Paso así, nos vimos en un restaurante, solo para conocernos, se suponía. En la mañana trate de trabajar, pero la ansiedad por conocer a ese hombre no me permitió avanzar mayor cosa. Me había vestido bien, o al menos lo intenté, también me preparé por sí acaso me quitaba la ropa (tal vez), y busqué una buena excusa para ausentarme toda la tarde de la oficina.
Estaba francamente asustada. Siempre es riesgoso encontrarse con un desconocido, así sea en un lugar público, podría resultar ser un psicópata.
Caminado hacia el hotel donde se hospedaba, pensaba si acaso las fotos que me había compartido eran un engaño. Tal vez sí serían suyas, pero de hace 10 o 15 años. Entonces en la puerta del hotel vi un hombre alto y nada parecido a las fotos, él me miró sin reconocerme (ufff no era él). Llegué a la puerta donde un hombre con uniforme amablemente abrió la aparentemente pesada puerta para que yo entrara.
Entonces a mí sensación de miedo se unió un vago sentimiento de vergüenza. Eso que ya había sentido antes. Lo que te hacen sentir los trabajadores de los hoteles cuando preguntas por un extranjero, como si llevaras un cartel en la frente que dijera "puta". A mí no me pagan, no quiero que lo hagan, si tengo sexo con un hombre es porque quiero, porque elegí a ese hombre, porque me gusta, porque el placer es suficiente retribución.
Me senté en la recepción a esperarlo. Nuestra cita era para almorzar. Conseguí entretener mi cerebro en otra cosa cuando escuché mi nombre pronunciado con un acento. Me levanté, me giré y lo miré sin verlo, lo saludé con un beso en la mejilla. Era (es) un hombre alto, elegante, de más cuarenta y cinco años calculé (me lleva poco menos de dos décadas), huele bien y habla chistoso.
Él elige el restaurante, no muy lejos del hotel, él elige la mesa, él elige mi asiento. Yo elijo lo que voy a comer. Hablamos de la situación del país, del suyo y del mío, de sus experiencias, de su familia y de la mía, de su trabajo. Para ese momento me sentía más segura y me atreví a verlo más detalladamente. Sus ojos son café, pero no almendra como los míos sino más claros, tiene el pelo castaño no muy oscuro. Francamente era (es) muy atractivo.
De repente, mientras yo mordía una cereza del postre, me planteó dos opciones: puedo subir con él a su habitación (mientras hablábamos canceló una reunión para esa tarde), o él puede subir solo a su habitación. Me sonrojé, bajé la mirada y le dije que había conseguido ponerme nerviosa. Dijo entonces que podía subir y ver televisión (si claro) que no era obligación que pasara algo.
¿Qué podía hacer? Si no subía perdería tal vez la oportunidad de estar con un hombre que me parecía realmente excitante. Si subía sería obvio que no tenía la capacidad de controlar mis propios impulsos (algo no muy apreciado si quieres conservar la atención de un hombre más de un par de horas).
– Subo – le dije. Entonces sonrió y pagó la cuenta.
Era un hotel bonito, sencillo y discreto. Su habitación era pequeña, pero clara, con una linda vista y un baño bien dispuesto. Encendió el televisor y me indicó que podía ver algún programa si quería, estaban dando "Charlie y la fábrica de chocolate", mientras él se sentó en frente de su computador y comenzó a revisar algo. Cuando me quite el abrigo y me senté en la cama a ver televisión me miró y tendió una mano hacia mí y dijo "Ven acá". Su voz, su mirada era tan sensual que me derretí y me deje abrazar. Sentí sus labios en mí boca, su lengua abriéndose paso entre mis dientes, su dulce saliva.
El primer beso es el mejor. Deje de besarlo por un momento, pero mantuve mi boca rozando sus labios, fue como beber un poco de su alma y darle un poco de la mía. Paso a paso me empujó hacia la cama y se puso sobre mí, besándome intensamente.
Entonces decidió que debía entrar al baño. Mientras tanto cambié el canal hasta que encontré la película "La Máscara" en uno de ellos y me entretuve viendo a Jim Carrey limpiándose la cara con un perrito. Al salir del baño, él se dio cuenta de mi interés por la tele y decidió apagarla. Supongo que me quería concentrada en otro asunto.
Volvió a besarme y a acariciarme. Quiso quitarme los zapatos, pero finalmente tuve que ayudarle, me quito las pantimedias y fijándose en mi tamaño y delgadez me dijo que parecía una muñequita. Su voz y su acento me excitaron de una forma asombrosa.
Estaba completamente mojada, y él todavía estaba vestido. Buscó la cremallera de mi vestido en mi espalda sin darse cuenta que no tenía cremallera, así que de un movimiento rápido me lo saqué por encima de la cabeza.
Entonces me acerque a él y comencé a desabrochar los botones de su camisa, llegué a su cinturón, la cremallera, el borde del bóxer y encontré lo que estaba buscando: su hermoso pene. Duro, suave y delicioso pene el de mi amante. Saboreé cada centímetro de su pene, y acaricié con cuidado sus bolas. Estaba absorta en su miembro, como si no existiera nada más en el mundo que fuera importante.
No recuerdo cuanto tiempo me mantuve pegada a su pene. Lo cierto es que con su extraño acento me dio a entender que le gustaba lo que hacía, a pesar que no me cabía todo en la boca.
Siendo mi turno lo siguiente fue mi vagina que, ya bastante húmeda por el roce, estaba ansiosa por recibir su atención. Me besó delicadamente, y tocó con su lengua cada espacio de mi interior. Me mordió suavemente el clítoris haciendo estallar mi garganta en gritos.
Entonces sentí que no bastaba, quería más, lo quería a él dentro de mí, quería saberlo todo mío, pero… condón, mi eterno némesis (si me permiten esa palabra). Odio tener que someterme a eso, duele mucho… como una quemadura, sin embargo necesario. Pero esta vez no quería. Lo que deseaba era sentir su calor y su humedad sin barreras, quería "ensuciarme" con su semen. Me aguanté la primera penetración con el plástico, y fue buena, fuerte, apretada y caliente. Pero el movimiento resultó cada vez más incómodo y algo doloroso, así que con la excusa de querer mamársela de nuevo, poco a poco lo convencí de quitárselo.
Cada embestida después de eso fue gloriosa. Él me siguió besando, acariciando, no se perdió en su placer sino que buscó mantenerme concentrada. Entraba y salía de mí lento y rápido, suave y fuerte.
Cambiamos de posición muchas veces, estuve arriba de él viendo su sonrisa mientras mis caderas hacían círculos estrechando su miembro. Luego de espaldas mientras él de pie lo hundía profundamente. También me pidió que casi me sentara sobre su boca para poder comerme con mayor comodidad (creo).
El tiempo pasó volando. Estábamos tan absortos uno con el otro que a pesar del esfuerzo físico no sentíamos cansancio. En aquel momento terminó dentro de mí y sentí como su semen me llenaba y se derramaba.
Pero todo buen sueño termina rápido. Un baño juntos, caricias y besos afectuosos cerraron esta escena de mí vida.
No sé si vuelva a verlo de nuevo algún día. Hace poco descubrí que es un empresario muy importante y por lo tanto más ocupado de lo que yo creía. Por eso creo que esta experiencia fue única, como él.