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Invierno caliente
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Tiempo de lectura: 2 minutos

Era una fría noche de invierno y yo me encontraba en el sofá de mi casa preparada para ver una película cuando, de pronto, me llama un amigo para salir a tomar unas cañas. Al principio dudé porque tenía mucho frío pero después lo pensé mejor y acepté la invitación. Quedamos en una hora, así que, sin perder más tiempo, me fui a preparar. Cogí mis vaqueros estrechos favoritos que me realzan mucho la figura, una bonita blusa oscura, mis tacones y una preciosa chaqueta de cuero; me maquillé un poco y salí en busca de mi amigo. Iba rompedora aquella noche.

La noche empezó bien. Pronto me encontré con mi amigo, entramos en el bar y nos pedimos unas cañas. Estuvimos hablando durante largo rato entre risas y miradas. Algo estaba empezando a pasar entre nosotros dos. Acercó su silla a la mía y puso su mano sobre su pierna, cosa que me sorprendió bastante. Terminada la caña me preguntó si me apetecía dar un paseo aunque la noche estuviera un poco fría. No me lo pensé dos veces, por lo que salimos del bar para dar un paseo. Nos estábamos alejando un poco de los bares y de las viviendas en dirección a la playa cuando, de repente, nos paramos, nos miramos y poco a poco nos fundimos en un apasionado beso, Ese beso era la chispa que hacía falta aquella noche.

Sin perder mucho más tiempo, nos fuimos hacia su coche que, casualmente, no estaba muy lejos. Nos sentamos en los asientos de atrás y fuimos rompiendo el hielo a suaves besos y caricias desabrochando ropa que empezaba a sobrar. Él bajaba por mi cuello a besos y me empezaba a hacer disfrutar mientras seguía bajando por mi pecho hasta que se coló lentamente entre mis piernas haciéndome gemir cada vez más. Estaba disfrutando de aquel momento, con la mente en blanco y solo dejándome llevar por el placer que sentía, hasta que no aguantaba más y deseaba llevarme su polla a mi boca. Así que lo aparté con cariño y, como ya estaba duro, me arrodillé en el asiento y me llevé su polla a mi boca para jugar con ella mientras él disfrutaba y gemía con los movimientos de mis labios en aquella rica mamada.

Tras un rato ninguno aguantaba más, queríamos sexo. Mientras él se colocaba el preservativo, yo me iba colocando para que me empotrase duro contra los asientos. Fue metiéndola poco a poco mientras me acaricia y sentía como los gemidos iban aumentando a la par que sus embestidas. Aquella noche estaba siendo de locura mientras nosotros disfrutábamos del buen sexo. Pasaban los minutos mientras íbamos cambiando de posturas y yo iba teniendo orgasmo tras orgasmo hasta que, en pleno éxtasis sentí como el semen de mi amigo resbalaba por mi espalda.

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