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Historia del chip (043): Dos aviones (Daphne 013)
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Mientras Daphne estaba retozando en la hierba con Vasile, Gwen seguía trabajando. Habían encontrado el cadáver de Renoir, al parecer había forzado el organismo al tratar de llegar al barco. Era algo que no podía hacer en su situación de metamorfosis. Gwen no terminaba de entender al personaje. Tenía casi cincuenta años y esperaba que Jennifer viniese a verle. Si una futura top model, que tiene un cuerpo de película, acude a ti, y no calculas los tiempos de transformación, puedes forzar tu organismo más allá de necesario. La nueva biología tenía sus límites. La estupidez, no.

Llegó a la conclusión de que había sido la transformación corporal unida al cansancio de nadar al barco lo que le llevó al colapso físico. Revisó algunas de las escenas amorosas que las imágenes de satélite revelaban. Renoir parecía manejarse bien con las dos chicas, aunque no lo suficiente. Gwen era consciente de que Jennifer era mucho más cercana al sex-symbol que sueñan los hombres. Nada parecía encajar en esta película. Se había alejado demasiado del barco con una chica que no tenía un cuerpo mejorado artificialmente.

Calculó la hora y decidió coger ya el avión para poder desayunar con los padres de Daphne. Había contactado con ellos anteriormente -en cuanto Daphne los llamó- y habló brevemente, pero les dijo que quería verlos en persona. Quería agradecerles que Daphne hubiera salvado a su hija.

Mientras estaba en el avión, investigó un poco la vida de Roman y Linda Hamilton. Pronto descubrió que el padre era un experto montañero y la madre sexóloga. O terapeuta sexual como se llamaban ahora. Eso podía ayudar muchísimo con la prensa. Pero no se hacía ilusiones. Parecían unos padres que dejarían los focos para su hija. Sus finanzas eran normales y pagar la escuela de su hija era un dispendio que no podían permitirse realmente.

Sobre eso, ya podían olvidarse. Encontraría la manera de pagarlo todo y además que Daphne no tocase un centavo de su nuevo fondo. De todas maneras, pasarían años antes de que llegase dinero a ella. Los seguros eran algunas de las instituciones más lentas del planeta ¿Cómo abordar el tema con los padres? Le parecía que no eran gente muy preocupada por el dinero. Tontos no eran, no se puedo criar una hija así si lo eres. Tenían un hijo, siendo, al parecer, sólo de Linda, que se había casado antes. Su anterior marido había muerto.

Gwen encontró la llave que necesitaba. El hijo quería ser analista del ejército. Una profesión incierta y a la vez de cierto prestigio en algunos círculos. A Gwen y a su marido les resultaría sencillo dar un pequeño empujón a su carrera. Aunque estaba en el avión y la conexión era a veces intermitente porque había una tormenta no demasiado lejos, despertó a su experto en supervivencia. Este le respondió malhumorado. Cuando Gwen le preguntó si conocía a Roman Hamilton, le contestó: “¡Pues claro! He coincidido con él varias veces. Pero probablemente no me recuerde. Él es una celebridad en este campo.”

A Gwen empezó a gustarle el hombre. Sabía que también era una celebridad. Pero no parecía una humildad forzada.

—¿Quizás aprendió la técnica de su padre? — le preguntó. Su interlocutor negó con la cabeza.

—Él hubiera divulgado la técnica para salvar vidas. ¿Sabe? Sus charlas y sus exposiciones siempre tratan de mantener la cabeza fría y recoger del inconsciente la solución. No creo que le guste que su hija se beneficie de la patente de procedimiento— le señaló con algo de preocupación.

—¿Por qué? Se la merece como dijo usted. Estuvo a punto de perder la vida y además salvó la de mi hija. ¿No creerá que no es dinero honrado? — le preguntó Gwen, muy interesada en la respuesta.

—Es una persona muy especial. Y su mujer un encanto. Está claro que la hija ha salido a ambos.

—He quedado con ellos para desayunar. ¿Qué haría usted? — volvió a preguntarle.

—Ante todo, no hablaría de su hija. Para ellos, lo que hizo Daphne era su deber. No les insulte creyendo que tenía elección. Seguramente estarán orgullosos de lo que ha hecho. Lléveles el video. Puede enseñarles todo. Ahora me alegro todavía más de no haberla cobrado. ¿Sabe que Hamilton salvó a mi hijo de la muerte? Estoy empatado con usted.

Al experto en supervivencia le brillaban los ojos.

—Agradecería que llegado el momento me contase un poco más al respecto. Sobre el cobro, ya le he enviado fondos para cubrir sus servicios durante un tiempo, a pesar de sus reticencias. El dinero es lo único que me sobra y aunque no sirva como reconocimiento a su labor o a la de su compañero Hamilton, todo el mundo tiene que pagar facturas. De hecho, la información que me ha dado me resulta tan útil que no puedo dejar de estar muy agradecida. La próxima vez intentaré llamarle a una hora menos intempestiva.

La propia Gwen empezaba a creer que sus propias peroratas eran interminables.

—Puede llamar cuando quiera. Buenas noches, necesito volver a dormirme.

Gwen también desconectó y estuvo unos minutos mirando por la ventanilla el espectáculo de los relámpagos lejanos. La azafata vino a preguntarle si quería comer o beber algo. Había esperado a que estuviese desocupada. Entonces se le ocurrió algo.

—Juanita, ¿sabe usted qué tripulación estuvo en el vuelo que realizó mi hija hace dos días?

—La mía. Como el avión se iba a quedar hasta el lunes allí, volví a casa en vuelo regular hasta que me avisaron de que lo iba a utilizar. ¿Seguro que no quiere tomar nada? — volvió a preguntar la azafata.

—Tráigame un café o dos si le apetece. Y unos bollos. Me gustaría que se sentase junto a mí y me contase todo lo que recuerde de ese viaje. Y no se preocupe por las indiscreciones. Soy la madre de Jennifer y en este caso sería importante saber todos los detalles que recuerde. Le prometo que nada de lo que diga saldrá de aquí.

Juanita negó con la cabeza y con las manos.

—No puedo decirle nada, Señora. ¿Y si fuera su marido el que preguntara por usted?

Gwen pareció comprender el punto de vista de Juanita.

—Su lealtad me conmueve. Le pido disculpas si me he excedido. Le voy a enseñar unos minutos de un video y luego -si le parece bien- reflexiona sobre si considera que puede decirme algo sobre el viaje.

Gwen encendió la tabla y buscó el fichero. Había puesto, previsoramente, un marcador de la escena sexual entre los tres amantes. Juanita enrojeció un poco.

—Eso es un poco atrevido. ¿Cómo puede enseñarme algo así de su hija?? — le preguntó Juanita, molesta.

—Va a salir en las noticias. Quizás mañana o pasado. Además, unos seres humanos desnudos y copulando no deberían resultar tan morbosos. Todo está en nuestras cabezas.

Gwen prefirió no seguir presionando a Juanita.

—Bueno, en el viaje todo fue algo más chic. Prefiero decirle más de la otra chica— refirió Juanita. Paró para tomar un sorbo.

—Daphne— confirmó Gwen.

—Sí, su hija también la llamaba H4. Quiero darle mi impresión y la de los pilotos de ese día pues luego hablé con ellas. Creo que su hija está enamorada de Daphne. Y que tiene una especie de control sobre ella. De todas formas, lo más llamativo eran los tacones que llevaba. Ya sabe que las mujeres nos fijamos en esas cosas. Eran muy eróticos. Y la chica los llevaba con enorme estilo. Es difícil llevar unos tacones así sin mucha práctica y dedicación. O eso creo, aunque algunas chicas se operan las piernas para poder facilitar la tarea.

—Le puedo asegurar que esta chica no tiene nada operado. Me gustaría que prosiguiese. ¿Cree que hay algún video de ellas en la cabina? — preguntó Gwen intrigada.

—La comisión de incidentes obliga a grabarlo todo, pero sólo lo referido a las circunstancias que acontecen en un accidente. Pero me parece que se podría intentar buscar algún disco duro con imágenes. El avión sigue en el Caribe, según creo. No se habrán borrado las imágenes. Pero quizás no le gusten.

Juanita parecía seguir queriendo proteger a Jennifer.

—Hágame un favor, dígale a uno de los pilotos que venga cuando pueda. Y traiga más café y chucherías para comer. Ofrézcales algo también. Estoy siendo desconsiderada. Voy a usar la tableta unos minutos y cuando acabe con ellas me gustaría seguir hablando con usted, si no le resulta molesto.

Juanita se levantó con toda rapidez a cumplir con su deber. Gwen solicitó a la piloto que hablase con sus colegas, aunque tuviera que despertarlos y que enviase el avión del Caribe a reunirse con el suyo. Y que cambiasen las cintas de video antes de preparar el vuelo. Bajo ningún concepto debían de borrarse. También quería que estuviesen los pilotos que habían volado ese día. Habló un rato más con Juanita, pero ya no estuvo tan interesada en lo que le dijo salvo un detalle sobre el menú compartido entre su hija y su… entre sus dos hijas. Decidió que debía acostumbrarse a pensar en ella como su hija.

El otro avión todavía no había llegado cuando aterrizaron. La limusina que estaba esperando le pareció demasiado ostentosa y tres manzanas antes de llegar al chalet de los Hamilton salió del vehículo y fue andando. Era una zona residencial bien conservada, sin demasiados lujos. Le extrañó que los Hamilton vivieran allí, pero pensándolo bien para el trabajo de ella debía de ser lo más cómodo posible. Él debía viajar bastante y dejarla sola. Supuso que ninguno de los dos tenía amantes. Desechó el pensamiento como una tontería. Seguía teniendo la creencia de que del amor de unos padres salen unos hijos responsables. La estaban esperando en el porche. Le resultaron tan encantadores que se alegró de haber dejado la limusina lejos.

—Soy Gwen. La madre de Jennifer.

Fue a dar la mano a Linda. Ésta prefirió un abrazo y un buen beso en la mejilla. Roman hizo lo propio. Linda sintió un escalofrío cuando él la tocó. No le gustaba nada tener ese tipo de sensaciones. Quizás estaba nerviosa.

Esperó a que el café se acabase de todas las tazas, sacó la tableta y les dijo: “Quiero que sepan que mi hija está viva por la actuación de su hija. Y -espero que no les importe que se lo diga- les felicito. Por saber educarla como lo han hecho. Van a salir con toda seguridad unas imágenes suyas en los grandes medios. Y consideraba mi deber devolver un poco de lo que me han dado tratando de ayudar, si es que puedo hacerlo. Las imágenes son lo suficientemente fuertes como para que mucha gente las vaya a considerar censurables. Para mí, son lo más bonito que he visto a un ser humano hacer por otro. Antes hay una especie de juego sexual entre mi hija y la suya con un hombre llamado Renoir. Nada espectacular, al menos por la parte de él. Lo de nuestras hijas es otro cantar. Por suerte, sólo se ve el plano vertical del satélite.”

Ninguno dijo nada y Gwen comenzó a reproducir el video. Los padres de Daphne estaban absortos y cuando vieron como Daphne refrigeraba, acunaba, limpiaba y refrescaba a Jennifer se dieron la mano y se miraron por un momento. No comentaron nada hasta que terminó toda la grabación. Linda no había hecho una selección de las imágenes. Quería que vieran todas las imágenes que había. La televisión seguro que pronto se haría con una copia completa. Roman fue el primero en hablar.

—No entiendo muy bien por qué se ha molestado en venir en persona. Aquí no hay nada que pueda molestar a ninguno de nosotros. Y espero que menos a nuestra hija. Por cierto, no nos ha dicho como se encuentra su hija.

—Mi hija se está recuperando y Daphne la acompaña en la habitación del hospital, no sea que muerda a alguien. He conseguido una tableta para ella así no pierde demasiadas clases, las recibe por vid, aunque se pueden imaginar lo extraño que resulta eso en el colegio. Son bastante inflexibles, pero por no aguantarme han optado por dejarlo correr— resumió Gwen.

No le gustó como sonó. Era ella la que estaba agradecida, pero parecía sugerir lo contrario.

—Le agradecemos sus molestias. Gwen. Creo que ha sido realmente amable mostrándonos las imágenes y ayudando a nuestra hija. Se lo digo de corazón. Mejor que saberlo de repente asaltada por un periodista. ¿Más café o tostadas?

Linda parecía más afectada que Roman, algo que sorprendió a Gwen un poco.

—Pues no me iría mal. Quisiera decirles que todo se acaba ahí, en un pequeño escándalo mediático salvo que las cosas no van a resultar tan sencillas. El señor Renoir ha sido encontrado muerto debido al esfuerzo que realizó nadando para llegar al barco. Fue el principal responsable de la situación de su hija, pero no el único: mi hija también.

Roman y Linda se miraron y se quedaron pensativos. A Linda le gustó que no se precipitaran o que necesitaran romper el silencio. Si en algún recoveco tenía dudas sobre Daphne, se desvaneció. se prometió que la ayudaría tanto como a su propia hija. Su otra hija.

Fue entonces cuando salió Charles, el hermano. Gwen tardó en reconocerlo. O en recordar que era hijo sólo de Linda. También la besó. Cogió un croissant de la mesa y mirándola espetó: “Yo la conozco.”

Linda le cogió por el brazo.

—No es momento, Charles. Perdónele, Gwen. Quiere ser analista. Es capaz de memorizar miles de datos absurdos, recabar patrones y quién sabe qué más. Pero los ordenadores hacen lo mismo a un coste inferior. Así que es un trabajo sin futuro.

—Nunca se sabe, Linda, nunca se sabe. Charles, si tus padres están de acuerdo, me gustaría que vieras estas imágenes. Puede que tu capacidad nos sirva de ayuda… de mucha ayuda— reiteró, mirando a Roman más que a Linda. No pensaba que una terapeuta sexual tuviera demasiados problemas con las imágenes de la hermanastra de su hijo en bolas. El padre de la chica… no estaba tan claro. Roman accedió de inmediato.

—Sí, Charles. Es buena idea. Y no te embales cuando vuelva tu hermana de vacaciones ni se te ocurra mofarte de ella.

Linda y Gwen cruzaron una mirada y una media sonrisa. Hombres. Grandes y pequeños. Son todos iguales. Pero entendieron perfectamente lo que Roman estaba haciendo. Era mucho mejor que Charles viese las imágenes allí, con ellos, que con algún colega en la pantalla gigante de un bar.

—Vale. Por cierto, esta tableta es cojonuda. La mejor del mercado.

Charles estaba cogiéndola cuando Gwen se le adelantó.

—Quédatela, pero antes quitaré mis códigos. Siendo analista igual me robas hasta las enaguas… si tuviera. Antes mira el video.

Los cuatro se rieron con el chiste. Reprodujeron el video por segunda vez tratando de mirar a Charles, dejándole contemplar el espectáculo sin juzgarlo. Una vez acabado el circo, Gwen tecleó y ordenó transferencia de datos a la nube, algo innecesario. Buscó el vid completo y le dijo la clave a Charles.

—J2K1.

Luego ordenó vocalmente a la tableta que se reiniciara a modo fábrica con destrucción de datos. La tableta solicitó código escrito de confirmación. Gwen lo introdujo.

—Cuando se reinicie teclea dos veces el código que desees. Luego una vez otro código de usuario y es tuya. Una cosa, tu hermana tiene una igual. Con acceso vidnet mundial. Puedes hablar con ella cuando quieras. Espero que se la dejes a tus padres al menos para que puedan saber de ella. Ajusta el horario suplementario a la costa oeste. Está libre desde la seis de la tarde, ya que, aunque ahora esté en el hospital con mi hija, tiene que seguir con las clases.

Charles no necesitó ni una sola aclaración. Gwen supo al instante que llegaría a ser analista. Se fue corriendo.

—¿Qué edad tiene? — preguntó, aunque la sabía perfectamente.

—Diecisiete cumplió hace seis meses. Es hijo mío, no de Roman— contestó Linda. Gwen cabeceó dando a entender que comprendía. Roman intervino.

—No sé si podemos aceptar unas tabletas tan caras, si son las mejores del mercado.

Linda abrió los brazos.

—Usted mismo puede ir a quitársela. Su hija la está usando para recibir clases. No aceptó dejar a Jennifer sola. Dijo que prefería que la expulsasen del colegio. Yo sólo le di la tableta por eso. Y sobre la de Charles, me parece que no voy a encontrar a alguien que le vaya a sacar más provecho. Tiene cuota de acceso ilimitada y pagada a perpetuidad con reemplazo automático. Si no me permiten regalarles unos meros cachivaches a sus hijos, no debería haber venido. No creo que el dinero compre almas y no me gusta darle el valor que no tiene. Su hija me lo ha enseñado hace poco.

Gwen siguió pensando igual. Sus peroratas cada vez eran peores. Roman y Linda se cogieron de la mano. Nuevamente no dijeron nada. Gwen estaba fascinada con el proceso silencioso de la pareja. Habló Linda.

—Gwen, te agradezco el detalle. Creo que voy a tutearte si no te importa.

Gwen confirmó con un cabeceo. Linda prosiguió.

—Debes llevar todo el día de ayer trabajando en esto. Y me parece que por cada fuego que apagas, aparecen dos más.

Gwen escuchó atenta. Era la descripción más adecuada que había oído hasta ahora. Linda prosiguió.

—Dejemos que Charles haga su trabajo, y que, por una vez, haga que tenga que rectificar mis palabras. Ese video debe ser interpretado por un humano y no por una máquina. Sabiendo que tu hija es una supermodelo espero que no te escandalices por lo que vaya a hacer Charles, porque creo que va a tardar un poco en salir, sobre todo porque ver a tu hija desnuda le va a resultar mucho más agradable que su hermana. Ya la tiene muy vista.

Los tres se rieron imaginando la escena de Charles masturbándose. Fue Gwen la que continuó.

—Bueno, así es la naturaleza. Es el resto lo que enciende los fuegos.

Roman asintió y siguió pensativo. Se levantó y trajo más café y bocadillos de salmón con queso cremoso. Tardó en decir algo.

—Gwen, me alegra que hayas venido, porque estoy de acuerdo contigo. Tenemos un problema.

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