El escribir es un arte en solitario, eso dice un escritor nórdico, aunque se contradice, ya que más adelante dice lo contrario y no comparto su opinión debido a los personajes que intervienen en sus novelas no son reales, los míos lo son, hay muy poca imaginación debido a que los sentimientos, el sexo, su goce y emociones, como los efectos secundarios no se pueden inventar sin experiencia. Y yo no soy capaz de escribir nada con gente cerca y sobre todo ruido.
Hay otro elemento en la cual me apoyo, presencias, sé que mientras escribo hay quien lee cerca de mi espalda, y de vez en cuando mi visión periférica, me permite ver un fugaz movimiento a mi derecha, a la izquierda no puede ser, estoy pegado a la ventana.
Y esa presencia que se mueve deprisa tiene diferentes formas y colores, desde el gris oscuro al negro y que conste que alguna vez me ha hecho levantarme y hacer fotos, pero nada, nunca lo he conseguido. Sigamos.
Si se hiciera una encuesta a hombres entre los 30 y los 50 años (Pienso que a esta edad, el sexo pierde velocidad debido al conocimiento), y solo se les preguntara ¿Cuál es la llave del sexo?, pocos o muy pocos acertarían, y respeto la opinión de cada uno, no olvidándome de ellas, aunque pienso que muchas estarán de acuerdo conmigo.
Es el beso, la proximidad de los dos cuerpos y el beso, ese beso que se prolonga dentro de un abrazo sin medida de tiempo.
Esa sensación de estar dentro de su boca, ya que es la verdadera entrada a su interior, y mirando a la vagina, es un callejón sin salida y solo atiende a una respuesta, que se aprovecha del tacto, y la boca forma parte del conjunto y además es muy importante debido a que suele ser el principio de todo.
Yo medí ese tiempo, en el aparcamiento del teleférico, la tarde se había estropeado y llovía con fuerza, además las nubes azules hizo que la tarde se convirtiera en noche.
Y tan solo fue ese beso prolongado, y no seguí a pesar de sus señales, había separado las rodillas, permitía el acceso a su vulva, pero no era el lugar para continuar, quedaban pocos coches y sabía que no podía empezar algo con dudoso fin. Casi dos horas.
El follar dormido era de un misterio, solo una vez lo consulté con una extraña mujer, era echadora de cartas, no, era una mujer que tenía un extraño poder, su edad era complicado de saber, no se lo pregunté pero mi mala estimación en ese sentido, deduje que entre los cuarenta y cincuenta.
Había un detalle que me confundía, en aquella corta entrevista, su rostro cambiaba, rejuvenecía y envejecía, y yo no había bebido nada que pudiera alterar mi vista de esa forma, ella de vez en cuando dejaba asomar la sombra de una sonrisa, sabía que me había dado cuenta de esos cambios.
Además no fue en lugares extraños, no, lo hice un mercado medieval, me gustan ya que descubro cosas interesantes y esta mujer vestía a la antigua, quizá un par de siglos atrás, el 18.
Estaba en la entrada de una especie de tienda de fina tela, a su lado una mesa y dos sillas, y cubriendo la mesa un lienzo y en su centro el dibujo de una triqueta celta. Parecía una especie de feria medieval y estaba en la plaza mayor del pueblo, un antiguo pueblo, yo le llamé el Portus debido a un antiguo muelle romano del que apenas quedaban piedras.
Me miraba con curiosidad, no tenía ningún cartel ni imágenes que llamara la atención, pero si, terminaba el verano y llevaba guantes, largos guantes que le cubrían medio brazo, y colgaban dos finos hilos con extrañas figuras, pidieran ser símbolos.
Moví ficha mirando esos símbolos, uno de ellos era una extraña nube escalonada.
– ¿Qué cobra por respuestas?
La pregunta tenía su miga, nada mejor que empezar por el metal en curso.
– Muchas veces no encuentro respuestas y tampoco las invento. Por comunicación en dos direcciones de quince minutos, mi tiempo le valoro en 10€.
De un gran bolsillo lateral, sacó un extraño reloj de arena de colores. Cinco finos tubos de diferentes colores. Y le puso acostado. Me pareció interesante y puse un dos billetes de cinco junto al reloj.
– ¿Qué nivel da a sus dudas? – Preguntó.
La mujer había cerrado los ojos y a la vez situaba sus manos extendidas a ambos lados del reloj de arena.
– ¿Puedo preguntar sin ningún tipo de tabúes? – Respondí.
Cerró los puños abriendo los ojos, me miró mientras se le formaba una arruga en su frente.
– Entiendo que tiene que ver con el sexo – Aseveró.
Ahora la arruga se me formó a mí, lo había adivinado en parte, la cuestión no era el efecto, era la causa.
– Sí, y no se trata de nada vulgar, es algo diferente sobre todo por la causa, aunque me preocupa el efecto – hice una pausa, pensaba lo que iba a decir a continuación -, ya que puedo haber hecho otras cosas y no saberlo.
– Haga su pregunta – Su tono fue más suave.
Y de nuevo cerró los ojos extendiendo sus dedos.
– Dormido follo, es decir, despiertos hemos follado sin medida del tiempo, y una vez dormidos, vuelvo a follar a la mujer que tengo a mi lado, en la madrugada.
Sus dedos se juntaron y pusieron en posición vertical al reloj de arena de colores.
– ¿Siempre? – Preguntó bajando el tono de voz.
– No, ocurre de vez en cuando y no importa si es invierno o verano. Aunque ignoro las veces que ha ocurrido, ya que puedo haberlo hecho y ninguno de los dos despertarse.
– ¿Lo controla?
– No.
– ¿Ha llegado a alguna conclusión?
– No.
– ¿Daña a la mujer en ese proceso?
– No.
– ¿Se quejan?
– No, solo se sorprenden. Una de ellas con cierta guasa me dijo si no había tenido bastante, yo en mi defensa le respondí que me había quedado con hambre, y repetimos jugada, dijo que mejor despierta, al menos llevarse algo que a la boca.
– ¿Tiene recuerdos de esos instantes?
– Algunos y difusos, se trata de los momentos posteriores a la penetración, cuando nuestros cuerpos se ajustan. Ese tú en mí, que una de ellas me susurraba al oído apretándose más, como si quisiera fundirse en mi cuerpo, ese deslizamiento que se va extendiendo lentamente en mi placer.
– ¿Demandan más, sin concretar?
– No, les explico la sensación que me hacen sentir, ya que nuestros sexos están acoplados, y pretendo que nuestros cuerpos en ese leve momento se fundan, que formen uno solo.
– Extraño pensamiento ¿Alguna respuesta en ellas?
– En sí mismo no, cuando terminamos algunas miran la hora, se les ha hecho largo, la mayoría ya no abren los ojos, Morfeo se encarga de ellas.
– ¿Termina de dentro de ellas?
– Si.
– ¿Alguna respuesta de esas mujeres?
– No entiendo.
– ¿Repiten?
– Sí, yo buscaba respuestas, debido a que lo que hacen sentir en esos instantes que intento fundirme en su cuerpo. Ya que procuro estar de esa postura el máximo tiempo posible, ya que intento absorber de su piel, el estremecimiento de sus orgasmos, y sobre todo la réplica, ya que su boca cerca de mi oído me deleita, escapan palabras que guardo como si fueran tesoros, ya que sus manos en mi espalda se aferran guiándome, para seguir o para mantenerlo.
Abrió los ojos, su mirada era extraña, pensé que no debía de haberla contado ciertos detalles.
– ¿Saben lo que me ha rebelado?
– No todas, y algunas se sintieron halagadas y otras no, dijeron sentirse en una cama de pruebas cuando no lo es, aunque les explicaba que yo procuraba encontrar placer en su comportamiento, no me conformo con esos instantes de la eyaculación, siempre me ha dejado con hambre.
– ¿Son de paso?
– No por mi parte. Es al revés, ellas son las que van de paso. De corta relación, cuando tienen planes, es cuando entro en sus vidas, una de ellas con cierta guasa me hizo una confesión, utilizo esa palabra debido a que estaba sumida en un estado de éxtasis y que procuraba que no se perdiera. Sus palabras fueron estas.
“Me encanta que penetres en mi…, vida, y que dejes tu húmeda huella muy adentro, y ese nuevo día al andar, sales despacio desde muy adentro”.
Le gustaba ver la humedad en la sábana, y siguió con su confesión, aseguró que le proporcionaba otra modalidad del orgasmo y era olisquear la humedad de la sábana, donde se habían mezclado los dos fluidos de nuestra unión.
Me miró largamente, pensaba.
– ¿Siempre se comporta igual o las diferencia?
– Sí, ya que procuro un entorno diferente, y sobre todo buscar nuevos caminos en su cuerpo. Y también depende de muchos factores ya que muchas llevan la carga de la semana y veo histeria en su comportamiento y debo frenarla en todos los aspectos.
– ¿Le duran todas las que son?
– No, unas desaparecen sin causa, ya que alguna vez vuelven y pregunto la causa, y no deja de ser natural, me comparan con las modas, cambiar de ropa y de aires, pero no se lo tomo en cuenta, para mi nada ha cambiado pero me equivoco, para ellas sí, buscan lo perdido del pasado sin darse cuenta que el problema está en su presente, a una se lo hice ver,
– Se equivoca totalmente, no es lo mismo durante el coito que sin que se produzca penetración y en ambos casos pueden variar dependiendo del entorno y sobre todo de la causa, ya que es el primer factor a analizar, y es cuando empezamos a pensar que sentiremos, ya que nuestro cerebro se prepara para ese buen rato.
– Demasiado rebuscado, muchas cosas no las comprendo, la masturbación es un hecho rápido, y con un final desigual en cuanto al placer. Ya que siempre me han reconocido que está a falto de algo más, en una palabra incompleto.
– Pues no estoy de acuerdo, le puedo asegurar que me han hecho muchas,
– Debo pasar mis dedos por su piel.
Asentí con la cabeza. Detuvo el reloj de arena de colores. Se desplazó quedando detrás de mí. Su mano izquierda no tenía guante la derecha si, y primero pasaba el guante y luego los dedos de la otra mano, recorría mi frente, luego las sienes, me dijo que cerrara los ojos y repasó los párpados, luego fue el cuello y por último la punta de todos los dedos de las dos manos.
Volvió a sentarse poniendo en marcha el reloj de arena de colores, cerrando los ojos. Ahora tenía las dos manos sin guantes, entrelazados los gruesos dedos y poco después los llevó encima del labio superior, como si quiera olerlos.
El reloj llegaba a su fin y abrió los ojos, supuse algún truco o que veía ya que no tenía cerrados del todo los ojos.
– No hay trampa, puede poner en marcha el reloj sin que yo lo vea, los abriré en su momento.
– ¿Y si no le pongo en marcha?
– Perderá dinero, ya que no los abriré y el tiempo va en contra de sus intereses.
Asentí confundido por la respuesta.
– ¿Alguna conclusión? – Pregunté perdiendo interés.
– Sí, pero necesito algo que posiblemente no acepte, superará sus cálculos.
– Estoy buscando ayuda, respuestas, y como no sé dónde buscarlas, decidí alejarme de la lógica.
– Necesito observar su sueño, pero deberá repetir todos sus actos.
No acertaba a comprenderla, de nuevo arrugué la frente.
– No llego ¿Podría ser más explícita?
– No me ha dado detalles, preciso de información fidedigna de los hechos, que le han llevado a buscar respuestas.
– En la madrugada, después de follarme a una mujer me duermo, ella también se duerme y me despierto follándola dormido. Hay veces que ella no se despierta y supongo que puede pasarme lo mismo.
En las que se despierta ella, luego me cuenta que no era el mismo, que era otro ser el que la poseía ¿Entiendo que debemos follar y ver qué pasa esa noche?
Me miró asintiendo con la cabeza.
– Su tiempo ha terminado, si quiere seguir debe poner otro billete junto al reloj de arena.
– ¿Alguna opción que haya en ese sentido?
– Puede repetirlo con la misma mujer que le ocurrió, pero hay un problema, no es lo mismo ver una escena a vivirla, esa mujer puede haber guardado información en su subconsciente y no saberlo, pudiendo ser muy importante esos detalles ocultos.
De nuevo duda, y como siempre me salí del tiesto.
– ¿Tendré que pagarle esa noche al mismo precio?
Gesto tenso en su rostro, pensaba.
– Podemos llegar a un acuerdo, yo le propongo un precio por el estudio y usted me propone precio por echarme un polvo, supongo que puede costarle hacerlo con una vieja y gorda.
Seguía tensa, pensé en eso de vieja, supuse que podía ser algo más joven que mi madre, y… movió ficha.
– ¿Usted estará por los 38 o 40 años?
No se equivocó, tenía 37 años a punto de cumplir los 38.
– Su silencio me habla, yo tengo 53 años ¿Algún problema por la edad?
No llegaba a entender su estrategia, puse otro billete junto al reloj de arena de colores.
– ¿Qué ve en el reloj de arena?
– Cada color tiene su significado y no todos terminan a la vez.
– No entiendo nada.
– Tampoco lo necesita, debe tomar una decisión. Como se suele decir en estos casos, en tu casa o en la mía, pero entiendo que estará alojado en algún hotel, por tanto será en mi casa, sobre todo por mi causa, me siento más segura y además está el entorno que tendremos.
De nuevo la miré pensando, llevaba razón, en el hotel podían conocerla, si, mejor en su casa.
– Necesito una respuesta ¿le costará follarme? ¿Repulsa por mis carnes?, sé que tengo sobrepeso.
Su rostro permanecía impasible, debió de ser una mujer con cierta belleza, su boca era atractiva, sus labios eran perfectos y las arrugas le conferían cierta autoridad, así como su mirada, era profunda y enigmática.
– No, tengo amigas más gordas que usted y no las hago ascos, me importa más lo que hay dentro de su cabeza que entre sus piernas, y por otro lado son más…
Busqué la palabra adecuada para no molestar.
– Más sencillas.
– No me molesta, pero no entiendo que quiere decir ¿fáciles?
– No, quise decir más naturales, sinceras. Dan más que piden.
Entrecerró los ojos, vi un extraño brillo en uno de ellos.
– ¿Sabe reconocer ese matiz? Dan. Explíquese, no llego a comprenderlo del todo ¿Que percibe a cambio de un polvo?
– Calor, comprensión, incluso cariño, cuando en el sexo suele quedar oculto, la propia naturaleza mira para otro lado, el placer y más si son mujeres de alguna forma apartadas debido a su volumen.
– Supongo que no son nuevas en su plaza, permítame que utilice términos taurinos.
– Así es, acudo a su llamada, no les impongo la mía, muchas de ellas están acomplejadas y me han reconocido que les avergüenza sus carnes, quedarse desnudas del todo les cuesta, unas más que a otras, a pesar de que no varía mi gesto.
– ¿Cómo me ve?, comparado con sus amigas las gordas.
Tono frío y gesto serio. Dudé, aunque algo me dijo que podía ser una mujer con ciertos complejos, y estaba seguro que llevaba mucho tiempo sin follar.
– Normal, repito, no siento rechazo, ni nada, hay hombres que también son gordos, y pienso que tiene que ver más el metabolismo que la comida.
– Posiblemente no se equivoque. Sea tan amable de proporcionarme su número de móvil, le llamaré cuando anochezca, tengo que estudiar las condiciones.
Le di el número y tapó el reloj de arena de colores.
– ¿Qué significado tiene el tapar el reloj de arena?
– Posiblemente que le cobre mi tiempo, pienso que a cambio tengo algo mejor que el dinero, llevo mucho tiempo sin esa misterioso sensación de placer y puede que hasta se me haya olvidado.
– ¿No tiene sueños ardientes?
– No, mis sueños son escalofriantes. Terribles y siempre con un final aterrador.
– ¿Ha pensado de darse un respiro?
– No puedo, vivo de este dinero y la gente me cuenta cosas y ciertos detalles escabrosos, peor lo peor es que soy una persona que me pongo en su lugar, mi empatía es gigantesca, y termino llevándome su problema, muchos me han comentado que esas pesadillas no han vuelto.
– Mi caso es diferente, espero no dejarle espacio al mal rollo, además esto es como el montar en bicicleta, nunca se olvida aunque pase mucho tiempo.
– No estoy segura, ahora me he empezado a poner nerviosa, no sé cómo empezar a convencerme de lo vamos hacer, usted me intimida, esa sensación de seguridad me ha sorprendido, me ha expuesto de una forma muy simple que no le costará echarme un polvo.
Ahora comprendí su gesto, y vi en sus dedos cierto temblor.
– He pensado algo que puede interesarle. Me ha contado que vive de esto. La única forma de evitar esa tensión, es que estemos juntos lo que queda del día, y le propongo que vayamos al supermercado, hagamos la compra de la semana como cualquier pareja, no es necesario que hagamos en este pueblo, podemos hacerla en Alcoceber.
Y luego preparar la cena juntos, como una pareja normal y es más, incluso preparar un guion, quienes son los personajes que vamos a representar.
Su gesto era de sorpresa, había abierto mucho los ojos y sus labios se habían separado, se los humedeció con la lengua.
– Es una forma de mentira.
Respondió con cierta sequedad.
– No, ficción y esto no es mentira, es un acuerdo entre una pareja para acortar distancias. Podemos jugar a la pareja que le mueve el interés, ella es gorda y con dinero y yo soy un espabilado que a costa de polvos la quiere sacar dinero.
Otro guion puede ser, el, yo un ser lleno de problemas y usted una mujer con poderes que puede ayudarle, y la moneda de cambio es sexo.
Y otro más, es que usted esconde secretos inconfesable, en una pequeña habitación de su casa, donde tiene la plancha, en las madrugadas de tormentas, escribe conjuros, y lo hace desnuda con su cuerpo pintado de color sangre, convoca a seres de las sombras para que la follen, y describe la forma de como la monta ese ser de las sombras, y lo hace con todo lujo de detalles, así como de como la va satisfaciendo y como termina la bestia, y en otro libro, anota las marcas que ha dejado en su piel, así como los mordiscos en los lugares que usted le señalaba y por último, que además al hacerlo su cuerpo la premió con varios orgasmos espaciados, debido a que recogió el semen de esa bestia, que salía de su vagina.
Su mano apretaba con fuerza mi muñeca contra la triqueta, tenía los ojos cerrados y sus labios temblaban. La presión en mi muñeca me hizo pensar que había dado en el blanco.
Susurró con voz inaudible.
– No siga ¡Por favor! – Su respiración estaba acelerada.
La di unos instantes de respiro, este sistema nunca me ha fallado, suele romper cualquier tabú que las impide soltarse el pelo, en este caso hay que esperar a que su vagina responda a la excitación a la llamada del macho.
– Le puedo ofrecer muchas fantasías, sin embargo usted debería pensarlas, dudo que no sepa. Llamó mi atención su soledad, esa mirada ausente que parece que no ve pero mira, se da cuenta del entorno, no como la bailarina que anima la feria con sus movimientos sensuales.
– Me confunde, empiezo a tenerle miedo.
Mantenía los ojos cerrados, deduje que era miedo a la realidad, moví ficha.
– Podemos empezar por el final, en el interior de esta tienda, un ensayo de polvo o un anticipo de lo que puede sentir esta noche. Usted acostada, separadas las piernas y me deja libertad de movimientos.
Desde un recorrido por los lugares de su cuerpo donde despertaré el placer que tiene olvidado, hasta podemos hacer ensayos del beso, y mientras sus manos estarán ocupadas con el penetrador, yo acariciaré sus pechos, sus pezones y de esa forma se despertarán sus sentidos.
Abrió los ojos, los tenía enrojecidos y me miró asustada.
– No tenga miedo, lo que le estoy ofreciendo carece de peligro, y seguramente desconoce lo más normal en las parejas cuando llega el fin de semana.
Seguí presionando.
– Otro guion es el más sencillo, a la mayoría le gusta más, sumisas, usted se convierte en una mujer sumisa que precisa de amo, y como no sabe nada, me contrata de amo.
Su mirada relampagueó, no le gustaba nada.
– ¿Y qué debe hacer una sumisa?, no termino de comprender que las haya.
– Sencillo, cumplir las órdenes de su amo. Todas sin excepción.
Dudo que las haya – Tono dubitativo. Se recuperaba, le di un poco más de cuerda.
– Es muy simple, supóngase que soy su amo y le digo que al tipo que toca la gaita, le llame y a la vista de la gente le haga una felación.
Abrió mucho los ojos como respuesta.
– Nos detendrían por alterar el orden.
– Se equivoca, algunos aplaudirían.
– Si fuera mi amo ¿Qué me ordenaría la primera vez?
– Que cambiara su atuendo y que no llevara ropa interior.
– No entiendo lo de atuendo.
– Sencillo, que se vista como mujer, su ropa es una armadura y no deja traspasar el perfil de los pezones de sus pechos, cuando se excitan como respuesta.
– Empiezo a pensar que usted es un pervertido.
– No se defienda y vuelva a la vida, precisa de un cambio en su cuerpo y estoy seguro que será beneficioso para lo que hace, ignora el estado de mucha gente y aunque no lo admita, la base de la vida es el sexo.
– No estoy de acuerdo, hay cosas más importantes.
– No lo crea, lo primero que piensan dos seres que se encuentran, no importa dónde y el asunto, lo primero que piensan es como sería ella o el follando.
– Repugnante si eso es verdad – Argumentó.
– No lo crea, y lo tengo comprobado, muchas me lo han reconocido.
De nuevo duda en su mirada, sopesaba mis palabras y sus pobres respuestas.
– Estoy perdida y me ha confundido mucho, no sé qué pensar.
– ¿Quiere poner los pies en el suelo?
– Me gustaría – Tono de duda.
– Cierre la tienda, entre y desnúdese, le doy cinco minutos, le haré una demostración, y si quiere, tápese el rostro como si fuera ciega…, y déjese llevar no tema nada.
Entró en la tienda, sacó un largo rollo de tela y le puso en la zona donde estaba la mesa y dos sillas, llamó con una señal a uno vestido de juglar y le habló al oído, este asintió varias veces y fue colocando unos soportes con cadenas cerrando el paso a los caminos del mercado medieval, después entró en la tienda.
El interior estaba en penumbra, había colocado varias telas de color negro tapando la claridad exterior. En el suelo había varias colchonetas cubiertas por tapices y telas de diferente grosor, ella estaba acostada de lado, su cabeza estaba cubierto por un velo opaco, no se atrevía del todo, por tanto actué con mucho cuidado, algo fallaba.
– Que personaje adopta, sumisa o una mujer secuestrada por bandidos y que todos la van a follar.
Le hizo gracia, su cuerpo se agitó como cuando te ríes.
– Prefiero la de mujer que no piensa.
– Entonces…
– No me resistiré, me he dado cuenta de que me has ofrecido suficiente información para afrontarlo. Pero recuerda que no me he lavado, lo hago por las noches antes de acostarme.
Ya estaba todo dicho. Y por otro lado la mujer no desprendía olor sospechoso más bien todo lo contrario.
Moví su cuerpo, quedó boca arriba. Separé sus piernas, ella abrió la boca dejando escapar algo parecido a un suspiro, estaba confundida, pensaba que iba a metérsela a saco, ya que sus manos se aferraron a las telas.
Me desnudé deprisa y pasando las piernas a ambos lados de su cuerpo llegué a su cabeza. El penetrador permanecía tranquilo y sin descubrir al glande le acerqué a su cabeza.
Giró su cabeza dudando, yo cogí su mano izquierda y le llevé al penetrador, lo cogió apretando ligeramente, su cabeza ladeada dudaba frente al penetrador, separó los labios y despacio frotó el penetrador con sus labios, separó levemente los labios y empujó el penetrador en la boca, lo hizo despacio.
Sujeté su mano para que no lo metiera del todo, el penetrador fue creciendo en su boca, ella se removió inquieta, no sabía que iba a ocurrir, pero la naturaleza actuó y ella de forma espontánea pasó le lengua empujando hacia atrás la piel del escroto, y empezó a lamer despacio, y como respuesta, el penetrador creció un poquito más, aun le faltaba.
Sujetando su cabeza me fui acostando a su lado, ella quedó de lado dejando sus piernas cerca de mi cabeza, de nuevo las separé y mi lengua entró entre los labios exteriores, ella abrió la boca dejando escapar un suspiro retenido, y mi lengua llegó al clítoris, de su boca escapó el primer gemido juntando la piernas, pero no la dejé, su vagina ya respondía con cierta humedad, algo que no esperaba.
Fui despacio, tenía un clítoris importante, y le apresé con los labios, ella murmuró algo que no comprendí y elevó la pelvis, y no la di respiro, la punta de la lengua rozó el abultado glande del clítoris, y como respuesta mantuvo elevado la pelvis, pero seguí despacio, y fue cuando desperté su interior, en la barbilla sentí humedad, algo que la faltaba, y de nuevo elevó la pelvis empujando, señal inequívoca, pero aún no.
Cambiamos de postura, ella tiró de mi brazo y luego del costado, y dijo con voz entrecortada.
– Métemela ya.
Pensé darle un poco más de tiempo, pero su gesto era anhelante y obedecí, pero lo hice muy despacio.
– Guíale tú, y métele despacio, para que lo sientas desde el principio, y la entrada, que es anillo vaginal si lo haces despacio, sentirás como le aparta, la vagina responderá y procura estar atenta, piensa cuando entró el primero.
Y así lo hizo, gimió de nuevo y le detuvo en la entrada y al oído me dijo con voz entrecortada.
– Es verdad, siento cierto calor muy adentro y estoy muy nerviosa.
– ¿Cómo te follaban?, supongo que tendrás recuerdos.
– Era todo muy rápido, borré los recuerdos, malos recuerdos.
– Bueno, es el momento de cambiarlos.
Y entré despacio, muy despacio, es como me gusta, aunque es por ellas y por mí, puedo paladearlo y además lo que más me interesa es su respuesta, ella abrió la boca soltando aire despacio.
– ¿Te gusta así? – Sabía la respuesta.
– Sí, tengo la sensación de mucho calor dentro, humedad.
– Es normal, no lo confundas, no te estás meando.
– Eso pensé antes, me gusta.
Me detuve, lo hice para ver su respuesta, tenía los ojos cerrados y la boca abierta. Lo normal. Abrió los ojos mirándome.
– ¿Te ocurre algo? – Preguntó con suavidad.
– No, quiero que recuerdes lo que estás sintiendo, y puedes tomar la iniciativa.
– No entiendo lo que dices.
– Por ejemplo que me salga, cogerlo con tus manos y tú misma metértelo y sacarlo, como si fueras las dos partes.
– ¿Y para qué sirve?
– Piensa en lo que has sentido cuando he entrado.
– Han sido tantas sensaciones que han despertado, que no puedo precisar.
– Ahí lo tienes. Pero falta algo importante, no nos besamos y eso es importante.
La respuesta fue el silencio, ella se removía debido a que el penetrador tenía sus propias reacciones, es decir, entrar hasta el fondo, pero no lo hice.
– Y otro detalle importante, estamos en la oscuridad, es mejor la penumbra. Una gorda desnuda tiene su punto, y la verdad es que jamás comparo.
Silencio, y su respiración se calmaba.
– Al principio pensé que te daría asco, me ocurrió la última vez que un tipo me la metió, y además se mofaba, eso hizo que mi mente se cerrara, le aparté dándole una patada, su respuesta fue un puñetazo y terminó de forma brutal, rematando la obra, tirándome dinero encima, cuando todo sucedió en unas fiestas, no hubo nada de poner precio.
– ¿El precio de las respuestas?
– No, me engatusó de mala forma, nada tenía que ver con esto, fue un momento mío de debilidad, llevaba mucho tiempo sola.
No dije nada, era mejor no seguir, podía estropearse todo lo conseguido. Guardé silencio.
– Te siento dentro y nada parecido con lo tenía en mi memoria, y además siento ganas de llorar, es por como lo preparas, empiezo a comprender a tus mujeres, esas por las que vas de paso por ellas.
No dije nada, apenas se movía, pero sus manos en mis costados hablaban por ella, incluso llevo una hasta mi vientre, le acarició con las puntas de los dedos y descendió hasta el penetrador, puso dos dedos encima de él, como si cabalgaran y le apretó un poco.
– Me siento diferente y sabes mucho, eso me llena de temor, ahora no sé qué hacer, me siento de forma contradictoria, bien y mal por los recuerdos.
– No le des vueltas, mira al presente. Decide tu misma.
Y me sorprendió. Sus dedos abandonaron el penetrador y tiró de mi cuello hacia ella, buscó mi boca, parecía morderme los labios pero no, entró en mi boca y a la vez hizo que el penetrador entrara hasta el fondo, rodeó con su brazo izquierdo mi cintura apretando mi cuerpo contra el suyo y la su brazo derecho mantuvo nuestras cabezas juntas, se llevó toda mi saliva y sentí sus lágrimas, y empujó y una y otra vez, parecía tener prisa, la dejé en libertad, mi mente se olvidó de las sensaciones que enviaba el penetrador y pensé como sería el final, su final, que ocurriría.
Su empuje fue siendo más acompasado, y abrió los ojos, ya no lloraba, se detuvo.
– ¿Te has desconectado por mi culpa?, verdad.
Negué con la cabeza sonriendo.
– No, esto es un ensayo, por tanto no tiene por qué salir bien, o regular o mal, el sexo es así, nunca se puede saber el final.
– Pues me gusta lo que siento, dentro de mí hay algo que se deshace, y me gusta esa sensación de dureza en mi interior.
– ¿Y ahora qué?
– Ahora quiero que tomes la iniciativa, me has dejado desde el principio, y te diré que has limpiado la imagen que tenía de ese tipo encima de mí.
Tu no me has forzado a nada, me has llevado a lo impensable, pensaba en algo parecido, pero no, como ese truco del anillo vaginal, no lo sabía y es cierto he sentido como se apartaba al empuje del glande, sentí calor en el vientre.
Parecía muy agitada, incluso fatigada.
– ¿Qué te gustaría?
– Que me folles, que envistas, que sienta tu empuje en la vulva, que te corras dentro procurando que me entere y ya hablaremos de ese guion del que me has hablado, y entiendo que tus mujeres no se olviden de ti.
Y salí despacio, ella se mantenía apretada y sentí su aliento en la oreja, me dijo que muy bien, obedecí, aunque fui despacio, entrando hasta el fondo y saliendo del todo, pero sin separar el glande de la entrada. Me quedaba en el anillo vaginal, ella ocultaba gemidos debido a la fragilidad de las paredes, nos podían escuchar, pero babeaba procurando evitarlo, sentía como bajaba la saliva, y ese runruneo a la vez que elevaba la pelvis.
Y de vez en cuando ella aceleraba, no lo entendía ya que parecía estar disfrutando, y la avisé, pero antes hice algo que a todas les gusta. El glande antes de eyacular tiene una especie de pulsaciones, en realidad le tiene todo el penetrador, pero donde se más se nota en el grande.
Ella parecía saberlo ya que empujó, provocando la eyaculación y de nuevo elevó la pelvis.
– Noto su calor – Dijo con voz entrecortada.
Y siguió empujando, yo estaba detenido. Era sorprendente.
– Y ahora como va saliendo de la vagina.
Se apretó más, sin darse cuenta que la moverse el semen escapaba más deprisa y me apartó despacio, llevando su mano derecha al penetrador que no había salido del todo, le agarró con todos los dedos y lo extendió por el monte de venus.
– Estoy regando con tu semen el monte de venus.
– Para qué – pregunté extrañado por su comportamiento.
– Entrarás de nuevo por cada uno de mis poros, y quedarás dentro.
Elevó de nuevo el pubis y el penetrador llegó al fondo.
– Quiero sentir como sales de mi pero de forma natural, como ha sido el principio.
– ¿Y después?
– Vamos a mi casa, escribiremos ese guion. Prepararemos esa cena que has mencionado y luego, en la madrugada estudiaré tu caso, pero necesito que me ayudes.
– ¿Cómo puedes ayudarte?
– Tú puedes.
– Ya me explicarás como.
– ¡Quiero que me folles dormido!