El mago oscuro y la princesa prisionera
Sus manos eran fuertes, mi negación demasiado débil. No me costó demasiado recostarme sobre su hombro y permitir que hiciera de mí lo que se viniese en gana. Luego me hizo poner de pie y me llevó hacia el sillón. Me senté. Me quitó las zapatillas, el pantalón y la tanga. Sin mediar palabra algun...