Conocí a Emmanuelle hace algunos años atrás. Ella al igual que mi sobrina Kelly se acababan de graduar en jurisprudencia y por esos días vinieron de visita y pasaron en mi casa por toda una semana. Además de unas bien merecidas vacaciones, aquella visita tenia doble propósito, pues mi sobrina nos hacía participes a ese día tan especial para ella, pues semanas después en ese mismo verano, se nos casaba.
Mi hermana Kashira se dedicó en atenderlas en esos días y mi convivencia con ellas fue un tanto esporádica. Obviamente siendo mujeres, esa relación de sobrina y tía era más estrecha que la de sobrina y tío; aunque debo decir, que mi sobrina es muy melosa conmigo y debo reconocer que es una bella mujer en todos los sentidos de la palabra.
Emma, como le llaman, no se queda atrás. Con un metro y setenta centímetros, un busto de copa B y un trasero en los parámetros de 90 centímetros es un encanto. Especialmente cuando se le ve en bikini o con esa ropa de verano suelta y transparente donde en más de alguna ocasión me hizo soñar cuando prácticamente me mostraba sus tangas. No me atreví a nada más que a una entretenida conversación cuando tuvimos el tiempo, pues siendo tan bella, imaginé que había ya alguien con quien saciaba esos deseos ardientes de sus 24 años.
Pasó la semana y nos despedimos con la promesa que en un mes y medio estaríamos presentes para la boda. Fue en esa despedida que mi hermana Kashira me hiciera saber que yo le había gustado a Emma. En forma de quien hace una broma me hacía saber que Emma se me quedaba viendo y que a pesar de mis 47 años, seguía alborotando las hormonas a mujeres jóvenes. Lo decía de esa manera, pues mi hermana creo que aun ignora que en mis últimos años, me he llevado a más chicas a la cama a quienes les sobrepaso unos 25 años. En promedio quizá sean chicas entre los 18 y 23 años, aunque de vez en cuando aparece alguna entre sus 30.
Por mera curiosidad o por ese olfato masculino, ese día que llegaba la persona quien nos ayuda en la limpieza de la casa, fui a darle un vistazo a la habitación donde Emma había dormitado durante su estancia. Para mi sorpresa, me encuentro un par de pantis usadas que debí asumir eran de Emma y las había olvidado en una de las gavetas. Eran de color rosa y habían sido usadas, pues era evidente que tenía todavía la toalla femenina pegada, pues hoy en día las mujeres ocupan estas pequeñas toallas para no dejar esa mancha obvia en esa parte íntima de sus prendas y a la vez algunas de estas toallas llevan fragancias sensuales, y esta era una de esas, pues tenía fragancia de flores.
Llegamos para la boda cuatro días antes, pues en California tenemos a muchos amigos y familiares. Recuerdo que renté un Mustang convertible color rojo, igual al que tengo en mi guarda coche que hizo pensar a mi sobrina y a Emma, que me había ido manejando por 48 horas para la boda. No lo desmentí hasta el último día que estuve ahí. Por esos días tuve más contacto con la bella Emma, pues obviamente ella tendría que ser la dama de honor de mi sobrina y estaba involucrada en todos los detalles.
Mi otra hermana me hizo la misma observación que ya había hecho Kashira: – Le gustas a Emma. Todavía tienes tu pegue con las chicas de esta nueva generación. – me dijo, aunque yo no había observado nada de parte de ella. Platicábamos cosas triviales y por esos días estaba con la euforia junto a mi sobrina que habían pasado el examen estatal de la barra de abogados y ahora ya se les podía llamar abogadas a ambas. Eso me dio la excusa para hacerle un regalo, el cual consistió en un set de plumas en oro, engravadas con su título académico y su nombre, y aquello hizo que Emma además de darme las gracias, se acercara a mí con más confianza.
El día antes de la boda, toda la familia tomamos desayuno juntos en un restaurante y de ahí cada quien se iría a hacer alguna función con respecto a la boda y obviamente ahí se encontraba Emma. Ese día después del desayuno se me acercó y me pidió si podría venir a su casa esa tarde para la cena, pues quería que yo conociera a sus padres, pero a la vez me pedía un favor del cual quedé bastante sorprendido:
– Sé que es mucho abusar de su confianza, pero quiero darle la impresión a mis padres que usted está interesado por mí: hay cosas que me tomaría mucho explicarle y quizá no tenga sentido hacerlo.
– ¿Y por qué no uno de tus contemporáneos? ¡Te doblo la edad! ¿Qué impresión tendrán tus padres de mí, especialmente siendo el tío de tu amiga?
– ¡No se preocupe! Mis padres son muy liberales. Solo espero dar la impresión que usted y yo tenemos un poquito más que una simple amistad.
– ¡Pensaran que soy el típico viejo rabo verde! – (quizás lo sea)
– Sr. Zena, usted es muy joven, luce joven… no entiendo el porqué está soltero, aunque lo intuyo.
– ¿Me llamaras así frente a tus padres? ¡Sr. Zena! – se ríe.
– ¿Puedo comenzar a llamarlo Tony?
Realmente no sabía el por qué de la farsa, y lo único que visualicé, fue el estar un poco más cerca de Emma, aunque me sentía incómodo, pues se trataba de la mejor amiga de mi sobrina. Aquel teatro se debería extender hasta ese tiempo de la boda, pues sus padres también iban a ser partícipes, y eso también me incomodaba, pues ahí estarían todos los de mi familia, incluyendo a mi hijo y no quería dar esa impresión que estaba detrás de las pantis de una jovencita, aunque Emma tenía ya sus 24 años.
Cené con su familia y estos me dieron una muy buena bienvenida y no vi absolutamente ningún acto de sorpresa y todo se conllevo de lo más natural. Los padres de Emma son mayores una década más que yo, así que desde sus ojos ellos miraban a un ser más joven que ellos, al igual quizá, así como yo miro a una mujer de 40 hoy en día: la miro joven. Emma se miraba lindísima vistiendo esas faldas sueltas, blusa pegada a su plano y sensual abdomen, con unos zapatos de vestir que elevan su bien escultural cuerpo y realmente me dieron ganas de besarla, pero me contuve, no quería arruinar la confianza y la amistad. Nos despedimos temprano, pues el siguiente día era la boda y nos dimos un beso, casi rozando los labios el cual me sorprendió. Creo que ella lo quería igual que yo, pero ninguno de los dos nos atrevimos.
Pasó el protocolo de la ceremonia y llegábamos a la hora final de la recepción, la cual tuvo lugar frente al mar del Pacifico, en una zona exclusiva de San Juan Capistrano. Sentí más cerca la presencia de Emma y por alguna razón me pidió que la acompañara a los jardines del lugar, mientras me daba indicaciones de cómo proceder: -Tómeme de la mano; actué como si fuésemos pareja. Muéstrese más cariñoso conmigo por favor. – Yo asistí y le puse mi mano por su cintura. Paramos y ella seguía dándome instrucciones en voz baja y lo único que vi, era un grupo de jóvenes a nuestro alrededor quienes departían unos tragos y fumaban algunos cigarrillos.
Teníamos un par de minutos afuera cuando de una manera muy sorpresiva Emma me pide que le bese y con ese sentido de un jovenzuelo lleno de inseguridades le he besado sus labios, pero Emma pasa ese límite que quizá yo esperaba y siento su lengua queriéndose hacer espacio en mi boca. Le correspondí, aun en ese estado le correspondí y mi paquete reaccionó, pues al sentir ese beso, esos pechos puntiagudos contra el mío me excitó. No sé si fueron cinco o diez minutos y me excito aún más cuando ella me dice al oído: – Tony, baje un poquito sus manos hacia mis caderas, actúe como que si las deseara.
Realmente las deseaba y aquel juego o broma me estaba ya gustando. No sabía cuál era el límite, pero yo no solo puse mis manos en su cadera, yo froté con delicadeza su bonito trasero y sentí ese grosor del relieve de su bikini debajo de ese vestido rojo bien ceñido a su sensual cuerpo que apenas llegaba a su rodilla. No sé si aquello le habrá excitado, pero ahora su lengua y la mía se enredaban como no queriendo soltarse. De hecho, le besé el cuello y no sabía si me había sobrepasado y solo pude observar como la piel de sus brazos se erizaba y ella me volvía a besar.
Asumí que a alguien le quería dar celos o por lo menos a alguien quería definitivamente alejar. No sabía las razones del por qué, pero eso ya no me importaba. El problema que después de sentirla entre mis brazos, sentir su aliento, el perfume de su piel, me llegó la imagen de su bikini olvidado, el cual olí para rescatar ese olor exquisito de su sexo. Con mi miembro erecto y no sé si ella lo notó pues yo vestía un chaleco, me había elevado el calor que lo único que deseaba era comerme su conchita, quebradle el culo y oír esos gemidos y jadeos al hacerle llegar al paraíso. Sentí que no estaba tan lejos de aquel deseo, especialmente cuando ella me preguntó:
– ¿Qué hace después de la recepción?
– Ir a descansar, mañana debo de tomar un vuelo para mi casa.
– ¡Pensé que venía manejando! ¿Y el coche?
– Es rentado… si es igual al mío.
– ¿Pensé que tendríamos un día o dos que compartir?
– ¡Puedo postergar el vuelo si tú me lo pides!
– ¿Puede?
Creo que no hacía falta que me dijera que quería follar conmigo. Ya aquello había pasado del teatro, la broma o el juego. Se retiró no sin antes darme otro beso, pues ya anunciaban que los novios se despedían para iniciar su luna de miel. Vi como un hombre del grupo se le acercó y le dijo algo, pero ella le extendió unas palabras que no logré escuchar. Al yo pasar por el mismo lugar, él solo se me quedó mirando a los ojos y de alguna manera esquivó la mirada y me volví a unir a la euforia de la fiesta.
Aquella noche Emma no manejaba, y su padre se acercó para comunicarle que ya se iban. Sin tener un acuerdo con ella, Emma le dijo a su padre que yo la llevaría a casa más tarde. Ya para este momento mis hermanas habían notado ese acercamiento de Emma conmigo, pero lo ignoraron y dejaron de sus bromas. Todos tomamos nuestros automóviles y es cuando Emma me dice:
– Tony, por aquí hay un lugar muy bonito. Se ve la ciudad de San Diego y tiene una vista preciosa.
– Pensé que iríamos a algún lugar más privado, donde podamos sentir el alivio de un aire acondicionado.
– Tenemos mucho tiempo, la noche es joven todavía. ¡Vamos, veras que te gustara!
Llegamos a un lugar donde había otros coches estacionados a un lado de la calle. Quizá unos cuatro vehículos alejados unos de los otros y donde parejas llegan a tener un encuentro íntimo bajo la luz de las estrellas, viendo el mar del Pacifico y a lo lejos las luces de la ciudad de San Diego. Se puede notar como los vehículos se mueven en esos compas del vaivén de una buena faena. Solo recordaba mis días de joven y a mis 47 años aquí estaba con una chica de 24.
Nos estacionamos y Emma comenzó con los besos. Me miró a los ojos mientras me bajaba el cierre del pantalón, y bajo la luz de la luna comenzó a masajearme el falo con una de sus manos mientras nos comíamos a besos. Con los minutos llegó hasta mi miembro que con ansiedad ya espera esos labios que minutos antes causaron que se levantara con gran ímpetu y que comenzara a gotear por la excitación. Mi glande desapareció entre sus labios y lo mamó a como pudo, pues en un vehículo compacto deportivo, era un tanto incómodo. No tomó mucho en tomar otro rumbo cuando me dijo: -Haz tu asiento lo más que puedas para atrás. –Y mientras lo decía, Emma con una agilidad muy femenina se quitó las ligas y el bikini, y como lo esperaba, tenía al igual al que encontré en la habitación de mi casa, esa toalla diminuta con ese olor a popurrí de flores. Con una flexibilidad extrema, se vino sobre mí aun con su vestido puesto y me tomó el falo y se lo metió centímetro a centímetro lo más que pudo.
Con el asiento reclinado al nivel más favorable, hemos seguido con los besos mientras mis manos llegan a sus ricos glúteos y mis dedos invaden la rajadura de sus nalgas. Su vagina y mi verga producen tanta lubricación, que embarro mis dedos para explorar ese rico culo. Pienso que lo rechazara, pero Emma lo recibe con honda excitación. La posición es incomoda y el vaivén no es tan fluido, pero tanto debe ser la fuerza de excitación de una chica de 24 años, que aunque no sienta lo fuerte de una embestida y con tener mi verga adentro de su caliente vagina y dos dedos haciéndose paso por el canal trasero, Emma me gime en el oído y me dice: ¡Tony, me vas a hacer acabar! – Yo le sacudo el ano con mis dedos, los cuales han dilatado ya su esfínter y entran y salen sin mucha resistencia; siento el vibrar de su vagina y sus piernas se vuelven temblorosas y explota con un jadeo y su vaivén intenta aligerarlo, mientras mis dedos salen y entran tan rápido y fuerte como un taladro en su rico culo.
Se recupera y me da una sonrisa y se escucha que alguien aplaude desde el coche más cercano, pues ha visto lo que sucede en mi coche e intuye que la rubia Emma ha logrado un orgasmo bajo la luz de la luna en un Mustang descapotado. Esto la hace reír y luego decir:
– ¡Han escuchado que me has hecho acabar!
– ¿No te incomoda?
– ¡Para nada! ¿Tú qué crees que han hecho ellos, o están haciendo?
Su respuesta me encendió y esa sensación de ser divisados por otros, como que le agregaba adrenalina a una ya elevada excitación. Me quería venir en ella y aunque ya estaba mi verga bien ensartada en su vagina y de por si un riesgo, no quería llenarle el hueco de mi esperma sin su permiso. Lo hablamos y me sorprendió su respuesta: ¡Follame el culo!
Con la certeza que éramos vigilados por otros, pero que al igual que nosotros ellos hacían lo suyo propio, aunque en nuestro caso era más visible por ser un coche convertible, Emma asume la posición de perrito y tiene al frente al Océano Pacifico y las luces de San Diego, mientras por atrás, le asomo mi verga y se la apunto a su rico culo. Emma apenas exponía sus piernas pues seguía con su lindo vestido y yo solo tenía el cierre abierto para poderla penetrar. Estábamos tan excitados que no nos importó lo que había alrededor y mi verga se fue hundiendo en el apretado y exquisito culo de la bella rubia Emma.
Una leve brisa marina nos golpeaba y distorsionaban en algo los jadeos de Emma. Quizá por ese sentido de que nos veían a la distancia, pues era una noche de luna llena, quizá eso me quitó la concentración y solamente taladraba el grandioso culo de esta linda chica y fue ella la que nuevamente se venía. Al igual que la primera vez me lo anunció más que con sus gemidos: – Tony, dame así, exactamente así, fuerte y rápido, me vas a hacer acabar de nuevo. – Yo simplemente le di hasta verla con esos movimientos de contorsionista. Esta vez sus gemidos fueron más largos y su temblar más intenso y le taladro el culo con todas mis ganas y el coche se balancea de un lado al otro a los compas de nuestro ritmo y me voy en su culo. Siento como la electricidad me recorre el cuerpo y siento como Emma me aprieta con su culo la verga, como si me estuviera ordenando.
Recobramos la compostura minutos después y con todas esas sorpresas que se pueden encontrar en la cartera de una dama, sacó unas toallas húmedas y me ha limpiado el falo y se ha limpiado ella. No se ha puesto el bikini, pues realmente esta tan mojado que imagino le incomodaría y lo pone en esa gaveta frontal frente a su asiento en el coche. Con el factor suerte, estamos ya relajados cuando alguien a lo lejos grita: -¡La policía!
Han llegado dos policías y nos han alumbrado con sus lámparas y solamente nos han preguntado si estamos bien y a Emma le han pedido su identificación por parecer menor de edad. No sé si estos policías pueden captar el olor a sexo, pues es lo único que puedo oler además del rico perfume de Emma. Eran las 2 de la mañana de un día domingo y aquella noche nos quedamos en un motel cerca de ahí, donde hemos pasado la noche follando una y otra vez. Dos veces más le he partido el culo a Emma y me he comido su concha donde obtuvo múltiples orgasmos.
Todo hubiera pasado desapercibido o al menos bajo la apariencia de lo más normal hasta el día siguiente que mi hermana Kashira se va conmigo donde tendremos un almuerzo con el resto de la familia. También estará Emma, pues como dama de honor, su presencia fue requerida para el encuentro y agradecerle a todos por sus esfuerzos. Mi hermana se sube al Mustang y abre la gaveta del coche para guardar una pequeña cartera y encuentra el bikini aun mojado de Emma y me dice con una sonrisa:
– Tony, no me digas que le hiciste el amor a Emma en este coche. No creo que ni tu hijo hace ya estas cosas de guardar los pantis como trofeos de caza.
– ¿De qué hablas? –y me señala el bikini color rojo de Emma.
No sé cuál era aquel misterio de Emma y a quien quería mandar un mensaje. Nunca se lo pregunté. Desde esa vez tuvimos tres encuentros más, pues ella vino a mi casa a solas unos meses después y yo correspondí visitándola cuando me reunía con mi familia en California. Siempre fue un sexo rico y sin ningún compromiso. Le conté lo del bikini olvidado en la gaveta de la habitación y del que encontró mi hermana en el coche: Parecía que le gustaba ese sentido que mis hermanas supieran que ella había sido mi mujer y siempre que tuvimos sexo, siempre me dejó su prenda íntima en el bolsillo de mi traje. Hoy recibí una tarjeta en el correo donde se me hace partícipe de la boda de Emma y también encontré otra nota adjunta que decía:
– Sr. Zena, le ruego pueda asistir y si es posible de venir unos días antes, pues realmente deseo que sea usted ese recuerdo especial de mi despedida de soltera. Si puede, nos pondremos de acuerdo al confirmar. Besos y por favor dígame como le gustaría que vistiera para mi despedida de soltera.