y este era otro más de nuestros juegos sexuales.
—Fantasía cumplida, baby. Espero te haya gustado —me dijo tiernamente.
—Me gustó bastante, aunque se te pasó la mano con las bofetadas. Me partiste el labio —le respondí.
—Bueno, dijiste que querías que fuera lo más real posible y yo solo cumplí —dijo riéndose el muy cabrón, con esa sonrisa que me desarmaba por completo.
—Okey, pero la próxima me toca a mí y te recibiré vestida de zombie. Así que ni te quejes de las mordidas que te daré, hijo de puta —le dije fingiendo enojo.
—Prometo no enojarme, así me arranques un brazo a mordidas —respondió.
—No es un brazo lo que tengo en mente de arrancarte —le dije maliciosamente.
TOC TOC! Un par de toquidos a la puerta interrumpieron nuestra conversación. No acostumbrábamos a recibir visitas en la casa, así que el golpeteó en la puerta nos tomó desprevenidos. Intenté levantarme al tiempo que le hacía señas a Tommy para que se vistiera y fuera a abrir la puerta, a lo que me contestó en señas que no, que lo hiciera yo. Le dije que me pasara algo para limpiarme el rostro.
—Ve tú, así sin limpiarte. Quiero ver qué cara pone al verte así, sea quien sea el inoportuno haha! —me dijo Tommy, alargando un poco más nuestro juego sexual. Le respondí levantando el dedo medio, o tirándole dedo como dicen en México.
—Solo espero no sean los testigos de Jehová —le dije mientras me ponía su camiseta. Una cosa era salir con la cara bañada en fluidos y otra salir con las tetas al aire.
Abrí la puerta y para mi sorpresa, era mi fastidioso vecino adolescente. Su expresión fue de total sorpresa al ver mi cara con el maquillaje corrido, lágrimas negras, saliva embarrada por todo mi rostro hinchado por las bofetadas de Tommy y apestando a orines. Totalmente un asco mi cara. En su mano llevaba un bate de baseball metálico. No dije palabra alguna, solo con mi expresión le pregunté qué era lo que buscaba.
—Este… esteee… escuché ruidos, y pensé que quizás necesitabas ayuda —me dijo balbuceando sin apartar la mirada de mi rostro.
—Ayuda para que o qué? —le respondí, fingiendo un enojo que la verdad no sentía. Estaba demasiado agotada por los orgasmos de hace un momento, y ni ganas tenia de enfadarme. Y hasta cierto punto, me parecía tierno el que viniera según el a 'rescatarme'.
—Este… este… perdón, creo que me confundí. Pensé que estabas en problemas —acertó a decirme con genuina pena. La verdad no dudé que nos estuviera espiando por la ventana.
—No pasa nada, chaval. Vete a tu casa y no estés jodiendo —le dije al tiempo que cerraba la puerta en su cara. Apenado el vecino dio la vuelta y se dirigió a su casa, sin dirigir la mirada hacia mí.
Antes de cerrar completamente la puerta, le grité: —HEEEY! A lo que el latoso adolescente volteó hacia mí.
—Gracias de todas maneras, pequeño cabroncito —le dije, dedicándole mi horrible sonrisa. Era la primera vez que me veía sonreír y la expresión en su cara fue un agasajo. La misma expresión de sorpresa, desagrado y hasta podría decir de miedo que provocaba en todos los que me veían alguna vez sonreír. Mi sonrisa era horrible y por eso jamás sonreía para nadie. Pero cuando lo hacía, me encantaba la forma en que incomodaba a la gente que tenía la mala fortuna de verme.
El chaval terminó por meterse a su casa a toda prisa, y yo regresé a la mía. Ya Tommy estaba en la puerta del shower con un par de toallas de baño, esperándome para ducharnos.
—Quien era? —me preguntó,
—El vecino, pero se fue al verme la cara —le respondí mientras me quitaba la playera y me dirigía a la ducha. La cogida me había dejado agotada y necesitaba un baño para relajarme.
Ya entrada la noche me encontraba en cama, respondiendo los mensajes que algunos lectores de mis relatos habían tenido el detalle de mandarme. Tommy se encontraba a mi lado, durmiendo profundamente. La cogida lo había dejado prácticamente muerto y había caído en los brazos de Morfeo. Estaba por apagar mi teléfono celular para también finalmente dormir, cuando vibró en señal de que había recibido un mensaje. Lo abrí y pude ver que era de mi odioso vecino adolescente.
—AHORA VEO PORQUE NUNCA SONRÍES. TIENES LA SONRISA MÁS HORRIBLE QUE HE VISTO EN MI VIDA —decía su texto. Pensé en mentarle la madre, pero tomé su comentario más como un halago en vez de insulto.
—Nunca sonrío para nadie, pequeño gusano. Así que deberías estar agradecido —le contesté.
—Bueno, eso quiere decir que te empiezo a agradar —respondió.
—Quieres agradarme? Quieres caerme bien? Borra las fotos y todo lo que tengas de mí, incluyendo estos textos. Y no vuelvas a espiarme por mi ventana. Hazlo y llevamos la fiesta en paz y nada pasará. Y jamás, nunca de los nunca, me vuelvas a llamar Cara de Puta. Ok? —le contesté. La verdad había pensado en una y mil formas de castigarlo, pero estaba tan cansada que decidí darle la oportunidad de enterrar el hacha de la guerra.
—Ok, lo haré. Eso significa que ya somos amigos? —me contestó el chaval.
—Amigos? Nunca, ni en tus sueños más húmedos, hijo de puta. Y ya déjame dormir que estoy muy cansada —le contesté al chaval, pero agregándole un emoji de una carita sonriente.
—Okey, que descanses —me respondió con un emoji igual.
Cerré mi celular y lo puse bajo mi almohada como siempre lo hacía. Por ahora le daba pase libre al mocoso con tal de que dejara de joder. Y en cuanto a Tommy, tenía que idear alguna fantasía sexual para vengarme de la cogida de hoy. Lo iba a dejar seco, pero antes lo tenía que hacer sufrir. Iba a sufrir la venganza de Perla Blackheart, y tenía que ser una mega cogida épica
FIN DEL RELATO.