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Andrea, una asalta cunas a quien le asalté el culo
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Perdí la virginidad a los 14 y para cuando llegaba a los 18 ya había tenido sexo con más de una veintena de mujeres. La mayoría con chicas alrededor de mi edad, aunque en ocasiones cuando era un chaval, algunas me llevaban por unos 3 a 4 años, y a esa edad de los años mozos las mujeres tienen una enorme ventaja psicológica que los hombres.

Comprendí a esa edad que tenía mucha suerte con las mujeres y mi primera experiencia con una mujer mucho mayor llegó precisamente a esa edad. Recuerdo que en esas vacaciones de verano tuve la experiencia de experimentar el sexo con tres mujeres adultas, quienes eran amigas entre si y, una era amiga y colega de mi madre, pero menor que mi madre. La Dra. Olga, de quien os he relatado en lo que titulé Historia de la frontera: Olga. Con ella tuve mi primera experiencia y según mi cálculo, ella tenía unos 36 años, así que me doblaba la edad. Tuvimos tres encuentros en unas dos semanas, pues era difícil concertar vernos, pues ella es una mujer muy ocupada y vivía a 600 kilómetros de donde yo vivía.

Un día recibí una llamada telefónica de esta linda señora y me pide por favor si le puedo ayudar a una de sus amigas, que se está relocalizando cerca de la ciudad donde yo vivía en ese entonces. Me habla de cierto pago por ayudar a su amiga con el movimiento de cajas, pero lo que me llamó la atención y me puso con un radar súper sexual, fue la insinuación de esta mujer con quien habíamos tenido ya dos experiencias sexuales: Andrea se acaba de divorciar, así que te la encargo mucho, tiene mucha necesidad de afectos.

La Dra. Olga nunca me dio detalles de su amiga, solo me dio un teléfono y el domicilio. El día que llegué para ayudarle, entro al estacionamiento de su casa en mi motocicleta y veo a dos lindas mujeres en el patio platicando. La que parece mayor y de quien calculé tenía unos 44 años se me acerca y me saluda diciendo:

– ¡Tú debes ser Tony! Yo soy Andrea y ella es mi amiga Yaneth… mucho gusto en conocerte.

– ¡El gusto es mío Sra. Andrea!

– ¡Por favor, olvida eso de señora! Llámame simplemente Andrea.

Quizá hicimos plática por unos minutos y luego Yaneth se comienza a despedir y quedamos Andrea y yo a solas. Mientras ella me explica el plan que tiene para distribuir el trabajo de reacomodar las cajas de la mudanza, observo a esta hermosa mujer que viste una falda, que aunque no es minifalda, es bastante corta y donde se le aprecian unos sedosos muslos y uno delicados pies, pues viste sandalias abierta. Lleva una blusa blanca y aunque no usa mucho maquillaje, se mira que es una mujer que se cuida. Luego descubro que es dueña de varios salones de belleza que le dan lo suficiente para poder vivir en esta zona exclusiva, que aunque las casas no son las más grandes, esta pequeña casa de solamente 3 recamaras, dos baños y una pequeña piscina fácilmente costaba unos 600 mil dólares por esa época.

Las cajas están marcadas y eso hace que el trabajo de ubicarlas y distribuirlas sea más fácil. Al principio, como ella me lo pidió, quería por lo menos terminar con las cosas de su habitación y la cocina, lo demás podría esperar. En cuatro horas la nueva casa iba tomando forma y me pide que descansemos, pues ella ha ordenado pizza para almorzar y es cuando tengo la oportunidad de disfrutar de ver esas lindas piernas con disimulo y aunque no me parecía adrede o con una intención de muy lanzada, la Sra. Andrea en ese de cruzar la pierna de un lado a otro, me permitió de vez en cuando que le mirara los calzones, y para un chico como yo de 18 años y con la testosterona encendida, eso me hizo conllevar una erección que no pude disimular, pues vestía de esos pantalones deportivos. Creo que ella me lo notó y creo que le gustó la idea que ella podía a su edad excitar a un chico como yo.

– ¿Listo para la universidad?

– Si… dos meses más y comienzo esa aventura.

– ¿Tienes novia?

– ¡No!

– Eres un chico muy guapo… regularmente chicos como tú no solamente tienen una novia, tienen varias… -lo decía riéndose.

Mientras comía mi pizza con soda, ella se levantó a tomar no sé qué cosa y se agachó a recoger algo y pude observar que llevaba un calzón blanco diminuto y que se le metía entre las nalgas: una vez más mi erección se hace más potente y no sé realmente si esta linda señora de nombre Andrea lo hace adrede o no sé si se da cuenta lo que me está causando. En esa época yo tenía el cabello largo con unos 20 centímetros por debajo de mis hombros y es cuando ella me dice:

– Sabes, me gusta tu cabello, pero tienes que darle un recorte para que crezca parejo… si encuentro las tijeras te lo puedo recortar. Soy profesional del cabello, no te preocupes… estas en buenas manos. –Me dijo con otra sonrisa.

Cuando me dijo eso, se me había acercado y sentí sus pechos por sobre el hombro y olí ese perfume, ese olor que me atrajo y pues creo que ambos segregábamos feromonas que en mi caso estimulaban mi hambre sexual de 18 años. Continuamos el trabajo y en dos horas más todo estaba distribuido, su habitación ya tenía un ambiente habitable, la cocina se miraba todo en orden y ella destapó una cerveza y le da unos tragos y me la pone en la mano, y con la agitación del trabajo, pues esos tragos de cerveza me cayeron muy bien. Y es cuando me dice: ¡Tony, encontré las tijeras!

Me hace pasar al baño del pasillo, pone una silla y antes de ponerme una toalla por los hombros, me pide que me quite la camisa. Lo hago y ella le da cumplidos a mis pectorales y en broma amenaza con quitarme la melena. Se toma unos 7 minutos haciendo un pequeño corte y donde me doy gusto de volver a sentir su aroma, sus pechos siento que me rozan de vez en cuando y es cuando le digo que me siento incomodo, que estoy muy sudado. Y es cuando ella me dice: Sabes Tony, a muchas mujeres nos gusta el olor de un hombre sudado. No te incomodes, tú hueles rico. –me dijo.

Sentía su aliento tan cerca con esa frescura de esos tragos de cerveza, pues ella había tomado otra y nuevamente me la acercó para que le diera unos cuantos tragos. Me muestra con otro espejo como luce mi cabello y le doy las gracias y le pregunto cuánto le debo, a lo que contesta:

– ¡Nada mi amor! Cuando gustes, aquí tienes a tu estilista privada. No lo digo en broma, de veras, cuando gustes… ah sí gustas puedes bañarte. A mucha gente le incomoda ese cabello que nos cae en la piel.

Andrea es una mujer de cabello oscuro, ojos café, rostro alargado; quizá mida un metro y 60 centímetros y su peso quizá este por las 135 libras. Su mayor peso está en su busto de copa c y sus nalgas de unos 94 centímetros. No ocupa mucho maquillaje, una línea oscura a sus ojos y un brillo claro a sus labios. Tiene bonitas piernas, y me gusta mucho su bonita sonrisa… de esas sonrisas coquetas. Me tomo el baño rápidamente y cuando salgo escucho que la regadera de su baño cae y asumo que ella también se está bañando. Espero en la sala, pues aunque creo que ya hemos terminado, por lo menos quiero despedirme. En segundos de espera escucho mi nombre: Tony, ¿puedes venir?

Me acerqué a su habitación y la puerta está abierta. Le hago saber que estoy afuera y me dice que entre, que le acerque las toallas para secarse. Debo admitir que me incomodaba. Cuando uno tiene 18 años y una mujer lo invita a su habitación, y que está en el baño, lo más probable desnuda, uno no sabe cómo medir la situación. Por el morbo, por la excitación que me había creado minutos antes, entro con cierta desconfianza y puedo ver que el baño también está abierto y que la regadera ya no suena cayendo. Me dice donde están las toallas y ella agrega lo siguiente:

– ¿No creo que te asuste ver una mujer desnuda? Ya me ha contado Olga de esa rica noche en el hotel de San Ysidro… Ven, ven a sécame… ¿quieres?

Obviamente quería, pues de solo verle esos lindos muslos, me había excitado minutos atrás. Ahora me invitaba a pasar y me decía que estaba desnuda y que le secara el cuerpo. Tomé las toallas y pasé y veo a esta mujer a través de esos vidrios corrugados que no te deja ver plenamente, sino una silueta. Me pide que abra la puerta corrediza y que le seque el cuerpo. Abro y ella me queda viendo con unos ojos de lujuria y me ofrece ese cuerpo así como minutos antes me ofreció unos tragos de cerveza.

Para su edad tenía un cuerpo que muchas mujeres jóvenes desearían. Sus pechos aunque ya no duros por las consecuencias del tiempo, tampoco estaban maltratados. Una areola oscura y pezones bastante pronunciados. Sus nalgas eran espectaculares, pues comencé a secarle por la espalda. Lo hice pausadamente, pasmado nuevamente que aquí me encontraba con una mujer tan solo un par de años menor que mi madre. Ella me tomo de las manos y las puso en sus pechos y comencé a masajearlos con mis manos, mientras instintivamente le besaba el cuello. Mi verga comenzó a crecer y Andrea la sintió e instintivamente me la tomó por sobre el pantalón deportivo. Me dijo algo que tuvo que repetir, pues no le entendí la primera vez: ¡Tienes una pija enorme! –me dijo.

La tomé y la cargué llevándola a su cama, donde después de mamarle con enorme ganas esos pechos cuyos pezones quedaban erectos, me he bajado a su abdomen y le beso el monte Venus, el cual no tiene un tan solo vello, para luego bajar en esa línea de su rajadura, donde descubro un clítoris ya inflamado de excitación y quizá Andrea se una de esas mujeres con clítoris grande y por esa falta de acción sexual producto de su proceso de divorcio, su sexo era un caudal de excitación, que en termino de tres minutos gimió tímidamente y me decía que se venía: Tony, me vengo, Tony, me vengo… -Sonríe cuando se recupera, pues su excitación es tan grande como la mía y ha acabado en tiempo record según Andrea. Ella me lo dice de esta manera:

– ¡Nunca me había venido tan rápido!

– ¿Estaba muy caliente!

– ¿Caliente? ¡Calientísima! Sabes Tony, tú eres uno de esos chicos, que con solo ver tu cara bonita, haces acabar a una mujer. Eres un chico muy lindo y así como volviste loca a Olga, me estas volviendo loca a mí.

Me dice que me la quiere mamar y es ella quien me desviste. Yo me quito la camisa y ella me desprende de mi pantalón deportivo, me quita poco a poco el bóxer que ya está más que mojado y ella toma mi verga entre sus manos pequeñas y me dice con exagerado asombro: Tony, que hermosa pija tienes, y no es solo su tamaño y su grosor, tienes una pija apetecible desde la óptica de cualquier mujer: No dudo que por ahí hay algunas mujeres peleándose por tan exquisito manjar o deseando conocerla. –me decía.

Andrea al igual que Olga, son mujeres muy abiertas y creo que su edad les ayudaba a ser más directas conmigo. Una mujer a esta edad sabe lo que quiere, lo que espera. Realmente no sé si exageraba en sus cumplidos, pero la verdad que yo no exagero al decir que Andrea al igual que Olga, eran lindas mujeres a la edad que las conocí. Estas mujeres a la edad de 18 años me enseñaron otras facetas del sexo que hasta esa edad no conocía y me parecía que con esta experiencia con Andrea de 44 años, era algo rutinario experimentar el sexo un tanto más atrevido de cómo lo concebía con la chicas de mi edad.

Me tomó la verga y mi glande desapareció en su pequeña boca, donde todavía podía ver cierto brío en sus rojos labios. Una mujer a esta edad tiene esa experiencia sexual, que el sexo oral siempre será una delicia recibirlo. Parecía no cansarse de mamar y succionar mis huevos. Me elevó las piernas para tener acceso a mi perineo y su lengua llegó al orificio de mi culo. Lo chupaba como si de un dulce se tratara. Me dio un masaje de próstata en esa posición de cómo cuando se hace esa posición del 69, ella sobre mí. Me invadía el ano con sus dedos, mientras me chupaba la verga o me daba masaje en los huevos. Me produjo una eyaculación descomunal, que me he ido en su boca y su boca explota con todo ese semen que un muchacho de 18 años puede producir. La mayoría se lo traga y escucho de sus labios cuando se limpiaba mi corrida: Sabe muy rica tú corrida… ¡tiene un sabor dulce!

En diez minutos estaba ya disponible de nuevo, y se pone de perrito que es como me ha dicho que le gusta. Ella es muy comunicativa en la cama, intenta excitarme y hacerme sentir rico: Tony, quiero sentir esa preciosa verga… méteme cada centímetro de esa verga, que delicia de pija tienes… – decía cosas así, mientras mi taladrar era incesante y con embestidas violentas. Me pide que le nalguee, que le gusta sentir esos golpes en las nalgas mientras me la cojo… pienso que le hago daño, pero ella quiera más fuerte. Llega el punto que sus nalgas se vuelven rojizas y hasta puedo ver las huellas de mi palma en ese precioso trasero. Me lo anuncia, y entre jadeos y gemidos y un vibrar de sus caderas me dice lo siguiente: Pégame, me rompes, me rompes, pégame… me vengo Tony, me vengo. Le taladré su concha hasta que quedó satisfecha, y no sé si fue más de un orgasmo, pues al pasar de cinco minutos, ella seguía jadeando y gimiendo de placer. Me dice:

– Si esta es la forma que haces el amor, volverás a todas esas chicas locas. Tienes una enorme resistencia. Pensé que Olga exageraba, pero veo que se quedó corta al decir que coges de maravillas.

Obviamente me elevaba el ego, pero desde que una chica de nombre Tamara me reprochó por haber eyaculado en su boca de una forma precoz, desde entonces aprendí que antes de que yo me vaya, mi pareja tiene que llegar al orgasmo primero. Desde entonces intento lograrlo y creo que una de las mejores satisfacciones en este deporte de la cama, no es uno llegar primero, por primera vez creo que en este deporte, el segundo, es el que se lleva el primer lugar.

Con una mujer como Andrea, no es cuestión de convencerla a que me dé su culo. En este caso con esta linda mujer, ella me lo ofrece sin decírmelo. Me monta de frente y luego a la inversa en un proceso de uno 10 minutos. Luego me pide que se lo haga estando parada y se pone en contra de la pared subiendo sus ricas nalgas y yo me debo de agachar para poder estar en su nivel y comienzo con esas embestidas que Andrea parece tanto gozar. Llega un momento que ella es quien para y me pide a mí que no pare, que le dé y se la suma con todas mi ganas… y sin decir nada, siento su vibrar interno, sus piernas tiemblan y parece que se quiere despegar. Yo la tomo de la cintura y la sostengo y a la vez no para el ritmo… queda solo gimiendo y sus nalgas tiemblan sin control alguno… aquello me hace venir y me voy en su culo.

No sé cuánto duró todo aquello, pero Andrea parecía que nunca le iba a pasar aquella reacción. Tuvo tremendo orgasmo anal, que media hora después lo tuvimos que repetir. Debido a que solo vivía a unos cuantos kilómetros de mi casa, cuando podía y nos poníamos de acuerdo, esas cogidas se dieron en varias ocasiones por esos tres meses que duran las vacaciones de verano.

Recuerdo estas experiencias hoy, pues hace poco me encontró Olga a través de estos medios populares que hoy tenemos. Ahora ella es una mujer de 68 y yo tengo 50. Andrea murió el año pasado de 76 años. Me cuenta que de vez en cuando se recordaban de esas experiencias con el muchacho guapito de solo 18 años. La otra mujer adulta que era cómplice de este secreto de mujeres adultas de nombre Yaneth y quien estaba casada cuando por curiosidad sugerida de sus amigas hicieron que tuviéramos contacto sexual, con ella solo lo hicimos una vez, pues según me decían las demás, tenía un enorme sentimiento de culpa, aunque idealiza esos cuatro orgasmos que un día gozo con un chico de solo 18 años.

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