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Un ángel quiere coger
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Sabía que nos caíamos muy bien ambos y que había cierta química sexual con esta chica que muchas veces llame Ángela y aunque es lo mismo, ella siempre me corregía que su nombre era Ángeles. Bueno, la realidad no teníamos mucha comunicación, pues ella es la esposa de un empleado que trabaja para la compañía de bienes raíces de mi hermana. Las pocas veces que la vi me pareció tan sensual y especialmente de cómo vestía, que honestamente se me antojó. Tiene una mirada que no sé cómo explicar y aunque su rostro no sea el más bello quizá, su aptitud de chica tímida, de ademanes de recatada me atraían, aunque en las fiestas que daba mi hermana ella siempre apareció con bonitos vestidos cortos que permitían en algo ver sus lindos muslos.

A pesar de tener dos hijos y ella redondear los 33 años, tiene un cuerpo como si nunca hubiese parido, aunque sus pechos tienen un volumen espectacular que esos críos debieron deliciosamente haberse amamantados al igual que algunos que quizá pasaron a saborearlos antes a que fuese madre. Realmente se me antojaban al igual que ese trasero que exhibía y el día más oportuno que tuve, le hice saber mis intenciones, dado que su querido marido coqueteaba con otras chicas. Recuerdo su pregunta:

– Sr. Zena, ¿usted sabe que soy casada?

– Sí, pero no soy celoso. –le dije.

Ángeles sonrió, pero eso abrió en algo más la confianza, pues las barajas ya estaban en la mesa, era cuestión que ella decidiera levantar las suyas y jugárselas. Pasó un buen tiempo y creo le habré insinuado una aventura meses después, pero ella siempre me esquivaba, se rehusaba a acercarse, pues luego me di cuenta por medio de mi gran amiga colombiana Diana, que su marido Ale, como le llamaban, era el típico macho celoso y obviamente Ángeles evitaba sufrir esos embates de celos, que según Diana, eran los sinsabores que de vez en cuando se daba entre ellos. Creo que a Ale, ella lo había cachado en alguna movida, así que por esos días le daba cierto espacio a su mujer, aunque yo no le caía tan bien a Ale, pues entre las mujeres de la compañía, era del conocimiento de todas, esa condición que me dieron de pica flor.

Bueno, la verdad que me sorprendió el día que me habló por teléfono en la mañana. A punto de tomarme un café estaba cuando sonó mi celular. Me imaginé cualquier chica con las que me veo, menos que fuese a ser Ángeles:

– ¿Sabes quién te habla?

– ¡Realmente no lo sé, aunque tu voz me suena familiar!

– Soy Ángeles… ¿te gustaría desayunar conmigo?

– ¿En dónde?

– ¡En mi casa!

Creo que la casa de Ángeles son de las pocas que todavía tienen línea de teléfono alámbrica y más que todo, creo que lo tienen porque su marido quiere tenerla controlada. Obviamente fue lo primero que le pregunté, aunque yo ya lo sabía, puesto que regularmente mi hermana me da ciertos detalles de las funciones de la compañía, en caso yo deba intervenir en alguna emergencia y yo sabía que el tal Ale, debería estar manejando hacia la ciudad de Charlotte, en Carolina del Norte, cuatro horas afuera de la zona para cerrar un trato de venta.

– ¿Y tú marido?

– Si regresa hoy, regresará hasta bien noche… su hermana lo envió hasta Carolina del Norte el día de hoy. Tony, discretamente verifique si es verdad y si lo confirma, aquí lo espero para que desayunemos.

La verdad que yo escuché otra cosa: Si lo verifica, aquí lo espero para coger. Eso es lo que realmente me quería decir. Me fui hacia su casa con ese nerviosismo que siempre padezco en una experiencia como esta, pero llevaba la confianza que en lo que se esperaba de dar placer a una chica que quizá lo venía deseando tanto como yo, no le podía fallar, pues un día antes le había dado una tremenda cogida a Sheri, una de mis amiguitas, y no tenía esa tensión para explotar a las primeras.

Llego, Ángeles me abre la puerta, es primera vez que entro a este lugar. No tiene maquillaje, no lo necesita, pero si viste un pantalón de algodón, bien pegado a su cuerpo donde puedo o creo imaginar una tanga. Su blusa es color roja y con su pantalón deportivo negro le hacen ver muy juvenil. Su hijo mayor está en la escuela y el menor de cuatro años, está viendo caricaturas en la televisión.

Hemos venido deseando esto por mucho tiempo, así que solo le dimos un bocado a un omelette que Ángeles preparó y le he puesto mi mano en una de sus piernas y nos hemos besado. Nos besamos apasionadamente como si de enamorados se tratara. Yo voy vestido formal, pues ese es mi estilo regular, y Ángeles busca sentir mi bulto entre mis piernas. Creo que ella está más adelantada y deseosa que yo y es cuando me apodero con mis dos manos de sus nalgas… No siento ningún relieve de ropa interior y sospecho que debajo de ese pantalón, debe haber una tanga.

Se asegura que su niño este entretenido en el televisor y nos adentramos a uno de las habitaciones… no es la matrimonial, es la recamara del hijo mayor… la cama no es muy grande. Le meto mis manos entre el pantalón y corroboro es una tanga. Masajeo brevemente ese rico culo que se me ha antojado por más de un año y luego le desabrocho su sostén. Sube sus brazos y le despojo de su blusa y el sostén también cae… Como lo imaginé un día: Areola grande y café, pezones puntiagudos y bien erectos. No sé cuánto tiempo se los mamé, mientras Ángeles solo gemía como fiera en brama.

No nos fuimos a la cama… Nos acomodamos en una cobija sobre la alfombra y le quité su pantalón deportivo que estaba pegado a su piel. Esa tanga color oro no le cubría nada… Su concha es grande, abultada de labios y clítoris descomunales. Tenía depilada la concha, solo con un arbusto formando un triángulo. Se lo chupé quizá por un par de minutos, pues Ángeles tenía por misión, probar mi verga… ella me lo dijo de esta manera:

– Tony, méteme cada milímetro de esa preciosa verga.

Mi palo se asomaba con esa presión entre mi ropa interior estilo bikini… era obvio esa mancha mojada y Ángeles lo había sentido entre sus manos… ella la quería sentir, la quería gozar y sobre su espalda, espero los segundos que me tomo para despojarme de todo y me fui sobre ella y mi falo se hundió lentamente en el orificio de esta preciosa mujer. Cogíamos como locos, con una enorme violencia como si quisiéramos demostrar el poder de cada quien… ella elevando sus caderas y yo con un golpe intenso chocando con mis testículos en su zona del perineo. Fue un maratón donde le taladré su panocha, como muy buena mexicana identifica su parte íntima y ella pidiéndome que no dejara de hundirle mi verga. Creo que llegamos a los 20 o 25 minutos en ese golpeteo erótico y ella encontró el paraíso y solo me dijo: ¡Tony, me vengo!

Su orgasmo fue maravilloso, si mi verga hubiese tenido la tensión de no coger por días, en ese momento me hubiese hecho acabar, pero no, seguía con mi verga erecta y la puse en cuatro, ahora sobre la cama donde duerme su hijo mayor y quien ahora está en la escuela. Mis embestidas siguen violentas y no siento sensación de acabar… así que le doy por minutos. A esta chica le gusta el sexo de poder… no es cuestión de delicadeza, a ella le gusta que se la hundan y fuerte. Le pegué con todas mis ganas por minutos y quizá pasaron algunos diez o doce…. Yo sudaba y al igual ella transpiraba… le veía su espalda con la evidencia de la faena. Ángeles en cuatro se mueve como una diosa y sintió el piquete que la hizo sentir y nuevamente acabar y fue un orgasmo fantástico. Gemía, jadeaba, y no sé si dijo algo así, que en la algarabía emocionante del sexo no logré escuchar muy bien: ¡Mierda, que corrida más rica! ¡La corrida de mi vida… que importa pecar! -algo así.

Quizá hubiese acabado en su concha, pues sentía esas sensaciones de sus espasmos vaginales, que me emocionaban y me hacían vibrar… pero de repente la puerta se abrió y Ángeles y yo quedamos como pasmados al ver a su hijo de cuatro años entrar y preguntarle a su madre cuando yo la tenía en cuatro bien clavada: ¿Estás bien mamá?

Ella lo ha contemplado y lo ha arrullado así desnuda. Lo vuelve a poner en la vía de la televisión y de repente Ángeles se da cuenta que son las 10 de la mañana y me pregunta:

– ¿No te puedes ir?

– ¡Estaba a punto, pero entró tu hijo!

– ¡Que sorpresa, por un momento pensé era mi marido!

– ¿Es primera vez que le pones los cuernos?

– Si, es la primera vez, aunque él se, me los ha puesto muchas veces.

– ¿Entonces esto es venganza?

– ¡No lo creo! ¡Quizá hubiera cogido contigo igual!

No le pedí permiso, no hubo protocolos ni argumentos. Me fui por algunos minutos y le chupé con gran intensidad su rico culo… que no podía negarme que se lo cogiera. Se lo cogí con gran intensidad, lo taladré como si este fuera el último culo que me cogía y fue ella quien vio la luz de un nuevo orgasmo y esta vez, si me fui junto con ella. Ella dijo algo así que no recuerdo por esa tensión de estar en territorio desconocido:

– ¡Eres un ángel para coger Tony!

– ¡Ángeles, y tú eres una diabla para fornicar! – le dije.

Solo habían pasado unas tres horas, de ocho a once de la mañana… estuve ahí hasta las cinco de la tarde: imagínense todo lo que pudimos hacer. Ángeles me dijo que nos comunicaríamos en clave por internet… así que espero esa próxima llamada y ya le recomendé a Alejo a mi hermana para esos trámites de venta, donde este tipo este lo más lejos posible, mientras le dejo caer algunos cuantos polvos a su mujer.

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