La cala estaba apartada. Se llegaba a ella por un camino de tierra. Tenía unos quince metros de arena y había que ir cuando la marea estaba baja. Yo me iba abañar allí en pelotas por las noches
Aquella noche, al bajar la cuesta que llevaba a la cala, vi a una pareja. Estaban follando en la orilla del mar bajo la luz de la luna. Ella estaba a horcajadas sobre él. Las olas le daban en el culo cada vez que llegaban a la playa. Era rubia. No le pude ver las tetas. Su cabello era muy largo. Le llegaba al agua. Me agaché detrás de una roca. Era ella la que lo estaba follando a él, un joven rubio. Parecían una sirena y su amante. Mi cabeza sobresalía de la roca y la muchacha me vio. Se excitó más de lo que estaba. Mirando para mí, folló más aprisa al joven. Yo me levanté con la polla en la mano. El culo de la joven ya voló hacia delante y hacia atrás. Sentí su alarido de placer al correrse. Echó la cabeza hacia atrás y se dobló hasta que tocó con ella el agua. Yo, viendo cómo se corría, solté seis chorros de leche que se perdieron en la noche.
Fue la mejor paja de mi vida.